Zahorí

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Zahorí

Zahorí en acción, ilustración de la obra de Pierre Le Brun, Historia crítica de las prácticas supersticiosas, 1732

Un zahorí, a veces llamado radiestesista o buscador de agua, es una persona que afirma que puede detectar elementos ocultos o enterrados, como agua, metales, u objetos perdidos a través del movimiento, supuestamente espontáneo, de dispositivos simples sostenidos por sus manos.

Contenido

Bases fisiológicas de la técnica

Hay más de una técnica en la que se basa el trabajo de un zahorí, lo importante realmente es saber en que se fundamenta esta práctica.

Nuestro cuerpo es extraordinariamente sensible a las variaciones electromagnéticas naturales de baja intensidad producidas por flujos subterráneos de agua, y por las corrientes eléctricas de baja intensidad originadas por fallas geológicas. Las variaciones de campos electromagnéticos producidos por la actividad humana, como lineas de alta tensión, estaciones transformadoras, antenas de telefonía móvil, etc, podemos considerar que aún son más nocivas que las presentadas anteriormente. Hay una serie de estudios realizados por doctores principalmente que relacionan de una u otra forma alteraciones de diversa índole, desde variaciones del pulso, la presión sanguínea, hasta alteraciones de la producción endocrina y del ritmo nictameral. Esto nos indica que si el cuerpo siente y reacciona a variaciones de campos electromagnéticos, también puede ser posible enfocar nuestra conciencia en estos cambios internos y detectar lo que ocurre en nuestro entorno , aunque los ojos no perciban nada en un principio. Hoy en día, un zahorí no solo se dedica a encontrar con mayor o menor fortuna vetas de agua y metales, sino que su trabajo puede estar orientado a entender y mejorar la idoneidad de nuestro entorno y por ende de nuestra salud.

Algunos de los estudios más destacados en este terreno son los siguientes: "A principios del S XX, algunos médicos europeos comenzaron a sospechar, a través de sus observaciones, que había una relación bastante directa entre ciertas casas y las enfermedades que afligían a sus moradores. Percibieron, por ejemplo, que independientemente de quien fuera el habitante de una vivienda, al cabo de un año aproximadamente de residir en ella presentaba el mismo tipo de síntomas y acababa desarrollando la misma patología que sus predecesores, o una muy semejante. Al intentar dar un enfoque más científico a lo que observaban, dejando de lado las supersticiones que atribuían los problemas de la casa a maleficios, espíritus de los antiguos habitantes, o diversas causas sobrenaturales, estos investigadores pasaron a analizar detenidamente los edificios, con el fin de discernir qué factores los diferenciaban del entorno haciéndolos tan nefastos. No pasó mucho tiempo para que los médicos se plantearan la idea, por entonces un tanto difícil de aceptar, de que el problema se originaba en el subsuelo. Este pensamiento, obviamente, venía de los zahoríes y radiestesistas de la época, personas que entre otras cosas buscaban lugares adecuados para perforar pozos y pregonaban que no era saludable vivir sobre una corriente subterránea de agua o sobre una falla geológica.

Aunque este concepto pareciese un tanto extraño, varios de los investigadores, especialmente los doctores: Gustav Von Pol, Ernest Hartmann, Manfred Curry y Robert Endros resolvieron probar la veracidad de estos planteamientos, realizando una serie de experimentos. Uno de los más empleados utilizaba la siguiente metodología: se pedía a uno o varios zahoríes que dibujasen sobre un mapa el recorrido de las venas de agua o de las fallas que fueran capaces de detectar con su cuerpo, o con instrumentos como las varillas o el péndulo. Al mismo tiempo, sin intercambio de información alguna, se solicitaba a los médicos de la ciudad que marcasen sobre un segundo plano la vivienda de las personas que padecieron graves dolencias a lo largo de varios años, de acuerdo con los registros sanitarios de los hospitales de la ciudad. Finalmente superponían los mapas y, en la gran mayoría de los casos, ¡la localización de los enfermos coincidía con la localización de las venas de agua y fallas telúricas!

