- Comedia de santos
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La comedia de santos es un género teatral surgido en el Siglo de Oro, aunque existen precedentes en el Códice de autos viejos, y se extendió con gran éxito hasta el siglo XVIII.
Con él se dramatizaba la vida de un santo real o de leyenda, o algunos de sus episodios más relevantes (abandono del vicio o del crimen, conversión, martirio, milagros, logro de la santidad) con la intención de dar ejemplo moral.
Las comedias de santos solían encargarlas los ayuntamientos, las cofradías, los nobles devotos etcétera; otras veces la intención era favorecer un proceso concreto de canonización y servir de propaganda, o celebrar su consumación (como la trilogía consagrada por Lope de Vega a San Isidro Labrador). Agustín de Rojas Villandrando explicaba, a comienzos del XVII, los orígenes del género y su enorme éxito:
- Llegó el tiempo que se usaron / las comedias de apariencias, / de santos y de tramoyas / y entre estas, farsas de guerra; / hizo Pero Díaz entonces / la del Rosario, y fue buena / San Antonio Alonso Díaz / y al fin no quedó poeta / en Sevilla que no hiciese / de algún santo su comedia (El viaje entretenido, 1603)
La estructura habitual era cronológica, con escenificación de numerosos pasajes biográficos, y lo que más solía seducir al público era la representación, siempre artificiosa y espectacular, de los milagros, la escenografía y los efectos de tramoya (apariciones de ángeles y demonios, etc.) Algunas se contaminaban demasiado con elementos profanos, a través, por ejemplo, del personaje del lego, o bien hacían demasiado hincapié en los momentos de vicio del pecador arrepentido, por lo que fueron criticadas por los moralistas, aunque también se atacó ocasionalmente su floja exactitud histórica.
En el siglo XVII, tras los primeros ejemplos del canónigo Francisco Agustín Tárrega, Lope de Vega e incluso Cervantes (El rufián dichoso), destacaron en este género Francisco de Rojas Zorrilla (Nuestra señora de Atocha o Los trabajos de Tobías), Tirso de Molina (Santo y sastre), Luis Vélez de Guevara (El lego de Alcalá), Agustín Moreto (El lego del Carmen, San Franco de Sena), Antonio Mira de Amescua (El esclavo del demonio) y sobre todo, Pedro Calderón de la Barca, que se fundó en la anterior de Mira para su El mágico prodigioso, sobre la vida de San Cipriano, entre otras muchas como La devoción de la cruz o El purgatorio de San Patricio. Ya en el siglo XVIII tomaron el relevo José de Cañizares (San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús), Antonio de Zamora (El lucero de Madrid y Divino Labrador), Tomás de Añorbe y Corregel (Princesa, ramera y mártir, santa Afra) y Juan Salvo y Vela (Santa Catalina de Siena). Tras varias censuras en diversos momentos, la representación de comedias de santos y otro tipo de obras religiosas fue prohibida por Fernando VI y llevada a efecto en todos sus extremos por Carlos III, como resultado de la Ilustración: la Real Cédula de 11 de junio de 1765 ordenaba prohibir los autos sacramentales y las comedias de santos y asuntos sagrados.
Fuente
- Javier Huerta, Emilio Peral, Héctor Urzaiz, Teatro español de la A a la Z.. Madrid: Espasa, 2005.
Categoría:- Subgéneros dramáticos
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