Juan de Carvajal

Juan de Carvajal

Este funcionario real, fue el personaje más discutido de la conquista del territorio venezolano, pero tiene a su favor ser el padre de la agroganadería en Venezuela, porque fue el primer español que descubrió que la verdadera riqueza de América estaba en hacer producir la tierra, y no en la búsqueda de riquezas auríferas.

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Biografía

No se conocen datos concretos de la identidad de Juan de Carvajal, ni tampoco de su familia. Llegó a territorio venezolano en la segunda o tercera expedición alemana que arribaba a Santa Ana de Coro sobre 1529. Y como él manifiesta, sin muchos detalles en la declaración que hace cuando se celebra el juicio de Spira, en 1540, señala que era: natural de Villafranca en el "Reino de León", donde naciera sobre 1513.

Lo de la "Provincia, o reino de León", se ha prestado para que muchos historiadores americanos hayan hecho oriundos de la región leonesa a varios extremeños que por sus declaraciones manifestaban ser naturales de esa región, cuando lo que querían expresar, es que eran de la extensa comarca extremeña que abarcaba la Orden de Santiago. En el caso de Carvajal, que al parecer se llamaba Juan Muñiz de Carvajal, posiblemente naciera en Villafranca de los Barros (Badajoz), por ser comunes estos apellidos en esa zona y en Extremadura.

La primera noticia que se tiene de Juan de Carvajal en Venezuela, es del 16 de noviembre de 1530 ejerciendo como escribano público y de registro en un asentamiento documental que firma en la ranchería de Maracaibo. Posteriormente ejercerá de escribano oficial en Santa Ana de Coro, y también ocupará el cargo de Procurador General en toda la provincia de Venezuela.

Antecedentes

Por razones derivadas de índole económica, Carlos I de España, concede a los banqueros alemanes Welser, una parte del territorio venezolano que comprendía desde Maracapana hasta el Cabo de la Vela. Esta concesión llevaba implícita la exploración del territorio, la pacificación de los indígenas, la fundación de tres ciudades y el poblamiento de ellas, además de la evangelización y protección de los naturales. Pero los funcionarios de los banqueros, obsesionados por encontrar oro, se dedicaron afanosamente a buscarlo y no cumplieron con ninguna de las cláusulas estipuladas. Entonces Carvajal, dada la acusada inquina que siente por ellos, como procurador general de aquellos territorios, les pone demanda en el juicio de residencia que a los alemanes se les abre en Coro.

En ese histórico juicio, Juan de Carvajal, no calla despropósitos ni iniquidades cometidas por la gente de los Welser, y los acusa de incumplir las cláusulas comprometidas en las Capitulaciones, de hipotecar a los soldados por venderles alimentos, vestimenta y enseres a precios abusivos, además de evadir el porcentaje del oro que por el quinto correspondía a la Corona; insistiendo también en sus negativos métodos de exploración, ya que en las penosas e improductivas marchas, han perecido más de mil españoles y unos seis mil indígenas de los que les acompañaban como porteadores.

Concluido el juicio, en 1540 Carvajal es requerido en Santo Domingo para desempeñar el cargo de relator de la Real Audiencia, donde ejercerá esa acividad hasta diciembre de 1544 que es requerido por las autoridades para otras funciones de mayor responsabilidad en el territorio venezolano donde había estado anteriormente.


Fundación de El Tocuyo

Ese mismo año Carvajal regresará nuevamente a Santa Ana de Coro con el cargo de teniente de gobernador, o gobernador interino, ya que no se conocía el paradero del capitán general Felipe de Hutten (consultar Felipe de Utre), que hacía más de cuatro años que había emprendido una exploración al país de los "omeguas", y como en Coro creían que había muerto el alemán, nombran a Carvajal para que lo reemplace.

Cuando Carvajal vuelve a Coro, observa el estado de miseria en que está sumida la ciudad e intenta poner remedio a la situación. Junta a la mayoría de las familias y se las lleva a hacia un valle fértil, donde puedan sembrar y criar animales. El 8 de diciembre de 1545, junto al río del mismo nombre, y en el sitio más adecuado, fundaban la ciudad de El Tocuyo.

