- José Cabral Beato "Joselillo el Vázque"
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José Cabral Beato, más conocido como “Joselillo el Vázque”, nace el 3 de marzo de 1888 en la villa de Trebujena, un pueblecito perteneciente a la provincia de Cádiz. Fue el mayor de seis hermanos. Vivía en la choza existente en una finca que su padre llevaba a rentas cerca del cortijo de “El corredero”. Nunca fue a la escuela por lo que tuvo que aprender a leer mientras siendo un niño trabajaba cuidando cerdos. Casado con Josefa Oliveros Garrido, vivía en frente de la Ermita de Palomares, en el número 8 de la calle Ciprés, junto con sus dos hijas, Josefa Cabral Oliveros y Francisca Cabral Oliveros, y su hijo, Francisco Cabral Oliveros. Fue concejal del Ayuntamiento (a sus 27 años) en los momentos que existió libertad democrática, y como no, estuvo también al frente de la casa común de los trabajadores, del Centro Instructivo de Obreros del Campo. También fue Delegado Regional de la UGT (Sevilla, Cádiz, Málaga y Huelva). Se educó, políticamente, en la rebotica de D. Francisco Carrasco de la Saga. Al principio perteneció al republicanismo de Lerroux, quién le ofreció un puesto de Gobernador Civil de Cádiz, pero dejó esta tendencia pasándose a la de Manuel Azaña, ya que el primero se había inclinado a la derecha. Fue la persona que mejor pudo encarnar el arquetipo de jornalero del campo pertinaz autodidacta, que logra alcanzar una vasta formación cultural que le permite mirar sin complejos de inferioridad a los señores del Marco de Jerez. Su apodo, “Joselillo el Vázque”, todavía hoy en el pueblo es sinónimo de líder obrero y mente privilegiada. Escribió artículos para:
- Alma Rebelde (24 de abril de 1909 y 1915)
- Adelante (5 de febrero de 1922)
- Martillo (periódico jerezano)
- El Chazo
- La Idea (1920)
- Alianza
- El Tribuno (1919)
Falleció de asfixia por inmersión en el “Pozo de la Noria” el día 29 de agosto de 1936, lugar en el que prefirió morir antes de sufrir las torturas y vejaciones que los fascistas del pueblo estaban cometiendo con otros paisanos correligionarios. El “Pozo de la Noria” era uno de los pozos que existían en los alrededores de Trebujena y en los que la población se abastecía de agua. Se encuentra a poco menos de un par de kilómetros de la villa, estaba entonces rodeado de olivares, viñas y tierras de labor; el hallarse en una hondonada entre pequeñas colinas le confiere cierto aire de intimidad del que tal vez carezcan los demás pozos, intimidad fundamental en un momento tan transcendental y definitivo en la vida de las personas. El primero en recorrer el trayecto es José Cabral Beato, minutos mas tarde le seguiría su hermano Francisco quien conoce sus intenciones. Cuando lo sacaron del pozo, un vecino de la villa, Frasquito Oliveros, vio que el guardia civil (…) le dio una patada diciendo: “¡por canalla!”. En el brocal del pozo al que se arrojaron los hermanos Cabral se halló una nota que decía: Los vivos envidiarán a los muertos. Parte de la documentación que hoy en día guardamos de José Cabral Beato es gracias a una de sus hijas, Josefa Cabral Olivero, quien, para eludir la censura y la destrucción por la dictadura franquista, los escondió en un hueco de una pared de su casa. Sus hijas e hijos y nietas y nietos procedieron a su búsqueda y a su limpieza y gracias a esto conservamos parte de su vida.
