Emociones positivas

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Definición

Las emociones positivas son tendencias de respuesta con múltiples componentes (p. ej.: experiencia subjetiva placentera, cambios fisiológicos o conductuales / expresivos) que suelen desarrollarse durante una ventana temporal limitada. Casi siempre incluyen algún tipo de valoración, consciente o no, de algún suceso antecedente, lo que desencadena esa serie de componentes que son bastante efímeros.

Revisando la literatura, se observan evidentes diferencias entre las propuestas de unos autores y otros. Respecto a lo que sí existe acuerdo es que se puede distinguir entre dos formas generales de emociones, las positivas, cuya experiencia subjetiva es placentera, contribuyen a la realización de las propias metas, o producen bienestar, y las negativas, basadas en el núcleo subjetivo de malestar o dolor y que normalmente interfieren con el logro de metas.

Las emociones poseen un carácter dimensional, y se articulan en un continuo según sean agradables-desagradables y según el nivel de activación que se experimenta esto quiere decir: hay emociones más activas a nivel fisiológico u orgánico que otras, no es lo mismo sentir ira que tiene una alta activación y se vive como tal, a sentir relax que es una emoción con baja activación del organismo.


Historia del estudio de las emociones positivas

La sonrisa forma parte del repertorio de manifestaciones emocionales que los seres humanos y primates somos capaces de reconocer y responder ante ella, antes de que hayamos desarrollado un lenguaje simbólico u otros sistemas de comunicación. De hecho, en todos los estudios transculturales sobre el reconocimiento de emociones realizados por el grupo de Ekman, la alegría era la emoción de mayor porcentaje de reconocimiento correcto, por encima de las demás expresiones. Sin embargo, la literatura científica refleja un claro desequilibrio en el esfuerzo en el estudio emocional a favor del afecto negativo.


Las razones de este desequilibrio pueden estar relacionadas con razones como:

- Las emociones positivas son menos numerosas, más difusas que las negativas y no tienen un marcador fisiológico tan claro como las negativas. Las emociones negativas son un activador para la acción, que actúa de forma inmediata, cada emoción negativa nos impele a actuar de una forma muy concreta: el miedo nos prepara para huir, la ira para atacar, el asco te lleva al rechazo, etc. Sin embargo, esto no ocurre con las emociones positivas, nos llevan a acciones mucho menos definidas como la creatividad, la búsqueda de soluciones amplían nuestro foco de atención y nos permite ser más creativos y flexibles, nos permiten ver más opciones y facilitan el de aprendizaje, y generalmente operan más ante acciones a largo plazo.

- Las emociones positivas son menos frecuentes que aquellas que suponen una amenaza. teniendo en cuenta que las emociones negativas se caracterizan por la evitación y las positivas por la aproximación, esto se puede deber al hecho de que hay más amenazas que evitar y que el no conseguir evitar un peligro puede ser fatal para la supervivencia (Fernández-Abascal, 2009).

- La tendencia de la psicología en general al estudio del problema frente el estudio de las potencialidades del ser humano o los factores de prevención del problema.


Clasificación de las emociones positivas

Las emociones positivas se pueden clasificar según Seligman (2002) según estén centradas en el pasado, en el presente o en el futuro:

EN EL PASADO: Satisfacción, complacencia, realización personal y orgullo.

EN EL PRESENTE: Alegría, éxtasis, tranquilidad, entusiasmo, placer, euforia, elevación y flow (fluidez).

EN EL FUTURO: Optimismo, confianza, fe y esperanza.


Valor adaptativo de las emociones positivas

Una de las autoras que más sólida y sistemáticamente ha estudiado las emociones positivas y sus efectos es Bárbara Fredrickson. En su teoría reivindica la importancia de las emociones positivas como medio para solventar muchos de los problemas que generan las emociones negativas y cómo a través de ellas el ser humano puede conseguir sobreponerse a los momentos difíciles y salir fortalecidos de ellos.

Según esta autora las emociones positivas son igual de importantes para la evolución que las emociones negativas y suponen un complemento de las anteriores. Las emociones negativas solucionan los problemas de supervivencia inmediata y las emociones positivas solucionan problemas de desarrollo y crecimiento personal y social. Un ejemplo claro es el juego infantil, a través de las emociones positivas los niños aprenden y entrenan una serie de capacidades físicas, sociales y psicológicas, que van a poder utilizar en la vida real.