Con la fundación de la nueva ciudad, Carvajal buscaba el bienestar de la gente de Coro con la intención de proporcionarles unas tierras fértiles que produjeran lo que necesitaban, además de que con esta fundación cumplía con las exigencias y mandamientos de la Corona, para contribuir a materializar el poblamiento comarcal que no habían hecho los alemanes.


La vuelta de Hutten

Al año siguiente de fundar la nueva ciudad, el capitán general Hutten (consultar Felipe de Utre), volvía de una prolongada y penosa jornada, donde había perdido cinco años buscando el mítico Dorado; cuando regresaba hacia Coro, acierta a pasar por El Tocuyo, y se entera de que a Carvajal lo han nombrado su sustituto; sorprendido el alemán, que entonces contaba 28 años y poca experiencia en asuntos diplomáticos, se encoleriza ufanamente y le pide cuentas y razones del por qué ha fundado aquella ciudad. Carvajal intenta explicarle con razonamientos, pero ambos se enzarzan en una discusión de tono desagradable y sacan las espadas, pero no llegan a agredirse.

Entre otras cuestiones de competencias administrativas y objetivos de mando, el tema que principalmente aflora es que Hutten, quiere despoblar El Tocuyo y llevarse otra vez la gente a Coro. El fundador, naturalmente se opone a las pretensiones del alemán, y este es el argumento que mayormente encrespa la agria discusión de ambos.

El derrotero del altercado no presagia entendimiento y mientras ambos discutían, Bartolomé Welser (hijo de los banqueros) que acompañaba a Hutten en aquella jornada, le da a Carvajal con el palo de la lanza y lo tira en el barro. Acto seguido, los soldados de ellos desarman a los de Carvajal y salen a galope, camino de Coro, llevándose armas y caballos de los que estaban con el fundador.

Para Carvajal, aquella afrenta colma la inquina que desde hacía tiempo sentía por los alemanes. Convoca a los suyos, se preparan y salen tras los ofensores. Al caer la tarde los alcanzan en el camino, y otra vez volverán las discusiones. El enfrentamiento dialéctico se complica, se enciende...; vuelven a producirse los insultos y las amenazas, y Carvajal pierde los estribos de la razón, y lleno de ira por la afrenta recibida, ordena a los suyos que decapiten a Hutten, a Bartolomé Welser y tres españoles más del escuadrón de los alemanes.


Juicio y condena

Después del horrendo suceso, Carvajal regresa a El Tocuyo, mientras corría la triste noticia hasta la Real Audiencia de Santo Domingo, y al cabo de mes y medio lo arrestaban las fuerzas del juez Pérez de Tolosa. Carvajal había cometido un crimen absurdo e irreparable; lo razonable, era haber prendido a los alemanes, mandarlos a Coro y esperar a que las autoridades resolvieran el conflicto de competencias.

Carvajal estaba perdido, puesto que los familiares de los ejecutados alemanes eran amigos personales de Carlos I. Un juicio rápido y parcializado se celebraba al día siguiente, y Carvajal se defiende alegando que si había mandado ajusticiarlos, era en defensa de las exigencias y del poblamiento creado, mirando por la prosperidad de la gente que ha sacado de Santa Ana de Coro que estaba sumida en la pobreza por la interesada política de los Welser.

Pero Juan de Carvajal, aunque estaba pesaroso de su violenta acción, durante el interrogatorio conserva la serenidad respondiendo a las preguntas que se le hacen. Según testimonio del escribano Juan Quincoces de la Llana, al pronunciarse la sentencia, Carvajal toma la palabra y se dirigió a las autoridades diciendo que solo él era responsable de la muerte de Hutten, de Bartolomé Welser y de sus tres compañeros, y que no se culpase a nadie más, reconociendo además haber ofendido al rey y a la Divina Majestad, por cuyos motivos imploraba el perdón y aceptaba con paciencia y resignación la muerte en expiación de sus culpas.

