Gonzalo Guardiola

Gonzalo Guardiola

Gonzalo Guardiola nació en Comayagua, Honduras el 10 de enero de 1948, hijo del que fue Presidente de la República, General Don José Santos Guardiola y de doña Ana Arbizú de Guardiola. Comenzó pero no le fue posible concluir la carrera de Abogado. Amante del estudio, ha adquirido un gran caudal de conocimientos sobre diferentes materias.

Apasionado por las antigüedades históricas de Honduras, es uno de los hondureños que mejor conocen el pasado del país. No hay documento antiguo que no pueda leer por enrevesada que sea la letra, y una vez leído lo retiene grabado en su memoria prodigiosa con caracteres indelebles.

Ha sido Diputado al Congreso Legislativo, y fue Director del archivo municipal.

Tiene escritas varias leyendas o tradiciones tegucigalpenses que no dio a la estampa, y fueron publicadas postumamente en 1978 (Tradiciones Tegucigalpenses) y ha rendido culto a las musas. Sus composiciones poéticas son tiernas y sentidas. Muchas de ellas fueron publicadas en La Paz, periódico de de gran fama que redactaban en Tegucigalpa Adolfo Zúñiga, Ramón Rosa y José Joaquín Palma. Gonzalo Guardiola fallecería en 1903.

Contenido

Los Bardos

a Don Tomás Espada Palma

Un español ha enseñado
sin que objetarle se pueda,
que Gloria es mala moneda
para ir con ella al mercado.
Y Dumas (viejo) ha observado
la casta sacerdotal
de esse culto celestial
y ha visto avara la diosa
com la caterva dichosa
que vive del bello ideal.
Pueden consultar el caso
en los libros de la historia
los amantes de la gloria;
y se dudan , que em Pegaso
se remonten al Parnaso,
que en llegando al Helicón,
dirán se tienen razón
Manuel Fernández Gonzáles
y Dumas, que como leales
hicieron la observación.
Sin la luz de su mirada
tras uma limosna incierta,
Homero de puerta en puerta
iba cantando la Iliada.
Y aquella lira inspirada
que hacia el ciego gemir
le daba para vivir
una mísera pitança,
y una grandiosa esperanza
de gloria en el porvenir
En una lidia incesante,
huyendo por gibelino,
em la torre de Ugolino
moralmente vivió el Dante
y cargado como Atlante
un mundo y su iniquidad
viajó por la eternidad
escribiendo aquel poema
que es el eterno anatema
de la ímpía humanidad.
Vivió el Tasso perseguido;
preso fue, no tuvo hacienda;
dio sus sábanas en prenda
de un préstamo recibido.
Los siglos han transcurrido!
Y aquel injusto desdén
es la apoteosis de quién
cantó el dolor de Tancredo
y el triunfo de Godofredo
en los muros de Salén
Camoes fue tan desgraciado,
que jamás desgracia alguna
labró la mala fortuna
cual la de este desdichado.
Dióle tesoros el hado
allá en la región ideal;
mas le deja Portugal
en tan extrema pobreza
que murió tanta grandeza
gratis en un hospital.
Y don Miguel de Cervantes,
héroe y cautivo em Lepanto?
Su infortunio causa llanto!
Él descubrió en los gigantes
los caballeros andantes;
y a quitan cuerdo vivió
por loco se le tomó:
si fue su genio, su azote,
el sublime Don Quijote
prez com su lanza le dio.
Fue su sino tan esquivo
con el cantor de Julieta
que aún siendo cómico y poeta,
y algo cazador furtivo
pensando em lo positivo
para poder subsistir
tuvo Shakespeare que unir
la prebenda de portero
y su gloria, cual Homero
no pudo ni presumir.
Feliz, Young se adormecía
em brazos de un sér querido;
fue del infortunio herido;
la muerte cortó em un día
toda su dulce alegría
y en la mansión del dolor
años gimió el ruiseñor
allá em la sombra noturna
bañando en llanto la urna
de su inolvidable amor.
Mackpherson !qué maravilla!
Un drama por un almuerzo
cambiaba el poeta perverso
en hallando alma sensilla;
desnudo em sucia buhardilla,
el infeliz a su vez
se comería !tal vez!
las uñas por divertirse,
que es cosa de presumirse
en un excéntrico inglés.

