Rendición de Japón

Rendición de Japón

Rendición de Japón

El ministro de exteriores japonés Mamoru Shigemitsu firma el Acta de Rendición de Japon a bordo del USS Missouri, mientras el general Richard K. Sutherland observa, 2 de septiembre de 1945.

La rendición de Japón en agosto de 1945 puso fin a la Segunda Guerra Mundial. Llegado agosto de 1945, la Armada Imperial Japonesa había dejado de existir de forma efectiva, y la invasión aliada de Japón era inminente. Aunque públicamente proclamaban su intención de luchar hasta el crudo final, los líderes de Japón, en el Consejo Supremo de Guerra (los "Seis Grandes"), suplicaban en privado a la Unión Soviética que mediara en una paz en términos favorables para los japoneses. Mientras tanto, los soviéticos estaban preparando un ataque a los japoneses, en cumplimiento de la promesa dada a los norteamericanos y los británicos en la Conferencia de Yalta.

El 6 y el 9 de agosto, los norteamericanos lanzaron bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, respectivamente. Además, el 9 de agosto, la Unión Soviética lanzó un ataque sorpresa contra la colonia japonesa en Manchuria (Manchukuo), en violación del Pacto de Neutralidad. Estos dos golpes hicieron que el emperador Hirohito interviniera y ordenara a los Seis Grandes que aceptaran los términos para terminar la guerra que habían establecido los aliados en la Declaración de Potsdam. Tras varios días de negociaciones secretas y un fallido golpe de estado, el 15 de agosto Hirohito se dirigió por radio a la nación mediante una declaración grabada. En la grabación, llamada Gyokuon-hōsō (Difusión de la voz de la joya), leyó el Rescripto Imperial de rendición, anunciando al pueblo japonés la rendición de Japón.

El 28 de agosto, el Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas inició la ocupación de Japón. La ceremonia de rendición se llevó a cabo el 2 de septiembre a bordo del acorazado estadounidense Missouri, donde oficiales del gobierno japonés firmaron el Acta de Rendición de Japon, dando fin a la Segunda Guerra Mundial de manera oficial. Tanto los civiles como los militares aliados celebraron el Día V-J, el final de la guerra. Sin embargo, ciertos mandos y personal japoneses destinados por toda Asia y las islas del Pacífico se negaron a rendirse durante meses y años hasta entrados los años 70. Desde la rendición de Japón, los historiadores han debatido sobre la ética de usar bombas atómicas.

Contenido

Derrota inminente

Desembarcos aliados en el Teatro de Operaciones del Pacífico, agosto de 1942 a agosto de 1945

Llegado 1945, los japoneses habían sufrido una cadena de derrotas consecutivas durante casi dos años, en el sudoeste del Pacífico, la campaña de las Marianas, y la campaña de las Filipinas. En julio de 1944, tras la pérdida de Saipan, el general Hideki Tōjō fue sustituido como primer ministro por el general Kuniaki Koiso, que declaró que las Filipinas serían el escenario de la batalla decisiva.[1] Cuando los japoneses perdieron las Filipinas, Koiso fue a su vez sustituido por el almirante Kantarō Suzuki. Durante la primera mitad de 1945, los aliados capturaron las cercanas islas de Iwo Jima y Okinawa. Okinawa se convertiría en un punto de concentración y aprovisionamiento para la invasión de Japón.[2]

La campaña submarina de los aliados y la colocación de minas en las aguas costeras japonesas había prácticamente destruido la flota mercante japonesa. Japón, que tiene pocos recursos naturales, dependía de las materias primas importadas de Asia continental y del territorio conquistado en las Indias Orientales Neerlandesas, especialmente del petróleo.[3] La destrucción de la flota mercante japonesa, combinada con el bombardeo estratégico de la industria japonesa, habían hundido la economía de guerra de Japón. La producción de carbón, hierro, acero, caucho y otros suministros vitales sólo eran una fracción de los niveles anteriores a la guerra.[4] [5]

El crucero de batalla reconstruido Haruna fue hundido en su amarradero de la base naval de Kure el 24 de julio, durante una serie de bombardeos.

