Mono machín (leyenda awajún)

Mono machín (leyenda awajún)

Los viejos aguarunas (awajún), cuentan que antiguamente el mono blanco de la selva amazónica, el Mono Machín, vivía entre ellos. El Mono Machín era un hombre, que tenía la habilidad especial de hablar con las piedras, los cerros y las plantas.

Cierto día la tranquilidad de los aguarunas se vio amenazada por el malvado Iwa, monstruo que se comía a los hombres y que había devorado ya a tres familias. Los aguarunas temían que los atacara y destruyera sus casas. Enterado de los que sucedía, Machín se decidió enfrentar a Iwa. Para ello preparó un plan. Muy temprano levantó a dos cerros a los lados del habitual camino de Iwa y se dispuso a esperarlo.

Cuando Iwa llegó lo increpó

-Nieto, ¿qué haces?. Me estás dando mala suerte.

Sin hacerle caso Machín le respondió: Mira la cima del cerro.

-Veo un árbol cargado de frutas.

A lo que Machín presuroso añadió: Espérame un momento abuelo Apach, ahora mismo te bajaré una de esas frutas.

Cuando Machín le dio la Fruta Iwa tomo un bocado con cuidado y exclamó: ¡Qué rica es!, ¿Podrías darme más?.

Gustosamente Machín le dio tres caimitos y le dijo: Apach, llévaselos a tus parientes. Si les gustan, invítalos a que recojan las frutas del árbol.

No pasó mucho tiempo cuando, ataviados con canastas, Iwa y sus familiares se aparecieron la lado del cerro. Machín sonreía a todos. Con la ayuda del bejuco, había armado un puente desde el cerro hasta el árbol, para que todos pudieran sacar fácilmente los caimitos. Así que amablemente invitó a Iwa y los suyos a subir al puente.

-Todo está conforme, no hay peligro, sigan no más. Siéntense en el bejuco, amárrense en la cintura y repitan: caaampu, caaampu, caaampu.

Animados por los sabrosos caimitos, subieron todos juntos gritando: ¡caaampu!. Pero en la mitad del puente sucedió lo previsto: el bejuco se rompió e Iwa y su familia cayeron estrepitosamente al vacío. Ni Iwa ni ninguno de sus familiares sobrevivieron la caída al vació.

Machín se regocijaba de su hazaña, y como no le salían lágrimas untándose los ojos con saliva murmuraba: y al Apach le gustaban los caimitos...

-Y luego añadía triunfante: Se acabaron los malvados.

Así defendío Machín a los aguarunas.


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