Prodigio

Prodigio

Prodigio

Para otros usos de este término, véase Prodigio (desambiguación).

Se llama prodigio a todo suceso extraño que excede los límites regulares de la naturaleza.

La mayor o menor generalidad dada a todo lo maravilloso depende del grado de cultura social o individual. La creencia en los prodigios, de los cuales se registran innumerables ejemplos en todas las mitologías, procede de la ignorancia popular, a la que se junta el atractivo de lo portentoso, cuya acción ejerce gran poder en los espíritus ingenuos y crédulos. Con razón dice Séneca (Naturales Quaestiones, VI, I) que el hombre cuerdo y sabio no se conmueve por los más bruscos golpes o violencias de la fortuna, mientras que el insensato teme hasta su propia sombra y se espanta de cualquier accidente, como si todo tendiese a labrarle la ruina. Así pues, los pueblos primitivos y los que, sin serlo viven en la ignorancia, fueron siempre los que dieron gran importancia a los fenómenos que, a su parecer, rebasan el límite de lo natural.

Contenido

Fenómenos naturales en clave de prodigio

Aurora boreal

De la aurora boreal dicen los mandanes que es debida a una gran reunión de médicos y distinguidos guerreros de muchos países del Norte, los cuales queman a los prisioneros de guerra. Los esquimales creen que la causan los espíritus de los difuntos jugando a la pelota con un cráneo de morsa. Para los malecitas era prenuncio de derramamiento de sangre y anuncio de guerra. Los tlingit comparten con los esquimales la creencia de que la aurora boreal la causan los espíritus de los difuntos jugando, mientras que los salteaux dicen que son los mismos, ocupados en bailar. Cuando la guerra de los lacedemonios, una aurora boreal anuncia la derrota de éstos y la ruina de su influencia en Grecia.

Terremotos

Los terremotos los atribuían (según Plinio Historia natural, II 81) los babilonios a la influencia de las estrellas al hallarse en determinada conjunción con el Sol o con otro astro.

Los griegos atribuían los truenos a la agitación del aire sobre la tierra y los terremotos a las revoluciones del aire debajo de la tierra y a pesar de las teorías científicas que se hallan en Aristóteles y en Heródoto, el terremoto, para los griegos, era un portento por el medio del cual la divinidad avisaba a los hombres de los males que les habían de sobrevenir.

Los japoneses creían que el imán pierde su fuerza de atracción durante el terremoto y atribuían este fenómeno a movimientos de una tortuga en la que descansa la tierra o a los aletazos de un colosal pez subterráneo, que al despertar producen grandes vibraciones. Los indios de la región SO. de los Estados Unidos tienen una creencia parecida, afirmando que las sacudidas de la tierra las causan las ondulaciones de una gran serpiente o dragón subterráneo. Los árabes consideran al terremoto como un acto de la voluntad de Alá y se resignan pacientemente, pero no le atribuyen augurio de calamidad o plaga alguna. Los caribes hacen responsables de los movimientos sísmicos al mundo subterráneo (demonios); lo mismo opinan los naturales de las islas de Bali y Pagi. Entre estos pueblos, como entre los antiguos indios y aun entre los romanos, en tiempo de terremotos se consideraba tabú toda ocupación ordinaria: El brahmán no podía leer el Veda. En Roma, en el año 193 a. C. fue tran frecuente este fenómeno que paralizó todo el movimiento y desde los tiempos del emperador Claudio, el terremoto iba siempre seguido de una solemnidad religiosa (Tito Livio, I, 31; III, 5; VIII, 28)

Eclipses

El eclipse lo explicaban los caldeos por determinadas intenciones de la Luna, una mitad de la cual brillaba, mientras la otra estaba a oscuras, también en su mitad; al apartar súbitamente de la vista de los hombre el lado brillante y presentarles el lado oscuro, les manifestaba su descontento; según ellos, además, a cada eclipese le seguían calamidades públicas como hambre, guerra, etc.

Los griegos interpretaban el eclipse como un desvío de parte de los dioses. Jerjes, observando un eclipse de sol, se alarmó a tal extremo, que envió enseguida a preguntar a los magos cuál era el significado de tal portento y ellos contestaron "Dios prenuncia a los griegos la destrucción de sus ciudades, puesto que el Sol es quien vaticina por ellos, mientras que para nosotros, la Luna". Heródoto, al comentar este hecho (VI, 37) dice que Jerjes, animado con esta respuesta, prosiguió su camino con gran alegría y anchura de corazón.

Los indios ortodoxos ven en el eclipse un arresto del Sol por sus acreedores Rahu y Ketu, por lo cual dan limosnas y ayunan durante el fenómeno; otros indios opinan que se trata de una mala arte del demonio llamado Svarbhanu.

