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Batalla de Rocroi
Batalla de Rocroi Parte de Guerra de los Treinta Años
El Duque de Enghien en la batalla de RocroiFecha 19 de mayo de 1643 Lugar Rocroi (Ardenas), Francia Resultado Victoria táctica francesa Beligerantes Reino de Francia Imperio Español Comandantes Luis II de Borbón, Duque de Enghien Francisco de Melo Fuerzas en combate 16.000 infantes y 7.000 jinetes, 12 cañones. 17.000 infantes (sólo de 4.500 a 6.000 españoles), 5.000 jinetes y 18 cañones. Bajas 4.500 (2.000 muertos y 2.500 heridos) 7.300 (1.000 muertos y 2.000 heridos en los tercios). La cifra total incluye 3.826 prisioneros, de los cuales 2.000 fueron repatriados a España.[1] Pilsen – Záblati – Dolní Věstonice – La Montaña Blanca – Wiesloch – Wimpfen – Höchst – Fleurus – Stadtlohn – Puente de Dessau – Lutter am Barenberge – Stralsund – Wolgast – Frankfurt – Magdeburgo – Werben – 1er Breitenfeld – Rain – Fürth – Alte Veste – Lützen – Oldendorf – Nördlingen – Wittstock – Rheinfelden – Breisach – Chemnitz – Honnecourt – 2o Breitenfeld – Rocroi – Tuttlingen – Freiburg – Jüterbog – Jankov – Mergentheim – Nördlingen – Zusmarshausen – Lens – Praga La Batalla de Rocroi o Rocroy aconteció el 19 de mayo de 1643 entre el ejército francés al mando del joven Luis II de Borbón-Condé, por aquel entonces Duque de Enghien y más tarde Príncipe de Condé, y el ejército español a las órdenes del portugués Francisco de Melo, Capitán General de los tercios de Flandes. El enfrentamiento, que comenzó antes de amanecer, duró cerca de seis horas y terminó con la victoria francesa.
Contenido
Preliminares
Con el fin de aliviar la presión sobre el Franco Condado y Cataluña el ejército español invadió el norte de Francia y sitió la villa de Rocroi (departamento de Ardenas, a 3 kilómetros de la frontera belga) y concentrando tropas para su asalto. Alertado Enghien de las intenciones españolas, se dirigió hacia Rocroi con el fin de romper su cerco y plantar batalla en campo abierto.
Enghien contaba con 16.000 infantes, 7.000 jinetes y 12 piezas de artillería. Melo era algo inferior en número (22.000 hombres y 24 cañones), pero esperaba el refuerzo de Jean de Beck, que vigilaba la frontera con 3.000 infantes (incluyendo el Tercio de Ávila) y 1.000 jinetes y al que ordenó se le uniera con urgencia. Los franceses se desplegaron con dos líneas de infantería en el centro, sendas escuadras de caballería a cada flanco y una línea de artillería en el frente. Mandaba el flanco izquierdo La Ferté, el centro L'Hôpital y la derecha Gassion. El Marqués de Sirot estaba a cargo de la retaguardia.
Pensando que los franceses querían socorrer la plaza y no presentar batalla, los imperiales formaron de igual manera, con los tercios españoles en vanguardia (codiciado privilegio que tenían por ser tropas de élite) y los tercios italianos más resguardados. Finalmente, los tercios alemanes y valones formando en la retaguardia y mandados por el Conde Paul-Bernard de Fontaine, general de origen lorenés al servicio de España, quien contaba ya 66 años. La caballería imperial estaba situada en ambos flancos, mandando el ala derecha alsaciana el Conde de Isenburg y la izquierda, de jinetes flamencos, el Duque de Alburquerque. Por delante de todos ellos la artillería.