Sometido a juicio Carvajal y oídas sus declaraciones, el juez Pérez de Tolosa dictaba sentencia el 16 de septiembre de 1546: "Condenamos al dicho Juan de Carvajal, reo acusado, a que sea sacado de la cárcel pública donde está, atado a la cola de un caballo, e por la plaza de este asiento sea llevado arrastrando asta la picota e horca, e allí sea colgado del pescuezo con una soga de esparto o de cáñamo, de manera que muera muerte natural, e ninguno de allí sea osado de le quitar sin licencia de mí, el dicho. Gobernador, so pena de muerte."

Consideraciones

La turbulenta historia de Venezuela durante la administración de los Welser, en el periodo 1529-1546, amén de enfoques tergiversados y particularidades censurables, ofrece interesantes matices de esa variopinta avalancha de españoles que llegaron a Tierra Firme durante la segunda y tercera década del siglo XVI, y que a pesar de las motivaciones crematísticas o sociales, de los defectos o virtudes de los que llegaron, no hay duda de que trazaron el rumbo determinante de las características étnico-sociales de la Venezuela actual, y sentaron las bases de la identidad poblacional venezolana y de su actual economía agroganadera.

Aquellos hombres, cargaban las taras e imperfecciones de todos los tiempos, como intrigas ambiciosas, codicia insaciable, ostentaciones desmedidas, abusos de poder, lucha de banderías, etc. Pero por encima de esos defectos, sobresalía el fiel cumplimiento de la misión encomendada. Cuestión empañada muchas veces por la aplicación de las leyes del Reino y por las razones dogmáticas que defendían, ya que tanto unas como otras eran aplicadas, desde España, con severidad draconiana y sin considerar el desconocimiento del ambiente indiano.

Objeto y mártir de esa desafortunada época, de las perversas intrigas suscitadas por las componendas oficialistas y las interesadas resultantes administrativo-conquistadoras, fue el funcionario real Juan de Carvajal, el fundador de El Tocuyo.


Opiniones en contra

Historiadores y escritores, parcializados quizás, o insuficientemente documentados de la realidad acontecida, han descrito a un personaje brutal, a un pérfido tirano, a un despiadado asesino y a un aprovechado ladrón, cuando lo único que hizo Carvajal fue aplicar el mandato real y cumplir con las exigencias pobladoras de la Corona. Para lograr cristalizar estas obligaciones, tuvo que cometer un crimen, que aunque sea censurable y punitivo, le exonera de ambición personal porque estaba cumpliendo un deber de funcionario real.

Carvajal no debió de ser mejor ni peor que el prototipo de los hombres de su tiempo, ésos que tuvieron la gran responsabilidad de la conquista americana, ésos personajes que, con sus virtudes y defectos, intervinieron directamente en esa transformación étnico-social y económico-cultural del Continente americano.

Por otro lado, a Carvajal, gratuitamente se le han “colgado” infinidad de abusos, crímenes y desatinos, cuando el crimen que cometió únicamente fue mandar degollar a los alemanes por salvar el bienestar de su gente y la estabilidad perenne de ciudad que había fundado. Los documentos de la época, y los historiadores desapasionados, han sacado a la luz la verdad del comportamiento de ese funcionario real, que lo único achacable es que mantenía una férrea disciplina en El Tocuyo para que los españoles que lo habitaban, acataran las leyes y respetaran a los indígenas.


Opiniones favorables

Ambrosio Perera en su ensayo histórico, "El Tocuyo conquistado y conquistador", entre sus apreciaciones, con toda claridad y justicia defiende a Carvajal: ..."Don Juan de Carvajal ha venido siendo en la Historia venezolana una de esas figuras que, bajo circunstancias muchas veces interesadas, se presenta bajo un aspecto lúgubre sin ninguna nota amable. Es verdad que ya nadie duda de que él hubiese sido el fundador de El Tocuyo; pero parece que hasta este mérito indiscutible, se le quiere envolver bajo la sombra tétrica de la tristemente célebre ceiba tocuyana. Aún se quiere hacer ver pendiente del árbol centenario, los cuerpos de los fundadores de la ciudad egregia y en cada uno de ellos divisar la efigie del ajusticiado de Tolosa, como si la sangre derramada por los conquistadores en el patíbulo infame reflejara como en un espejo ignominioso la silueta del último que al quedar péndulo hizo secar la frondosa ceiba con el veneno de sus maldades".

