- Cultura huancavilca
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Los huancavilcas o guancavilcas indígenas de la época precolombina de la región litoral del Ecuador que se extendía desde la Isla Puná cerca a Guayaquil hasta tierra adentro hacia el sur de la Provincia del Guayas. También denominada manteño-huancavilca a pesar de que las crónicas españolas de la época y la arqueología diferencian a ambas culturas, y sus sociedades y costumbres eran diferentes, no obstante pese a sus diferencias culturales está comprobado su mutuo comercio y convivencia fraterna. La cronología determinada para la cultura se extiende dentro del denominado Período de Integración desde el año 600 de nuestra era hasta 1534.
Contenido
Distribución e Historia
Ocuparon el mismo territorio que en milenios pasados fueron habitados por indígenas como los de Valdivia, Chorrera, Guangala, Bahía de Caráquez y otras, siendo los manteño-huancavilcas sus descendientes directos. Es decir, que se trata de sociedades nativas adaptadas a la realidad geográfica y ecológica del espacio costero, que como sabemos se destaca por la diversidad de zonas de vida, relieve, clima y características naturales. Desde este punto de vista y siendo la cultura un fenómeno permanentemente acumulativo, es de entender que tanto los manteños como los huancavilcas, asimilaron costumbres anteriores, expresadas en las formas de sobrevivencia, en la tecnología y por cierto en las tradiciones rituales y ceremoniales.[1]
Los españoles los describieron como una tribu con apariencia impactante por su costumbre de deformarse el cráneo y trasquilarse, dejándose una corona a "manera de fraile". También tenían como ritual religioso extraerse los dientes incisos a temprana edad como un sacrificio al dios sol. Eran conocidos por ser una raza guerrera y también se presume practicaban la sodomía (Punáes).
Comercio
Los manteños fueron grandes navegantes que surcaron el océano hacia Centroamérica (México), Perú y Chile. Sus principales mercancías de exportación y comercio eran la concha spondylus, tejidos de algodón, objetos de oro, plata, cobre y espejos de obsidiana.[2] [3]
Hicieron del comercio una de sus principales actividades económicas, de lo que se deduce el dominio del mar y el uso de embarcaciones que les permitía realizar extensos recorridos, incluyendo las importantes islas “sagradas” como La Plata y Salango, esta última fue la sede de un importante cacicazgo, cuya población tenía como actividad sobresaliente el comercio y el intercambio de productos de la costa pacífica, como textiles, orfebrería y principalmente la concha Spondylus para fines rituales.[4]
La explotación de la concha tiene antecedentes muy antiguos, puesto que en Salango esta actividad aparece desde la época de Valdivia, pasando por Machalilla, Chorrera, Guangala, Bahía, hasta la época manteña (Norton, 1984: 10, ss) Los manteño-huancavilcas han dejado sus testimonios en la franja costera de las provincias de Manabí, Santa Elena, Guayas y El Oro. Los asentamientos del sur, entre otros fueron los de Colonche, Puná y en el Golfo de Guayaquil... tuvieron una subsistencia basada en la agricultura, adaptada a las condiciones climáticas de la zona, que se caracteriza más bien por seca, salvo en las partes altas donde el nivel de humedad es mayor.[4]
Guerras Incas
Primera batalla
El Imperio de los Incas invadió la parte sur de lo que hoy es el actual Ecuador conquistando a los Cañaris. Luego de esa victoria, los Incas conquistaron sin muchas dificultades la parte central de la sierra hasta llegar a la zona de Quito.
Instalado en Quito, Túpac Yupanqui recibió una embajada que le enviarón los Huancavilcas y los Chonos, quienes con el propósito de aprovechar de sus conocimientos le pidieron que les enviara una delegación para que les instruyeran en las doctrinas Incaicas.
Ambicionando la península de Santa Elena y su territorio, envió a lo más grandioso de su ejercito a proponer una alianza a los pueblos que la habitaban, para trabajar unidos por la paz y el progreso del Tahuantinsuyo.
Cuando los emisarios Incas llegaron fueron recibidos con aparentes muestras de gran júbilo, pero poco antes de su partida fueron sorprendidos por los Huancavilcas que les dieron muerte a todos. Los infelices delegados perecieron martirizados a manos de los indómitos habitantes del actual trópico ecuatoriano.
Huancavilcas (Chonos y Punáes), en connivencia, acabaron con los crédulos delegados del Inca, ahogándolos en las profundidades del Golfo de Guayaquil, y celebrando luego un grandioso festín donde devoraron a los pocos que aún quedaban con vida. Los pueblos Huancavilcas engañaron astutamente a Tupac-Yupanqui y mataron a todos sus emisarios.
Tupac-Yupanqui no pudo vengar la afrenta, debido a que exigencias relacionadas con el manejo del imperio lo obligaron a regresar al Cuzco. Parece que fue tan grande la ira que esto ocasionó al monarca Cuzqueño que enfermó gravemente y de dolor murió, no sin antes recomendar a su hijo y sucesor Huayna - Cápac, que tomase venganza o muriese en la contienda.[5]
Segunda batalla
Terrible fue la ira del nuevo monarca Huayna Cápac, alistó un poderoso ejército de orejones y abandonando las regiones del septentrión ecuatoriano, bajó a las costas en son de guerra. Sabedores de estos sucesos los Huancavilcas y viendo que no podían ofrecer resistencia al conquistador, pensaron implorar clemencia y en estas duras cavilaciones estaban cuando algo inusitado iluminó el cerebro del más anciano de los Caciques de la Confederación.
