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Búcaro
Durante el Siglo de Oro español los búcaros eran pequeñas vasijas de tierra roja arcillosa que servían para contener agua perfumada y que se comían con el fin de mantener la tez blanca, para regular la menstruación, como anticonceptivo y como alucinógenos.
"Incluso los aristócratas europeos se colgaron al cuerpo pedazos de esta loza como amuletos[1]
Los búcaros más apreciados provenían de Portugal y Nueva España (México), en particular de Guadalajara y Tonalá.
Contenido
Etimología
Según el diccionario de la Real Academia, "del mozárabe búcaro, y este del lat. pocŭlum, taza, vaso".
En algunas regiones de la provincia española se emplea como sinónimo de Botijo.
Los búcaros en el arte y la literatura
Los búcaros mexicanos fueron plasmados por los principales pintores de la época, como Van der Mamen, Francisco de Palacios, Juan Benito Espinosa, Antonio de Pereda, Andrea Belbedere, Giusseppe Reco y en particular Diego de Velázquez.
La literatura del Siglo de Oro abunda en ejemplos del uso de los búcaros. A ellos hacen alusión en sus poemas Francisco de Quevedo, Góngora, Lope de Vega, etc.
En el soneto de Francisco de Quevedo A Amarili que tenía unos pedazos de búcaro en la boca y estaba muy al cabo de comerlos:
- Amarili, en tu boca soberana,
- su tez el barro de carmín colora
- Tú de sus labios mereciste abrazos.
- Presume ya de aurora, el barro olvida,
- pues se muere mi bien por tus pedazos».
Bucarofagia
La costumbre de comer las pequeñas vasijas de barro fue muy popular en los siglos XVI y XVII, no sólo en España. El barro mascado servía para cerrar u opilar particularmente los conductos biliares, con lo cual se evitaban las hemorragias y se producía la palidez de la piel.
Precisamente en el cuadro de Las Meninas (actualmente en el Museo del Prado, la menina María Agustina Sarmiento ofrece un búcaro rojo bruñido de Tonalá en una bandejita de plata a la princesa Margarita de Austria.
Esta costumbre también es citada por Hipólito Taine, Victor Hugo y otros autores franceses.
Según José Manuel Feito "Existe la costumbre de tomar ceniza disuelta en agua para favorecer el parto, acaso una reliquia del bíblico rito de las «aguas amargas» que exigía Moisés a las embarazadas sospechosas de adulterio y que Michel de Montaigne había visto ya en su tiempo cuando dice de algunas mujeres: «Las he visto tragar arena y ceniza para adquirir un color pálido» (Ensayos. XIV y XL)".[2]
Alucinógeno
Propiedades alucinógenas del barro colorado·
Mario Aragón Lara, en su artículo sostiene que "ya en Bagdad en el siglo X se ha documentado la costumbre de comer barro, ese barro fino y blando con el que se hacían los búcaros. Puede que ese hábito fuese importado por los moriscos a la Corte.. Los barros más apreciados eran de Portugal o México, los mejores por su blandura. Hay muchas referencias literarias a esa costumbre en los siglos XVI, XVII y XVIII. De hecho esa producción de placer es lo que escandalizaba a los clérigos; así una de las penitencias en las confesiones a las damas era abstenerse un día o un tiempo del ingerir el elemento.[3]
Por su parte, la historiadora del Arte Natasha Seseña sostiene que "Madame D´Aulnoy, a finales del XVII, observó que «a las nobles españolas no hay cosa que más les guste que comer búcaro». Luego encontré documentación sobre una monja que confesaba «haber caído en la tentación de comer búcaro porque se lo vio comer a la marquesa de La Laguna» y que el diablo la tentó, pero luego añadía la monja que nunca había visto más claro al Altísimo".[4]
Bibliografía
- Sabau, María Luisa , "México en el mundo de las colecciones de arte" .
- ↑ Sabau, María Luisa , "México en el mundo de las colecciones de arte". México. pg. 160.
- ↑ http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=1580_68_501093__Nueva-Quintana-opilacion-otra-virtud-cosmetica-barro La opilación: otra virtud cosmética del barro
- ↑ Las Meninas comían barro
- ↑ Véase: «El gran afecto de Goya fue su amigo Martín Zapater», Diario ABC, 19 de noviembre de 2006
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