- Diego Caballero
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Diego Caballero
Diego Caballero, explorador y funcionario al servicio de la Corona española en el área del Caribe y en las islas de Venezuela.
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Biografía
Natural de Guadalupe (Cáceres), donde nacía a finales del siglo XV y era hijo de Pedro Caballero y Catalina de Villegas. A primeros de marzo de 1517, aprovechando que su primo Hernando Caballero era alcalde de Santo Domingo, obtenía permiso para emigrar a la isla antillana en compañía de su hermano Alonso. Como su familia era de ascendencia hidalga y contaban con buena posición económica, los dos hermanos habían recibido una excelente formación educativa que les valdría para destacar y ocupar cargos administrativos en la isla antillana.
Algún tiempo después, Diego ocupaba el cargo de escribano en la Real Audiencia de Santo Domingo, para entonces y debido a su ocupación, su influencia comercial y política abarcaba toda la costa de Tierra firme, desde el Golfo de México hasta Santa Marta, y desde Santa Marta hasta la isla de Trinidad. Hombre de extraordinarias dotes, además de verse favorecido con la distinción de Caballero Veinticuatro de Sevilla, era contador y mariscal de la Española, donde hacía y dirigía algunos negocios particulares.
Con este bagaje político y de relaciones personales, añadido a sus cualidades y a su acertada visión comercial, pasado algún tiempo, Diego dejaba los cargos institucionales y se dedicaba enteramente al comercio y al transporte marítimo entre ambas orillas del Atlántico.
Tratante
Pero paralelamente a la actividad administrativa y relacionista que había ejercido anteriormente, sus principios “comerciales” no fueron muy decorosos, ya que obtenía licencia real, para que bajo la inspección del Oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo, aprestase una armada y se dedicase a rescatar (esclavizar indigenas) en las costas venezolanas, comprendidas entre los cabos de San Román y de la Vela, en una extensión de unas 100 leguas, además de ejercer ese indigno "comercio" en las islas adyacentes.
Parece ser que al año siguiente dejó esta censurable actividad, por miedo a las Leyes de Indias, o por remordimientos de conciencia, entonces Caballero se desentendía de rescatar pertenencias valiosas de los indigenas y de enviar a rescatar (cazar indigenas) en en las costas venezolanas, puesto que por expresas indicaciones de la Corona, Diego Colón y el licenciado Rodrigo de Figueroa, autorizaban a Juan de Ampíes para que ocupara la costa venezolana de Santa Ana de Coro y las islas de Aruba y Curaçao con el objeto de proteger y pacificar a los indígenas, además de evangelizarlos y encauzarlos a una vida organizada.
Armador y comerciante
Después de la censurable actividad esclavista, Diego Caballero rectifica su conducta y monta buena estructura comercial en varios puntos de las costas caribeñas. Se hace con el control de algunas pesquerías de perlas, adquiere cuatro barcos, a su hermano Alonso lo envía a Sevilla y lo nombra su corresponsal y factor; y con esta organizada estructura, el tal Diego comenzaba a crecer rápidamente con el envío a Sevilla de maderas finas, productos variados, metales preciosos y las apetecidas perlas que abundantemente se conseguían en las islas caribeñas de Cubagua y Margarita.
Al regreso, los barcos iban cargados con productos, tejidos y utensilios de España para las necesidades de los que habitaban en las colonias americanas. Como la estructura comercial seguía creciendo y necesitaba gente de confianza que les administrase las diversas factorías, aprovechando los frecuentes viajes de sus barcos, se llevó a muchos de sus coterráneos, entre ellos a un sobrino, Francisco Caballero, que lo encargó de la pesquería de perlas que tenía en Cabo de la Vela.
Altas aspiraciones
Puesto que la gerencia de sus negocios la tenía bien organizada y en manos competentes de amigos y familiares, le sobraba el tiempo y empezaba a aburrirle la rutina del comercio marítimo; y como hombre de mando, codicioso de poder y buscador de metas de mayor altura, Diego Caballero oteará otros horizontes de mayor envergadura que le den prestigio, fama y mayores ganancias económicas
Ante esas miras, su capacidad creativa y sus inquietudes colonizadoras lo llevarán a incursionar en la alta política y el 4 de agosto de 1525 firmaba capitulaciones con Carlos I de España para la exploración, conquista y explotación del territorio correspondiente a la Provincia de Venezuela, desde el cabo San Román hasta el Cabo de la Vela.
Pero como en la Sevilla del siglo XVI ya existía el espionaje comercial, los astutos factores que tenían los Fúcar y los Welser en la capital hispalense, ven con avaricia los buenos negocios indianos de los hermanos Caballero, toman nota, pasan información y los alemanes se apresuran a mover los hilos de influencias amistosas. Se interpusieron los Welser, que eran más poderosos que los extremeños Caballero, y Diego se quedó sin su ansiada gobernación, con lo que, en línea sucesoria, se hubiera convertido en el segundo gobernador de Venezuela.
Sigue creciendo
Aunque en sus entrañas, Diego cargara la desilusión de no haber sido gobernador, no parece afectarle esta contrariedad ya que de repente incrementa el volumen de sus inversiones de forma asombrosa. Aumenta la flota de barcos, abre otras rutas de comercio marítimo, pone en marcha nuevas explotaciones de perlas en Cubagua, Cabo de la Vela y en Panamá y su emporio comercial sigue ascendiendo vertiginosamente.
La Santa Madre Iglesia, siempre vigilante y preocupada por la salvación de las almas y el respeto que debe guardarse a la población indígena desde que se promulgaron las Leyes protectoras, reclamará mejor trato para los indefensos buceadores, y Diego, como “buen cristiano”,manda que sus pescadores oigan misa antes de bucear y que los casen con las mujeres de la tierra, porque estarán más seguros, además de que no ofenderán a Dios y poblarán la tierra. Singular y gratuita manera de aumentar el número de buceadores.
Para coronar su “preocupación cristiana” por el bienestar de sus buceadores, Diego ordena que a su “rebaño perlero” se le de, además de buena comida, medio cuartillo de vino diario, camisas, calzones y hamacas, o lechos de paja, para dormir cómodamente, y que no les falte de nada para que Dios y los hombres se vean servidos.
A descansar
Cuando llegó a la ancianidad, consideró conveniente retirarse de la actividad comercial, y con el producto de sus enormes ganancias indianas, holgadamente vivía en Sevilla, donde era querido y respetado. Quizás le remordiera la conciencia por tanto buceador que perdió la vida sacando perlas, y se dedicaba a dar limosnas y a promover obras benéficas para favorecer a los pobres.
Y para su descanso espiritual y satisfacer sus deudas morales, cada año cumplía con la promesa de visitar el Santuario de Guadalupe en su añorada Extremadura, para agradecer a la Virgen lo que había conseguido y pedirle por los suyos y por la salvación de su alma.
Recordando las aventuras de sus inicios esclavistas, la forma de como había amasado tantos ducados indianos sin haber encontrado el mítico Dorado, pidiendo a Dios que perdonase sus pecados y rezando por el alma de sus buceadores, el 27 de noviembre de 1560, entregaba la suya en la apacibilidad y en el descanso económico que ahora le brindaba Sevilla.
Bibliografía
- ”Las perlas del Caribe: Nueva Cádiz de Cubagua”, Enrique Otte, Fundación “John Boulton”, Caracas 1977
- ”Recopilación historial de Venezuela”, fray Pedro de Aguado, Tomo I, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Venezuela.
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