Los chinos creían que el Sol o la Luna son devorados por un gran perro u otro animal y por esto golpeaban con gran fuerza sus gongs a fin de alejar a dichos animales y que no logren su presa. Los todas disparan fusiles y arrojan piedras con objeto de impedir que la serpiente devore la constelación liebre de la Luna y acompañan estas demostraciones con gritos y aullidos; también guardan ayuno.

La religión shinto ordena que en tiempo de eclipse se cuelguen de las ramas más altas del árbol cleyera, ciertas joyas tenidas por amuletos, cuyo brillo, según ellos, atrae la luz solar. Para los maoríes el eclipse de Luna era presagio de la caída de una fortaleza del enemigo; por el contrario, los tahitianos decaían de ánimo ante este fenómeno astronómico, por suponer que la Luna estaba a merced de algún mal espíritu; por lo mismo acudían a sus templos y ofrecían oraciones por la libertad del astro de la noche.

Los indios bellacoola creen que el eclipse es debido a que la Luna se pinta de negro la cara, verificando una de las más sagradas ceremonias de los lsusuit, la cual se tiene por muy peligrosa para los que la ejecutan. La pintura negra que la Luna se da en la cara se interpreta como un preservativo contra este peligro; Luego Aialilaaya, guardián de la Luna, le devuelve el tamaño perdido y le lava la cara, una vez terminado el eclipse.

Rayo y trueno

Júpiter con su provisión de rayos

El rayo y trueno, especialmente en cielo sereno, fueron considerados en el mundo griego y latino como el gran omen de Zeus (Júpiter); si venía de la derecha, era favorable y, consiguientemente, funesto para el enemigo, el cual lo oía desde la izquierda; el rayo lo fraguaba el propio Zeus. Para los romanos, el trueno era prenuncio de éxito o de fracaso en una empresa que se tenía entre manos y hasta se le invocaba. Según una leyenda etrusca, se invocó el trueno en ocasión en que el país de Volsinium era devastado por el monstruo Volta. El trueno en la izquierda se tenía por propicio, pero lo era mucho más si se dirigía de norte a este y luego volvía al norte. Entre los habitantes de la costa noreste del Pacífico hay la leyenda del pájaro-trueno, el cual desempeña un importante papel en la mitología y en las ceremonias de iniciación. Los tinglit creen que dicho pájaro produce el trueno aleteando; además, en su espalda hay un gran lago y con él se explica la gran cantidad de agua que cae durante la tempestad, precedida de los rayos y truenos. El pájaro-trueno sigue aleteando y el cielo no se despeja hasta que el pájaro hace presa en una ballena. Los mandales profesan también la creencia de un pájaro como causante del trueno, diciendo que cuando vuela pausadamente no produce ruido alguno, pero cuando agita las alas con violencia produce el fragor del trueno. De él dicen que vive en la montaña y que construye nidos del tamaño de una fortaleza, y que hace presa en los ciervos y otros animales con cuyos cuernos refuerza sus nidos.

Meteoritos

Los meteoritos, aerolitos y cometas eran, ya entre los griegos y los romanos, considerados portentosos y los aerolitos eran objeto de especial veneración. Los aleutianos y los esquimales hacen de los aerolitos amuletos y los dakotas creen que tienen una fuerza mística. En la Manchuria se les rinde culto porque proceden del cielo. En el Japón, el que recoge un aerolito lo lleva al sacerdote y este lo guarda en el templo, ofreciéndolo anualmente a Shakujo en la fiesta de esta divinidad, que recae en el día séptimo del séptimo mes del año. Se cree que los aerolitos caen desde las orillas del río de plata, del río de los cielos o de la vía láctea, después de haber sido empleados por la divinidad como contrapeso para afianzar su trono.

Otros prodigios

Aparte de los prodigios de orden físico, considerados con relación a la impresión que producen, hay otros cuya existencia dice menos que los anteriores con las leyes por las que se rige el mundo físico y no está, a menudo, más que en la imaginación. Entre estos figuran los que narran los historiadores romanos. En los tumultuosos tiempos que siguieron al reinado de Nerón hubo en Roma apariciones varias de monstruos terribles, entre ellos pájaros de cabeza múltiple que el pueblo miraba como imágenes más o menos exactas del emperador. Durante la noche se veían a menudo luces brillantes que salían del cielo y en una ocasión se vio un escudo ardiendo que atravesaba, con la velocidad del dardo, la bóveda celeste, siendo su dirección de oeste a este.