El mismo viejo Curaca, ducho en el arte de la diplomacia y la política, ofreció a su nieta para embajadora. Bien lo sabia él, hombre de mar, curtido en muchas pescas, que el hombre más valiente tiembla ante un bello rostro y que no hay mejor componedor que una mujer hermosa.
Y así sucedió en efecto, lo cuentan viejos Cronistas: pues, a la altura de Yaguachi, Huayna — Cápac vio venir un singular concurso de gentes Huancavilcas, presididos por los Caciques y Curacas y numerosas vírgenes, que en completa formación presentaban a los ávidos ojos del enemigo la hermosa piel canela de la mujer tropical, bronceada por las irreverentes caricias que del sol reciben.
Espectáculo tan hermoso sedujo al joven monarca que era buen catador del sexo débil. Las doncellas avanzaban por en medio de su tropa llegándose hasta el Inca y allí se postraron, tocando el suelo con sus frentes en señal de respeto y sumisión. El aire estaba lleno de dulces melodías salidas de los instrumentos de viento que soplaban sin cesar y el olor a finas esencias rompía el horizonte, haciendo más embriagadora la escena.
Una de las vestales se levantó resueltamente y en lengua de Mantas del Sur habló:
¡Oh, gran señor, depón tu cólera y óyeme! Soy la elegida de mi pueblo para implorar tu perdón; cuando joven, el mar me regaló una promesa y las ondas me dieron sus secretos. Soy de Colonche, del linaje de los Cayche; sal significa mi apellido, pero dulce es mi ser como mi pueblo, mi rostro oval refleja la poesía de mi nombre y en mi carne cimbreante están las virtudes de mi raza, la brisa fresca y marina me acompaña y yo os imploro el perdón de la raza Huancavilca!.
El joven Huayna Cápac, que la había escuchado, dijo: ¡Oh hija de Caciques, eres generosa con los tuyos y yo no puedo dudar de tus sentimientos. Levántate, salvadora de tu pueblo, que te bendecirá eternamente en sus cantares; seré benigno con los culpables del crímen que había venido a castigar!. Y en efecto, lo fue, dice Gabriel Pino y Roca en sus Tradiciones, ya que el Inca, fiel a su promesa, perdonó la vida a todos y sólo decidió reunir a los culpables y apostrofándoles sus crímenes les hizo tirar suerte, mandando ejecutar al 10 por ciento de ellos para que nadie diga jamás que había tenido preferencias. Igualmente decidió que los nobles y sus descendientes se arrancasen los dos dientes delanteros superiores en señal de expiación y arrepentimiento por la infamia cometida, costumbre que perduró hasta la llegada de los conquistadores.
Así una vez mas la astucia de los Huancavilcas los salvó de la muerte y pese a aceptar las imposiciones Incas, nunca asumieron enteramente su control, ya que hubieron continuas revueltas y asesinatos constantes de los emisarios, gobernadores y enviados del monarca Inca luego de su partida, muchas leyendas afirman que los que se arrancaban los dos dientes delanteros en señal de arrepentimiento no eran efectivamente verdaderos nobles Huancavilcas.[6]
Tercera batalla
Muchos años después Huayna - Capac ya viejo y por completo cansado de los Huancavilcas, estuvo dispuesto a solucionar para siempre dicho conflicto. Los Huancavilcas tuvieron así un tercer enfrentamiento con los Incas y en esta nueva ocasión fue con el joven Atahualpa de solo 16 años, cuando su padre Huayna Cápac le encargó el mando de una campaña militar para someter a los Punáes (del Golfo de Guayaquil) quienes se negaban a pagar sus tributos, esta guerra duró mas de diez años y terminó insoluta ante el apresamiento de Atahualpa por parte de los Españoles.[7]
Lengua
La lengua de los huancavilcas no está bien documentada y se considera una lengua no clasificada. Jijón y Caamaño (1941: 385–97) y Paz y Miño (1961) tratan a los huancavilcas y varias grupos vecinos como miembros de una hipotética familia lingüística atallán. Jijón y Camaño también consideran a la lengua de los Manta en la provincia de Manabí como parte de esta familia: considera que el Manabí–Huancavilca–Puná representa una misma lengua con diferentes variantes, y las relaciona con el mochica, el cañar y el puruhá de las tierras altas de más al este. Aunque otras clasificaciones de las lenguas de Sudamérica aceptan en parte estos puntos de vista (Loukotka, 1968) no parece haber una evidencia empírica suficiente para aceptar dichas propuestas.
Véase también
- Historia de Ecuador
- Historia de Guayaquil
- Fundación de Guayaquil
Referencia
- ↑ Origen de la cultura Manteño - Huancavilca
- ↑ Comercio de la cultura Manteño - Huancavilca
- ↑ Destinos de comercio de la cultura Manteño - Huancavilca
- ↑ a b Comercio de la cultura Manteño - Huancavilca
- ↑ Huancavilcas contra los Incas
- ↑ Huayna - Capac contra los Huancavilcas
- ↑ Waldemar Espinoza, Los incas, pág. 105.
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