Decena Trágica

Decena Trágica
Decena Trágica
Parte de Revolución mexicana
Decena trágica.JPG
Soldados sublevados en acción durante la Decena Trágica
Fecha 9 - 18 de febrero de 1913
Lugar Ciudad de México
Distrito Federal
Resultado Traición de Victoriano Huerta
Asesinato de:
Francisco I. Madero
y José María Pino Suárez
Beligerantes
República de México Porfiristas, Reyistas y Felicistas
Comandantes
Lauro Villar
Ángel Ortiz Monasterio
Victoriano Huerta
Felipe Ángeles
Félix Díaz
Bernardo Reyes(†)
Manuel Mondragón
Aureliano Blanquet
Victoriano Huerta
Bajas
5500 muertos

Se conoce como Decena Trágica al movimiento armado que tuvo lugar del 9 de febrero al 18 de febrero de 1913 para derrocar a Francisco I. Madero de la Presidencia de México. La sublevación o derrocamiento se inició en la ciudad de México, cuando un grupo de disidentes se levantó en armas comandado por el general Manuel Mondragón y pusieron en libertad a los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz que estaban presos. Posteriormente asaltaron algunas dependencias de gobierno y decretaron estado de sitio.[1]

Al caer herido el general Lauro Villar, defendiendo el Palacio Nacional, Madero nombró en su lugar a Victoriano Huerta.[1] Al paso de los días se solicitó la renuncia de Madero y José María Pino Suárez, lo cual fue rechazado. El 17 de febrero Gustavo A. Madero descubrió que Huerta estaba en arreglos con los opositores y lo llevó ante el Presidente, quien no creyó en sus palabras y lo liberó.[2] Poco después Huerta firmó un acuerdo con Félix Díaz, en su calidad de jefe del ejército federal, consumando su traición destituyendo al Presidente y al Vicepresidente, el acuerdo tuvo lugar en la sede de la Embajada de Estados Unidos en México, con el apoyo del embajador Henry Lane Wilson y es conocido como el Pacto de la Embajada. Ese mismo día Madero y Pino Suárez fueron apresados y obligados a renunciar. El 20 de febrero Victoriano Huerta fue designado presidente mediante una serie de maniobras ilegítimas, por lo que sería conocido como «el usurpador».[3] La revuelta culminó el 22 de febrero con el asesinato de Madero y Pino Suárez.[4]

Contenido

Antecedentes

Cuando Francisco I. Madero llegó a la Presidencia de México mantuvo vínculos con personas afines a Porfirio Díaz; tratando de mantener la estabilidad económica,social y de preservar la inversión extranjera, no realizó grandes reformas en la infraestructura de gobierno; y conservó intacto el ejército federal porfirista, licenciando a las tropas rebeldes.[5] [6] Esto causó que perdiera el apoyo de muchos revolucionarios que consideraban que no se identificaba con las clases marginadas.[7] Los hacendados tampoco estaban contentos ya que esperaban medidas más enérgicas para frenar la revolución campesina zapatista. La prensa lo hizo objeto de críticas que a veces rayaron en la ridiculización, lo que fue debilitando su fuerza política.[8]

Cuando algunos rebeldes lo abandonaron, llamó al general Victoriano Huerta para luchar contra Pascual Orozco y Emiliano Zapata, que se habían levantado en armas. Las élites militares se sumaron a la oposición buscando la oportunidad para derrocarlo, entre los dirigentes de este movimiento estaban el general Bernardo Reyes y el general Félix Díaz, que contaba con el apoyo de los porfiristas en el exilio.[7] Después de romper relaciones con Madero, Bernardo Reyes se refugió en San Antonio, Texas, e intentó organizar desde allá un levantamiento. El 16 de septiembre de 1911 proclamó el Plan de la Soledad, que no consiguió apoyo en Estados Unidos, ni en México. Al ver que su intento resultó fallido, regresó derrotado a México y se entregó voluntariamente el 25 de diciembre de 1911 en Linares, Nuevo León, desde donde fue trasladado a la cárcel militar de Santiago de Tlatelolco.[9] Félix Díaz encabezó otro levantamiento en Veracruz el 16 de octubre de 1912, este con la intención de restablecer el antiguo régimen, pero fue contenido rápidamente por las fuerzas federales y encarcelado en la Penitenciaría de Lecumberri.[10] Madero decidió no ejecutarlos.[11]

