Feminismo de la igualdad

Feminismo de la igualdad

Feminismo de la igualdad es una tendencia segregada del feminismo radical en los años 70 que intenta conseguir la igualdad entre los dos sexos, y está más bien metida en instituciones para obtener poder político como tiene el hombre. El feminismo de la igualdad no renuncia a un concepto de sujeto femenino (al contrario que el feminismo de la diferencia, con el cual mantendrá una lucha) –a pesar de ser un sujeto construido y sometido-, ni a un concepto de igualdad universalista construido desde los parámetros del patriarcado.

Símbolo de los movimientos feministas

Contenido

Historia

Dentro del feminismo contemporáneo existen numerosos grupos con diversas tendencias y orientaciones por lo cual es mejor hablar de movimientos feministas. En un primer momento, que abarca la Primera Ola (desde los años setenta hasta principios de los ochenta)podemos sintetizar en tres líneas principales: una radical, otra socialista y otra liberal, entrecruzadas por las tendencias del feminismo de la igualdad y de la diferencia.

Al feminismo de la diferencia segregado de la tendencia liberal que comparte muchas cuestiones con el feminismo radical se contrapone el feminismo de la igualdad. Este reconoce sus fuentes en las raíces ilustradas y el sufragismo, que sufrieron los aportes del pensamiento socialista, pero se plantea conseguir la profundización de esa igualdad hasta abolir totalmente las diferencias artificiales en razón del sexo. En España, E. Pineda y Celia Amorós abrieron el debate realizando un análisis clarificador acerca de las implicancias conservadoras de la tendencia extrema de la diferencia.

En la década de los años 75 y 85 convivían en España el feminismo de la igualdad y el de la diferencia, aunque con el tiempo fue este último anulado y fue el de la igualdad el que predominó junto a una constante llamada a la unidad desde la militancia partidista, que era el componente mayoritario del movimiento.

El debate entre igualdad y diferencia surge las II Jornadas Feministas en Granada (1979) donde las feministas radicales se insubordinaron ante las mujeres de los partidos, que comulgaban con el feminismo de la igualdad. A raíz de esto emerge el discurso de la diferencia contra el de la igualdad contra también el discurso del feminismo radical materialista (liderado por Lidia Falcón), más en la línea de feminismo de la igualdad.

Podríamos utilizar diversos esquemas para definir las etapas y las tendencias que se siguieron en esta segunda ola, según se trate de su conceptualización del sexo / género, de las divergencias entre los conceptos de igualdad / diferencia, de la relación establecida con el Estado o según la idea que sostengan del autonomismo, etc. Podemos distinguir, entonces, siguiendo la clasificación defendida por Nancy Fraser, tres períodos: 1. el período de la diferencia de género; 2. el de las diferencias entre las mujeres y 3. el de las múltiples diferencias que se intersecan. El feminismo de la diferencia y la igualdad se encontrarían dentro del primer periodo.[1]

Base ideológica del feminismo de la igualdad

Consideran que la masculinidad y la feminidad son roles de género construidos socialmente y que por consiguiente, al ser un contrato creado por la sociedad, perjudica a una parte de la humanidad, por lo que para acabar con esta cuestión, habrá que revocar los roles de género. “El género es una categoría construida social, histórica y culturalmente. A diferencia de mujer y varón, feminidad y masculinidad no son conceptos empíricos. El género es la institucionalización social, muy arraigada, de la diferencia de sexo. Señala características sociales, pero simultánea y fundamentalmente, constituye un sistema conceptual, un principio organizador, un código de conductas por el cual se espera que las personas estructuren sus vidas, sean femeninas o masculinas y se comporten femenina o masculinamente. En tal sentido, el género no es una categoría descriptiva sino una normativa que determina la percepción social de las mujeres y de los varones. Feminidad y masculinidad son construcciones que una sociedad hace para perpetuar su estructura y funcionamiento. Hay, por supuesto, diferencias biológicas innegables entre mujeres y varones, pero lo determinante en la organización social no es la diferencia misma sino el modo en el que se la significa y se la valora, el modo en el que se la interpreta y se la vive.”[2]

