Lisardo Novillo Saravia

Lisardo Novillo Saravia
Lisardo Novillo Saravia (1822-1962).jpg

Lisardo Novillo Saravia fue un político conservador y abogado argentino (cordobés). Fue conocido por su Fe Católica y su pasión por la docencia.

Contenido

Biografía

Nació en 1882 y murió en 1962. En 1923 fue elegido convencional constituyente para reformar la constitución de la Provincia de Córdoba. Lisardo Novillo Saravia perteneció al grupo nacionalista católico-hispanista que tuvo importante influencia en la Revolución del 43. En 1943 fue Rector interventor de la Universidad Nacional de Córdoba designado por Gustavo Martínez Zuviría cuando se desempeñaba como Ministro de Justicia e Instrucción Pública, bajo la presidencia de Pedro Pablo Ramírez (1943-1944). Fue también Catedrático y Decano de la Universidad Nacional de Córdoba y Rector de la Universidad Nacional de Córdoba. No sólo lo atrajo la Catedra Universitaria, sino la enseñanza a nivel terciario y secundario. Sus clases de Historia de la Literatura Española en la Escuela normal de Profesores, y de Castellano en las aulas Monserratenses, dejaron huellas perdurables en el recuerdo de sus alumnos. Director del diario "Los Principios" (1912-1915), Presidente del Colegio de Abogados de Córdoba (1931-1933), y años más tarde se lo designaría Primer presidente de la Flota Aérea Mercante Argentina. En lo que hace a su actividad espiritual, fue Presidente y reelecto en varios períodos de la Junta Diocesana como de la Arquidiocesana de la Acción Católica Argentina. En ocasión del Congreso Eucarístico Internacional de 1937, realizado en Asunción del Paraguay, sería designado por su Santidad Pio XII, adjunto civil de legado pontificio. Lleva su nombre un espacio público en Argûello, Córdoba, a muy pocos metros de donde tenía su finca, y una calle en barrio Iponá, Córdoba.

Carta de Alberto Novillo Saravia, sección Carta de Lectores, La Nación</ref>

Obras

  • Facultad del Congreso para acordar concesiones ferroviarias en el territorio de la provincias (Tesis Doctoral - 1907)
  • Córdoba y su Universidad en la tradición espiritual argentina (1944)

Homenaje centenario de su nacimiento

PALABRAS DEL RECTOR INTERINO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE CORDOBA, DOCTOR CARLOS LUQUE COLOMBRES, QUE PRONUNCIARA EN EL ACTO ACADEMICO EN HOMENAJE Y EN MEMORIA DEL DOCTOR LISARDO NOVILLO SARAVIA. Córdoba, 10 de agosto de 1982.

Aquella divisa tomada de los hechos de los Apóstoles que ostenta el escudo de la Universidad Nacional de Córdoba desde los primeros tiempos del siglo XVII – ut portet nomen meum coram gentibus – que es todo un mandato, una consigna, un deber para quienes egresaban y egresan de sus aulas, fue obedecida y cumplida en plenitud por el Doctor Lisardo Novillo Saravia.

Su existencia, en efecto, transcurrió dando permanente testimonio de que fue un perseverante y cabal intérprete del lema heráldico, como lo puso de manifiesto tanto en su actuación pública cuanto en su vida privada.

No querría que estas palabras con que abro el Acto Académico dispuesto en homenaje a su memoria fueran tomadas como recurso literario, para adornar la elocución o para decorar la personalidad del Dr. Novillo Saravia, que no necesita ni siquiera de adjetivos: porque la sola mención de su nombre o de su hoja de servicios, habla de por sí en términos sustantivos. Y si alguna necesidad tenemos de exhibir la intimidad de su espíritu y seguir el itinerario de su pensamiento y de su acción, ello obedece al hecho de que las nuevas generaciones que no alcanzaron a conocer al Dr. Novillo Saravia han menester del ejemplo de quien trazó a lo largo de sus años una línea de conducta inalterable, orientada por el bien, la verdad y la justicia.