Los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz, acompañados del empresario Cecilio Ocón, se reunieron en octubre de 1912 en La Habana, Cuba. Su intención era organizar una conspiración para derrocar a Madero, por lo que más tarde visitaron en la cárcel a Reyes y a Díaz, quienes estuvieron de acuerdo con los planes. Reyes propuso convocar a Huerta a participar en el movimiento, pero él rechazó la invitación porque consideraba que no era el momento adecuado.[1]

Por otro lado, el gobierno de Estados Unidos no estaba de acuerdo con la política interna de Madero. Las huelgas, los reclamos por los derechos de los trabajadores y las peticiones de las clases acomodadas de restringir la entrada de capital extranjero, afectaban a muchas de sus compañías. Se dio inició a una campaña contra el gobierno mexicano evidenciada en la prensa estadounidense y en las quejas de su gobierno por la falta de seguridad para sus ciudadanos radicados en México y por una supuesta «discriminación» sufrida por estos y sus empresas.[12] El embajador Henry Lane Wilson resentido con Madero, a quien había solicitado un «subsidio económico decoroso» —solicitud que había sido rechazada—,[13] contribuyó en gran parte a incrementar la presión, difundiendo noticias alarmantes y sugiriendo al presidente William Howard Taft, la necesidad de una intervención armada o incluso derrocar al régimen maderista.[12] [14]

La sublevación

La sublevación inició la madrugada del 9 de febrero de 1913 en la ciudad de México, cuando un grupo de cadetes de la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan y la tropa del cuartel de Tacubaya se levantaron en armas, comandados por los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz, se dirigieron a Santiago Tlatelolco y a Lecumberri, donde pusieron en libertad a los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz.[15] [16] Un grupo de opositores, con Reyes a la cabeza, se dirigieron a Palacio Nacional, a su llegada al Zócalo los esperaba una línea de tiradores. El general Lauro Villar encargado de la defensa salió a recibirlo y frente a la presencia de una multitud de curiosos Reyes le solicitó que se rindiera. Ante la negativa de Villar, Reyes intentó irse encima de él en su cabalgadura, lo que desató una profusión de disparos. En este combate murió Bernardo Reyes, entre 805 víctimas, mientras que Lauro Villar salió herido.[16] Díaz y Mondragón se refugiaron en la fortaleza denominada La Ciudadela —instalación estratégica del ejército federal, ya que era un depósito de armas y municiones, pero pobremente fortificada—, que fue tomada a traición. El general Ruiz que llegó tarde a la escena del combate fue arrestado y posteriormente ejecutado.[11]

Madero que se encontraba en el Castillo de Chapultepec fue informado por télefono de lo sucedido, alrededor de las 7 a. m.,[17] por lo que salió rumbo al Palacio Nacional, custodiado por cadetes del Colegio Militar y gendarmes de la capital que habían sido congregados para su defensa por el licenciado Federico González Garza —gobernador del Distrito Federal—, acompañado por miembros de su gabinete y amigos, en lo que se denominó la «Marcha de la Lealtad».[17] [18] [19] Durante el trayecto, el presidente se encontró con Victoriano Huerta, que había sido avisado de los acontecimientos, y lo nombró comandante militar de la plaza, en sustitución del general Villar, que fue herido durante el combate.[11] [20] Este hecho sería considerado más adelante un lamentable error.[11] Al llegar a Palacio, el presidente estructuró la defensa, mandó llamar a varios cuerpos militares y decidió ir personalmente a Cuernavaca a buscar a Felipe Ángeles y a sus tropas, que se encontraban combatiendo a Emiliano Zapata.[21]