Lamartine al cielo sube en bellas metitaciones; pasó el tiempo em iludiones “rodando de nube en nube” y com su arpa de querube ?cuál miseria no probó, cuál ponzoña no bebió? Pidíole un óbulo a la Francia que tuvo tanta importancia que hasta su Nilly vendió.

Em su grandiosa tristeza Henry Heine, fuego em el hielo, rendido a su desconsuelo, desdeñado em su pobreza, idealizó una belleza, y el desengaño más cruel; hincó sus garras en él, y quién miró el orbe estrecho, paralítico em su lecho, ahogó su ambición en hiel.

Zorrilla, el de los Cantares de sultanas y zegríes Abencerrajes y huries de carmenes y olivares, se vio atravesar los mares criticado con afán; y el salvador de Don Juan, errante y de tierra extraña ya muy viwejo volvió a España a solicitar um pan.

Bécquer! Dios mío! eso es triste; ruiseñor, alondra y mirlo, quién pudiera presumirlo! apenas come y mal viste. Cundo el cuitado no existe se lanza todo Madrid como picado de áspid; !Oh sarcasmo! le hacen tales tan soberbios funerales, como al mismísimo Cid.

Joven, ardiente, buen mozo, Espronceda, ángel caido, en la orgía consumido, soñador, cisne armonioso, buscando un ideal ansioso una Jarifa encontró cuando en Teresa soñó. Y un eco está suspirando en triste susurro blando que nunca fortuna halló.

Juan Diégues !Tristes verdades! con el sudor de su frente la tierra bañó , y doliente en sus largas ansiedades jamás a falsas deidades, altivo, quiso incensar, y murió pobre en su hogar; él fue un centroamericano vaciando en molde romano que pocos han de igualar.

Plácido, viene a mi mente de su descanso infinito, a denunciar el delito de que victima inocente lo hido un poder inclemente; !dulce numen de color, será inmortal tu dolor, poeta con alma de ondina, la posteridad conmina tu muerte como un horror!

Heredia en playa extrangera
vivió y murió; y hoy se ignora
en que tierra protectora
está su mansión prostrera;
y aquella alma prisionera,
apóstol de la verdad,
sedienta de libertad
fue como fúlgida estrella
irradiando siempre bella
desde su inmortalidad.

Em mi fantasía mora el triste enlutado espectro de Zenea; lleva el plectro de nota enternecedora com el quea Cuba enamora, velado em negro crespón; cae en las fauces del León y a los pies de Balmaceda la alondra cubana rueda herida em el corazón.

A Mármol, un hombre impuro encerró en la gemonia; mas, como el Tasso escribía de su cárcel en el muro, la maldición y conjuro de tan torva iniquidad, que a castigal la maldad del gaucho Rosas son nada la furia de un Torquemada y el diablo en la eternidad!

Cubría con bruma inmensa la montaña silenciosa, el ave em la selva umbrosa cantaba con pena intensa por el cantor de Pubenza. La invidia le asesinó; Julio Arboleda cayó de Sucre em el mismo lecho, allá en el nativo helecho que poeta inmortalizó.

¿Por qué los sueños de gloria
turbaron su fantasía?
Porque cambiaron un día,
por la inmortal de la historia;
y al dejar la humana escoria,
em su afán de hacer luz,
llevaron como Jesús
por sus creaciones divinas
una corona de espinas
hasta llegar a la cruz.

Fantasía

De nardos y rosas quisiera cubrirte y en dulce canción decirte que sufro tormento infinito !Oh luz de mi amor!

Y sobre las nubes llevarte en un carro luciente del sol a ungir tus cabellos con finas esencias a eterna mansión.

A oír de una alondra el ritmo encantado unido a tu voz allá donde nunca la mano del hombre la dicha enturbió.

A ver encenderse en tus ojos de fuego mi leal corazón, y allí, niña hermosa, morir com el roce de un beso de amor. julio de 1883

Desilusión

Ligeros vuelan los perfumes suaves del cáliz del clavel rápidos cruzan el azul espacio los rayos de Antarés.

Ni los perfumes, ni los rayos, niña, ni al astro, ni al clavel. una vez idos, y al abismo huyendo, jamás pueden volver.

Una ilusión con sus dorados sueños de gloria y de placer, son perfumes y rayos disipados, que nunca han de volver! diciembre de 1883 Si Supieras

Si supieras que la luz de tu pupila es un fuego sutil, plegaras de tus párpados, !oh niña! las hojas del jazmin.