En 1935, en Alemania concretamente, el doctor Hartmann, constató que una serie de enfermedades correspondía a determinadas localizaciones, llegando a la conclusión después de estudiar 15.000 casos, que el propio emplazamiento generaba las patologías, independientemente de quien habitase allí. La coincidencia era demasiado extrema para ser considerada como tal. A partir de la década de 1940, se realizaron innumerables experimentos científicos, descubriéndose realmente una relación entre las fallas geológicas, las venas de agua y unas perturbaciones en la atmósfera del lugar, que podían ser medidas como una diferencia de potencial iónico o eléctrico en el aire. Otros investigadores fueron más allá, descubriendo la existencia de otras influencias además del subsuelo. Identificaron unas líneas de fuerza específicas que interactuaban con el campo magnético terrestre, y percibieron que el punto donde había una intersección de estas líneas era un lugar de intensa actividad de radiación telúrica. Este era el origen de diferentes males asociados a partes del cuerpo que quedaban expuestas al azar a la influencia de dichos puntos durante largos periodos de tiempo. Uno de los síntomas es el aumento de resistencia eléctrica en la piel de una persona colocada sobre uno de estos cruces de líneas. Con el tiempo se comprobó la existencia de una autentica malla energética sobre el planeta.

En 1957, el doctor Beck, médico jefe de la clínica infantil de Bayreuth, Alemania, publicó un artículo en el que constataba que el ritmo cardiaco de los niños con problemas de corazón llegaba a duplicarse al ser expuestos a zonas geopatógenas (afectadas por aguas subterráneas y fallas geológicas). Los niños con buena salud experimentaban un incremento en su frecuencia de un 40%. Verificó además que el ritmo cardiaco recuperaba la normalidad una hora y media después de abandonar el lugar geopatógeno.

El físico alemán Robert Endros estudió, por su parte, las alteraciones del sistema endocrino en personas expuestas, primero a una zona neutra y después a un espacio bajo el que fluía una fuerte corriente subterránea de agua. En la primera la producción de las glándulas era la normal, en la segunda se producían importantes alteraciones, como por ejemplo: la tiroides y las suprarrenales estaban hiperestimuladas, mientras que la pineal, el timo y las glándulas genitales se debilitaban, con la consiguiente alteración metabólica.

En 1820, el físico danés Hans Christian Oersted descubrió la relación de los campos magnéticos y eléctricos, determinando que están siempre unidos. Este descubrimiento inició una línea de investigación que relaciona los campos electromagnéticos y la materia viva.

En 1992 el Instituto Karolinska de Estocolmo, Suecia, realizó a petición del propio gobierno un amplio estudio, sobre más de 500.000 personas. El informe relacionaba la aparición de determinadas patologías con la ubicación a menos de 200 metros de cables de alta tensión. La opinión del Instituto Karolinska era que la proximidad de las líneas de alto voltaje propiciaba el incremento de casos de leucemia infantil, cáncer de médula y de cerebro.

La Universidad de Alcalá de Henares en España, emprendió una serie de estudios en los que dejaba claro que el comportamiento de la hipófisis variaba al ser sometida a campos magnéticos de baja intensidad, como los producidos por cableado de alta tensión, de forma que la producción de serotonina variaba drásticamente, y por consiguiente también la relación entre sueño y vigilia (ritmo nictameral), además de modificarse todo el funcionamiento del sistema endocrino, afectando al metabolismo."


Extraído del libro "Arte Zahorí: Geobiología Consciente" de Mandala Ediciones [1]

Técnica

Los zahoríes, o radiestesistas en general, hacen uso habitualmente de una horquilla de árbol, preferentemente avellano o sauce, o de un péndulo. La horquilla debe sostenerse con las dos manos y en una postura determinada (ver ilustración) mientras el sujeto recorre el terreno a explorar, hasta que su movimiento indique la presencia buscada. No obstante algunos radiestesistas utilizan otro tipo de equipos, o no los requieren. La radiestesia ha sido ampliamente practicada desde tiempos remotos, a falta de conocimiento geológico o de instrumental científico, si bien hoy día sigue teniendo amplio uso en zonas rurales, a pesar de la falta de pruebas científicas sobre su eficacia. La radiestesia es propuesta también por técnicas pseudocientíficas de medicina popular como herramienta para el diagnóstico.

Críticas

James Randi ha realizado varios estudios científicos que demuestran que en los experimentos bajo control, los zahoríes no encuentran agua más allá de lo esperado por el azar.[1]

El mago escéptico Randi asegura haber observado que muchos zahoríes se convencen a sí mismos de que realmente son capaces de encontrar agua subterránea. Y de hecho los zahoríes a menudo encuentran agua, pero esto se debe a que en algunos terrenos la posibilidad de encontrar agua por puro azar puede ser muy grande (las capas freáticas forman extensas balsas de agua, en vez de ríos, como afirman algunos zahories. Otra causa del auto-engaño es el llamado efecto ideomotor. Cuando un zahorí practica con un péndulo o varilla puede sentir que se mueve cuando pasa cerca de un objetivo (agua, etcétera). Pero esto es producido por movimientos involuntarios del zahorí, ya que cuando el objetivo es escondido y ni el zahorí ni nadie presente conoce su paradero, ya no es posible volver a repetir el fenómeno[cita requerida].


