- Emérico de Hungría
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Emérico de Hungría
El príncipe Emérico (en húngaro: szent Imre; en latín: Sanctus Emericus) (1000/1007-1031), llamado el Confesor, fue hijo del rey Esteban I de Hungría y de Gisela de Baviera. Al igual que su padre y su preceptor, el obispo Gerardo, está considerado santo. Los tres fueron canonizados en 1083.[1]
Contenido
Biografía
Desde niño estuvo inclinado a un estilo de vida piadoso. Era devoto de la Virgen María patrona de Hungría (Boldogasszony) y desde temprana edad se le enseñó latín y gramática, siendo su mentor San Gerardo Sagredo, obispo de Csanád a partir de 1015. De su padre recibió un libro de admoniciones de su padre, el cual contenía una serie de consejos de como gobernar justamente un reino para conservar justicia para todos. El libro de admoniciones expresaba que la Iglesia y sus miembros serían sus aliados más grandes para gobernar, que el cristianismo era la vía más justa para crear una sociedad más correcta, así como también contenía la sugerencia de recibir generosamente a los extranjeros en Hungría, para crear así mejores lazos con otras nacionalidades.
Según los escritos sobre Emérico, era conocido por consumar pocas horas de sueño y en vez de descansar junto a la luz de las velas cantaba dos salmos cada noche pidiendo perdón por sus pecados y los del mundo. Estaba convencido de que nadie justo y bondadoso estaba excuído del reino de Dios, fuese pobre o rico, si en vida obró correctamente, las puertas de los cielos se hallarán abiertas para ellos.
Por otra parte, Emérico cuando que se acercó a la edad adulta, propuso guardar la castidad hasta la muerte. Si bien por orden de su padre tomó por esposa a una doncella de sangre real tan hermosa como honesta, ambos acordaron el día de la boda vivir como hermanos.
Tras la muerte del emperador germánico Enrique II, el nuevo emperador perteneciente a otra dinastía decide tomar a Hungría como un reino vasallo. Así, el emperador Conrado II movilizó sus ejércitos a territorio húngaro en 1030, y se produjo la Batalla de Győr, en la cual posiblemente tomó parte el príncipe Emérico.
Según las crónicas húngaras, en 1031, Emérico moriría a los 24 años de edad (tomando este dato como preciso, habría nacido efectivamente en 1007) en una cacería tras recibir heridas de un jabalí, dejando así a Hungría sin heredero. Ante ésto, San Esteban se vería forzado a nombrar heredero a su sobrino Pedro Orseolo de Hungría, hijo de María, una hermana del rey santo húngaro.
Fue canonizado junto con su padre por el Papa Gregorio VII en 1083 tras la petición de San Ladislao I de Hungría y su fiesta se celebra el 4 de noviembre.
Leyendas sobre San Emérico
La iglesia de San Martín
En una oportunidad San Esteban y su pequeño hijo fueron a orar a la iglesia de San Martín en la cima de la la montaña de Panonia. Sabiendo Esteban de los méritos visibles de Emérico, le concedió el honor de dirigir la visita real y el saludo real a los fieles y religiosos reunidos en la misa. Sumido en la inspiración del Espíritu Santo, Emérico comenzó a repartir besos a los concurrentes que le iban a saludar, recibiendo algunos dos, tres cinco y hasta siete besos del joven príncipe. Si bien todos se dieron cuenta de ésto, San Esteban sin decir nada se maravilló, y tras la misa luego de una profunda conversación con su hijo se enteró de la causa de tal dispar repartición de besos. Emérico le explicó a su padre que puesto que el joven príncipe conocía a aquellos presentes, según la cantidad de virtudes éticas y espirituales, recibían algunos más o menos besos, recibiendo siete aquellos que conducían una vida virgen.
Tiempo después de dicho evento, Esteban regresó a la misma abadía donde se hallaban los religiosos a los que Emérico había cubierto con besos. En medio de su oración Esteban intentó indagar sobre ese echo y valiendose de su majestuosidad real, e insistió con un monje de nombre Mauricio que había recibido siete besos de Emérico. Luego de gran insistencia, se dio por vencido y posteriormente Esteban reconoció que su hijo no se había equivocado, el religosos poseía extrema convicción y vocación y por su continuo e inenterrumpido rezo, pronto lo nombró obispo de Pécs.
La iglesia de San Jorge
En otra ocasión, Emérico huyó de su habitación junto con un siervo y se dirigió a la iglesia de San Jorge, construída en la ciudad de Veszprém, donde deseaba rezar salmos a solas. Emérico rogaba a Dios que le revelase como podía servirlo, satisfacerlo más aún, cual podía ser la ofrenda más grande al Señor todopoderoso. Mientras conducía su rezo, Dios cubrió con su gran poder y luminosidad toda la iglesia, y le habló a San Emérico, indicandole que la ofrenda más grande que podía hacerle a Dios, era la castidad. De esta forma el príncipe se ofreció a sí mismo y con su fe reforzada más aún por dicha aparición, prometió que no tomaría ninguna esposa jamás. Tal acontecimiento sería guardado en secreto tanto por Emérico, como por su siervo y en el futuro, inclusive luego de desposar a una princesa griega bizantina, Emérico se mantuvo virgen hasta su muerte.
Festividad
La fiesta de san Emérico de Hungría se celebra el 4 de noviembre.
Referencias
Este artículo contiene material del diccionario enciclopédico popular ilustrado Salvat de los años 1906 a 1914 que se encuentra en el dominio público.
Notas
- ↑ RÉAU, Louis: Iconografía del arte cristiano. Iconografía de los santos. Traducción: Daniel Alcoba. Barcelona: Ediciones del Serbal, 1997. Tomo 2, pág.440.
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