Si supieras lo que en silencio el alma há llorado por tí; lo que es sentir, em vez de la esperanza. de uma duda el aspid,

Abrirías tus párpados dejando tus ojos relucir, como al rasgarse las nubes de alabastro dos soles del zenit.

Y de mi alma iluminando el fondo con un fuego sutil, serían de mi fe la antorcha de oro, porque creer es vivir.

Pero todo lo ignoras, y mis penas !Oh mi suave jazmin! Olvidas por engaños y quimeras; !Nunca serás feliz!

A la Luna

Pálida te alzas, Febea,
al compás de los cantares
del zorzal; en los pinares
ya tu lumbre va a irradiar;
como Venus Anfitrite
en la espuma cristalina
sobre nube diamantina
vas al seno a reclinar.
Te abren paso las estrellas
por lo azul de lo infinito,
diáfano, inmenso aerolito
del negro abismo eternal;
dulce maga de la noche,
coronada con el íris
talvez va buscando a Osiris,
blanca, vaporosa, ideal.

Siguiendo tu clara estela mi pensamiento se embriaga, el alma en tu esfera vaga llena de grata emoción; y en el océano del cielo flotas, candida sirena, melancólica y serena como amorosa ilusión.

Al caer tu rayo esplendente sobre los campos parece que la tierra se adormece con el beso de tu amor; entonces, en las calladas, dulces horas de la umbría, tibia noche en su armonía te saluda el ruiseñor.

Silenciosa confidente de la infancia y de la gloria, libro en blanco de la historia de la pobre humanidad; tú has mirado las orgias de la fortuna ostentosa, y escuchas la silenciosa plegaria de la orfandad.

En la bóveda estrellada hace siglos que rutila suave, plácida y tranquila para los hombres tu luz; y es la misma tu mirada sobre el regio mausoleo, que en la huesa donde veo por toda enseña una cruz

De nuesttro mundo cautiva, gigantesco, terso escudo vas rodando al golpe rudo de la fuerza sideral; la vida en ti no palpita, el genio del firmamento tu cadaver macilento guarda en tumba de cristal.


!Cuánta ilusión por doquiera! Eres roca, estéril puna; que tanta belleza !oh, Luna! próvido sol te la dio; !todo es fugaz perspectiva! Si algo en la forma se advierte en la nada se convierte cuándo el hombre la tocó.

Del crepúsculo en los brazos la mañana presurosa viene trémula, envidiosa tus fulgores a exinguir, y agonizante en el cielo, cuando aquella se desliza eres la última sonrisa de uma noche de zafir.

De tus templos expulsada, vieja diosa de los druidas, de grandezas extinguidas es emblema tu esplendor: Fue tu culto abandonado por la humanidad entera, pera aún tienes la sincera religión del trovador.

La Felicidad

En la ansiedad de la vida, siempre vamos con empeño de las caricias de un sueño al árido mundo real; y pasa el tiempo volando, la vida se va extinguiendo, uno tras otro perdiendo los encantos de lo ideal.

Brillantes como los astros que cruzan en lontananza, amores, fe y esperanza se miran desaparecer !ah! De la noche en el caos, cuando yace todo en calma, las inquietudes del alma siento en mi sueño crecer.

?Dónde hallar um consuelo, si es mi existir tan sombrío como el invierno más frío del obscuro Setemptrión; si hay menos luz en mi vida que em esas noches polares, más calor en esos mares que en mi pobre corazón?

He oído algunas veces una queja lastimera que en los aires va ligera y muy lejos a expirar; ella brota de los pechos de seres que la fortuna halagó desde la cuna como genio tutelar.

La dicha es como la sombra de las nubes en su vuelo por el ancho azul del cielo; corre como ellas veloz. Siguen por áspera senda los mortales su camino porque su esplendor divino es un reflejo de Dios.

Dos veces me há parecido sobre la tierra encontrarla y de hinojos a incensarla las dos veces me postré; vive mi espíritu incierto y al ver brillar uma estrella, sospecha el alma que en ella tal vez hallarla podré.


Una leyenda sublime, poema del alma que ansía hallar la dulce poesía que llaman felicidad. Guarda tenaz mi memoria, como imagen fugitiva con que la ansiedad se aviva, en mi triste soledad.

En las remotas edades a orillas de hermosa fuente, un filósofo en Oriente lánguido y triste llegó; fatigado peregrino, al pie de fresca palmera de la noche placentera en los brazos se durmió.