En otra ocasión cayó una chispa de una estrella, aumentando de volumen a medida a medida que se acercaba a la tierra, hasta alcanzar el tamaño de la Luna y luego volvió al cielo y se convirtió en un lampas (Plinio, Historia natural, II, 29). En la antigua Roma, si hay que creer al mismo Plinio, en alguna ciudad llovió leche, sangre y carne, sin que entraran en putrefacción. Durante la guerra con los cimbros y otras veces, en el aire se oyó el crujido de armas y sonido de trompetas: se vieron ejércitos hacer marchas y contramarchas y pelear y el cielo mismo arder en llamas espantables.

En el distrito de Mutina dos montes embistieron entre sí cayendo el uno sobre el otro con un asombroso estrépito y luego se apartaron y entre el día se veía salir llamas y humo de sus cumbres. Las casas que había cerca de ellos se desplomaron y muchos de los animales perecieron. Esto, a juicio de algunos comentaristas, predijo la guerra social que aún fue más desastrosa para Italia.

Cerca de Harpasa, en el Asia Menor, había una enorme roca que se movía a un ligero impulso del dedo, pero no si se le aplicaba la fuerza muscular de todo el cuerpo. Cerca del río Indo había una montaña dotada de tal atracción sobre el hierro, que al acercarse alguna persona con calzado que contuviese dicho metal era atraída poderosamente y no podía apartarse.

Prodigios de esta naturaleza y otras se hallan mencionados no sólo en Plinio, sino también en Tácito, Tito Livio y otros historiadores romanos de gran nota. Eran muy frecuentes particularmente en épocas de peligro para la nación. Tito Livio (XXIII, 31) refiere que el año en Fabio Máximo fue elegido cónsul por tercera vez, el mar se incendió; en Sinuessa una vaca parió un potro, las estatuas del templo de Juno sospita sudaron sangre y alrededor de aquel templo cayó una lluvia de piedras. Por causa de esta lluvia se celebró el sagrado rito de los nueve días, tal como se hacía en ocasiones análogas y los demás prodigios se expiaron cuidadosamente. Al amenazar Aníbal a Roma, su llegada se anunció con una multitud de prodigios que aumentaban el pánico de los habitantes de la ciudad. En Sicilia se incendiaron muchos dardos que llevaban encima los soldados; en Praeneste dos escudos sudaron sangre; en Arpi cayeron piedras inflamadas al rojo vivo del cielo; en Capena se vieron escudos en el firmamento y el Sol luchó con la Luna; la fuente de Hércules manó con manchas de sangre: en Antium, mientras unos campesinos estaban segando cayeron espigas sanguinolentas en los haces. "Después de estos prodigios, dice Tito Livio (XXII, 1), se dio crédito a los prodigios de menor importancia y los que los afirmaban comparecieron ante el Senado y el cónsul lo propuso a los padres, quienes decidieron que aquellos prodigios habían de expiarse, parte con el sacrificio de animales adultos, parte con animales que estuviesen en el período de lactancia.

Cuando las Guerras Púnicas, otra nube de prodigios invadió al pueblo romano. los cuervos rompieron con el pico algunos objetos de oro y se los comieron; en Antium los ratones royeron una corona del mismo metal; una enorme cantidad de langostas invadió el país de Capua, sin que se viese de dónde venían; en Reate nació un potro con cinco cabezas; en Anagni aparecieron el firmamento unos fuegos esparcidos acá y allá y fueron seguidos por un meteoro; en Arpino se hundió la tierra formando un hoyo inmenso en un sitio en que el terreno estaba completamente nivelado. Todos estos prodigios, afirma Tito Livio (XXII, 1) que fueron objeto de expiación, pues constituían verdaderos casos de omen adverso y se creyó que era necesario aplacar a los dioses. Un caso de omen favorable fue lo que sucedió al entrar Augusto en Roma, a la muerte de su padre, cuando apareció un círculo de estrellas, compeltamente visibles, alrededor de la Luna.

Teología

Aunque en la lengua convencional milagro y prodigio se usan como sinónimos la teología católica hace una distinción entre ambos términos. Tienen las palabras prodigio y portento más amplitud y extensión que la palabra milagro; pues que el milagro propiamente tal, es un hecho superior o contrario a las leyes naturales o fuera de la naturaleza (praeter naturam) o sobre la naturaleza (supra naturam) o contra la naturaleza (contra naturam); mas el prodigio designa un hecho extraordinario y maravilloso, ya sea verdadero milagro, ya sea sólo un hecho natural, pero extraño y sorprendente.

