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Perla Peregrina
La Perla Peregrina es una perla de tamaño y forma inusual, considerada una de las gemas más valiosas y legendarias de la Historia de Europa. Descubierta en aguas del Archipiélago de las Perlas en Panamá en el siglo XVI, pasó a manos del rey Felipe II de España y tras múltiples peripecias, actualmente pertenece a la actriz Elizabeth Taylor.
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De Panamá a Madrid
Pocas joyas llevan tras de sí una historia tan fascinante. Es una joya que ha peregrinado por diversos países desde que fuera descubierta por un esclavo, en Panamá, hace más de 400 años. Sin embargo, su apodo «Peregrina» no se debe a su historial viajero, sino a su peculiar forma. En siglos anteriores, el adjetivo «peregrino» significaba «raro, caprichoso, especial». Esta perla fue también llamada «La sola», «La margarita»...
Las perlas en forma de lágrima son muy apreciadas por su belleza y escasez, y es por ello que la Peregrina se convirtió en objeto de deseo de la realeza de la época, como Margarita de Austria, Isabel de Borbón o María Luisa de Parma, reinas de España que la lucieron a lo largo de los siglos.
La perla fue hallada en Panamá (según alguna fuente, en 1515) y ofrecida en 1579 ó 1580 al Rey de España Felipe II por el Aguacil Mayor de Panamá, Diego de Tebes, quien la había llevado a Sevilla. Según un documento de la época, pesaba 58,5 kilates.
Se suele repetir que el monarca se la regaló a su nueva esposa, la reina inglesa María Tudor, y de hecho ella luce una gran perla en el famoso retrato pintado por Antonio Moro (Museo del Prado de Madrid). Pero si la fecha de compra 1579-80 fuese cierta, para entonces la reina había fallecido y su perla sería otra.
Lo cierto es que la Peregrina, prendida de un broche o joyel junto con el diamante El estanque, fue lucida por las sucesivas reinas que ocuparon el trono español. La reina Margarita de Austria la lució con dicho broche en su retrato ecuestre terminado por Velázquez (Museo del Prado), y también su esposo Felipe III de España la lleva, prendida de su sombrero (sin el broche), en el retrato que hace pareja con aquél.
Robada por José Bonaparte
Al igual que otras gemas singulares como El estanque, la Perla Peregrina pertenecía a un grupo de joyas de la corona que los reyes debían transmitir de padres a hijos. Como la colección de cuadros, que fue el germen del posterior Museo del Prado, estas joyas tenían un valor histórico y simbólico y los reyes debían asegurar su conservación.
La Peregrina permaneció en España hasta 1808, cuando el rey invasor José Bonaparte ordenó que le entregasen las joyas de los Borbones españoles, ya exiliados. La perla fue enviada por Bonaparte a su esposa, que residía en París, pero años después de perder el trono español el matrimonio se separó y Bonaparte marchó a Estados Unidos, con una amante y con la perla.
Cuando José Bonaparte regresó a Europa, se trajo la perla consigo. Se cree que dispuso en su testamento la entrega de la perla al futuro Napoleón III, quien debió de venderla hacia 1848 por problemas económicos. Se la compró el marqués de Abercorn, cuya esposa la lució en París, en un baile en el Palacio de las Tullerías. Se cuenta que ella se negó a taladrar la perla y así engarzarla mejor, razón por la cual se desprendía, si bien no llegó a extraviarse.
No termina ahí el periplo de la Peregrina; todavía le quedaba un viaje a Estados Unidos.
Subasta: Richard Burton vence a la Casa Real española
En 1969 la Peregrina sale a subasta, y la noticia causa agitación en España. Se cuenta que la Casa Real española intentó entorpecer la venta afirmando que esta perla no era la auténtica. Los Borbones españoles tenían otra perla, regalada por Alfonso XIII a su esposa, y afirmaron que era la Peregrina. Sin embargo, al menos parte de la familia Borbón sabía cuál era la auténtica; Alfonso de Borbón y Dampierre participó en la subasta de Nueva York, si bien su oferta resultó insuficiente.
Según documentación desvelada recientemente, ya en 1914 Alfonso XIII sabía que La Peregrina había sido vendida por los Abercorn a una joyería inglesa. Consta que se la ofrecieron al rey y que le remitieron fotografías de ella (ver imagen). No llegaron a un trato, y acaso fue entonces cuando Alfonso XIII obtuvo una segunda perla, que sería la mostrada por su viuda en 1969.
Sea como fuere, la Peregrina pasó por dos coleccionistas más entre 1914 y 1969, y fue subastada por la sala Parke Bennet en Nueva York. El actor Richard Burton la adquirió (sirviéndose de un intermediario) por la «simbólica» cantidad de 37.000 dólares, como regalo a su amada Elizabeth Taylor.
Cómo el caniche de Liz mordió la perla
La famosa actriz incorporó la perla a un collar de rubíes y diamantes, al parecer de diseño renacentista, diseñado por la prestigiosa joyería Cartier de París. Este aderezo hizo de la Peregrina, todavía más si cabe, una pieza de valor incalculable. La luciría en la película A little Night Music en el año 1977.
Actualmente Liz Taylor sigue siendo la propietaria de la Perla Peregrina, si bien no sin incidencias. Se suele contar un chocante suceso: un caniche de la actriz mordisqueó la gema. Este dato, en apariencia inverosímil, es confirmado por un libro de memorias de la propia Taylor: My Love Affair With Jewels (Mi historia de amor con las joyas).
Según relató, estando alojada con Richard Burton en el hotel Caesar's Palace de Las Vegas, la perla se desprendió de su engarce y cayó en una tupida alfombra de la habitación. Como Liz no la veía, se descalzó y caminó por la alfombra, con la esperanza de palpar la perla con sus pies. Pero un caniche se le había adelantado; tenía la perla en la boca, y Liz se la tuvo que arrebatar con cuidado.
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Categoría: Joyas
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