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Privilegio
Privilegio (etimológicamente ley privada, o sea, no general sino relativa a un individuo específico) es el honor o el permiso para realizar una actividad garantizado por otra persona o gobierno.
Por ejemplo, en los libros era frecuente indicar el derecho de autor con la expresión latina Cum privilegio. El privilegio no es un derecho, y en algunos casos puede ser revocado, de forma tan arbitraria como se ha concedido (habitualmente por el rey). Un derecho es inherente, mientras que un privilegio es una concesión. No obstante, en la práctica el privilegio es permanente y se hereda, mientras que los derechos fueron históricamente conquistados por la lucha de distintos movimientos sociales.
En el Antiguo Régimen los privilegios eran tanto personales como territoriales. En España eran también conocidos como fueros. La expresión privilegio se asociaba a la libertad, en sentido totalmente contrario al usado en la sociedad contemporánea. Privilegios y libertades de un noble eran sus más preciados bienes, lo que constituía su posición social y su capacidad de actuación pública.
El concepto de clase privilegiada en la sociedad contemporánea se equipara en el lenguaje usual al de clase dirigente o clase alta, la que dispone de mayor riqueza y poder político, como equivalente a la élite. Pero en origen los estamentos privilegiados de la sociedad feudal y del Antiguo Régimen eran un cuerpo social definido por el privilegio.
Contenido
Estamentos privilegiados
Los estamentos privilegiados eran dos: la nobleza y el clero, y basaban sus privilegios en su función: una sociedad dividida en oratores, bellatores et laboratores, ponía el poder en manos de quienes tenían a su cargo la salvación o condenación eterna (oratores: clero) y la protección o el castigo físico (bellatores: nobleza), mientras que el tercer estado o pueblo llano (laboratores) era no privilegiado, debía trabajar para mantenerse a sí mismo y a los otros dos.
El resultado es que cada estamento (incluso cada individuo de él en razón del título o cargo que ocupara) tendría una serie de beneficios por causa de privilegio: desde no pagar impuestos (de hecho, cobrarlos) hasta prelaciones protocolarias (como la de cubrirse delante del rey, cosa que podían hacer los grandes de España). El fuero eclesiástico o el fuero universitario (es decir, la jurisdicción privativa o privilegiada de los que se acogen a él) se solía indicar incluso con cadenas que marcaban la frontera a partir de la cual cualquiera podía acogerse al sagrado de un templo, o un estudiante al de su colegio, aunque estuviera perseguido por la autoridad civil. Los conflictos que ese privilegio suscitaba fueron a veces notables, como el de Tomás Becket con el rey de Inglaterra.
Territorios privilegiados
Cada territorio, provincia y municipio podía tener su propio fuero o carta puebla, con la que de hecho las ciudades se convertían en señores colectivos cuyo señorío eran sus tierras o alfoces. Lógicamente, los beneficios que esos privilegios locales otorgaban eran muy distintos, desde la hidalguía universal que pretendían algunos territorios del norte de España (Vizcaya, entre otros), hasta la celebración de ferias y mercados, la exención de determinados impuestos o cargas militares, o incluso lo contrario (Espinosa de los Monteros mantenía orgullosamente el privilegio de dotar al rey del cuerpo de los Monteros de Espinosa).
Actividades sujetas a privilegio
Los gremios y la actividad comercial y artesanal también se regulaban con el principio de los privilegios, para mantener controlado el acceso y el ejercicio de cada actividad, a cargo de las autoridades o de los propios agremiados, evitando la competencia.
El monopolio de determinadas rutas comerciales o productos del comercio, sobre todo colonial, fue una constante del sistema económico llamado mercantilismo. En ese contexto se entiende la existencia de las primeras compañías comerciales llamadas compañías privilegiadas (las holandesas VIC y VOC, la Compañía de las Indias Orientales inglesa, o para el caso español, la Compañía Guipuzcoana de Caracas, dedicada al cacao)
También en el comercio interior se producen los llamados estancos o monopolios (de la sal, del tabaco, del papel sellado, de los naipes, del aguardiente...) que forman parte de las regalías del monarca.
¿El fin de los privilegios?
Los privilegios son contradictorios con el mundo contemporáneo, y teóricamente desaparecen con la Revolución Liberal, Revolución Burguesa y Revolución Industrial. En Francia, la Revolución Francesa lo hace con la obra legistaliva de la Asamblea Constituyente, simbólicamente con la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano. Inglaterra, que había tenido su revolución inglesa en el siglo XVII, mantiene la presencia de muchas situaciones privilegiadas en lo social, aunque en lo económico defiende el mercado libre. En España, se suele poner la obra de las Cortes de Cádiz, sobre todo la Constitución de 1812, como la que suprime los privilegios (restaurados por dos veces por Fernando VII con el paréntesis del trienio liberal, con la agitada historia del comienzo del reinado de Isabel II y la Guerra Carlista como aparente final).
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