La batalla
El ejército francés inició su avance a las tres de la madrugada. Observando el deficiente despliegue imperial, Enghien concentró en su ala izquierda dos tercios de su caballería, con la que pensaba envolver el flanco enemigo. Las distintas fuentes y testimonios no se ponen de acuerdo en muchos de los números ni del trascurso de la contienda, ya sea por intereses propios o patrio.[1] Pese a todo, se relata a continuación una reconstrucción aproximada de la batalla.
Mal comienzo francés
Fontaine había destacado 500 arcabuceros (otras fuentes hablan de 1.000) en un pequeño soto para cubrir el hueco existente entre la izquierda de su despliegue y el linde del bosque. Este contingente aguardó la primera carga francesa y le causó fuertes pérdidas cuando estuvo a tiro. Muy dañada la caballería francesa no pudo resistir el ataque lanzado por los jinetes de Alburquerque. Al mismo tiempo, en el otro extremo del campo, la caballería francesa era también rechazada por los españoles.
Las dos fuerzas de caballería hispana cabalgaron hacia la primera línea francesa y capturaron algunos cañones. Sin embargo Melo no lanzó a su infantería y se perdió quizá la oportunidad de obtener una rápida victoria.
Ante esta situación D'Enghien logró reorganizar la caballería, cargó contra las dos alas españolas y logró ponerlas en retirada; así mismo los arcabuceros ubicados en el soto se vieron rodeados por ambos lados y aniquilados. Enghien ordenó a Gassion rodear el soto por la derecha con la primera línea de caballería, y él mismo condujo la segunda línea por la izquierda. Apoyados por infantería, ambos embistieron a los jinetes de Alburquerque, que salieron a su encuentro, pero Fontaine ordenó que la infantería imperial mantuviera sus posiciones.
Por dos veces la caballería de Alburquerque logró ventaja sobre los franceses, y llegó incluso hasta la artillería enemiga, pero Gassion fue ganando su flanco con sus jinetes mercenarios croatas, y al fin los de Alburquerque retrocedieron en desorden. Los franceses fueron a chocar contra 5 escuadrones de infantería española que estaban a la vanguardia en ese flanco, y tuvo lugar un combate terriblemente encarnizado, en el que perdieron la vida el anciano Conde de Fontaine y dos comandantes de Tercio (Conde de Villalba y Antonio de Velandia). Viendo el peligro en que se hallaba su ala izquierda, el propio Melo cabalgó hasta allí e intentó reagrupar a los jinetes en fuga. Varios cuerpos de caballería (Bonifaz, Borja, Toraldo, Orsini) se rehicieron y cargaron de nuevo, pero Enghien empeñó numerosa infantería en apoyo de Gassion, y finalmente toda la caballería de Alburquerque se dispersó. El ataque francés cayó ahora sobre los tercios valones y alemanes, que sin caballería de apoyo sufrieron pérdidas muy graves y se dislocaron; uno de sus comandantes, von Rittberg, fue herido y capturado.
Enghien cabalgó hasta una altura próxima para ver los efectos de la artillería. El duque quedó horrorizado al ver cómo La Ferté desviaba su ala izquierda para evitar el barrizal y un pequeño lago, exponiendo sus flancos a la caballería de Isenburg. Este no dejó escapar tal oportunidad; dispersando a la débil caballería francesa de ese flanco, aplastó las columnas de La Ferté, quién recibió tres heridas y cayó prisionero. Los jinetes de Isenburg siguieron galopando, algunos hasta los bagajes franceses, pero la mayoría sobre la artillería enemiga, a la que tomaron por la espalda y capturaron. La Barre, teniente general de la artillería francesa, cayó muerto; L'Hôpital, con un cuerpo de infantería, consiguió recuperar algunos cañones pero volvió a perderlos y él mismo quedó herido. El resultado fue que mientras 24 piezas españolas disparaban sobre el centro francés, éste no podía replicar al fuego.