Como resultado de las pérdidas sufridas, en la práctica la Armada Imperial Japonesa había dejado de ser una fuerza combativa. Tras una serie de ataque al astillero japonés de Kure, Japón, los únicos navíos de guerra disponibles para el combate eran seis portaaviones, cuatro cruceros y un acorazado, ninguno de los cuales podía repostar combustible de forma adecuada. Aunque todavía estaban operativos 19 destructores y 38 submarinos, su uso estaba limitado por la falta de combustible.[6] [7]

Enfrentados a la perspectiva de una invasión de las islas nacionales japonesas, empezando por Kyūshū, the War Journal of the Imperial Headquarters concluyó:

Ya no podemos dirigir la guerra con alguna esperanza de éxito. El único plan que queda es que los cien millones de japoneses sacrifiquen sus vidas cargando contra el enemigo para hacerles perder la voluntad de combatir.[8]

En un intento final de detener los avances aliados, el Alto Mando Imperial japonés planeó una defensa completa de Kyushu con nombre en clave Operación Ketsu-Go.[9] Este plan sería una desviación radical de los planes de "defensa en profundidad" utilizados en las invasiones de Peleliu, Iwo Jima y Okinawa. En cambio, todo se jugaría en las cabezas de playa; se enviarían más de 3000 kamikazes para atacar los transportes anfibios antes de que pudieran desembarcar las tropas y el cargamento en la playa. Si esto no ahuyentaba a los aliados, planeaban enviar a la playa otros 3500 kamikazes junto con 5000 lanchas suicidas Shinyo y los destructores y submarinos restantes —"lo último de la flota operativa de la Armada". Si los aliados conseguían superar esto y desembarcaban en Kyushu, solo quedarían 3000 aviones para defender las islas restantes, aunque Kyushu sería "defendida hasta el final" a pesar de todo.[7] Se excavaron una serie de cuevas cerca de Nagano. Estas cuevas serían el cuarter general imperial subterráneo de Matsushiro y, en caso de invasión, se utilizarían para dirigir la guerra y alojar al Emperador y su familia.

Consejo Supremo de Guerra

La política japonesa estaba concentrada en el Consejo Supremo de Guerra, los famosos "Seis Grandes": el Primer Ministro, el Ministro de Asuntos Exteriores, el Ministro del Ejército, el Ministro de la Armada, el Jefe del Estado Mayor del Ejército y el Jefe del Estado Mayor de la Armada. Tras la formación del gobierno de Suzuki en abril de 1945, los miembros del consejo eran:

El gabinete de Suzuki en junio de 1945
  • Primer Ministro: Almirante Kantarō Suzuki
  • Ministro de Asuntos Exteriores: Shigenori Tōgō
  • Ministro del Ejército: General Korechika Anami
  • Ministro de la Armada: Almirante Mitsumasa Yonai
  • Jefe del Estado Mayor del Ejército: General Yoshijirō Umezu
  • Jefe del Estado Mayor de la Armada: Almirante Koshirō Oikawa (más tarde sustituido por el Almirante Soemu Toyoda)

Legalmente, el Ejército y la Armada japoneses tenían derecho a nominar (o negarse a nominar) a sus respectivos ministros. De este modo, podían impedir la formación de gobiernos no deseados, o por dimisión provocar el colapso de un gobierno existente.[10] [11]

El emperador Hirohito y el Señor Guardián del Sello Privado, Koichi Kido, también estaban presentes en algunas de las reuniones del Consejo Supremo de Guerra.[12]

Divisiones dentro del gobierno japonés

En su mayor parte, el gabinete de Suzuki estaba a favor de continuar con la guerra. Para los japoneses, la rendición era prácticamente inconcebible: Japón nunca había sido invadida o había perdido una guerra en sus 2000 años de historia.[13] Sólo Mitsumasa Yonai, el entonces ministro de la Armada, se sabía que quería poner fin a la guerra prematuramente.[14] De acuerdo con el historiador Richard B. Frank:

Aunque puede que Suzuki sí viera la paz como un objetivo distante, no tenía intenciones de alcanzarlo en un periodo de tiempo inmediato o en términos aceptables para los Aliados. Sus comentarios en la conferencia de altos estadistas no dieron muestras de que deseara un cese temprano de la guerra ... la gente escogió Suzuki para los puestos más importantes tampoco eran, con una excepción, partidarios de la paz.[15]

