Fulvio Salvador Pagani

Fulvio Salvador Pagani' nació en La Para, provincia de Córdoba, el 14 de junio de 1928. Hijo de Amos Pagani y María Fabbro, heredó la estirpe emprendedora y laboriosa de los ancestros friulanos de su familia. No estaba hecho para soportar una monótona rutina sino para las grandes cosas que había entresoñado aquel inmigrante italiano, su padre Amos, que en 1923 se instaló en el pequeño poblado de Arroyito en Córdoba. Había elegido la Argentina como lugar de su destino. Los tiempos eran promisorios.

El país crecía. El desafío era el trabajo. Y este panadero italiano, llegado para labrar su porvenir y armar la nueva tierra logró, al cabo de un tiempo, establecer su propio negocio de panadería, al que incorporó, poco después, la producción de galletitas a las que llamó "Productos Pagani". En 1946 aceptó un ofrecimiento para asociarse a una fábrica de galletitas y golosinas en la localidad de Sastre, provincia de Santa Fe.

Es allí donde, a los 18 años, el joven Fulvio secunda y representa a su padre. Con clara visión advierte desde entonces la importancia de la especialización, el mejoramiento tecnológico y la producción en escala. Podrá poner a prueba sus ideas a acometer el proyecto de una fábrica de cajas de cartón. Obtiene créditos para ampliarla, multiplica su producción y al cabo de tres años dispone de un capital que el permitirá afrontar un desafío mayor.

Entonces funda, con dos hermanos (Renzo y Elio) y un grupo de amigos (los hermanos Maranzana, Seveso y Brizio), la fábrica ARCOR, en Arroyito, provincia de Córdoba.

Corría 1951. Arroyito albergaba cerca de 3.000 habitantes. Al influjo de la nueva empresa llegará a convertirse en una pujante ciudad de casi 20.000 personas. Desde su origen, bajo el liderazgo de Fulvio Pagani, ARCOR fue expandiéndose en una línea de constante crecimiento. Las dificultades se doblegaban ante su indeclinable energía. Se trabajaba con entusiasmo y al impulso de su creatividad se redoblaban los esfuerzos y se ampliaba el mercado, extendiéndose al prestigio de sus productos. Y su nombre.

Todos los aspectos de la producción se fueron integrando progresivamente mediante la creación de nuevos establecimientos para las actividades complementarias. Abrió fábricas en el interior del país y en Brasil, Paraguay y Uruguay. Inició una firme corriente exportadora ya a fines de la década del '60, que hizo de ARCOR una realidad presente en los más diversos mercados del mundo. Viajero incansable, acudía a las ferias internacionales para conocer los adelantos, adquirir equipos y abrir nuevos mercados. Su sencillez y simpatía eran proverbiales. Por la espontánea cordialidad de sus maneras recogía el afecto de la gente. Era admirable la riqueza de su diálogo. Afontaba los temas más difíciles con razonamientos sencillos y profundos. Una explicación suya volvía simple lo complejo.Y lo hacía sin asomo alguno de soberbia, de un modo sencillo que trasuntaba la generosidad de su espíritu. Sentía un profundo amor por el país y por su gente. Se interesó siempre por el bienestar de sus trabajadores y colaboradores más cercanos.

Se preocupó por el progreso de su ciudad y el mejoramiento de las condiciones sociales. Puso infatigable capacidad de trabajo en obras de bien público y participó activamente para fundar y sostener, entre otras, la Asociación Friulana de Córdoba, la Fundación Doménico Facchin y su hogar de ancianos de Colonia Caroya, la Escuela Gino Ermacora, la Cámara de Comercio Italo-Argentina de Córdoba, el Hospital Italiano de Córdoba, la Fundación Acción para la Iniciativa Privada, la Cooperativa de Servicios Públicos de Arroyito, la Comisión pro Templo de Nuestra Señora de la Merced en Arroyito, y la Fundación Mediterránea.

Tuvo activa participación en las organizaciones de empresarios. Dijo alguna vez que quería actuar en ellas para convencer a sus dirigentes de que debían ser competitivos y abiertos al mundo. Presidió la Unión Industrial de Córdoba y fue miembro del Comité Ejecutivo de la Unión Industrial Argentina y del Consejo Empresario Argentino.

En 1988 recibió el premio de la Fundación Konex al mejor "Empresario de la Industria Derivada" de la década, y en 1990 una encuesta lo reconoció como uno de los principales empresarios argentinos.

Hombre de profundas convicciones religiosas, formó un hogar ejemplar y cristiano con Amanda Laura Cagnolo, con quien tuvo seis hijos: Luis, Claudia, Lilia, Fulvio, Alfredo y Mario, a quienes educó en la sencilla disciplina del ejemplo. Estaba en la plenitud de su vigor, era cada vez mayor la influencia de su prédica y empezaba a comprenderse el valor de su mensaje.

Por eso pareció increíble la noticia. Su fallecimiento, ocurrido como consecuencia de un penoso accidente automovilístico el 29 de diciembre de 1990, produjo estupor y tristeza en vastos sectores de la sociedad argentina. Su sepelio en Arroyito fue una elocuente expresión de la consternación popular ante su muerte. Tomo las riendas del grupo empresario quien hasta entonces era su Vicepresidente y más cercado colaborador de Fulvio, Hugo Enrique D'Alessandro, quien, con singular firmeza y decisión, fortaleció y expandió las operaciones de la empresa, hasta 1993 cuando la presidencia es asumida por el hijo mayor de Fulvio, el Contador Luis Alejandro Pagani. El paso del tiempo ahonda la nostalgia por la ausencia de Don Fulvio. El recuerdo se acrecienta en la evocación de su vida y de su ejemplo. Fue un modelo de acción y de trabajo, de sencillez y austeridad, de amor por sus semejantes y por el país.

Fulvio Pagani dejó una huella perdurable de su paso por la vida. Por sus virtudes, sus ideas y su obra, permanecerá en la memoria de la gente.