El hombre en busca de sentido

El hombre en busca de sentido

El hombre en busca de sentido

El hombre en busca de sentido
Título original Ein Psychologe erlebt das Konzentrationslager
Autor Viktor Frankl
País Flag of Germany.svg Alemania
Idioma Alemán
Género Psicología
Formato Impreso

El hombre en busca de sentido (título original alemán Ein Psychologe erlebt das Konzentrationslager) es un libro escrito por el psiquiatra austriaco Viktor Frankl, publicado en Alemania en 1946. En inglés se editó con los títulos From Death-Camp to Existentialism en 1959 y Man´s Search for Meaning en 1962.

Contenido

Sinopsis

El libro se nos presenta dividido en dos partes: Un psicólogo en un campo de concentración y la Logoterapia.

Un psicólogo en un campo de concentración

En la primera de éstas Viktor Frankl, prisionero de un campo de concentración (Auschwitz) nos presenta como será el desarrollo de la obra, haciendo hincapié en analizar la psicología del día a día en estos centros de detención.

Es destacable durante este comienzo la selección primaria que se le realizaba a los prisioneros, para determinar aquellos que exentos de escrúpulos y honestidad eran designados como guardias “kapos” (cuya crueldad, en ocasiones, era mayor a los de la SS) . También distingue como cada ser humano perdió parte de su identidad, autenticidad y personalismo al ser diferenciado uno del otro con un número.

Durante el encierro en los campos de concentración, el autor distingue tres fases en el transcurso de la psicología de un prisionero.

Primera fase: Internamiento en un campo

Esta primera fase podría llegar a durar unos primerizos días. El primer síntoma que sufría un prisionero al ser internado era un estado de shock, producido por desconocer cual sería su situación, que le depararía su incierto destino. Luego los atravesaba un estado conocido como “ilusión del indulto” en el que cada uno de los internados tenía la última esperanza de que serían indultados o que en el peor de los casos, su estadía no sería tan mortuoria y que toda aquella pesadilla iba a finalizar de buena manera.

El autor nos cuenta luego como atravesaban la primer selección entre aquellos que servirían para trabajar, es decir, sobrevivirían momentáneamente y aquellos destinados a ser aniquilados en los hornos o cámaras de gas. Paso siguiente los prisioneros atravesaban una desinfección en la que eran despojados de todas sus pertenencias, afeitados y bañados con duchas frías.

Esta situación hizo que los prisioneros tomen la conciencia de tener una “existencia desnuda” despojados de todo y adopten dos primerizas sensaciones, el humor macabro de reírse de su propia desgracia y la curiosidad de imaginar que ocurriría si se hiciera tal acción con su posterior efecto. La aptitud siguiente que adoptaron fue la de abandonar goces o objetos que se creían imprescindibles, la necesidad cada vez se iba acercando más a lo trivial, al igual que el deseo. En sus cabezas también estaba presente la idea del suicidio, aunque cuando el prisionero evaluaba sus posibilidades concluía que a la larga terminaría muerto, por eso se le perdia el miedo a la muerte. Y nació en ellos debido al shock, una lógica depresión.

Segunda fase: La vida en el campo

Luego de los primeros días en el campo la psiquis del prisionero avanzaba hacia una segunda fase en la que la apatía ganaba terreno ante todo. Sumada a esta se encontraba una fuerte nostalgia y el rechazo hacia la fealdad.

Los internados se mostraban atónitos e indiferentes ante los castigos que recibían y ante las atrocidades cometidas a otros, se volvían sencillamente “seres de sangre fría” que carecían de emocionalidad, siguiendo la idea de que “ya nada importa”. Estos mecanismos le servían como coraza para afrontar el entorno y la realidad.

A pesar de lo que se pensaría comúnmente, no eran los golpes lo que más dolían sino el insulto que los seguía, ya que este producía una sensación de bajeza, de desprecio, de indignación, de humillación.

La presión diaria, tanto física como psíquicamente, hizo que los sueños sean la pantalla que mostraba los deseos, ilusiones y las recónditas emociones de los prisioneros. En líneas generales los mayores anhelos oníricos eran satisfacciones primarias, como es el caso de alimentos o de un refugio placentero.

