- Batalla de los Cuernos de Hattin
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Batalla de los Cuernos de Hattin
Batalla de los Cuernos de Hattin Parte de Cruzadas Fecha 4 de julio de 1187 Lugar Hattin, cerca de Tiberíades Resultado Victoria decisiva musulmana Beligerantes Ayubíes Reino de Jerusalén Comandantes Saladino Guido de Lusignan
Reinaldo de Châtillon †
Raimundo III de TrípoliFuerzas en combate ~70.000 ~58.000 Bajas Desconocidas Casi totales Montgisard – Vado de Jacobo – Kerak – Seforia – Hattin – Jerusalén La batalla de los Cuernos de Hattin fue un importante encuentro armado que tuvo lugar el 4 de julio del año 1187 en Tierra Santa, al Oeste del Mar de Galilea, en el desfiladero conocido como Cuernos de Hattin (Qurun-hattun) entre el ejército cruzado, formado principalmente por contingentes Templarios y Hospitalarios a las órdenes de Guido de Lusignan, rey de Jerusalén, y Reinaldo de Chatillon, contra las tropas del sultán de Egipto, Saladino. Ambos ejércitos contaban con unos efectivos similares, en torno a los 17.000 hombres cada uno.
Antecedentes
El 1 de mayo de 1187, Saladino había despedazado, en la Batalla de Seforia, a las tropas de Gérard de Ridefort. Había seguido después su ruta para sitiar Tiberíades, a fin de atraer a las tropas cristianas y así afrontarlas en un terreno que le fuera favorable. Echive, la esposa de Raimundo de Trípoli, parapetada en la ciudadela, llamó en su socorro al rey de Jerusalén, Guy de Lusignan, y a su esposo, quien se encontraba en Seforia. El mensajero no tuvo ninguna dificultad en franquear las líneas enemigas, porque Saladino no deseaba más que una cosa: que los francos estuvieran al corriente de lo que se preparaba.
Durante el consejo, reunido por orden del rey, Raimundo III de Trípoli se inclinó por dejar caer Tiberíades, a pesar de que su mujer estuviera en la ciudadela. Había adivinado perfectamente el juego de Saladino. El rey y los barones estuvieron de acuerdo con él. Esperarían que Saladino fuera hacia ellos. Pero Gerardo de Ridefort quería borrar el fracaso de Seforia y se aprovechó de la debilidad del rey para convencerlo de atacar. El día 3, al alba, el rey hizo levantar el campamento y, a pesar de la intervención de los barones, el ejército se dirigió hacia Tiberíades.
Inicio de las acciones
El calor era sofocante y la retaguardia se veía continuamente acosada por los arqueros montados de Saladino; los caballeros iban a pie, ya que sus caballos habían muerto. Guy de Lusignan se dio cuenta de su error y estuvo de acuerdo con Raimundo de Trípoli, para dar un rodeo por el pueblo de Hattín, donde se encontraba un pozo de agua. Pero Saladino no se dejó embaucar por la maniobra y mandó a sus tropas para que les cortaran el camino. El rey decidió entonces establecer un campamento para pasar la noche en esta meseta. Ya no tenían agua, los hombres intentaron dormir ataviados, por miedo a verse sorprendidos en su sueño por los enemigos. A algunos cientos de metros percibían las risas y los cantos de los musulmanes, a quienes no faltaba nada.
A la mañana siguiente, el ejército reanudó su marcha: tenían que alcanzar el pozo de agua. Las tres columnas se desplegaron entre dos colinas volcánicas, los cuernos de Hattin. Los musulmanes los seguían acosando y los cuerpos de batalla se separaron. El rey tomó entonces una posición estratégica, al pie de los cuernos de Hattin. Pero las tropas de Saladino prendieron fuego a las hierbas secas, asfixiando a los francos con el humo.
La batalla
Saladino se tomó su tiempo, Prosiguió sus ataques de acoso y no parecía tener prisa por lanzarse al asalto final. Para el rey latino, no había más que una salida para abrir la vía hacia Hattin. Había que atravesar la barrera enemiga. Ordenó a Raimundo de Trípoli cargar con sus caballeros. Taqi al-Din, sobrino de Saladino, al mando de esa barrera, dividió entonces sus tropas para abrir el paso, pero lo cerró inmediatamente después. Las tropas cristianas no habían podido seguir y Raimundo de Trípoli se encontró solo. Al verse incapaces de ir en ayuda de su camarada, los cristianos se dirigieron a Tiro.
Los infantes habían escalado la colina norte de los cuernos, pero se encontraron entre un precipicio y las tropas musulmanas. Muchos de ellos murieron arrojados al vacío, y otros se rindieron. Mientras, la caballería de Saladino había cargado contra los cristianos, que se refugiaban en el cuerno sur. Saladino escogió ese momento para lanzar el asalto final. Los caballeros consiguieron esporádicamente arrollar las líneas musulmanas, pero se vieron rechazados. Saladino lanzó el último asalto para apoderarse de la tienda roja del rey, donde se encontró la Vera Cruz, una sagrada reliquia. La noche del 4 de julio todo había acabado. Guy de Lusignan fue hecho prisionero, al igual que Reinaldo de Chatillon, el peor enemigo de Saladino. Como Saladino había prometido, le cortó la cabeza a Reinaldo de Chatillon con sus propias manos; cosa no habitual pues prefería utilizarlos como moneda de cambio. Esta excepción se debe a las masacres que cometía Reinaldo contra la población y caravanas, tanto de cristianos como de musulmanes.
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