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Augusto José Alfonso Gratry (nacido en Lille el 30 de marzo de 1805 y fallecido en Montreux, Suiza el 6 de febrero de 1872) fue un escritor, teólogo, filósofo y profesor de ética La Sorbona.

Realizó estudios literarios y estudió en el politécnico de París. En el año 1832, fue ordenado sacerdote.

Gratry fue uno de los principales opositores al dogma de la infalibilidad pontificia. Cuando el Concilio Vaticano I, en 1871, confirmó dicha infalibilidad, Gratry debió someterse a su autoridad. De modo que para evitar una ruptura definitiva con la Iglesia publicó una carta de disculpa por sus posiciones anteriores. A partir de entonces Gratry comienza un período de su vida caracterizado por la soledad y la reflexión.

En términos filosóficos la peculiaridad de su pensamiento fue la proyección de la teología católica sobre un horizonte metafísico. Para Gratry el hombre "conoce" a Dios. Pero no lo conoce con un conocimiento intelectual, en el sentido ordinario del término, sino a partir de una relación con él. Relación que es anterior a la inteligencia y es "constitutiva" del ser del hombre.

De modo que para Gratry ser humano es ya estar en una relación originaria con Dios. Pero la conciencia de dicha relación debe desarrollarse. Y ese despertar de la conciencia de lo divino depende de lo que llamó "el sentido divino".

La noción de "sentido divino" es, justamente, una de las aportaciones principales de Gratry al pensamiento religioso. Para el sacerdote y metafísico francés así como hay sentidos externos que permiten al hombre vincularse y conocer las realidades externas -espacio temporales-, y así como hay también sentidos internos que le permiten vincularse y conocerse a sí mismo en el orden psicológico, también hay un sentido divino, en el fondo del alma, que permite al hombre vincularse y reconocer a Dios en su propio interior.

Podría decirse que esa concepción es tributaria de la doctrina agustiniana del alma. Y de hecho Gratry no la desarrolla con pretensiones de originalidad sino que, reconociendo las fuentes patrísticas tanto latinas como griegas de su pensamiento, lo que pretende es recuperar para la época moderna esa conciencia metafísica inherente a la condición humana. Posibilidad que le pertenece por derecho propio en la medida en que el hombre es imagen y semejanza de Dios.

Por supuesto, siendo Gratry un pensador cristiano católico, para él, el sentido divino no es algo que se desarrolla prescindiendo de la Revelación y la tradición. Pues revelación y tradición son mediaciones necesarias para que el hombre actualice posibilidades latentes en su condición de imagen y semejanza divina.

La obra de Gratry si bien fue conocida en su entorno inmediato, es decir la Iglesia y la Universidad, pasó bastante desapercibida para las generaciones posteriores, tanto en la cultura europea en general como en Hispanoamérica.

Julián Marías intentó reparar esa carencia en una serie de estudios y traducciones que vieron la luz alrededor de los años cuarenta del siglo XX. Marías estaba convencido de que Gratry había sido un gran pensador y que su obra debía destacarse dentro del pobre panorama de la metafísica del siglo XIX. Y por eso se empeñó en difundir su obra en nuestra lengua.

Sin embargo, Gratry siguió y sigue siendo prácticamente un desconocido. Probablemente sus antecedentes como opositor al dogma de la infalibilidad papal hayan contribuido a debilitar su difusión entre los católicos. Pero, por otra parte, también ha sido ignorado por los intelectuales seculares debido a la impregnación fuertemente religiosa de su pensamiento.