Se ha logrado un gran número de resultados que señalan las múltiples consecuencias favorables que se siguen de la experiencia de emociones positivas y de estados de ánimo alto. Por ejemplo, influyen en:

CONTRIBUCION A LAS RELACIONES SOCIALES

Nos permiten comunicarnos con los demás. Gracias a las expresiones faciales, sobre todo, podemos saber cuando una persona está triste, enfadada o alegre y así realizar un posible acercamiento para consolarla, evitarla si vemos que la persona está que echa humo por las orejas o incluso acercarnos a ella para compartir un momento agradable. Por otro lado existe una estrecha relación entre afecto positivo e interacción social, ambas se retroalimentan, el afecto positivo facilita las relaciones sociales y las relaciones sociales proporcionan afecto positivo, fomentan las relaciones de amistad, el compañerismo, la generosidad, las emociones positivas nos hacen más altruistas y colaboradores, a demás inhiben los posibles comportamientos hostiles por parte de otros.

MOTIVAN PARA LA ACCIÓN

Al contrario de lo que se ha venido pensando (que las emociones positivas nos hacen quedarnos “inmóviles” mientras disfrutamos de ellas), se ha demostrado que los estados positivos, como por ejemplo, el optimismo, hacen que aumente nuestra motivación y por lo tanto aumente la probabilidad de que acabemos las cosas que nos hemos propuesto. Nos motivan para la consecución de objetivos y metas. La emoción de interés, por ejemplo, hace que nuestros receptores sensoriales respondan con más intensidad. Las emociones positivas nos abren la mente a mayores posibilidades, hacen que seamos más persistentes frente a los fracasos e incrementan nuestra motivación intrínseca llevándonos a asumir mayores retos.

AMENTAN LA TOLERANCIA AL DOLOR FÍSICO

La tolerancia del dolor físico, como curas por heridas, accidentes, quemaduras… Se han encontrado los mismos resultados al trabajar con dolor producido en situaciones experimentales de laboratorio.

MEJORAN LA FORMA DE PENSAR

Algunos ejemplos de esto son:

 Cuando el estado de ánimo es bueno, el juicio tiende a ser más benévolo, tanto con uno mismo como con los demás.

 El hecho de estar contentos hace que nos vengan más fácilmente a la memoria recuerdos anteriores de cosas buenas, con lo cual vamos “recuperando material” que corrobora, consolida y prolonga nuestro bienestar.

 Los estados de ánimo positivos generan formas de pensamiento, más flexibles, menos rígidas.

 En presencia de emociones positivas, es más fácil que uno tienda a ser más creativo, a dar respuestas más imaginativas y novedosas.

 Cuando uno tiene buen ánimo, tiene también menos dudas, y tarda menos en tomar decisiones sobre asuntos que les conciernen.

 Aunque la característica fundamental de las emociones positivas es experimentar placer o agrado en un primer momento, sus efectos duran mucho más ya que sirven para prepararnos para el futuro, para la llegada de tiempos peores, gracias a ellas desarrollamos nuestras habilidades tanto físicas como cognitivas y también sociales, de todo esto obtenemos un gran número de recursos que nos van a ser muy útiles cuando lleguen los malos momentos.


MEJORAN EL ESTADO DE SALUD Y ALARGAN LA VIDA.

La presencia de emociones positivas también se ha relacionado con un mejor estado de salud y a una mayor longevidad. Una explicación sería que contrarrestan los efectos negativos sobre la salud de las emociones negativas (Fredickson, 1998), la reactividad del sistema cardiovascular ante determinadas emociones negativas como la ansiedad o la ira es algo probado, se ha observado que la experimentación de emociones positivas hace que el sistema se recupere con mayor rapidez. Otra hipótesis también asocia las emociones positivas a una mayor atención a los factores de protección de la salud, consecuentemente, las personas que experimentan emociones positivas con mayor frecuencia, presentan hábitos de vida más saludables, así como una mayor satisfacción con la vida.

AYUDAN A AFRONTAR LA ADVERSIDAD.