Tras la guerra, Suzuki y otros miembros de su gobierno y sus apologistas afirmaron que estaban trabajando secretamente para conseguir la paz pero no podían anunciarlo públicamente. Citan el concepto japonés de `haragei` —"el arte de la técnica oculta e invisible"— para justificar la disonancia entre sus actuaciones públicas y su supuesto trabajo tras las bambalinas. Sin embargo, muchos historiadores rechazan esta interpretación. Robert J. C. Butow escribió:

Por su gran ambigüedad, la excusa del haragei invita a sospechar que, en cuestiones de política y diplomacia, puede que una dependencia consciente de este "arte del farol" haya constituido un engaño deliberado predicado sobre el deseo de jugar a dos bandas. Aunque esta opinión no concuerda con el carácter tan elogiado del almirante Suzuki, el hecho es que desde el momento en que se convirtió en primer ministro hasta el día en que dimitió nadie estuvo muy seguro de qué era lo que iba a hacer o decir Suzuki a continuación.[16]

Los líderes japoneses siempre habían imaginado una salida negociada de la guerra. Sus planes anteriores a la guerra anticipaban una rápida expansión, consolidación, posible conflicto con Estados Unidos y luego un acuerdo en el que ellos podrían conservar al menos parte del nuevo territorio que habían conquistado.[17] Llegado 1945, los líderes japoneses estaban de acuerdo en que la guerra iba mal, pero discrepaban sobre la mejor manera de negociar un final para la misma. Había dos bandos: el llamado bando de la "paz", que prefería una iniciativa diplomática para persuadir a Iósif Stalin, el lídes de la Unión Soviética, para que mediara entre EEUU, sus aliados y Japón; y los partidarios de la línea dura, que preferían luchar hasta una batalla final "decisiva" que infligiría tantas bajas en los Aliados que estarían dispuestos a ofrecer términos más indulgentes.[18] Ambas visiones se basaban en la experiencia de Japón en la Guerra Ruso-Japonesa, 40 años antes, que consistió en una serie de batallas costosas pero poco decisivas, seguidas de la decisiva batalla naval de Tsuchima..[19]

Como primer ministro, el almirante Kantarō Suzuki lideró el gobierno japonés en los meses finales de la guerra.

Rondando el final de enero de 1945, algunos representantes oficiales japoneses cercanos al emperador perseguían unos términos de rendición que protegieran la posición del emperador. Estas propuestas, enviadas a través de canales británicos y también estadounidenses, quedaron recogidas en un dossier de 40 páginas que confeccionó el general Douglas MacArthur, presentándoselo al presidente Franklin D. Roosevelt el 2 de febrero, dos días antes de la Conferencia de Yalta. Según se informó, Roosevelt rechazó inmediatamente el dossier: todas las propuestas incluían la condición de que la posición del emperador quedaría asegurada, aunque quizás como títere. Sin embargo, a esas alturas la política aliada era aceptar sólo una rendición incondicional.[20] Además, varios miembros poderosos del gobierno japonés se oponían con firmeza a estas propuestas y, por tanto, no se podía decir que estas representaran una verdadera voluntad de rendición por parte de Japón.[21]

En febrero de 1945, el príncipe Fumimaro Konoe le dio al emperador Hiroito un memorándum analizando la situación, y le dijo a Hiroito que, si la guerra continuaba, la casa Imperial podría estar en mayor peligro por una revolución interna que por una derrota en la guerra.[22] Según el diario del Gran Chambelán Hisanori Fujita, el Emperador, intentando llegar a una batalla decisiva (tennōzan), respondió que era prematuro buscar la paz, "a menos que hagamos una conquista militar más".[23] También en febrero, la División de Tratados de Japón escribió sobre las políticas aliadas hacia Japón respecto a "la rendición incondicional, la ocupación, el desarme, la eliminación del militarismo, las reformas democráticas, el castigo a los criminales de guerra y el estatus del emperador".[24] Un desarme impuesto por los aliados, el castigo a los criminales de guerra por parte de los aliados y, sobre todo, la ocupación de Japón y la deposición del Emperador eran términos inaceptables para los líderes japoneses.[25] [26]