"No parece cierto que Carvajal hubiese empleado frecuentemente la ceiba histórica para ahorcar en ella a los que habían caído en su desgracia. Antes bien, de los documentos de la época no se puede concluir nada al respeto, como tampoco del propio juicio seguido a Carvajal, pues la negativa que entonces hizo éste de haber ahorcado a alguien durante su gobierno, no fue desmentida, probándose lo contrario, ni aún en la misma sentencia que lo llevó a la horca, la cual no considera otras muertes que las de los alemanes y sus acompañantes..."

El hermano Nectario María Pralón, en su libro "Los orígenes de Maracaibo" hace este comentario: "Descartados sus yerros, censurando y desaprobando el horrendo crimen que cometió al quitar la vida a Hutten y sus compañeros, rendimos tributo al valiente fundador de la primera ciudad de "tierra adentro" de Venezuela, al que supo terminar con las inútiles y perjudiciales entradas y encauzar la colonización por el verdadero derrotero que no quisieron ni supieron darle los Welser"... ..."Poco importa si tenía o no licencia para poblar y tampoco debemos fijarnos si, para acertar en esta empresa, presentó a sus colaboradores y subalternos provisiones autopreparadas. No debemos olvidar que él fue el iniciador de la verdadera colonización y población de Venezuela y con él terminó de hecho el fatal gobierno de los Welser".

Ermila Troconis de Veracoechea en su "Historia de El Tocuyo colonial", también hace comentarios favorables del cuestionado fundador: ..."A pesar de lo mucho que se ha criticado a Juan de Carvajal, si nos valemos de la objetividad histórica es necesario reconocer que fue el primer europeo en tierras continentales americanas que comprendió que la verdadera riqueza de estas tierras estaba en la explotación agropecuaria organizada, olvidándose de lo que hasta entonces había sido el fin y la meta de sus predecesores: la búsqueda del oro"

El final de una quimera

A Carvajal tampoco se le puede encuadrar en la lista de codiciosos, ni de buscador de fortuna porque muere completamente en la pobreza, según la relación enviada a la Real Audiencia de Santo Domingo por el juez Pérez de Tolosa "...fue condenado en perdimyento de todos sus bienes para la cámara de vuestra Alteza y fueron tan pocos que montan más las deudas, y aunque hubo otras condenaciones, de que no se envía relación por falta de papel, fueron tan pocos que no bastan para pagar las deudas del difunto..."

Como vemos, Carvajal no encaja en la legión de los ambiciosos, se comporta como un eficiente funcionario, que por encima de todo, cumple con el mandato real de poblar y defender con su vida la ciudad que ha creado. Es un consumado idealista, la honra sobresale en su actuación; no tiene sed de riquezas, simplemente trata de buscar una mejoría para los que nadan en la pobreza.

Hora es de reconocer sus méritos (que fueron muchos más que sus desaciertos y sus errores) y hora es de deshacer ese mito de ignominia que le han colocado en el pedestal de los malvados. Carvajal conocía a la perfección las leyes de su tiempo y de sobra sabía la responsabilidad que le traería la muerte de los alemanes, pero el deber le obligaba a desafiar a las leyes divinas.

Como buen vasallo, sigue apegado al Poder Real, acepta con dignidad su condena y no se rebela contra la Corona como sus contemporáneos, Gonzalo Pizarro, Hernández Girón, o Lope de Aguirre. Como todo idealista prefiere que le carguen sobre su tumba el peso del descrédito antes que dejarse arrebatar su obra creadora. Después de casi cinco siglos, El Tocuyo sigue en pie como monumento vivo al coraje, al idealismo y a la visión transformadora de Juan de Carvajal.

Bibliografía

  • ”Recopilación Historial de Venezuela”, fray Pedro de Aguado, Tomo I. Publicaciones de la Academia Nacional de la Historia. Venezuela.
  • ”Historia del El Tocuyo colonial”, Ermila Troconis de Veracoechea. Universidad Central de Venezuela, Caracas 1984
  • ”Los orígenes de Maracaibo”, Hno. Nectario María Pralón, Publicaciones INCE 1977. ISBN 84-400,2972-1

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