El 11 de febrero Huerta se entrevisto en secreto con Díaz, acordando entre ambos simular que los sublevados de la Ciudadela estaban cercados y planear el derrocamiento de Madero, tratando de causar el menor número de bajas entre sus seguidores.[22] Mientras tanto les permitió el paso de alimentos y suministros.[11] En los siguientes días, la táctica de la tropa felicista consistió en disparar gran parte de las granadas almacenadas, al parecer con la finaldad de producir un efecto propagandístico, para atraer la atención y posible intervención estadounidense.[23] Huerta dirigía a las tropas que eran fieles al presidente, por zonas previamente establecidas con Díaz, mandándolos al suicidio, al mismo tiempo protegió a sus incondicionales. Estas escaramuzas causaron muchas víctimas civiles entre los vecinos de la Ciudadela.[24] [25] El embajador Wilson, que apoyaba los planes, estuvo enterado desde el principio de este convenio y lo notificó al gobierno de Estados Unidos. Además para desacreditar al gobierno mexicano y a los embajadores latinoamericanos que estaban a favor de Madero, trató de intranquilizar a parte del cuerpo diplomático europeo —compuesto por el contralmirante Paul von Hintze de Alemania, Francis W. Stronge de Inglaterra y Bernardo J. Cólogan y Cólogan de España— para que le ofrecieran su respaldo.[24] Con el apoyo de una parte del cuerpo diplomático solicitó al gobierno substituir en el control del orden en la capital, a los soldados por la policía, ya como diría más tarde Manuel Márquez Sterling, ministro de Cuba, esta medida le resultaba muy conveniente:

[...] el personal policíaco era de la época de Don Porfirio Díaz, así se marginaba a los soldados revolucionarios y se les daba todo el mando a la policía porfirista que apoyó en gran medida el Cuartelazo.[26]

Aunque los sublevados estaban sitiados, haciendo obvio que el levantamiento había fracasado, el objetivo de todo esto era hacer sentir incertidumbre entre la población, así como temor de una posible intervención estadounidense, haciendo necesario un "golpe de estado" para alcanzar la paz, que en apariencia, el gobierno de Madero no lograba conseguir.[27]

El 14 de febrero, el general Aureliano Blanquet, que se encontraba en Toluca combatiendo al zapatismo al mando del 29° Batallón, llegó a la periferia de la Ciudad de México y permaneció allí por órdenes de Huerta.[28]

Gustavo Adolfo Madero —hermano del presidente— y Jesús Urueta descubrieron el 17 de febrero que Huerta estaba en tratos con Félix Díaz y sus tropas, en lugar de combatirlos. Gustavo detuvo a Huerta y lo llevó ante Madero. Frente al presidente, Huerta negó ser participe de la conspiración y se comprometió a capturar a los rebeldes en 24 horas. Sin tomar en cuenta que Huerta había tenido relaciones con Díaz y Reyes en la época del porfirismo y de los rumores de que intentaría derribar al gobierno, Madero lo liberó y le concedió las 24 horas que solicitó para comprobar su lealtad.[2]

Madero le creyó a Huerta y para que ambos personajes limaran asperezas los persuadió para reunirse en un restaurante lo que se concretó en una cita.

La mañana del 18 de febrero Huerta y Gustavo Madero se reunieron para almorzar en el restaurante Gambrinus

Finalmente, el 17 de febrero, Madero, el vicepresidente José María Pino Suárez y Felipe Ángeles (a quién más tarde dejaría libre), fueron hechos prisioneros. Mientras tanto, el embajador Henry Lane Wilson intrigaba en contra del gobierno mandando insinuaciones de que sólo se podría evitar la intervención armada de los Estados Unidos con la renuncia de Madero. El papel de Wilson durante este episodio fue deplorable: hacía ostentación ante miembros del cuerpo diplomático de conocer los proyectos desleales de Huerta y notificó al Departamento de Estado de Estados Unidos que los rebeldes habían aprehendido al presidente y vicepresidente, hora y media antes de que esto sucediera. (La conocida participación de Wilson bien podría deberse, entre otros motivos, a promesas petroleras incumplidas por Gustavo A. Madero a quien el embajador llamaba "pillo").

Cuando Madero y Pino Suárez fueron hechos prisioneros, Wilson ofreció a Huerta y a Félix Díaz el edificio de la embajada norteamericana para que llegaran a acuerdos finales, en lo que se llamó el Pacto de la Ciudadela, para hacer creer que había sido firmado ahí, y conocido popularmente como pacto de la embajada. En este pacto se desconocía al gobierno de Madero y se establecía que Huerta asumiría la presidencia provisional antes de 72 horas, con un gabinete integrado por reyistas y felicistas; que Félix Díaz no tendría ningún cargo para poder contender en las futuras elecciones; que notificarían a los gobiernos extranjeros el cese del ejecutivo anterior y el fin de las hostilidades.

