- Principio de placer
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Principio de placer, Principio de realidad
Principio de placer, Principio de realidad, aluden a[1]
Principio de placer: uno de los dos principios que, según Freud, rigen el funcionamiento mental: el conjunto de la actividad psíquica tiene por finalidad evitar el displacer y procurar el placer. Dado que el displacer va ligado al aumento de las cantidades de excitación, y el placer a la disminución de las mismas, el principio de placer constituye un principio económico.
Principio de realidad: uno de los dos principios que, según Freud, rigen el funcionamiento mental. Forma un par con el principio del placer, al cual modifica: en la medida en que logra imponerse como principio regulador, la búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por los caminos más cortos, sino mediante rodeos, y aplaza su resultado en función de las condiciones impuestas por el mundo exterior.
Considerado desde el punto de vista económico, el principio de realidad corresponde a una transformación de la energía libre en energía ligada; desde el punto de vista tópico, caracteriza esencialmente el sistema preconsciente-consciente; desde el punto de vista dinámico, el psicoanálisis intenta basar el principio de realidad sobre cierto tipo de energía pulsional que se hallaría más especialmente al servicio del yo.Contenido
Principio de placer
Es habitual en la psicología basada en el psicoanálisis comenzar con los procesos inconscientes que luego, mediante el análisis, son explicados y revelados. En dichos procesos inconscientes claramente observamos reflejos de nuestros procesos más primarios, los cuales antiguamente eran los que regían nuestro comportamiento al ser los únicos procesos que conocíamos. Son fácilmente reconocibles y obedecen a la tendencia denominada como Principio de Placer (antiguamente nombrada por Freud como Principio de Displacer).
Estos procesos persiguen la consecución de placer y su actividad psíquica se retrae de aquellos actos que puedan engendrar displacer (represión). Dentro del Principio de Placer debemos incluir los sueños nocturnos y la tendencia humana de apartarse de las impresiones penosas, siendo evidente que este principio se localiza dentro del Ello ya que nuestro estado de reposo psíquico se ve perturbado por las exigencias internas, las más primitivas. En este caso lo que deseamos queda reflejado en una alucinación, al igual que hoy sucede con nuestras ideas oníricas.
Principio de realidad
Es el principio que contrapesa el Principio de placer. Así como éste tiende a la satisfacción inmediata, el de Realidad se apoya en la realidad externa y en la experiencia personal, buscando el equilibrio o la distensión por caminos distintos a la satisfacción inmediata. Así la sed puede exigir la satisfacción inmediata por medio de un vaso de cerveza fría, por ejemplo (Principio de placer), pero la experiencia del individuo u otras normas por él aceptadas pueden exigir otro modo de hallar el equilibrio eliminando o al menos disminuyendo sustancialmente la tensión surgida. Así, en el ejemplo anterior, podrá contentarse con una bebida no alcohólica a temperatura ambiente, con una fruta, etc.
Más allá del principio de placer
Si bien Freud postuló, en su momento, el imperio del principio de placer sobre los procesos psíquicos, el contraste que oponía su propia experiencia al mismo lo llevó a indicar un más allá de él, al que se refiere en su conocido artículo Más allá del principio de placer. No obstante, ya en publicaciones anteriores había puesto reparos a la postulación de la universalidad de este principio, por ejemplo en sus Tres ensayos de teoría sexual, donde se refiere al placer preliminar como uno cuyo mecanismo coincidiera con un aumento de tensión (en lugar de su disminución).
En Más allá... menciona una serie de experiencias que se oponen al principio en cuestión. Entre ellas se incluye una observación realizada en un sujeto de edad infantil en el momento en que desarrollaba un juego con un carretel que era arrojado reiteradamente (movimiento acopañado con la pronunciación de "o-o-o"). Como se trataba de la escenificación de la partida de su propia madre (hecho que en sí le resultaba desagradable y no placentero) llamó la atención de Freud, quien supuso que allí tenía lugar una "ganancia de placer de otra índole" (a la deductible a partir del principio de placer).
Otro hecho de la experiencia (en este caso, estrictamente psicoanalítica, de la que puede suponerse que extrae la conjetura de este 'más allá') que contradice este principio es el llamado compulsión de repetición. Dice al respecto que esta compulsion devuelve, en la transferencia del análisis:
"vivencias pasadas que no contienen posibilidad alguna de placer, que tampoco en aquel momento pudieron ser satisfacciones, ni siquiera las mociones pulsionales reprimidas desde entonces".[2]
Asimismo, hace extensiva esta compulsión -que encuentra en las personas en psicoanalisis- a la vida de algunas personas no neuróticas:
"Se conocen individuos en quienes toda relación humana lleva a idéntico descenlace: benefactores cuyos protegidos (...) se muestran ingratos pasado cierto tiempo, y entonces parecen destinados a apurar entera la amargura de la ingratitud; hombres en quienes toda amistad termina con la traición del amigo; otros que en su vida repiten incontables veces el acto de elevar a una persona a la condición de eminente autoridad para sí mismos o aun para el público, y tras el lapso señalado la destronan para sustituirla por una nueva; amantes cuya relación tierna con la mujer recorre siempre las mismas fases y desemboca en idéntico final, etc." (ibíd.)
Referencias
Véase también
- Proceso primario, Proceso secundario
- Forclusión
- Sigmund Freud
- Psicoanálisis
Categoría: Psicoanálisis
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