La conceptualización del género como social, no determinado por la autonomía, suponía el rechazo del determinismo biológico del “sexo” o la diferencia sexual utilizados habitualmente para justificar la discriminación de las mujeres. Para las feministas de la igualdad, la biología no es el destino. Se trata de eliminar diferencias de género socialmente construidas, puesto que estas diferencias reforzarían la exclusión y la opresión de las mujeres cuando el objetivo es ponerlas a un pie de igualdad con los varones.

Giulia Adolfini (1980) afirma que se puede hablar de una “subcultura femenina” que surge de la marginación: “desconocemos las implicaciones del hecho de ser macho o hombre, puesto que lo que encontramos en una sociedad jerárquica no son machos y hombres, sino justamente construcciones sociales que son los hombres y las mujeres”. Hablar de valores femeninos resulta peligroso, pues equivale a admitir que tienen origen en la biología, dando la razón a las tradicionales concepciones esencialistas o biologistas.[3]

El hecho de que algunas mujeres feministas se planteen una inversión de esos valores, adjudicándoles un sentido positivo a los femenino( el feminismo de la diferencia)no hace sino reforzar una escisión social aplicando al revés la lógica patriarcal. Si bien es deseable la universalización de tales virtudes, cabría preguntarse si éstas provienen de la biología, de la esencia de lo femenino, o son productos de la opresión, si fueran valores innatos o naturales, caeríamos en un esencialismo basado en la inferioridad biológica de los hombres, lo que nos llevaría a la imposibilidad de cambio. Rechazan esta sociedad por ser una sociedad de opresión, por lo que lucharán contra esa opresión para sustituirla por nuevas relaciones sociales, donde desaparece lo genérico, el hombre y la mujer en tanto géneros, y se constituiría una sociedad de sujetos plenos, sin valores “masculinos y femeninos”. En este sentido, de rechazo de los roles de género, el feminismo de la igualdad se acerca a la teoría queer.

Aspira a una sociedad en la que se produzca la integración de las individualidades una vez superados los estereotipos del sistema sexo-género. Defiende que las mujeres y los hombres tienen los mismo derechos y, de esta manera, pueden participar en igualdad en todas las estructuras sociales.

El feminismo de la igualdad rechaza la búsqueda de la esencia femenina (al contrario que el de la diferencia) por ser una creación del patriarca, y habla de luchar para conseguir la igualdad con los varones. Este planteamiento es muy cercano al socialismo, en cuanto a la lucha por la paridad. Las defensoras de la igualdad niegan la existencia de valores femeninos y señalan que la única diferencia válida es la que tiene su origen en la opresión. “Lo que se encuentra en la sociedad jerárquica actual no son machos o hembras, sino construcciones sociales que son los hombres y las mujeres” (Delphy, 1980).

Se reivindica el derecho al placer sexual por parte de las mujeres, denunciando que la sexualidad femenina ha sido históricamente negada por la supremacía masculina, se pone en entre dicho todo lo que limita, reprime y oprime la sexualidad femenina, así como la exigencia a la heterosexualidad. Se denuncia el “mito del orgasmo vaginal”.

Se cuestiona con todas sus consecuencias políticas que la capacidad de reproducir conlleve “natural y espontáneamente” la obligación de crianza de los hijos y cuidado de la familia. Además se analiza el trabajo doméstico, su falta de remuneración y cómo juega este factor en la opresión de la mujer.