Pertenecía por vía paterna a muy antigua familia cordobesa; pero vio la luz en Ojo de Agua, Santiago del Estero, donde radicara uno de sus pasados, dueño de fincas situadas en el Departamento Río Seco. Precisamente, en esas latitudes se hallaba la Merced del Carmen, histórica heredad del Coronel salteño Doctor Mateo de Saravia y Jáuregui, su bisabuelo materno, abogado de las Reales Audiencias de Charcas y Buenos Aires.

Así fue cómo, por conjunción de tales circunstancias, nacería Don Lisardo en dicha Villa Santiagueña, tan inmediata a nuestra Provincia, un 24 de julio de hace cien años.

Duras exigencias en su primera edad, transcurrida en tiempos de la terrible crisis que agobió al país, obraron a manera de desafío, de incitaciones, que supo responder con abnegación y dignidad, como lo imponía la hidalguía de su estirpe.

Su juventud y madurez fueron jalonadas por días de lucha y de constante superación, de satisfacciones correlativas, de halagos y de triunfos. De esos halagos y de esos triunfos sin estridencias, que se gozan y se traducen en un sereno y recóndito equilibrio de la conciencia, en una armonía interior que sólo la percibe quien la experimenta.

Trasladado a Córdoba para proseguir sus estudios, cursó el Bachillerato como colegial del Monserrat. Y luego, su natural inclinación por el orden y la justicia lo llevó a emplear sus talentos en los claustros de la Facultad de Derecho, donde obtuvo el Título de Abogado y se graduó de Doctor.

Como estudiante universitario le había tocado vivir las transformaciones acaecidas en Córdoba y el país todo por la Generación del 80, y también por la incorporación de nuevas corrientes de ideas que tuvieron la virtud de consolidar, en respuesta a este otro desafío, su arraigada formación espiritual y sus básicos esquemas conceptuales. Fue entonces cuando su personalidad comenzó a adquirir los perfiles que lo definieron como hombre de convicciones esenciales, firmes, inconmovibles, respetado por la autenticidad de su credo y admirado por la valentía con que lo sostenía: respeto y admiración que provenían aún de quienes no compartían su ideología y opiniones, ni su ortodoxa interpretación del mundo y de la vida. Porque lo sabían sincero, sin dobleces, riguroso consigo mismo, su autoridad lograba imponerse, máxime cuando esa autoridad moral e intelectual iba acompañada de un singular señorío que se traducía no sólo en la cortesía de su trato, en la excelencia de su cultura, en la bondad intrínseca que se manifestaba en la cordialidad con que se dirigía a sus amigos o adversarios, porque el amor al prójimo presidía todos sus actos; amor que no le impedía formular juicios de valor, impugnar el error y condenar el extravío.

No corresponde que me detenga en su actuación universitaria, desde la Cátedra, desde el Rectorado y desde el Decanato de la Facultad de Derecho. Será el Doctor Cafferata quien habrá de referirse a esos capítulos que integran el currículum vitae del Dr. Novillo Saravia y que determinan la realización de este Acto Académico, dispuesto porque así lo exige la nobleza de esta Casa (nobleza obliga) y porque esta Casa se honra al honrar la memoria de sus hijos dilectos.

Bien está, por lo demás, que este Salón de Grados, verdadero cofre que custodia la memoria de la vida cultural de Córdoba, haya abierto hoy sus puertas y encendido sus arañas rutilantes, pues Novillo Saravia fue exponente genuino de la Córdoba de siempre, de la Córdoba que desde sus años iniciales supo signar con sello de espiritualidad la vida de la República.