Las emociones positivas nos ayudan a recuperarnos de los sucesos negativos y a eliminar los efectos perjudiciales de las emociones negativas. Conceptos como resiliencia, resistencia o crecimiento postraumático apoyan esta cualidad de las emociones positivas. Hay personas que se crecen ante la adversidad. Son capaces de experimentar las situaciones estresantes como retos. Parece ser que la aparición de esta capacidad está medida por la existencia de emociones positivas

Fredrickson crea un modelo llamado Modelo de Ampliación y Construcción de Emociones Positivas (Fredrickson, 1998) y su principal proposición es que las emociones positivas y los estados afectivos relacionados con ellas se vinculan a una ampliación de las posibilidades de la atención, la cognición y la acción, y a una mejora de los recursos físicos, intelectuales y sociales de la persona.

El punto de partida de este modelo es el rechazo de dos presupuestos claves sostenidos hasta el momento por la mayoría de los teóricos:


• Por lo general se considera que las emociones deben asociarse necesariamente a tendencias de acción específicas. El hecho de que las emociones positivas no conduzcan a acciones tan urgentes o prescriptitas como las negativas, según Fredrickson (1998), no quiere decir que no den lugar a ningún tipo de actuación, sino que sus repertorios son más variados.

• Hasta el momento se considera que las emociones deben necesariamente provocar tendencias de acción física. Sin embargo, lo que muchas emociones positivas provocan son cambios fundamentalmente en la actividad cognitiva, los cuales en un segundo momento pueden producir igualmente cambios en la actividad física.

Así, en lugar de hablar de tendencias de acción, lo que esta autora propone cuando se refiere a las emociones positivas es hablar de tendencias de pensamiento y acción, y en lugar de suponer que son específicas pensar que hacen referencia a un repertorio sumamente amplio, como por ejemplo; jugar, explorar, saborear e integrar.

Las emociones positivas no sólo parecen ampliar momentáneamente las tendencias de pensamiento y acción del individuo, sino que, también permiten aumentar los recursos personales, tales como los recursos físicos, intelectuales y sociales.

Fredrickson (1998) sustenta su modelo con aportaciones empíricas que demuestran que las emociones positivas amplían el foco de la atención, a diferencia de las emociones negativas que tienden a disminuirlo. También se ha demostrado que las emociones positivas promueven estrategias cognitivas específicas y aumentan los recursos intelectuales, proporcionando niveles altos de rendimiento académico, bajo abandono escolar, promueven una mejora del entendimiento de las situaciones complejas y un alto ajuste psicológico (Fredrickson, 1998). Esta apertura del campo de pensamiento, aumentará indirectamente el de la acción, a través de respuestas más creativas y acciones más variadas. En cuanto a los recursos sociales, estos también se ven incrementados, ya que se facilita la creación de relaciones sociales, de cooperación y de amistad.

Este modelo proporciona una nueva perspectiva sobre el sentido e importancia que para la persona tienen las emociones positivas (Fredrickson, 2000). Además tiene muchas implicaciones, respecto a la visión y el estudio de las emociones positivas, como por ejemplo nos hace ver que la experimentación de emociones positivas puede reparar el daño que ciertas emociones negativas producen. Además nos indica que cultivar las emociones positivas, no sólo contrarresta los efectos nocivos de las negativas sino que también permite que se den modos de pensar más allá de los habituales y que la persona construya recursos personales de afrontamiento (coping), permitiendo asimismo optimizar la salud física y el bienestar subjetivo y favorecer que las personas sean más positivas y las comunidades más prósperas.