Ha centrado sus reivindicaciones en obtener una igualdad de derechos en todos los ámbitos de la vida: derechos, civiles, políticos, derechos al trabajo, igualdad salarial, etc., así como un participación en todos los ámbitos de la vida pública. Se ha promovido, además, un cambio en las mentalidades y en las relaciones entres los sexos en el ámbito de lo privado, exigiendo una igualdad efectiva en el terreno de la dedicación a la familia y a los hijos; se ha defendido el derecho al propio cuerpo, separando sexualidad de reproducción y defendiendo la libre opción sexual. Ha combatido manifestaciones de violencia hacia las mujeres, violaciones, malos tratos domésticos. Luchan para conseguir pequeñas emancipaciones económicas, profesionales, domésticas, políticas, pero el precio es alto: soledad, agotamiento, triples jornadas, claudicaciones, enfrentamientos y en ocasiones, enfermedad.

El feminismo de la igualdad expresa que ya no sea aceptado al hombre como prototipo del ser humano como universal: “luchamos, si, por que no se nos niegue ningún derecho, pero luchamos, sobre todo, para acabar con la dualidad de masculino/femenino, para acabar con la división de papeles en función del sexo” (P. Uría. E. Pineda, M. Oliven, 1985 ).[3] En cambio, desde el feminismo de la diferencia, más concretamente desde la opinión de Victoria de Sendón, culpan a las feministas de la igualdad de tener como modelo al hombre, que han utilizado la diferencia sexual para someter a las mujeres y que han usado esa capacidad para gestar nuevos seres para tenerlas bajo control.

Alejandra Kollontai[3] retomó y amplió posteriormente los argumentos de Engels contra la Institución familiar, propone para ello una transformación fundamental de las relaciones entre los sexos, planteando una posición clave que habría de convertirse en patrimonio común del movimiento feminista, por lo que la lucha de las mujeres exige su autodeterminación como tales su autonomía política e ideológica. Esta voz ha sido acallada dentro del movimiento socialista.

Alejandra Kollontai

Concepto de igualdad

Los defensores del criterio de igualdad aclaran que ello no implica de ninguna manera la identificación con el opresor(los hombre). La reivindicación es un hecho histórico, que fue influido por la evolución constantes de las relaciones sociales. Tiene sus raíces en las premisas de la ilustración, fundamentalmente en el concepto de universalidad en el sentido planteado por Celia Amorós (1986) de que todos los seres humanos son sujetos y de que existe la intersubjetividad, de que todas las personas poseen una naturaleza común y que en ese sentido son iguales. La igualdad no pretende homogeneizar sino reconocer la diversidad de mujeres y de hombres y actuar en base a ello para conseguir los mismos derechos y libertades. Según Celia Amorós: "La igualdad de género es el concepto normativo regulador de un proyecto feminista de transformación social".

Empar Pineda comenta en cuanto al concepto de igualdad: “cuando hablo de igualdad, hablo de reivindicar la abolición de las diferencias artificiales en razón de sexo, los privilegios de un sexo sobre el otro, la desaparición de nuestra opresión de sexo”.[3]

Debate entre el feminismo de la igualdad y el de la diferencia

Ambas nacen de la tendencia del feminismo radical de los años 70 y se confunden en muchas ocasiones por esta cuestión.

La premisa base y común a ambas es la de liberar a la mujer del segundo plano al que estaba relegada.

Esquema comparativo de conceptos base en ambas teorías

Feminismo de la igualdad Feminismo de la diferencia
Racionalidad Irracionalidad
Mente Cuerpo
Cultura Naturaleza
Razón Experiencia
Poder Anti-poder
Objetividad Subjetividad
Mundo público Mundo previo

Ambas constatan la existencia de una identidad femenina(sea innata ,para la diferencia, o adquirida, para la igualdad) en un sentido fuerte, es decir, dotada de rasgos claramente definidos y de una extensión generalizada(en el tiempo y en el espacio), aunque no se llega nunca a un acuerdo total a la hora de describir esta naturaleza. Asimismo, entienden que hay una forma de ser hombre, una identidad masculina igualmente blindada. Coinciden también, si no en la teoría, al menos en la práctica, en conceder un papel de víctima a las mujeres y de culpable a los hombres, sin grandes matizaciones. Adoptan ambas, además, una actitud rígidamente normativa, según la cual el feminismo tiene derecho a establecer como deber ser una mujer y cuáles son sus intereses, y a erigirse en su representante.

