José Ruiz Cuesta

José Ruiz Cuesta Beato
Mártir
Nacimiento	6 de noviembre de 1907 Dílar, Granada (España)
Fallecimiento	28 de noviembre de 1936 Paracuellos del Jarama, Madrid (España)
Venerado en	Iglesia Católica
Beatificación	25 de octubre de 1992
Festividad	30 de julio

José Ruiz Cuesta (Dílar, Granada, 6 de noviembre de 1907 - Paracuellos del Jarama, Madrid, 28 de noviembre de 1936), fue un mártir católico español del siglo XX (1936), aspirante de la Orden de San Juan de Dios. Natural de Dílar (Granada) fue martirizado en Paracuellos del Jarama (Madrid) el día 28 de noviembre de 1936 y beatificado por el Siervo de Dios Juan Pablo II el día 25 de octubre de 1992. Su fiesta se celebra el 30 de julio.

Infancia

José Ruiz Cuesta tuvo por cuna a Dílar, pueblo de la diócesis y provincia de Granada, al pie de Sierra Nevada. Nació el día 6 de noviembre de 1907, hace cien años. Recibió el bautismo en la parroquia de la Purísima Concepción de la Santísima Virgen, el día 14 del mes y año de su nacimiento.

Sus padres, Antonio Ruiz Muñoz y Filomena Cuesta Gil, consta por testimoniales del Exmo. Sr. Arzobispo -después cardenal- de Granada D. Agustín Parrado, que “eran honrados y buenos cristianos, que daban a sus hijos en el hogar una buena educación religiosa”. Tuvieron ocho hijos: Antonio, Francisco, Purificación, Rafael, Manuel, Encarnación, Daniel y José.

El beato se educó en el hogar paterno principalmente, aunque frecuentó también por algún tiempo la escuela nacional de Dílar. A los seis años de edad, el día 1 de mayo de 1914, José recibió el sacramento de la Confirmación; y por la misma época el de la Eucaristía, por primera vez.

Juventud

Muy joven aún, se dedicó al trabajo, y a los catorce años, en compañía de su padre, marchó a Argentina, fijando su residencia en Tucumán. A los dieciocho o diecinueve años de edad regresó a España, estableciéndose en Sevilla, en los hoteles del Guadalquivir, durante cinco años. Se trasladó después al Padul, donde residió un año, y por fin volvió a Dílar, su patria chica. Se dedicó a diferentes oficios en este tiempo, pero nos consta que fue, entre otros, pulimentador de mármol y finalmente se dedicó al comercio.

Vocación

Con fecha 7 de mayo de 1936 se dirigió al Superior de Ciempozuelos , solicitando ser admitido en la Orden de San Juan de Dios. En la instancia que escribió con tal motivo se revela prudente, animado de buena voluntad y deseoso de servir al Señor. La carta dice lo siguiente:

La respuesta a ésta carta es del día 11 de mayo de 1936, y la firma el secretario Provincial de la Orden de San Juan de Dios para España y América, Beato Diego de Cádiz García, que sería martirizado dos días después que nuestro beato, y en ella se le advierte de las consecuencias que acarrea la vocación hospitalaria a la que aspira, y se le invita a rezar para descubrir la voluntad de Dios y a ir a Ciempozuelos, al sanatorio psiquiátrico de San José, cuando así lo desee, llevando únicamente como equipaje la ropa puesta.

El 14 de junio de 1936, en vísperas casi del estallido de la guerra, llegó nuestro beato a Ciempozuelos, siendo recibido entre los aspirantes al noviciado. La conducta moral y religiosa del aspirante José consta que fue de fervoroso cristiano; y bien lo demuestra el hecho de hacerse religioso en los tiempos aciagos por que atraviesa hoy la patria y la religión. ¡Hacía falta mucho ánimo y amor de Dios para seguir en aquellas circunstancias la vocación religiosa! El poco tiempo que vivió en el convento se comportó fervorosamente.

Detención y Cárcel

Fue detenido dos meses después, el día 7 de agosto , con toda la comunidad de Ciempozuelos, mientras los hermanos cuidaban a los enfermos psiquiátricos, y pasó a la prisión de San Antón, en Madrid, decidido a seguir en todo la fortuna de los religiosos.

Su superior, Beato Fr. Guillermo Llop, los preparó con las siguientes palabras: “Hermanos, ha llegado la hora de sufrir persecución; el Señor, sin duda, quiere hacernos dignos de tanta merced; procuremos, pues, corresponder a esta gracia de Dios y arrostrémos con espíritu varonil todo lo adverso que nos viniere. De un momento a otro, a nosotros los Superiores, nos separarán definitivamente quizás, y hasta la eternidad, allá en el Cielo, no nos volveremos a ver todos de nuevo; ahora, pues, démonos el último abrazo y roguemos unos por otros, que es lo que de veras les recomiendo. Todos dimos el abrazo a nuestros Superiores, anegados los ojos en lágrimas”. (Testimonio de un superviviente).

En la cárcel pasó casi cuatro meses, donde tuvieron que sufrir las humillaciones que les proferían los milicianos encargados de la prisión. Sobrellevaba los sufrimientos, físicos y morales, con fortaleza cristiana y solía repetir: “sólo en Dios confío y espero”.

Algunos supervivientes nos cuentan las condiciones de la cárcel: “La cama, en los primeros días, fue el desnudo suelo, o a lo más, alguna cortina de las ventanas; luego recibimos alguna ropa de los Almacenes Ferreres y algunos jergones y colchonetas, uno para cada tres, que colocábamos atravesado, y sobre él nos acostábamos en forma que descansaba en él medio cuerpo, esto es, cabeza y tronco.”

Martirio

“¡Oído a la lista!” gritó el ordenanza que traía la segunda lista del día 28 de noviembre, sobre las ocho y media de la mañana. Se hizo un silencio sepulcral, mientras palpitaban los corazones. Se produjeron escenas de dramatismo conforme se leían los nombres de los que serían conducidos al martirio. Y en esta lista apareció el nombre de nuestro Beato. Gritó el ordenanza: “¡José Ruiz Cuesta!” y el respondería: “¡Presente!” entregando con esta respuesta sencilla su vida al Señor. Salió de la cárcel, junto a otros ciento cinco más, para el lugar del martirio, Paracuellos del Jarama, con mucha entereza, abandonado a la voluntad de Dios.

Murió, fusilado, perdonando a sus asesinos, en las primeras horas de la mañana del día 28 de noviembre de 1936. Tenía 29 años. Su cuerpo se encuentra en las fosas comunes del cementerio de Paracuellos del Jarama, donde espera la resurrección de la carne, en el Último Día.

La Muerte no es el final

La última palabra no la tiene la muerte, la última palabra la tiene Cristo victorioso, y con él todos los que con él y por él han sufrido. Por misterioso caso, los cristianos creemos que aquellos que un día lloraron y sufrieron, no lo hicieron en vano. Que sus lágrimas y su sangre no fueron inútiles. José Ruiz Cuesta, Vive y nos trae, hoy y siempre, un mensaje de esperanza, la Buena Noticia: Jesucristo puede llenar las ansias de felicidad del hombre. Que merece la pena dar la vida a Jesucristo, porque no nos quita nada de lo humanamente necesario y nos lo da Todo, lo realmente importarte, la Felicidad que anhela todo hombre: la Vida Eterna.

José Ruiz Cuesta fue beatificado en Roma por S.S. Juan Pablo II, junto a otros 70 compañeros mártires hospitalarios el día 25 de octubre de 1992.