Investigación sobre emociones positivas

Numerosos estudios experimentales vienen demostrando que el afecto positivo se relaciona con una organización cognitiva más abierta, flexible y compleja y con la habilidad para integrar distintos tipos de información (como afirma Fredrickson en su teoría). Uno de estos experimentos puso de manifiesto que los diagnósticos sobre enfermedades hepáticas eran más acertados cuando a los médicos se les hacía sentir bien regalándoles previamente una simple bolsita de golosinas (Fredrickson, 2003). Otros experimentos (Isen et al., 1987) muestran que los estados afectivos positivos inducidos, bien fuera viendo una comedia o recibiendo un pequeño regalo comestible, facilitan la solución creativa de problemas. Concretamente, parecen incrementar las asociaciones novedosas, no previsibles y las combinaciones inusuales de elementos. La relación existente entre afecto positivo y pensamiento abierto y flexible ha sido analizada específicamente en otro estudio empírico (Fredrickson y Joiner, 2002). Después de tomar medidas repetidas de varias emociones positivas y de indicadores de pensamiento abierto y flexible, se observó que existía un reforzamiento mutuo entre ambas variables, es decir, la presencia de emociones positivas predecía la aparición posterior de pensamiento abierto y flexible y, de igual manera, el pensamiento abierto y flexible predecía afectividad positiva en el futuro. Fredrickson (2000) considera que las emociones positivas también pueden ser beneficiosas para contrarrestar las tendencias depresivas y menciona para ello, las terapias conductistas enfocadas a incrementar el rango de actividades placenteras y las terapias de estilo más cognitivo centradas en el estilo explicativo (explanatory style) de los sucesos desagradables. Pero no sólo esta autora escribe sobre los beneficios de las emociones positivas, en la misma línea, Salovey y colaboradores (2000) mencionan los efectos que tienen las experiencias emocionales positivas en cuanto a que proveen mejores recursos para poder prevenir enfermedades o afrontar más efectivamente los problemas de salud ya existentes. Los autores afirman que los estados emocionales positivos facilitan conductas más saludables, proveyéndoles la resiliencia necesaria para afrontar la posibilidad de que pueden tener o desarrollar serios problemas de salud. Así, es que los optimistas que afrontan un problema de salud o están bajo un tratamiento médico, son más hábiles para enfocarse y planear sus siguientes pasos. Frijda (1986) (citada en Salovey & cols. 2000) dice que los estados emocionales positivos ofrecen a la persona la oportunidad de considerar y planear sus futuros resultados, mientras que los estados emocionales negativos orientan a las personas a responder a eventos próximos e inmediatos.


Emociones positivas y salud

Tradicionalmente, la investigación se ha centrado en investigar la relación entre emociones negativas y el sistema nervioso, endocrino e inmunológico. Por ejemplo, es bien conocido como la respuesta de estrés aumenta la probabilidad de padecer trastornos de tipo cardiovascular (como enfermedades coronarias o hipertensión arterial), respiratorios (como asma bronquial o síndrome de hiperventilación), gastrointestinal (como úlcera péptica o síndrome de colon irritable), endocrinos (como hiper / hipotiroidismo o diabetes), dermatológicos (hiperhidrosis, eccemas o dermatitis), musculares (tics, contracturas o cefaleas tensionales) y alteraciones del sistema inmunológico (como cáncer o el agravamiento del síndrome de inmunodeficiencia adquirida) (Martín, 2008). Sin embargo, es posible que no sea la mera ausencia de emociones negativas, la que hace que un sujeto no desarrolle un trastorno, sino la que pertenezca a dimensiones distintas como la presencia o no de factores de resistencia o inmunidad relacionados con emociones positivas. En general, los estados emocionales negativos se considera que están asociados a patrones no saludables del funcionamiento fisiológico, mientras que los estados emocionales positivos se considera que están asociados a patrones saludables de respuesta en la actividad cardiovascular y el sistema inmunológico (Salovey, Rothman, Detweiler y Steward, 2000).

En cuanto a los estudios de mortalidad, en 2001 Danner, Snowdon y Friesen examinaron los factores de longevidad de una amplia muestra longitudinal de monjas católicas. Analizaron el estado de salud y la longevidad de 180 monjas que a los 22 años, justo antes de ingresar en una orden religiosa, escribieron breves relatos autobiográficos sobre sus vidas y sobre lo que esperaban del futuro. Las monjas que reflejaban en sus relatos más emociones positivas (alegría, anhelo, felicidad) gozaban de mejor estado de salud y vivían una media de diez años más que aquellas que prácticamente no reflejaban estas emociones. El 90 por ciento del grupo más feliz seguían viviendo a los 85 años, en contraste con el 34 por ciento del grupo de menos alegres. Este estudio pone de manifiesto como ante condiciones de vida similares (dieta, actividad física,…) la presencia de emociones positivas pueden explicar el estado de salud y longevidad. Los estudios sobre optimismo revelan resultados similares. Un estilo exploratorio optimista reduce el riesgo de muerte por enfermedad coronaria diez años después (Kubzansky, Sparrow, Vokonas y Kawachi, 2001).

