- Casa de Esquileo de Santillana
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Casa de Esquileo de Santillana
Contenido
Orígenes
La Casa de Esquileo de Santillana situada en Revenga, (Provincia de Segovia, España) fue mandado edificar por D. Ignacio de Arizcun, marqués de Iturbieta, quien obtuvo licencia en 1744 del rey Felipe V.
El término de Revenga, rico en pastos y atravesado por la cañada, hizo de Revenga un lugar eminentemente ganadero. A mediados del siglo XVIII existían tres ranchos de esquileo con una capacidad para esquilar anualmente a 77.000 ovejas. El más importante fue el que mandó construir hacia 1745 el marqués de Iturbieta, y que es conocido como esquileo de Santillana por la proximidad a la antiquísima venta del mismo nombre que fue destruida en 1808.
Dada la proximidad de la venta, aquí no se podían vender vino, grano u otros alimentos, para que no hubiera competencia entre ambos establecimientos. El marqués, como otros nobles madrileños bien relacionados en la corte, poseía más de 40.000 cabezas de ganado ovino trashumante que se esquilaban aquí en su totalidad.
Estructura y servicios
Su arquitectura constituye el modelo que se siguió, con pocas variaciones, en el resto de los ranchos segovianos.
A un lado del gran patio central se hallaba una gran estancia conocida como rancho, que era el lugar donde se esquilaba el ganado. Las ovejas pasaban del encerradero al rancho a través del bache o sudadero, donde eran apiñadas por el mayoral y los pastores para que con el calor se ablandara la lana y se facilitara el trabajo con las tijeras. Junto al rancho se disponían también las lonjas, donde se almacenaban los vellones antes de ser conducidos a los lavaderos.
El piso superior lo ocupaba la residencia de los señores, quienes se desplazaban hasta aquí para pasar el mes de mayo, supervisando personalmente el desarrollo de los trabajos.
Tras ser esquiladas, las ovejas eran conducidas a la peguera donde eran marcadas con un hierro impregnado en pez hirviente para que se pueda seguir distinguiendo cuando el vellón va creciendo. Esta marca permitía identificar al propietario de cada animal con el fin de devolverlo a su dueño y poder hacer cuentas.
Durante el mes de mayo, cuando se registraba la mayor actividad, vivían en el esquileo más de trescientas personas. Para satisfacer las necesidades de una plantilla tan grande, al otro lado del patio central, frente al esquiladero y las lonjas, se disponían la cocina, la panadería, el refectorio y el gran dormitorio. Cuatro fuentes abastecían de agua al lugar.
Decadencia
En la segunda mitad del siglo XIX, con el final de la Mesta y la decadencia de la trashumancia, este esquileo, como casi todos los edificios que se construyeron en su época para la manufactura de la lana, quedó abocado a usos secundarios que, sin embargo, hicieron que se mantuviera en pie. Adquirido por el Estado, fue subastado en la Segunda República, pasando su propiedad a la familia Perteguer. Tras ser usado durante años como encerradero, la titularidad volvió a ser pública. Abandonado y utilizado como cantera, se fue convirtiendo poco a poco en la ruina que hoy contemplamos, que se acelera por la acción de vándalos y drogadictos.
Véase también
Categoría: Palacios de la provincia de Segovia
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