El feminismo de la igualdad ha rechazado el esencialismo del feminismo de la diferencia considerando que los papeles de los hombres y las mujeres en la sociedad son fruto de determinadas relaciones sociales.

Así, Amelia Valcárcel opina que el esencialismo insiste en homogeneizarnos cuando sabemos que no hay una esencia femenina que nos homogenice, que no hay “la mujer” sino mujeres diversas unas de otras. Al igual que no hay una esencia masculina, que no existe el hombre sino hombres distintos unos de otros.

Chantal Mouffe, autodefinida como feminista de la igualdad en la diferencia, puntualiza que si la categoría “mujer” no se corresponde con una esencia unitaria y unificadora, dice, entonces el falso dilema del feminismo de la diferencia frente al feminismo de la igualdad se derrumba. No hay una esencia mujer como no hay una esencia varón, lo que hay “es una multiplicidad de relaciones sociales en las cuales la diferencia sexual está construida”.[4]

Rosa Montero que se mantiene dentro de la línea de la igualdad, afirma que el feminismo de la diferencia es reaccionario por que predica la vuelta a casa de las mujeres, por lo que desmiente que ese sea el sentido de esta lucha y que defienda esa posición como revolucionaria al considerar que ataca al sistema patriarcal.

Joan Scott considera que el debate igualdad contra diferencia es un callejón sin salida, que se ha ofrecido una u otra opción cuando ambas son interdependientes y la elección de una no excluye a la otra. Ambas posiciones se han mostrado enfrentadas, pero Scott, aplicando la deconstrucción derridiana muestra como la oposición binaria es igualdad/desigualdad (no igualdad/diferencia). Afirma que diferencia es una concepto plural ya que, por ejemplo, también encierra la diversidad que existe entre las mismas mujeres(o entre los hombre).[4]

La dicotomía igualdad y diferencia, plantea una elección imposible y eso es lo que se puede percibir al estudiar los discursos al interior del feminismo, por que las mujeres que hablan desde la diferencia tienen como objetivo final la igualdad, dando un rodeo a través de su propia existencia como mujeres y por tanto desde la creación de una nueva identidad. Mientras las mujeres que hablan desde la igualdad, coinciden en el mismo objetivo, pero al obviar la diferencia pueden dejar de lado la experiencia de ser mujer y lo que sido nuestra historia.

En torno a la polémica igualdad/diferencia la profesora Puleo(2005) de manos de Virginia Woolf con el libro "Tres guineas" afirma que, aunque se opte por la incorporación al mundo de lo público, no se pierda la oportunidad de realizar una aportación transformadora, es decir, hay que reivindicar derechos y accesos a los recursos y examinar, crítica y selectivamente, conceptos e instituciones a la luz de una genealogía del pensamiento androcéntrico. Es un intento de integrar ambos feminismos porque ambos buscan el mismo fin, "Tres Guineas", son tres partes, dedicadas cada una a la discusión de la conveniencia de donar una guinea a tres asociaciones diferentes, que, según la autora, contribuirían a erradicar la guerra.

Las defensoras de la igualdad niegan la existencia de valores femeninos y señalan que la única diferencia válida es la que tiene su origen en la opresión. “Lo que se encuentra en la sociedad jerárquica actual no son machos o hembras, sino construcciones sociales que son los hombres y las mujeres” (Delphy, 1980).