En cuanto a los estudios de morbilidad, en los que se sigue a una población inicialmente sana, se ha detectado como el afecto positivo está asociado a menor riesgo de enfermedad y lesiones y generalmente mejor salud. En esta dirección, Cohen, Doyle, Turner, Alper y Skoner (2003) evaluaron la tendencia a expresar emociones positivas y emociones negativas (PANAS) en adultos sanos. Los resultados mostraron que aquellos sujetos con un estilo emocional positivo presentaban menor riesgo de contraer catarro que aquellos con estilo emocional negativo.

En cuanto a los estudios de supervivencia, estudios prospectivos de personas con enfermedad grave, han demostrado que las emociones positivas favorecen largos tiempos de supervivencia después de una enfermedad (Lyubomirsky, King y Diener, 2005). Pressman y Cohen (2005) han revisado varios estudios que examinan si el afecto positivo está asociado a supervivencia en una variedad de pacientes con cáncer, y concluyen que sólo en uno se detectó un efecto beneficioso del estado de afecto positivo, en el que la medida de alegría en la línea base es el único predictor de más tiempo de supervivencia en pacientes con cáncer de mama (Levy, 1988).

Carver, Pozo y Harris (1993) encontraron cómo el optimismo y el uso del humor se asociaban negativamente con el estrés en diferentes estadios del cáncer de mama.


Modelo de la relación entre afecto positivo y salud

Pressman y Cohen (2005) proponen dos modelos que representan los posibles caminos que unen el afecto positivo y los resultados en la salud.

a) Modelo de efecto principal (directo). Se centra en los efectos directos del rasgo de afecto positivo sobre la salud. “Creemos que rasgo de afecto positivo está asociado a mejores resultados de salud, y extrema activación del estado de afecto positivo está potencialmente asociado al desencadenamiento de sucesos en enfermedades subyacentes” (Pressman y Cohen, 2005). Podría existir una relación curvilínea entre afecto positivo y salud. Los principales efectos del afecto positivo sobre la salud se dan a través de los siguientes elementos: incremento en las conductas de salud (como adherencia a los tratamientos), bajos niveles de adrenalina y noradrenalina en sangre (sistema autónomo), descensos del nivel de cortisol y aumentos de la hormona del crecimiento y la oxitocina (eje hipotalámico-pituitario-adrenal), aumento de los opiáceos internos y cambios en el sistema inmune (existen hipótesis de cambios en los glóbulos blancos circulantes en la sangre y aumento de los anticuerpos (inmnoglobulina A, e incluso, reducción de respuestas alérgicas y de respuestas inflamatorias) y una reducción del riesgo de morbilidad gracias a una mayor vinculación en redes sociales facilitado por conductas de aproximación.

b) Modelo de estrés –buffering (amortiguación) de las influencias del afecto positivo en la salud. El afecto positivo ayuda a afrontar las situaciones estresantes reduciendo el impacto de las conductas y respuestas fisiológicas hostiles para la salud generado por el estrés. Esta hipótesis es consistente con la teoría de Fredickson (1998) de “ampliación y construcción” de las emociones positivas. Salovey (2000) sugiere que las emociones positivas generan recursos psicológicos que promueven la resistencia, paciencia y optimismo. Aunque las emociones positivas son cortas, sus efectos duran mucho tiempo por lo que pueden rescatarse ante una situación estresante, como un desafío. Paralelamente Smith y Baum (2003) sugieren que el afecto positivo puede ayudar al restablecimiento de actividades tales como sueño, ejercicio y relajación, actividades que ayudan a reducir la percepción de estrés.


Por tanto, “el modelo explica como es plausible que las personas altas en afecto positivo experimenten menos estrés en su medio (como implicarse en menos conflictos sociales); pero además, permite que, una vez confrontando el estresor, el afecto positivo ayude a reducir el daño potencial, refuerce la percepción de habilidad para afrontar las demandas impuestas y permita recuperarse de la activación del estrés.” (Pressman y Cohen, 2005).

Obtenido de "Emociones positivas"

Wikimedia foundation. 2010.

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