La batalla da un giro
Si quería evitar un desastre completo, Enghien tenía que actuar con rapidez y decisión. Dejando a Gassion con un pequeño destacamento para que impidiera a Alburquerque rehacerse, tomó todo el resto de la caballería francesa y en un osado movimiento atravesó el centro del ejército de Francisco de Melo, separando a la veterana infantería española de los tercios italianos, alemanes y valones, y girando hasta lanzarse por la espalda contra la caballería de Isenburg, derrotándola.
Vencida la caballería, los tercios italianos (Ponti, Strozzi y Visconti) comenzaron a retirarse. Viendo la desbandada de gente, Melo tuvo la vaga esperanza de que Beck llegaría con sus refuerzos, y dio orden a los tercios españoles de resistir. Pero Beck, que llegó frente a Rocroi a las 8 de la mañana (otras fuentes dicen que fue a las nueve[1] ), al ser advertido por los fugitivos del desastroso giro de la batalla decidió detenerse y no acudir, si la llegada de los refuerzos se produjo a las nueve quizá era ya tarde para intervenir.
En medio de la confusión, el propio Melo estuvo a punto de ser capturado y buscó refugio en el tercio de Giovanni delli Ponti. Sufriendo una única carga, la infantería italiana abandonó el campo con pérdidas relativamente pequeñas. Entretanto, los infantes de los cinco tercios españoles que quedaban se agruparon formando un gran rectángulo. Rechazaron la aproximación de la infantería enemiga con un nutrido fuego de mosquetes. Las dos primeras cargas de la caballería francesa fueron un desastre, y Enghien salvó la vida por poco (recibió un balazo que abolló su coraza, y su caballo fue muerto bajo él). Al lanzarse en una tercera carga, la caballería francesa tuvo la agradable sorpresa de ver que ningún cañón español disparaba: habían agotado las municiones. Los tercios aún aguantaron otras tres cargas, como si se tratase de una fortaleza, pese a que la caballería había abierto varias brechas en su formación, pero al aproximarse la infantería francesa y abrir fuego algunos cañones que habían recuperado los franceses, la situación se hizo insostenible. El tercio mandado por Jorge de Castellví quedó deshecho, y los demás muy quebrantados; finalmente quedaron los tercios de Garcíez y Villalba, a los que se agregaron los supervivientes de los demás.
La controversia
Hay dos versiones muy distintas de la última fase de la batalla. En las fuentes francesas, al dislocarse la formación española se oyeron gritos pidiendo cuartel, y el duque de Enghien ordenó cesar el fuego; pero mientras Enghien y su escolta se aproximaban para pactar las condiciones, algunos españoles abrieron fuego pensando que se trataba de un nuevo ataque. Ante lo que creían un acto traicionero, los jinetes franceses se lanzaron a una matanza despiadada. Para atajar esta carnicería, el mismo Enghien tuvo que interponerse y hacer pie a tierra; muchos españoles le rodearon y se hincaron de rodillas, bendiciéndole. Este es el episodio que refleja François Joseph Heim en un famoso cuadro de la batalla expuesto en Versalles.
Sin embargo, está demostrado que, temiendo que Beck viniera con sus 4.000 hombres en ayuda de los españoles, Enghien se vio forzado a negociar una rendición honrosa de los dos últimos tercios españoles (Villalba y Garcíes) a cambio de respetar la vida de los supervivientes y permitirles retornar a España; a lo que se añadió el salir con las banderas desplegadas, no ser hechos prisioneros y conservar sus espadas. Los franceses aceptaron todas las condiciones, muy apurado debía verse el comandante francés, para tomar la decisión inaudita de ofrecer a tropas en campo abierto, condiciones propias de fortaleza asediada.
Ante esto el Tercio de Garciez aceptó la capitulación, pero el de Alburquerque/Mercader no. Tras lo cual este tercio continuó su resistencia durante algún tiempo y después aceptó condiciones generosas.