La mala alimentación a la que eran sometidos hizo que la comida resultara un tema sobre el que girara la mente. El hombre, también es un animal y por lo tanto instintivamente va a tratar de conseguir aquello que lo satisfaga y le posibilite sobrevivir. Era muy frecuente que se escuchara hablar de deliciosos platos y de finas recetas. No obstante, la realidad consignaba un trozo mínimo de pan, una aguada sopa y como resultado el cuerpo se empezaba a digerir a si mismo. A tal punto se adueño el hambre de ellos, que solían tener grandes dilemas (externos e internos) acerca de que hacer con la ración diaria.

Pese a la regresión hacia la animalidad que tuvieron, la vida espiritual se pudo desarrollar. Esa capacidad de abstraerse les permitía refugiarse en un mundo interior, huyendo de vacíos, desolaciones. Las pequeñas cosas de la vida pasada ahora eran un torrente cargado de matices. También el hecho de pensar en un ser querido ungía de un escudo capaz de soportar los más penosos sufrimientos. Se podía seguir amando más aún a esa persona sin la necesidad de la persona física. Como dice una canción de ataque 77 “Pero el amor es más fuerte”.

Otro factor que se evidenció en los prisioneros fue que se produjo una mayor apreciación de la belleza del arte y de la naturaleza, fácilmente explicable ya que ellos buscaban contrastar a todo lo horroroso que resultaba el campo de concentración. En cuanto al arte se producían sátiras de la obstinada vida que arrancaban alguna risa con el objetivo de escaparle a los problemas. Hasta los deplorables kapos incurrían en él. El humor también aparecía (un humor acorde a la circunstancia) ayudando a practicar como lo define el autor “el arte de vivir”.

Ocurrió también que lo más efímero se convirtió en placentero. Así hechos como poder despiojarse, poder comer un poco más de la ración, o ser trasladado a otro grupo de trabajo “más liviano” alimentaban una felicidad parcial.

La carencia de dignidad, un entorno cruel y castigador, produjo la desaparición de la voluntad y una total crisis en la que los valores morales habían desaparecido. Ya cada persona no coincidía el concepto de individualidad sino que era un poco más del montón de “carne humana” que sólo esperaba ser conducido. La añoranza de estar solo con uno mismo, con su intimidad, con su torbellino de ideas se convertía en un gran deseo que el ambiente del campo no favorecía.

Día a día la vida carecía cada vez más de valor, el alrededor ya no importaba y sólo se estaba a merced de poder borrarse de una lista para conseguir sobrevivir otro tiempo más. La irritabilidad se hacia presente debido a la falta de sueño y a la ausencia de cafeína y nicotina.

El autor señala su experiencia de la última voluntad (de que se comuniquen con su esposa) y cuenta como viajó con un grupo de enfermos a un campo de reposo. A continuación señala que el miedo a tomar decisiones era otra característica del prisionero, ya que adoptaba una postura determinista y relata como una vez, ya con el frente de batalla acosando al campo, desistió de fugarse compadeciéndose de los enfermos que rogaban su presencia. Llegado el último día en el campo, las autoridades ordenaron su evacuación, se endureció los controles por la fuga y rondaba la idea de incendiar a éste. Cuando el psiquiatra se decidía a huir por segunda vez, la Cruz Roja llegó a éste y quedaron bajo su protección.

El psiquiatra rechaza la idea de que el hombre sea un ser moldeado y determinado por su entorno. Propone que a pesar de tensiones psíquicas e indigencias físicas el hombre puede conservar su libertad interior, la posibilidad de elección de la aptitud personal Otro punto para destacar es que en el campo de concentración los individuos sufrían una existencia provisional en la que el hecho de no saber cuanto duraría el encierro los alejaba de una posibilidad de plantearse una meta u objetivo provocando la caída de su estructura psíquica. La noción del tiempo también se veía fuertemente afectada. Concluye lo siguiente: “La libertad interior le confiera a la existencia una intención y un sentido.”

Cualquier aspecto de la existencia conserva un valor significativo, y en el caso de un prisionero del holocausto eso significaría aceptar al sufrimiento como parte de ese sentido porque como dice el autor, se convierte en “su única tarea”. Una persona no debe quedarse en preguntarse por su sentido de vida, sólo debe asumir la responsabilidad que su existencia le plantea a cada instante de la vida.

Para finalizar esta etapa en la psicología del prisionero, el capítulo analiza el perfil psicológico de los guardias. En general eran sádicos, egoístas, brutales, macabros, cínicos y de corazones fríos. También se destaca que algunos de ellos diferían de esta clasificación siendo personas compasivas. Esta característica de polaridad que se presentaba deja la conclusión que el ser humano es el ser que decide quien ser.

