El ancla como tema iconográfico fue usado ya por los artistas que habitaban en la zona cercana al Mar Mediterráneo como símbolo de la navegación marítima y, por el hecho de que mantiene a una embarcación fija en el mar, como símbolo también de la esperanza o de la salvación. Así se le encuentra, por ejemplo, en algunas monedas griegas y romanas (donde aparece también como atributo de Neptuno o de «Annona»).

Se han encontrado imágenes de anclas en tumbas paganas, pero al parecer no se ha querido con ello dar un sentido religioso al símbolo sino solo mostrar elementos relacionados con la profesión del difunto.

Su uso religioso se relaciona con la cita de la carta a los Hebreos (cf. Hb 6, 19) donde se llama a Jesucristo como nuestra esperanza, un ancla. A partir de ese texto se da un uso continuo por parte de los Padres de la Iglesia de esta imagen (especialmente san Agustín y san Juan Crisóstomo). Así en las representaciones de arte paleocristiano, el ancla simboliza la fe y la esperanza en la resurrección, en la vida feliz con Dios. Unido al pez (que representa a Cristo) se indica entonces la esperanza en Cristo. Con esta simbología se la encuentra en las catacumbas de san Sebastián, de san Calixto y de Priscila y en otros lugares (no solo cementerios) durante los primeros cuatro siglos.

La cruz-ancla (que incorpora un travesaño horizontal más o menos a la mitad de la parte vertical del ancla) es un tema usado para significar la Pasión de Jesús, muchas veces a esta representación se une la del pez o del delfín que representa a Cristo crucificado.

Bibliografía

Fabrizio Bisconti, Temi di iconografía paleocristiana, Pontificio Istituto di Archeologia Cristiana, Città del Vaticano 2000, ISBN 88-85991-26-2