Melo escapó con buena parte de su caballería, pero con apenas 3.000 infantes. Más de 5.000 habían quedado sobre el campo, la mitad de ellos españoles; varios miles estaban prisioneros, y otros miles desbandados, aunque la ausencia de persecución permitió a muchos regresar. Se habían perdido además los 24 cañones y todo el bagaje, incluyendo la tesorería del ejército (40.688 escudos). Aunque el ejército de Condé también salió muy maltrecho de la batalla, habiendo perdido más de 4.000 hombres, y tardó un mes en reorganizarse en Guise.
Los prisioneros españoles (de los que se conserva relación nominal) fueron 3.826, de los que 2.300 fueron canjeados poco después. La desaparición del núcleo de veteranos alrededor del que se había formado el Ejército de Flandes era un golpe muy duro para la corona española, pero lo peor fue sin duda el rendimiento propagandístico que obtuvo Francia de esta victoria, y que ha llegado hasta nuestros días.
Las repercusiones
Aunque esta batalla no tuvo consecuencias importantes a corto plazo y sí más una significación moral que de otro tipo, habitualmente ha sido considerada como el principio del declive de los tercios españoles, dada la repercusión que alcanzó la derrota, si bién no era la primera ya que dos años antes los Tercios habían sido derrotados en la [Batalla de Montjuïc] [1]por la [milicia urbana barcelonesa][2]. Los Tercios no volverían a conseguir el esplendor pasado que les hizo merecedores de una aureola de invencibilidad en los campos de batalla europeos. Con esta batalla comienza el declinar del imperio y se inicia el principio del fin de la hegemonía militar de España en Europa. El relevo lo toma Francia, la gran beneficiada, que empieza a emerger como potencia continental.
Sin embargo una visión más actual ha demostrado que pese a tan importante derrota los tercios aún mantuvieron un alto grado de eficacia y operatividad, y su aportación militar en las campañas contra Francia proporcionó algunas victorias significativas, como la de Valenciennes, si bien es cierto que su esplendor y brillo nunca alcanzaron cotas pasadas. Por ello, para algunos historiadores fue la batalla de las Dunas de 1658 y no Rocroi la que marcaría el fin de la supremacía española.
Un año antes de la batalla, el 26 de mayo de 1642, prácticamente las mismas tropas que mandó el Capitán General Francisco de Melo en Rocroi habían derrotado al ejército francés en la Batalla de Honnecourt, y después, el 23 de noviembre de 1643 un ejército imperial aniquiló a otro galo en la Batalla de Tuttlingen. Estos dos ejemplos pueden ilustrar que en sí misma la batalla de Rocroi no tuvo un peso decisivo en las operaciones militares. La derrota de los invencibles tercios se produjo en el momento en que Francia tomaba protagonismo en Europa de la mano de Luis XIV, al mismo tiempo que la hegemonía española decaía. Por ello, suele ser habitual tomar Rocroi como punto de inflexión en los acontecimientos militares de la época.
La Batalla de Rocroi en la cinematografía
El 1 de septiembre de 2006 se estrenó la película Alatriste, dirigida por Agustín Díaz Yanes y basada en la serie de novelas Las aventuras del capitán Alatriste de Arturo Pérez-Reverte, en la que se recogen en su escena final los momentos últimos de esta famosa batalla. Para su ambientación se utilizó la conocida marcha fúnebre de "La Madrugá", compuesta por el coronel Abel Moreno para la Semana Santa de Sevilla e interpretada curiosamente por el Regimiento de Infantería Ligera "Soria" nº 9, descendiente del que participó en los Viejos Tercios en dicha batalla, que es, además, la unidad más antigua del Ejército Español, y que desde entonces cogió el sobrenombre del "Tercio de la sangre".
Referencias
- ↑ a b c Quesada Fernando, Los mitos de Rocroi, nº 97 de La aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, noviembre de 2006
Enlaces externos
- Relación de los sucesos (...) de la campaña del año 1643, en la Colección de documentos inéditos para la historia de España, vol. LXXV, pags. 417-445.
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