- Jerónimo Román de la Higuera
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Jerónimo Román de la Higuera, en otras fuentes Ramón de la Higuera, o Padre Higuera de Toledo (Toledo?, fecha desconocida - 1611) fue un clérigo jesuita y pseudo-historiador español.
En el contexto intelectual de finales del siglo XVI, entre el manierismo y el barroco, propicio a la exageración y lo aparente, y contemporáneamente al descubrimiento de los famosos (y falsos) plomos del Sacromonte, Higuera redactó (1594) unos también famosos Cronicones que presentó como de origen paleocristiano, obra de Flavio Lucio Dextro, Marco Máximo, Heleca, Julián Pérez o Aulo Halo. Incluso antes de su impresión, en 1610, fueron ampliamente divulgados y discutidos en un debate en el que, curiosamente, él mismo intervino desde una posición escéptica. Juan Bautista Pérez, obispo de Segorbe, los consideró falsos (ya en 1595), y Gregorio de Argáiz publicó un estudio en seis volúmenes defendiéndolos (1667-1675). La Censura de historias fabulosas (1652), de Nicolás Antonio parecía acabar de probar el fraude.[1] El Padre Mariana, la mayor autoridad de la época, aunque también escéptico, no los refutó completamente, y siguieron ocupando el tiempo de los eruditos hasta el siglo XVIII en que Gregorio Mayáns[2] todavía tenía que esforzarse en demostrar su falsedad.
Referencias
- ↑ Bruce W. Wardropper, «Don Quijote: ¿ficción o historia?», en G. Haley (ed.), El Quijote de Cervantes, Madrid: Taurus, 1984 (1965), pp. 237-252. citado en Centro Virtual Cervantes:[1] Pretendían haber sido escritos por y otros cristianos primitivos, y contenían afirmaciones importantes y novísimas acerca de la primitiva historia civil y eclesiástica de España. En ellos se crearon a la medida ficciones halagüeñas para revestir hechos reconocidos, como si lo imaginado y lo auténtico estuvieran basados en la misma autoridad. Se inventaron nuevos santos para iglesias mal provistas en el departamento de hagiología; se encontró un origen decoroso a algunas familias nobles, que hasta entonces no habían podido presumir de sus fundadores; y un gran número de victorias y hazañas se insinuaron o se anotaron, las cuales enorgullecieron a la nación entera, tanto más cuanto que hasta entonces nadie había oído hablar de ellas. La creencia en estos engaños fue muy persistente. Todavía en el siglo XVIII algunos escritores archicrédulos seguían citando los libros plúmbeos y los falsos cronicones, pese a la evidencia en contra, como autoridad para apoyar los supuestos hechos históricos. Mientras tanto, la Iglesia de Roma —hacia mediados del siglo XVII— había declarado que los libros plúmbeos eran falsificaciones, y una España obediente tuvo que dejar de aceptar, a desgana, invenciones que habían pasado por historia. Resultó más difícil deshacerse de las crónicas inventadas. Durante casi un siglo se desencadenaban controversias enérgicas respecto a su autenticidad... Si los eruditos estaban perplejos de la enorme cantidad de historia ficticia que salía de las prensas españolas, ¿qué pensarían los legos? Un ingenuo, como el ventero en el Quijote, creía en la exactitud histórica de las supercherías, basándose en que se habían imprimido con autorización real. Un escéptico, como Cervantes, difería el juicio, y consideraba la dificultad que hay en separar el hecho histórico del engaño ficticio.
- ↑ Ilustración y reforma de la Iglesia : Pensamiento político-religioso de don Gregorio Mayans y Siscar Capítulo IV : Falsos cronicones e historia eclesiástica - Formación del espíritu crítico(1699-1781) Gregorio Mayans digital. Bibliografía Serie Menor - Volumen II : Gregorio Mayans y la reforma universitaria : Idea del nuevo método que se puede practicar en la enseñanza de las universidades de España. 1 de abril de 1767 Cuando se publica la Censura de Historias fabulosas de Nicolás Antonio, obra que descubre las falsificaciones de los cronicones hechas por el jesuita Higuera hacía más de un siglo, Mayans peligra. Rozaba asuntos delicados como la venida de Santiago a España. Se le denuncia a la Inquisición, pero con facilidad detiene el golpe; inmediatamente al Consejo de Castilla que decreta el embargo de la edición y de manuscritos de Mayans. De nuevo —por carta, por amistades— Mayans saldría del apuro, en oposición al prepotente cardenal Molina, gobernador del Consejo. Pero la mayoría de los académicos no le siguieron en sus penurias. [2]
J. Godoy Alcántara, Historia crítica de los falsos cronicones, Madrid: Rivadeneyra, 1868.
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