Al Pacto de la Ciudadela siguió la tortura y asesinato de Gustavo A. Madero, hermano del presidente. A éste le arrancaron el único ojo que tenía, lo patearon, lo humillaron, lo golpearon continuamente hasta matarlo. Aún después de muerto continuaron maltratando su cadáver.

A Pino Suárez, Madero y su familia el embajador de Cuba les había comunicado el ofrecimiento de darles asilo político de parte del gobierno Cubano. Cuba había dispuesto una embarcación en Veracruz para tal fin.

Las condiciones que puso Madero para firmar su renuncia fueron entre otras que se le permitiera su exilio y se respetase a su familia.

Francisco Madero y Pino Suárez se encontraban encerrados en la intendencia de Palacio Nacional. Victoriano Huerta persuadió al Ministro de Relaciones Exteriores de Madero, Pedro Lascuráin de que consiguiera del presidente y del vicepresidente su renuncia. Huerta le había prometido a cambio respetar la vida de ambos. Huerta hizo saber a Lascuráin su plan: al renunciar Madero y Pino Suárez, Lascuaráin como Ministro del Exterior sería nombrado presidente, inmediatamente él debía nombrar a Huerta Secretario de Estado del Despacho de Gobernación para después renunciar y así quedar este como presidente legal de México. Lascuráin pidió a Huerta garantías de su palabra de respetar a los presos y éste con una imagen de la Virgen de Guadalupe que dijo le había dado su madre desde su infancia y que conservaba desde entonces, juró por esa imagen a Lascuráin que cumpliría con su palabra.

Lascuráin visitó a los presos e informó del ofrecimiento de Huerta. Madero y Pino Suárez le entregaron su renuncia. Un tren especial los llevaría a Veracruz y de ahí tomarían el barco dispuesto por el gobierno Cubano hacia ese país. Todo había sido arreglado conforme a este ofrecimiento.

Después se presentaron las renuncias del presidente y vicepresidente ante un Congreso reunido en sesión extraordinaria y que para simular el quorum se tuvo que llamar a los suplentes. El Congreso dudó de la autenticidad de las firmas pero Lascuráin comunicó que él mismo había sido testigo de ellas, por lo que su honorabilidad valió para que en la votación que se llevó en el Congreso para dar validez a las firmas resolviera a favor del documento. El Congreso nombró presidente a Pedro Lascuráin, que había sido Ministro de Relaciones Exteriores de Madero, quien a su vez como único acto de gobierno -y de acuerdo al pacto- nombró a Victoriano Huerta Ministro de Gobernación para inmediatamente renunciar, y dejar a Huerta como presidente provisional legal de México.

Desde su aprehensión, Madero y Pino Suárez permanecieron en el Palacio Nacional, esperando en vano un tren que los conduciría al puerto de Veracruz, de donde se embarcarían a Cuba, cuyo embajador Manuel Márquez Sterling hasta se había quedado a dormir "en zapatos" en su improvisada habitación, al exilio. De nada sirvieron las gestiones de sus familiares, amigos, los ministros de Cuba, Chile y Japón, ante Wilson para que hiciera valer la influencia que tenía sobre Huerta, ya que el embajador les respondió que él, como diplomático, no podía interferir en los asuntos internos de México. El embajador de Cuba había ido a visitar a los prisioneros y ante el temor de Pino Suárez de ser asesinados pasó la noche con ellos. Madero tenía mejor humor y motivó a los presentes para pasar una velada agradable. Pino Suárez dijo que al ya no serles de utilidad a Huerta, serían asesinados. Escribió una carta a su amigo Serapio Rendón donde le pedía velar por sus hijos y consolar a su esposa. Sarita, como se conocía a la esposa de Madero, tenía protección de la delegación japonesa. Ella había ido a entrevistarse con el embajador norteamericano para abogar por la vida de su esposo. El embajador le comentó que él le había advertido a Madero mucho tiempo atrás que eso pasaría y que ahora pagaba las consecuencias de su mal gobierno. Al final dijo a Sara que no se preocupara, que no le pasaría nada a Madero.