Y así los demonios no pueden hacer verdaderos milagros, porque siendo estos como son, hechos superiores o contrarios a las leyes naturales, sólo puede hacerlos el Autor de la naturaleza que es Dios. Sin embargo, los demonios pueden hacer prodigios; porque así como el hombre combinando las fuerzas naturales ha hecho tan maravillosos inventos, que fueron desconocidos en los siglos y en las edades anteriores, así también y mucho mejor los demonios que conocen las causas y las fuerzas naturales mejor que los hombres pueden combinándolas atinadamente, hacer cosas extrañas que causen la sorpresa y admiración de los hombres. Tales fueron los prodigios que obraron los magos de Faraón en Egipto (Éxodo7:11-12, Éxodo7:22, Éxodo8:7) y tales serán también los falsos milagros que hará el Anticristo y con los que seducirá y engañará a muchos (2Tesalonicenses 2:8-11, Apocalipsis13:13-15)

Bibliografía

  • E. W. Hawkes. The Labrador Eskimo en Anthropological Series of Geological Survey, nº 14 (Ottawa, 1916)
  • W. Tyndale, Japan and the Japanese (Nueva York, 1910)
  • W. E. H. Lecky History of European Morals (Nueva York, 1910)
  • H. R. Hall Ancient History of the Near East (Londres, 1904)
  • Susan Townley My chinese note-book (Londres, 1904)
  • Tregear The mahori race (Londres, 1905)
  • Rätzel History of mankind (traducción inglesa I, páginas 302-309. Londres, 1896)
El contenido de este artículo incorpora material del tomo 47 de la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana (Espasa), con copyright anterior a 1929, el cual se encuentra en el dominio público.
Obtenido de "Prodigio"

Wikimedia foundation. 2010.

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  • prodigio — /pro didʒo/ s.m. [dal lat. prodigium, di etimo incerto]. 1. [fatto che trascende l ordine naturale delle cose, interpretato come preannuncio divino di avvenimenti per lo più infausti: numerosi p. precedettero la sconfitta di Canne ] ▶◀ portento,… …   Enciclopedia Italiana

  • prodígio — s. m. Coisa sobrenatural; milagre; maravilha; portento …   Dicionário da Língua Portuguesa

  • prodigio — (Del lat. prodigĭum). 1. m. Suceso extraño que excede los límites regulares de la naturaleza. 2. Cosa especial, rara o primorosa en su línea. 3. milagro (ǁ hecho de origen divino). 4. Persona que posee una cualidad en grado extraordinario …   Diccionario de la lengua española

  • prodigio — (Del lat. prodigium, milagro.) ► sustantivo masculino 1 Hecho o fenómeno que excede los límites regulares de la naturaleza: ■ que saliera ileso del accidente fue un auténtico prodigio. SINÓNIMO maravilla 2 Persona o cosa muy destacada por sus… …   Enciclopedia Universal

  • prodigio — {{#}}{{LM P31746}}{{〓}} {{SynP32508}} {{[}}prodigio{{]}} ‹pro·di·gio› {{《}}▍ s.m.{{》}} {{<}}1{{>}} Lo que es extraordinario o maravilloso y no tiene causa natural aparente: • En el programa de parapsicología hablaron del prodigio de los… …   Diccionario de uso del español actual con sinónimos y antónimos

  • prodigio — 1 s m Acontecimiento o acto excepcional y maravilloso, que parece sobrenatural o producto de la magia: La aparición de la Virgen fue el prodigio más notable de esa centuria , No sabía si el cometa era un prodigio demoníaco o divino 2 adj Que… …   Español en México

  • prodigio — pro·dì·gio s.m. CO 1. fatto, fenomeno del tutto inconsueto, che trascende o sembra trascendere l ordine naturale delle cose Sinonimi: miracolo. 2. estens., iperb., ciò che suscita stupore, ammirazione in quanto ha in sé dell incredibile, del… …   Dizionario italiano

  • prodigio — sustantivo masculino portento, maravilla, asombro, pasmo, milagro. Prodigio designa aquel hecho que resulta extraordinario o no explicable por causas naturales; hiperbólicamente se aplica a cualquier cosa o situación destacable: es un prodigio… …   Diccionario de sinónimos y antónimos

  • prodigio — (m) (Intermedio) acontecimiento maravilloso, inexplicable de modo racional Ejemplos: Los evangelios relatan varios prodigios realizados por Jesucristo. En el pasado la gente creía que el eclipse era un prodigio. Sinónimos: fenómeno, milagro,… …   Español Extremo Basic and Intermediate

  • Prodigio (desambiguación) — Saltar a navegación, búsqueda La palabra Prodigio puede referirse a: Prodigio: Suceso extraño que excede los límites regulares de la naturaleza Milagro Niño prodigio: Alguien que a una edad temprana domina uno o más campos científicos o… …   Wikipedia Español

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