El 5 de abril, la Unión Soviética anunció que no renovaría el Pacto de Neutralidad Soviético–Japonés que se había firmado en 1941 tras el Incidente de Nomonhan.[27] En la Conferencia de Yalta de febrero de 1945, los aliados occidentales hicieron varias concesiones importantes a los soviéticos para obtener la promesa de que le declararían la guerra a Japón no más de tres meses después de que Alemania se rindiera. Aunque, legalmente, el Pacto de Neutralidad seguiría vigente oficialmente hasta un año después de la denuncia soviética (esto es, hasta abril de 1946), el tono que adquirió la cancelación daba a entender una intención de ir a la guerra.[28]

Ministro de Exteriores Shigenori Tōgō

En una serie de reuniones de alto nivel en mayo de 1945, por primera vez, los Seis Grandes discutieron seriamente sobre terminar con la guerra. Sin embargo, ninguno de ellos lo hizo en términos que fueran aceptables para los aliados. Ya que cualquiera que apoyara abiertamente la rendición se arriesgaba a ser asesinado por los oficiales más celosos del ejército, las reuniones estaban limitadas a los Seis Grandes, el Emperdor, y el Sello Privado; no se le permitió asistir a ningún oficial de segundo o tercer nivel.[29] En estas reuniones, solo el ministro de exteriores Tōgō llamó la atención sobre la posibilidad de que los aliados occidentales ya le hubieran hecho concesiones a los soviéticos para introducirlos en la guerra contra Japón.[30] Como resultado de estas reuniones, se le dio autorización a Tōgō para que propusiera a la Unión Soviética mantener su neutralidad o, de manera más fantástica, formar una alianza.[31]

Tras las reuniones de mayo y para cumplir con la costumbre de que un nuevo gobierno declarara sus objetivos, el personal del Ejército publicó un documento, "La política fundamental a ser seguida en lo sucesivo en la conducción de la guerra", en el que se declaraba que el pueblo japonés lucharía hasta su extinción antes que rendirse. Esta política fue adoptada por los Seis Grandes el 6 de junio. (Tōgō se oponía a ella, mientras que los otros Seis Grandes la apoyaban).[32] Ciertos documentos que presentó Suzuki en estas mismas reuniones sugerían que, en las propuestas diplomáticas hacia la URSS, Japón adoptó la siguiente postura:

Debe hacérsele saber claramente a Russia que le debe su victoria sobre Alemania a Japón, ya que nos mantuvimos neutrales, y que sería ventajoso para los soviéticos ayudar a Japón a mantener su posición internacional, ya que en el futuro tendrán a Estados Unidos como enemigo.[33]

El 9 de junio, el confidente del Emperador, el marqués Kōichi Kido, escribió un "Borrador de plan para controlar la situación de crisis", advirtiendo de que a finales de año, la capacidad de Japón para hacer la guerra quedaría extinguida y el gobierno sería incapaz de contener el desorden civil. "... No podemos estar seguros de que no compartiremos el destino de Alemania y quedar reducidos a unas circunstancias adversas bajo las cuales no podremos lograr nuestro objetivo supremo de salvaguardar a la Familia Imperial y preservar la estructura política nacional".[34] Kido propuso que el propio Emperador entrara en acción ofreciendo un final para la guerra en "términos muy generosos". Kido propuso que Japón renunciara a las colonias europeas ocupadas, a condición de que se les concediera la independencia, y que la nación se desarmara y, por un tiempo, "se contentara con una defensa mínima". Con autorización del Emperador, Kido se dirigió a varios miembros del Consejo Supremo, los "Seis Grandes". Tōgō ofreció todo su apoyo. Tanto Suzuki como el almirante Mitsumasa Yonai, ministro de la Armada, manifestaron un apoyo cauteloso; ambos se preguntaban qué pensaba el otro. El General Korechika Anami, ministro del Ejército, fue ambivalente, e insistió en que la diplomacia debía esperar hasta "después de que Estados Unidos haya perdido cuantiosas pérdidas" en Ketsu-Go.[35]

En junio, el Empreador perdió la esperanza en conseguir una victoria militar. Perdieron en la Batalla de Okinawa y se enteró de la debilidad del ejército japonés en China, de la armada y del ejército que defendía a las islas nacionales. El Emperador recibió un informe del Príncipe Higashikuni, y tras su lectura concluyó que "ya no era sólo la defensa de la costa; las divisiones reservadas para participar en la batalla decisiva tampoco tenían armamento suficiente".[36] Según el Emperador:

Me dijeron que se estaba utilizando el hierro procedente de los fragmentos de bomba que lanzaba el enemigo para fabricar palas. Esto ratificó mi opinión de que ya no estábamos en posición de continuar la guerra[36]

El 22 de junio, el Emperador convocó una reunión con los Seis Grandes. De forma extraordinaria, él habló primero: "Deseo que se estudien con rapidez planes concretos para terminar con la guerra, sin estorbos por parte de la política existente, y que se hagan esfuerzos para implementarlos".[37] Se acordó solicitar ayuda a los soviéticos para terminar con la guerra. Se sabía que otros países neutrales como Suiza, Suecia, y Ciudad del Vaticano estaban dispuestos a jugar un papel en la firma de la paz, pero eran tan pequeños que no podrían haber hecho más que entregar los términos de rendición de los aliados y la aceptación o rechazo de Japón. Los japoneses tenían la esperanza de persuadir a la Unión Soviética para que actuara como un agente en nombre de Japón durante las negociaciones con los aliados occidentales.[38]

Véase también

Referencias

Citas al pie

  1. Frank, 90.
  2. Skates, 158, 195
  3. Frank, 87–88
  4. Frank, 81
  5. Robert A. Pape "Why Japan Surrendered," International Security, Vol. 18, No. 2 (Fall 1993), 154–201.
  6. Feifer, 418
  7. a b Reynolds, 363
  8. Frank, 89, citando a Daikichi Irokawa, The Age of Hirohito. Nótese que Japón exageraba continuamente su población con una cifra de 100 millones, cuando el hecho es que el censo de 1944 arrojaba 72 millones.
  9. Skates, 100–115
  10. Frank, 86.
  11. Spector 33.
  12. El papel exacto del Emperador es materia de mucho debate histórico. Muchas de las pruebas clave fueron destruidas durante los días que transcurrieron entre la rendición de Japón y el comienzo de la ocupación aliada. Algunos afirman que Hirohito era una figura sin ningún poder, mientras que otros afirman que gobernaba activamente en la sombra. "Ninguna de estas posiciones polares es exacta", y la verdad parece estar en algún punto intermedio.—Frank, 87.
  13. Alan Booth. Lost: Journeys Through a Vanishing Japan. Kodansha Globe, 1996, ISBN 1568361483. Página 67
  14. Frank, 92
  15. Frank, 91–92
  16. Butow, 70–71
  17. United States Strategic Bombing Survey, Informe resumido. United States Army Air Force. 1 de julio de 1946.
  18. Frank, 90
  19. Frank, 89
  20. Walter Trohan. "Bare Peace Bid U.S. Rebuffed 7 Months Ago". Chicago Daily Tribune, 10 de agosto de 1945. Texto disponible aquí.
  21. El 21 de mayo, en un mensaje a todos los diplomáticos japoneses, el ministro de exteriores Tōgō negó que Japón hiciera alguna propuesta de paz a Estados Unidos e Inglaterra—Frank, 112.
  22. Bix, 488–489
  23. Hisanori Fujita, "Jijûchô no kaisô", Chûo Kôronsha, 1987, 66–67
  24. Hasegawa, 39
  25. Hasegawa, 39, 68
  26. Frank, 291
  27. Denuncia de los soviéticos del pacto con Japón. Avalon Project, Yale Law School. Texto del Boletín del Departamento de Estado de Estados Unidos, Vol. XII, No. 305, 29 de abril de 1945. Visitado el 19 de noviembre de 2009.
  28. "So Sorry, Mr. Sato". Time, April 16, 1945
  29. Frank, 93
  30. Frank, 95
  31. Frank, 93–94
  32. Frank, 96
  33. Toland, John. The Rising Sun. ISBN 0812968581. Modern Library, 2003
  34. Frank, 97, citando a The Diary of Marquis Kido, 1933–45, 435–436.
  35. Frank, 97–99.
  36. a b Frank, 100, citando el Shōwa Tennō Dokuhakuroku del Emperador, 136–37.
  37. Frank, 102.
  38. Frank, 94

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