El 22 de febrero Madero recibió en su prisión improvisada la visita de Sara -su esposa- y de su madre. La madre de éste informó a Francisco de la muerte de su hermano. Su esposa luego trató de reconfortarlo y motivarlo para pensar en una vida tranquila en París, luego se dieron un beso y soltó en llanto Sara. A las 22:00 los mandaron a acostarse para que a las 22:20 los despertásen con la noticia de que serían trasladados, Madero preguntó al guardia por qué no se les había informado antes para estar vestidos, pero no le respondió. Bajo órdenes del general Aureliano Blanquet, confirmadas por Huerta y Mondragón, se trasladó a ambos en ese momento y en distintos coches a la Penitenciaría de Lecumberri.

Personas en la Ciudadela durante la Decena Trágica.

Al momento de llegar a Lecumberri (y resumiendo) se desviaron los coches hacia un lado de la penitenciaría, Francisco Cárdenas, el hombre encargado de asesinar a Madero, lo ordenó: «Baje usted, carajo» y ante la negativa de este, le disparó en la cabeza, muriendo en el asiento del coche. Por su parte, Pino Suárez, custodiado por Rafael Pimienta, igualmente se niega a bajar al oír el disparo, pero Pimienta le apunta con la pistola, haciendo que Pino Suárez intente huir corriendo pero Pimienta le alcanza a disparar, ya caído, Cárdenas le ordena a Pimienta matarlo, pero este se resiste y lo acaba matando el mismo Cárdenas.

Véase también

Referencias

Notas

  1. a b c Bolívar Meza, p. 2
  2. a b Bolívar Meza, p. 3
  3. Bolívar Meza, p. 4
  4. Bolívar Meza, p. 5
  5. Gonzales, p.91
  6. Pérez López-Portillo, p. 208
  7. a b Gonzales, p. 92
  8. Bolívar Meza, p.1
  9. Aguilar Camín y Meyer, p. 24
  10. Pérez López-Portillo, p. 210
  11. a b c d e Gonzales, p. 94
  12. a b Flores Torres, pp 214—215
  13. Domínguez Aragonés, Edmundo (1 de febrero de 2009). «Historias Extraordinarias: El asesinato de Madero y Pino Suárez; La conspiración y el cuartelazo». La revolución social en México (1960) de Manuel González Ramírez, citado en El Sol de México: En la web de la Organización Editorial Mexicana. Consultado el 16 de mayo de 2010. «En diciembre de 1911 Wilson se presentó en casa de Rafael Hernández, secretario de Gobernación, y le dijo:"Señor, mucho le agradecería su valiosa intervención ante la Presidencia de la República para que se me asigne la cantidad de 50 mil pesos al año, porque mi sueldo de embajador no me produce lo suficiente para sostenerme con el boato que es necesario gastar en mi posición. El señor presidente don Porfirio Díaz me asignaba un subsidio mensual decoroso, e igual cosa espero del señor presidente Madero". El presidente Madero se negó a otorgar aquel "subsidio" a un representante de un gobierno extranjero: "Tal acto es traición a la patria", le precisó a Hernández.».
  14. Flores Rangel, p. 327
  15. Flores Rangel, p. 328
  16. a b Pineda Gómez, p. 198
  17. a b De Zayas Enriquez, p. 71
  18. «Marcha de la lealtad (1913)». Bicentenario.gob.mx. Consultado el 16 de mayo de 2010.
  19. «9 de febrero de 1913 Marcha de la lealtad». Sedena.gob.mx. Consultado el 16 de mayo de 2010.
  20. López-Portillo, p. 212
  21. Flores Rangel, p.329
  22. Flores Torres, pp.218—219
  23. Pineda Gómez, p. 199
  24. a b Flores Torres, p.218
  25. De La Pedraja Tomán, p. 180
  26. Flores Torres, p.220
  27. Pineda Gómez, p. 200
  28. Díaz Zermeño, p.67

Bibliografía


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