Campo de actuación del feminismo de la igualdad

El feminismo de la igualdad, al contrario que el de la diferencia, posee numerosa bibliografía, desarrolló campañas militantes y llevó a cabo apoyos académicos, con abundantes investigaciones sociológicas que han servido para los conocidos planes de igualdad. Muchas feministas de la igualdad, pertenecían a partidos políticos de izquierdas, como por ejemplo Empar Pineda. Estas siguen su camino haciendo leyes y normativas que van mejorando la vida de las mujeres.

El feminismo de igualdad prendió sobe todo en las mujeres que trabajaban en las instituciones del Estado y en las mujeres de los partidos con actividad institucional, por lo que se ha visto teñido de ideas de la otra gran corriente ideológica, especialmente en lo que se refiere a la concepción de la sexualidad y en la diferencia cuando no hay enfrentamiento entre las dos naturalezas, identidades o formas de ser: la masculino y la femenina. De esto resulta un feminismo caracterizado por su escaso enfrentamiento con el Estado, una posición radical antihombre, un puritarismo sexual y un etnocentrismo normativo.

El tiempo nos permite observar hoy que desde la igualdad puede correrse el riesgo de la coaptación por el sistema si no existen objetivos y estrategias claras acerca de qué igualdad y qué poderes quieren las mujeres y para qué. El simple hecho de querer participar del poder y compartirlo con el hombre no significa una profunda transformación en cuanto a las relaciones de género. Si bien constituye un paso adelante en cuanto se permite justamente una mayor apertura al “compartirlo”, lo cual puede verse positivamente, desde el punto de vista ético y de los principios de la Ilustración, pero no garantiza la igualdad absoluta para los géneros.

En España, por ejemplo, el PSOE(Partido Socialista Obrero Español) creó el Instituto de la Mujer que por un lado supuso un avance en el sentido de impulsar desde el Estado una política de mayor igualdad hacia la mujer, pero por otro, al absorber a gran cantidad de feministas en compromisos burocráticos les quitó autonomía y poder de oposición y crítica, visualizado de forma negativa por Empar Pineda y por Judith Astalarra que plantea que la alternativa para la integración de la mujeres en las estructuras de poder sin correr el riesgo de coaptación, es contar con un fuerte movimiento feminista detrás que impulse la candidatura de esas mujeres y ejerza una especie de control.

Las principales representantes de esta tendencia dentro de España son Celia Amorós, Amelia Valcárcel y Empar Pineda que hace una crítica pública del feminismo de la diferencia a través de ponencias y artículos.

Referencias

  1. FRASER, NANCY: Iustitia Interrupta. Relexiones críticas desde la posición "postsocialista", Siglo del hombre Editores, Bogotá, 1997
  2. SANTA CRUZ ET AL.: Aportes para una crítica de la teoría de género en Mujeres y Filosofía. Teoría filosófica de género, de M.I Santa Cruz et al.(camp); B.As./CEAL
  3. a b c d GAMBA, SUSANA: Feminismo de la igualdad contra feminismo de la diferencia en www.agendadelasmujeres.com.ar
  4. a b ESPINA, GIOCONDA: Todas mujeres, pero diferentes, Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, Nº 28, 1- 2007

Bibliografía

– G.LUNA, LOLA: De la emancipación a la insubordinación: de la igualdad a la diferencia en www.nodo50.org/mujeresred/feminismo

– PULEO, ALICIA: En torno a la polémica igualdad/diferencia en www.nodo50.org/mujeresred/feminismo

– PULEO GARCÍA, ALICIA: Simone de Beauvoir: filosofía existencialista, pensador de nuestra libertad, 2008 en www.ciudaddemujeres.com

– AMORÓS, CELIA: Tiempos de feminismo: sobre feminismo, proyecto ilustrado y modernidad, Cátedra, Madrid, 1997

– D'ATRI, ANDREA: Igualdad y Diferencia. El feminismo y la democracia radical...mente liberal en www.ips.org.ar

Enlaces externos

-Vindicación feminista

-Mujeres en red, periódico feminista


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