Tercera fase: Después de la liberación

Al ser liberados los prisioneros atravesaron un estado llamado “despersonalización” ya que el hecho de ser libres les parecía no real, fantástico, parecido a un sueño. Tanta añoranza por ser libres y sufrir desilusiones que temían que esta vez fuera así de vuelta. Los prisioneros ya habían perdido la capacidad de ser felices.

Otra característica fue el desahogo por medio del habla. El autor describe como sentían una fuerza interna de hablar, de sacar los sentimientos que se ubican en lo más recóndito de cada uno de ellos, necesitaban dar a luz toda la represión acumulada.

El hecho de sufrir una regresión primaria en su psicología hizo que los cautivos liberados sintieran una pérdida de moral y escrúpulos justificada en las atrocidades sufridas por ellas. Así se producía un abuso de la libertad y un deseo de venganza.

Por último los prisioneros sufrieron: amargura producida al reintegrarse a sus vidas pasadas y recibir tenues recibimientos y desilusión, ya que un hombre que sufrió tantos años veía la posibilidad de que todavía se podía seguir sufriendo más y más.

La logoterapia

La logoterapia es la Tercer Escuela Vianesa de Psicoterapia (las otras, Freud y Adler) que se centra en el sentido de la existencia humana y en la búsqueda del sentido por parte del hombre. Su ideal máximo es que la mayor fuerza motivante en el hombre es encontrar su sentido.

Nociones básicas

La búsqueda del sentido es una fuerza primaria. A través de ese fin el hombre satisface su propia voluntad, por lo tanto toda persona necesita “algo” por que vivir. El impulso moral o religioso no es sentido de vida ya que no lo empuja sino que tiran de él.

La frustración existencial se produce cuando el hombre fracasa en su búsqueda de sentido. Se puede presentar en forma de neurosis pero no psicógenas.

Las neurosis noógenas surgen por problemas existenciales y no de conflictos de impulsos e instintos. La logoterapia es la indicada para tratar a éstas ya que ahonda en la dimensión espiritual del hombre. Su objetivo es ayudar al paciente a encontrar el sentido oculto que tiene en su existencia.

En la búsqueda del sentido se produce una tensión interior, entre lo que uno a logrado y lo que le queda por conseguir. Sin embargo, ésta ayuda a mantener la salud psíquica. A esto se lo conoce como noodinámica, a la dinámica dentro de las tensiones, de lo que representa el sentido a consumar y lo que se ha cumplido.

El vacío existencial se produce ante la carencia de plan de vida. La pérdida de tradiciones, el conformismo, el totalitarismo y la obligación a “elegir” lo alimentan. Se manifiesta en el constante estado de aburrimiento. En este siglo, el tiempo conquistado no se sabe en que emplear y sirve como otro elemento que hace que el vacío sea más masivo. El suicidio y todo desenfreno libidinoso son a lo que lleva este fracaso espiritual.

El sentido de vida del ser humano se haya en su capacidad para responder a las demandas que la vida le plantea en cada trajín particular. Cuanto más el hombre se olvida de sí mismo, se vuelve más humano y perfecciona sus habilidades.

El sentido de la vida se puede realizar también a través de otros modos como son el amor y el sufrimiento.

Mediante el amor se puede profundizar sobre otro ser humano, se potencian habilidades ocultas, y se contempla la potencialidad de lo que aún está por develarse. En

En cuanto al sufrimiento, cuando uno se enfrenta ante un destino ineludible y lo acepta, la aptitud conlleva que tal sufrimiento lo deje de serlo ya que se le encuentra un sentido a la vida.

El suprasentido es aquel sentido, que excede la capacidad intelectual del hombre.

La logoterapia utiliza una técnica para el tratamiento de los temores neuróticos llamada “intención paradójica” en la cual se hace que el paciente realice precisamente lo que teme.

La neurosis colectiva más frecuente de este siglo es el vacío existencial. Cada época tiene su propia neurosis y cada uno necesita de su psicoterapia para vencerla.

Finalizando el libro el autor realiza una crítica al pandeterminismo que es el hecho de tener una visión de no asumir responsabilidades ante la circunstancia. El hombre es un ser que no está plenamente determinado ya que es él quien decide si cede ante la circunstancia o las rechaza. En fin, se determina a sí mismo, decide como será su existencia. Siguiendo esta línea de razonamiento cada ser humano puede cambiar a cada instante.

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