- Ciudad antigua
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Ciudad antigua
El modelo urbano aparece con la revolución neolítica. La posibilidad de cultivar plantas implica, no solamente una menor necesidad de un territorio y una mayor concentración de la población, sino la creación de unos excedentes agrícolas que permiten liberar a parte de la población para otras funciones: artesanía, comercio o Estado. Desde el comienzo serán estas otras funciones las más características de la vida urbana.
La ciudad neolítica se convierte en modelo de convivencia. En ella se encuentra la industria y el mercado, y gracias a estas actividades puede crecer, tanto en extensión como en población. Pero el tamaño de esta ciudad es limitado por culpa de la productividad agrícola e industrial, la capacidad del mercado y las posibilidades técnicas, que no permiten grandes aglomeraciones, aunque algunas ciudades de la antigüedad han sido muy grandes, acercándose al millón de habitantes, como Roma.
Los primeros signos urbanos surgen en el espacio histórico más antiguo de que exista memoria. En la Mesopotamia y su zona de influencia se construyeron hace unos 8500 años las primeras agrupaciones de casas: Jericó, en Palestina y Catal Huyuk, en Anatolia. Unas pocas decenas de construcciones de bloques de barro cocido, pisos pulidos y coloreados y cubiertas planas, bien organizadas en un área común. No son todavía ciudades en el sentido en que lo serán, unos miles de años más adelante, las ciudades-templo de los sumerios, pero son ya el modelo de una organización espacial y de un modo constructivo que se extiende hasta nuestros días: los muros de ladrillo, la planta rectangular, la cubierta plana accesible, el agrupamiento organizado de varias familias (40 casas en Catal Huyuk). Por primera vez el Hombre construye un asentamiento exento deliberadamente levantado, a diferencia de los refugios naturales utilizados hasta entonces.
Las primeras civilizaciones urbanas aparecen hace unos 5 000 años en siete regiones diferentes: la llanura del valle del río Hoang-ho (Huixia, Anyang, Gaocheng), el valle del Indo (Harapa, Mohenjo-Daro, Balatok), los valles del Tigris y el Éufrates (Nínive, Babilonia, Ur, Uruk, Asur), el valle del Nilo (Ilahun, Menfis, Giza, Tebas, Abidos), el valle del Níger (Goa, Tombuctú), las altas mesetas mesoamericanas (Tikal, Cocaxtlan, El Tajín, Tenochtitlan, Copán), y las alturas peruanas (Tiahuanaco, Pikimachay, Machu Picchu, Nazca). No se puede descartar una comunicación entre todas estas regiones, pero no parece que fueran lo suficientemente intensas como para determinar que una de ellas es el origen y las demás son focos de difusión, particularmente si consideramos las civilizaciones urbanas americanas. Es de destacar que en todas estas zonas hay un denominador común: las primeras ciudades se sitúan en una llanura aluvial y con buenas posibilidades para la agricultura, lo que demuestra la enorme dependencia del entorno inmediato de la ciudad antigua.
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