ARTÍCULOS ESCRITOS POR "JOSELILLO EL VÁZQUE"
- ALMA REBELDE, 1915
¡Adelante, juventud! Cuando en periodos como el presente, desesperanzado el proletariado, noto el cauce de la rebeldía, desviada la iniciativa, idolatrada la holganza, rejuvenecida la barbarie y doquiera un vacío de ilustración amenazada la Hacienda española por la bancarrota, imponiéndose siempre la autocracia auxiliadora del odioso clericalismo, en estos periodos, repito, es cuando hacen falta hombres que guíen al proletariado por senderos conducentes a su emancipación, y que demuestren que aun quedan fibras de valor en el alma española. Aquí en pleno siglo XX, la verdad, la luz, la razón, perseguidas por el fanatismo, en mártires como Sócrates, Huss y Galileo necesita ante todo, hombres para su defensa. Por eso yo, al escribir estas líneas, le hablo a la juventud, creyendo firmemente que posee la energía, el entusiasmo y la entereza necesaria para defender la santa causa de la Justicia y la Libertad y con la franqueza propia en quien sufre las consecuencias de todas las tiranías le digo: ¡Adelante jóvenes amigos! Mirémonos siquiera sea una vez nosotros mismos y comprenderemos que tan culpables somos como nuestros enemigos. ¡Y aun esperamos con esta quietud salvaje, bárbara y estúpida, y colgamos a nuestro cuello la pesada cadena de la esclavitud! Bien es verdad que nuestros sufrimientos tienen también su termino; pero es degradante, inmoral, ruin, bajo, criminal y monstruoso el dejar a nuestros hijos candidatos irremediables al Hospital, Hospicio o al Presidio. Miremos al porvenir y veremos la humanidad alborozada con el triunfo de la luz sobre las tinieblas, a la verdad sobre la mentira y de uno a otro confín, se oirá el grito sagrado de ¡¡Libertad, libertad!!. ¡Adelante pues, juventud, hombres del siglo XX, inoculadores de savia nueva. Tened en cuenta que contamos con la fuerza que da la razón, y que sabrá orientarnos hasta conseguir vencer las bárbaras exijencias de réjimen político social presente, que a pesar de los caducos puntales que le ponen para sostenerle, cual castillo de naipes, se derrumbará por antiprogresivo. Siempre adelante, que si por consecuencia de la lucha nos sumamos al número de los vencidos, llevaremos el convencimiento moral de haber cumplido un deber de conciencia; el de legar a las futuras jeneraciones vías mas francas y libres, que las tortuosas sendas de nuestro presente. ¡Adelante, juventud, siempre adelante, que nuestro es el reino de la tierra! Este artículo que queda escrito se publicó en el periódico Alma Rebelde, el año 1915, su autor José Cabral Beato.
- EL TRIBUNO, 1919
Lo que yo veo. Yo veo que ríen unos, veo que lloran otros, veo que unos son explotados, veo que otros explotan. Veo la alegría y el placer, alternando con el dolor y la tristeza; el fausto y la riqueza, la veo junto al hombre y la miseria; no lejos de la abundancia veo la escasez; al lado del trabajo, veo el ocio; cerca de la virtud, veo el vicio. Veo quien ríe a carcajadas, y quien solloza y exhala suspiros; quien da gritos de alegría y quien lanza ayes de tristeza; veo orjias y placeres, amarguras y miserias; veo quien da voces de triunfo, y quien pronuncia palabras de maldición; todo, todo lo que veo resulta mezclado y confundido. Así es la sociedad en que vivimos: llena de podredumbre pestilente, de cangrenas asquerosas, de llagas que manan pus; sociedad tísica de sangre impura y corazón de cieno; sociedad de odios y venganzas, de bajezas y miserias; nido de víboras y roedores, de ladrones y aventureros, de miserables y desgraciados, de tiranos y esclavos. En esta sociedad infame, al vicio se le llama virtud, al robo en alta escala se le legaliza, al paro que al obrero que impulsado por el hombre toma un mendrugo de pan, se le aplica todo el fuero de la ley; la honradez se mide por el dinero, el honor se comprende con la desvergüenza; ¡el pobre, que nada posee, es un ser sin honra! ¡¡Honra y honor!! Palabras lucras en esta sociedad de hipocresías. La justicia es un mito. La ley solo se ha hecho para el pobre; las cárceles y presidios también se han hecho para el. Yo veo que el gobierno es el protector de los poderosos y el verdugo de los débiles; la relijión el consuelo de los privilejiados y el fantasma de los desheredados. Obedece, calla y paga, le dice el gobierno al pueblo; cree, reza y paga, le dice la relijión. Si no obedece, calla, paga, le amenaza el gobierno con las relucientes bayonetas de sus mercenarios; si no cree, reza y paga, le amenaza la relijión con los sufrimientos eternos después de la muerte, cual si no fuera bastante los que pasa en la vida. Los mas astutos, los mas pillos, o los mas favorecidos por la suerte son los verdaderos amos del mundo…Para ellos no hay ley, ni gobierno, ni dios, ni relijión, ni nada; para ellos solo hay un dios, al cual le rinden fervoroso culto; y en aras del cual lo sacrifican todo, y este dios es el dios Dinero. Todo, todo lo que veo está prostituido: la ciencia prostituida; las instituciones sociales, prostituidas; las creencias, prostituidas; el trabajo, prostituido; el arte, prostituido. Todo, todo está prostituido, nada se ha salvado del funesto contajio. Autor: José Cabral Beato. Este artículo publicado en el periódico El Tribuno, el año 1919.
Página de interés: Blog José Cabral Beato
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