Antiguamente el trabajo de un zahorí no se limitaba a marcar el lugar de un pozo, sino que era consultado para emplazar templos, casas e incluso ciudades, consiguiendo espacios con más bienestar de lo que muchas veces conseguimos con la ayuda de toda nuestra actual técnica.

La experiencia demuestra que es necesario un estado mental neutro y tener desapego con el resultado. Lo ideal es relajar el cuerpo tal como si fuéramos a dormir y constatar lo cambios que se producen al aproximarnos al área que queremos estudiar.

En nuestro cuerpo, las zonas más sensibles reaccionan al estar bajo la influencia de los campos electromagnéticos producidos por aguas subterráneas y fallas geológicas y a los producidos por el hombre. Estas zonas sensitivas, vinculadas generalmente a nuestros depósitos de sales minerales, las situamos en: –Sienes y arcos zigomáticos (arco de los ojos). –Nuca y zona occipital (ventrículos cervicales). –Pliegue interno de los codos. –Riñones y zona sacro-lumbar. -Hueco poplíteo (pliegue posterior de la rodilla). -Tobillos. –Espacio entre primer y segundo metacarpo.

Los cristales de estas sales, que pueden llegar a provocar patologías como la famosa "gota", se orientan como pequeñas brújulas al pasar por un campo electromagnético de baja intensidad, la situarse en la inserción de los tendones provocan pequeños tirones haciendo que un movimiento en principio imperceptible, sea patente en la oscilación del péndulo o de las varillas, Realmente es el zahorí el que de manera inconsciente mueve sus instrumentos, pero ese movimiento es inducido por la influencia de los factores mencionados. Extraido del libro "Arte Zahorí: Geobiología Consciente" Mandala Ediciones[2]

Con la práctica se puede llegar a percibir de manera consciente como el entorno (aguas, fallas, electricidad) nos afecta físicamente. Pero insisto que es imprescindible tener la mente neutra y el cuerpo relajado, además de mucha práctica. Lógicamente el zahorí de hoy en día tiene a su disposición, además de la sensibilidad del cuerpo, gran cantidad de aparatos de medición cada vez más precisos que permiten ponderar la intensidad de zonas geopatógenas.

Y por supuesto, aun con la ayuda de la técnica, no es una disciplina exacta, pero es que las matemáticas o las ciencias muchas veces tampoco lo son.

Referencias

  1. (RANDI, J. (1994) "Fraudes Paranormales" Ed. Tikal)
2. (SÁEZ, J.(2009)"Arte Zahorí: Geobiología Consciente". Mandala Ediciones)

Enlace externos

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  • zahorí — ‘Persona con la facultad de descubrir lo oculto, especialmente agua’ y, por extensión, ‘persona perspicaz’. Su plural es zahoríes o zahorís (→ plural, 1c) …   Diccionario panhispánico de dudas

  • zahorí — (Del ár. hisp. *zuharí, y este del ár. clás. zuharī, geomántico, der. de azzuharah, Venus). 1. com. Persona a quien se atribuye la facultad de descubrir lo que está oculto, especialmente manantiales subterráneos. 2. Persona perspicaz y… …   Diccionario de la lengua española

  • Zahorí — (Del ár. zuhari.) ► sustantivo masculino femenino 1 Persona capaz de descubrir lo que está oculto, en especial aguas subterráneas: ■ el zahorí detectó un pozo de agua. IRREG. en plural también zahoríes 2 Persona perspicaz que adivina con… …   Enciclopedia Universal

  • zahorí — {{#}}{{LM SynZ41480}}{{〓}} {{CLAVE Z40461}}{{\}}{{CLAVE}}{{/}}{{\}}SINÓNIMOS Y ANTÓNIMOS:{{/}} {{[}}zahorí{{]}} {{《}}▍ s.m.{{》}} = {{SynA00785}}{{↑}}adivino{{↓}} • vidente {{#}}{{LM Z40461}}{{〓}} {{SynZ41480}}{{\}}SINÓNIMOS Y ANTÓNIMOS{{/}}… …   Diccionario de uso del español actual con sinónimos y antónimos

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