- Ángel Sempere
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Ángel Sempere
Ángel Sempere nace en Melilla, reside diez años en el norte de Marruecos, entre bereberes y rifeños, lugares donde conoce sus modos y formas de vivir, y esos ocres de sus casas de adobe que posteriormente plasma en algunos de sus lienzos.
Sigue su periplo por Málaga, Granada, Sevilla, en la que estudia dibujo y pintura durante cinco años, siendo varios de sus profesores grandes pintores sevillanos, y exponiendo allí su obra por primera vez. Hoy reside en Almería, donde tiene el estudio.
Sempere, hoy, es un pintor que, sin desdeñar nada, en una trayectoria casi solitaria, pretende desvelar con la pintura significados más hondos que los de la mera representación, sobrecargando lo insignificante.
Tras él hay algo esquivo, misterioso, y, sobre todo, inaprensible. Pintor exigente, dotado de una fuerte autocrítica, cada reto es una motivación y un impulso para ir cada vez más lejos.
Su pintura, al principio, se distingue por un sutil surrealismo, quizás empapado de aquellos compañeros (poetas, escritores, pintores, idealistas), que en aquellas tertulias eternas trataban temas de contenido social y humano, reflejando en esas telas los sueños.
Uno de sus temas favoritos es el estilo monumental, renacentista, interiores de iglesias, soportales, etc.. "Los miembros de la Tertulia Indaliana publicaron de Sempere sus grandes dotes como dibujante, de fuerte imagen geométrica, haciendo especial hincapié en el desarrollo de su perspectiva como una de sus indisolubles conquistas, de la ternura y la delicadeza que inspiran el panorama de sus lejanías, de la escasez de materia...".
Y, efectivamente, esa misma escasez de materia es la que hace resaltar lo voluptuoso y sobrio de su pintura, a la vez que crea una atmósfera que te hace caminar por el cuadro.
Su pintura no es monotemática, conjuga perfectamente su ascendencia astral y su signo zodiacal, Géminis, con un desdoblamiento en la visión del arte.
Se divierte con el puntillismo, donde los puntos de color crean formas, y, además, es obsequiado con críticas agradables de galeristas y público.
Se enardece con sus grandes lienzos protagonizados por la figura humana, destaca una composición en la que varios personajes norteafricanos en Ramadán esperan pacientemente la falta de sol para ingerir líquidos y alimentos. En los retratos, espléndido, respeta, sobre todo, la identidad individual del retratado.
La sensibilidad de Sempere posee la virtud de trasladarnos a esos mundos tan queridos, sentidos y vividos por él. Sabe pintar, sabe dibujar, sabe contar con el pincel, aquello que no sólo han visto sus ojos, sino que ha sentido su corazón.
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