Aunque no hubiera ocupado los altos cargos que desempeñó, su nombre habría sido recordado en términos de ejemplaridad por la obra que realizara como manifestación de su vocación docente, pues la vida del Dr. Novillo Saravia fue una lección ininterrumpida en su conducta pública y privada, o en la comunicación de su saber y de su experiencia. Enseñaba siempre. Expresa o tácitamente: en la Cátedra Magistral, en los Estrados de la Justicia, en su bufete de abogado, en la columna de los periódicos, en la Banca Parlamentaria, en el sitial de los Tribunos, en las tertulias de amigos...Enseñaba, asimismo, por acción de presencia, pues la noble expresión de su rostro, la vivacidad de su mirada, sus gestos y ademanes elocuentes pero mesurados, eran fiel reflejo de aquella fisonomía moral, que se comunicaba fluidamente, transfiriendo al interlocutor la autenticidad de su pensamiento y de su sentimiento.

No sólo lo atrajo la Cátedra Universitaria, sino la enseñanza a nivel terciario y secundario. Sus clases de Historia de la Literatura Española en la Escuela Normal de Profesores, y de Castellano en las aulas Monserratenses, dejaron huellas perdurables en el recuerdo de quienes fueron sus alumnos. Instruía las mentes y moldeaba el alma de los educandos; así como en sus discursos y en sus notas periodísticas, de inconfundible estilo por la claridad de las ideas y la pureza del lenguaje, se advierte una honda preocupación por lo que la civilización contemporánea ofrecía a la humanidad en cuanto a posibilidades de desarrollo, en contraste con las falencias de inspiraciones filosóficas o religiosas. Para él, los problemas prioritarios no eran los técnicos o económicos, sino los problemas de la cultura, los del humanismo, los de la ética, lo que explica la importancia que atribuía a las Universidades y a los medios de comunicación social, en orden a la formación de los hombres políticos. Bien sabemos que nunca perderá actualidad esta preocupación del Dr. Novillo Saravia, que descubrimos en los editoriales del Diario “Los Principios” durante el lapso (1912-1915) en que fue su Director.

Preocupábale, naturalmente, la necesidad de conservar y transmitir aquello valores heredados del pasado greco-latino a través de la hispanidad; de aquellas potencias de la hispanidad que hoy hemos visto convertidas en acto a raíz del reciente conflicto bélico.

En otro orden de actividades, cabe señalar que en 1923 fue elegido diputado constituyente de la Convención Reformadora de la Constitución Provincial, desde cuya banca defendió fervorosamente la libertad de enseñanza; que en 1931-1933 desempeñó la Presidencia del Colegio de Abogados de Córdoba, y que años mas tarde se lo designaría Primer Presidente de la Flota Aérea Mercante Argentina, hechos que muestran el amplio especto de su actuación y de su correlativa capacidad para sostener sus ideas e imponer la disciplina, el orden y el trabajo constructivo.

No pretendemos pasar revista de todos los cargos públicos que realizó como protagonista principal; pero no podemos dejar de mencionar una tarea que se hallaba en la base de su formación, así como en el coronamiento de su actividad espiritual: nos referimos al quehacer apostólico; y basta decir que fue Presidente, reelecto en varios períodos, así de la Junta Diocesana como de la Arquidiocesana de la Acción Católica Argentina. Y en ocasión del Congreso Eucarístico Internacional de 1937, realizado en Asunción del Paraguay, sería designado por su Santidad PIO XII, adjunto civil del legado pontificio.

En síntesis, señoras y señores. El Dr. Novillo Saravia, por encima de toda inquietud, colocaba en el medio cultural a la religión y a la Patria, sin mengua del arte, la ciencia, los goces inefables de la amistad, las efusiones hogareñas, la vida interior con sus secretas satisfacciones, las relaciones sociales, y, naturalmente, los dones que Dios ha distribuido en forma generosa entre los hombres. Todo lo cual, así en conjunto, figuraba en su escala de valores, antes que el poder y la lucha por el poder.

De ahí que conmemoramos con viva complacencia, y en acto de justicia, el día en que hace cien años nació un hombre ejemplar; un ciudadano honorable; un legislador prudente; un profesor sabio; un abogado recto; un caballero cristiano que, como fiel egresado de la Universidad, supo, en fin, como decíamos en nuestras palabras iniciales, cumplir con el mandato heráldico de llevar el nombre de Jesús ante los pueblos: “ut portet nomen meum coram gentibus”.-

Véase también


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