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Palacio del deseo
Palacio del deseo (1957), es la segunda parte de la Trilogía del Cairo, obra cumbre del escritor egipcio, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1988, Naguib Mahfuz. Ambientada en la capital del Nilo, la historia se desarrolla entre los años 1924 y 1927, y a través de la familia Abd el-Gawwad, el lector podrá acercarse a la sociedad y problemas de la época.
En un país todavía bajo la influencia británica, la población asiste a un cierto aperturismo y a la relajación de las costumbres religiosas en forma de diversiones y excesos, en el sexo y en la bebida. El señor Ahmad, padre de la familia, se caracteriza por llevar una doble vida, pues se muestra severo y religioso ante su familia, mientras que es visto como bebedor, elocuente y mujeriego entre sus amistades. La muerte de su hijo Fahmi y, ha pospuesto sus vicios, al menos durante un tiempo, y mientras tanto se va poco a poco dando cuenta de que la vejez le va alcanzando.
Su mujer, Amina, es una madre dócil y puritana donde las haya, que respeta a su marido y cumple con los deberes religiosos de forma estricta. Se verá muy afectada por la muerte de su hijo Fahmi.
El hijo mayor, Yasín, sigue fielmente los pasos de su padre en cuanto a los vicios, y sus aventuras con las mujeres le costarán a la familia más de un disgusto.
Por su parte, el hijo pequeño, Kamal, en el que quizás podríamos ver algunos tintes autobiográficos, es un gran enamorado de su amada Aida, y un ferviente buscador de la verdad. Estudia magisterio, aunque se inclina más por la literatura y la filosofía. Sus ricos amigos, permiten al lector adentrarse en los entresijos de la clase alta de la época.
Las dos hijas, Aisha y Jadiga, se han casado ya, con los hermanos Jalil e Ibrahim, a los que les han dado descendencia.
A partir de estos y otros personajes cercanos a la familia, se van sucediendo los acontecimientos. Egipto asiste a la concesión británica de cierta soberanía, mientras la moda de vestir parisina, y nuevos conceptos de vida y belleza se van introduciendo en el país. Se entremezclan aspectos viejos como el nepotismo, la influencia de la religión y brotes de enfermedades como el tifus, con novedades como la ciencia a través de Darwin, los coches o ciertos derechos para las mujeres.
En cuanto al estilo, es digna de reseñar la maestría del autor, que juega con las combinaciones de palabras, para crear una belleza difícil de imaginar. La naturaleza es muchas veces el destinos de sus más elaboradas oraciones. Por otro lado, los diálogos, son en gran medida ingeniosos, especialmente cuando intervienen el señor Ahmad o la contestona Jadiga.
Categorías: Literatura de Egipto | Libros de 1957
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