- Acqua alle funi
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Acqua alle funi (Aiga ae corde!) es una frase que fue gritada en Roma en la Plaza de San Pedro durante el alzamiento del obelisco situado en su centro.
Historia
En 1586 el papa Sixto V, deseando embellecer la plaza de San Pedro, ordenó que levantaran allí el gran obelisco que aún hoy se admira, pero que por entonces se hallaba detrás de la Basílica de San Pedro.
El trabajo, que fue confiado al comasco Domenico Fontana, presentaba grandes dificultades. El obelisco pesa 350 toneladas y tiene 25 metros de alto, por lo que Fontana se vio obligado a hacer infinidad de cálculos y emplear andamios, cabrestantes y poleas. Para accionarlo todo fueron dispuestos 800 hombres y 140 caballos. El 10 de septiembre de 1586 el obelisco debía ser alzado, y, dados los peligros inherentes al trabajo se dio orden a los obreros y a la multitud de no pronunciar ni una palabra. A quien lanzase el mínimo grito le sería aplicada la pena de muerte y en el lugar estaban ya dispuestos el verdugo y la horca.
El obelisco ya estaba casi en su posición definitiva cuando se vio que las cuerdas cedían y se estiraban peligrosamente. El monolito estaba cayendo ostensiblemente al suelo. En ese momento, en medio del enorme silencio, se levantó una voz temeraria que gritó: Daghe l'aiga a le corde! (expresión en dialecto genovés que significa " ¡Agua a las cuerdas! ").
El consejo fue inmediatamente seguido por los arquitectos con éxito. El peligro había sido ahuyentado por el capitán Bresca, marinero ligur, que sabía bien que las cuerdas de cáñamo se acortan cuando se mojan.
Bresca fue inmediatamente detenido, pero Sixto V, como recompensa, en lugar del castigo le concedió grandes privilegios, una nutrida pensión y el derecho de izar en el mástil de su casa la bandera vaticana. Por otra parte, Bresca solicitó y obtuvo el privilegio, para sí y sus descendientes, de suministrar a la Iglesia de San Pedro los olivos para la Semana Santa. Aún hoy Bresca es recordado en su ciudad natal, Bordighera.
Uso
La frase (y su variante "Acqua alle corde!") ha caído hoy en desuso pero a veces se la utiliza para exaltar el valor del coraje, de la resolución y de la presencia de ánimo de alguien frente a un problema difícil, aún cuando exista el riesgo de penosas consecuencias personales.
En otros casos se trata de una especie de grito de alarma proferido por quien se da cuenta de una emergencia imprevista y procede inmediatamente a solventarla. La frase implica la necesidad de actuar.
Bibliografía
- Domenico Fontana, Della Trasportatione dell’Obelisco Vaticano et delle Fabriche di Nostro Signore Papa Sisto V, Roma 1590
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