Auras y genios y silfos aquella frente besaron y a su oído murmuraron no sé que extraño rumor; y em su sueño vaporoso de la fuente cristalina miró salir una ondina tan bella como el amor.

Flotaba sobre las ondas, ompelida por la brisa. Dulcemente se desliza nevada garza gentil; blanca, pura, transparente como el rayo vagaroso de la luna em el hermoso cielo risueño de abril.

Pero, en el éxtasis suave la mira desvanecerse y en la oscuridad perderse al tiempo de despertar; busca, no la halla, y resuelve el Norte, el Sur y Occidente recorrer, vulve al Oriente, mas sin poderla encontrar. Fue muy larga la jornada, tan grande como su empeño, y herido por aquel sueño. Vino al cabo a sucumbir; feliz? !Quién sabe! la muerte tiene tan hondos arcanos que son los esfuerzos vanos para saber qué es morir.

Himno al Sol

Salve !oh rey de la luz, inmenso atlante,
que en el espacio ardiendo,
magnífico, te yergues rutilante
a la creación sonriendo!
Evos y evos en la noche eterna
esperas la creadora
palabra em el espacio sempiterna
que llega vibradora,
llamándote a la vida y obediente
tu fuerza se condensa
gigantesca, sublime, omnipresente,
incontrastable, intensa.

!Rubro condor que en tu correr te intimas en el hondo desierto del negro caos, que a tu paso animas em un bello concierto!

En ese abismo aterrador, profundo, que en tu vuelo tiendes llevando en sus alas este mundo con rapidez desciendes.

A do irás? No lo sé, en raudo torbellino girando arrebatado !Tal vez tu imperio encadenó el destino a outro rey ignorado!

Y eres Helios luciente algún pigmeo satélite en la esfera de otro más grande celestial briareo que te hala en su carrera.

Límpida de tu disco refulgente se desprende la llama de hidrógeno fugaz e incandescente que en tu seno se inflama.

Ciclópea fuerza de tu hirviente impulso lanza por el vacío el rayo abrasador, germe convulso cual fecundo rocío.

De tí es la tierra apasionada almea, te busca estremecida, retiembla y al redor revolotea de tu lumbre querida.

Com el beso de amor que allá en la aurora le envías cariñoso regenera su sér, a cada hora com lujo esplendoroso.

Tuya es la filigrana del verano, del invierno el armiño y el verde-azul bramador océano que meces como a un niño.

Eres dios del amor, aquél Cupido que despierta el anhelo y, cruel quizá por magía de algún fluido armaste el brazo al vengador Otelo

Por ti fue Napoleón de tantos reyes el amo y con su gloria a la Europa venció, le dictó leyes de victoria em victoria.

El sabio Sechi por ti se inmortaliza, te estudia y arrebata los misterios que ocultas, te analiza y tu imagen retrata.

El rayo ardiente que animó mi barro mi frágil existencia en hora muy fatal fue de tu carro perdida transparencia.

Por ti se siente abrasador deseo para escalar la altura, eres el cuervo feroz de Prometeu causa de su locura.

Y si un día tu núcleo se apagara segaría la muerte con tu hálito fatal cuando encontrara sobre la tierra inerte.

!Quién sabe si serás em las edades el edén prometido! !Tal vez por las desiertas soledades te pierdas extinguido...!

Y ya ciego, moviéndote al acaso en excéntrico viaje a un choque de otra mole en ocaso nuevamente te encienda tu coraje.

Mas si apaga el destino soberano tu refulgente aureola te arrasta el tiempo con su férrea mano cual fugitiva ola alrededor de prepotente edtrella convertido en un mundo, irás llevando a humanidad más bella en tu seno fecundo.

Y envuelto com las gazas azulineas de algún límpido cielo allá em tus trópicos llevarás colinas y en tus polos el hielo.

Los cantares oirás de l alborada, el vuelo del céfiro, la sinfonía de la mar airada, de la noche el suspiro.

¿Pero a qué delirar? foco incesante
que al universo agita,
!Hijo del cosmos! la creación constante
en tu ley infinita.
!Hércules vencedor, titán ardiente
no pares tu carrera!
Brindamos con tu luz eternamente
eterna Primavera!

1883

Fuente

  • Honduras Literaria. Poesía
  • Dr. Rómulo Durón. Ministerio de Educación Pública, Honduras, 1957

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