Eulalia de Mérida

Eulalia de Mérida
Santa Eulalia de Mérida
John William Waterhouse - Saint Eulalia - 1885.jpg
"Saint Eulalia", de John William Waterhouse, 1885.
Nacimiento h. 292
Emerita Augusta (actual Mérida), Hispania
Fallecimiento 10 de diciembre de 304
Emerita Augusta (actual Mérida), Hispania
Venerado en Iglesia Católica Romana, Iglesia Ortodoxa
Festividad 10 de diciembre
Atributos palma martirial y horno sobre libro.
Patronazgo Mérida, Oviedo, Totana, Aves, Palacios de la Sierra

Santa Eulalia de Mérida (Emerita Augusta en 292 - † Emerita Augusta 10 de diciembre de 304) es patrona y alcaldesa perpetua de la actual Mérida, ciudad en la que fue martirizada cuando tenía su antigua denominación de Emerita Augusta. Su fiesta se celebra el día 10 de diciembre, fecha de su martirio. Es además patrona de la Archidiócesis de Oviedo, en cuya catedral reposan sus restos.

Santa Eulalia es una de las santas más famosas de España. Los datos acerca de su vida y de su muerte los encontramos en un himno que en honor de ella escribe el poeta Prudencio en el siglo IV.

Eulalia significa en griego: 'la que habla bien' Eu = 'bien', Lal = 'hablar'.

Contenido

Biografía

Nació en Emerita Augusta en el año 292.

Cuando Eulalia cumplió los doce años apareció el decreto del emperador Diocleciano prohibiendo a los cristianos dar culto a Jesucristo y mandándoles que debían adorar a los ídolos paganos. La niña sintió un gran disgusto por estas leyes tan injustas y se propuso protestar entre los delegados del gobierno.

Viendo su madre que la joven podía correr algún peligro de muerte si se atrevía a protestar contra la persecución de los gobernantes, se la llevó a vivir al campo, pero ella se vino de allá y llegó a la ciudad de Mérida.

Eulalia se presentó ante el gobernador Daciano y le protestó valientemente diciéndole que esas leyes que mandaban adorar ídolos y prohibían a Dios eran totalmente injustas y no podían ser obedecidas por los cristianos.

Daciano intentó al principio ofrecer regalos y hacer promesas de ayudas a la niña para que cambiara de opinión, pero al ver que ella seguía fuertemente convencida de sus ideas cristianas, le mostró todos los instrumentos de tortura con los cuales le podían hacer padecer horriblemente si no obedecía a la ley del emperador que mandaba adorar ídolos y prohibía adorar a Jesucristo. Y le dijo: "De todos estos sufrimientos te vas a librar si le ofreces este pan a los dioses, y les quemas este poquito de incienso en los altares de ellos". La jovencita lanzó lejos el pan, echó por el suelo el incienso y le dijo valientemente: "Al sólo Dios del cielo adoro; a Él únicamente le ofreceré sacrificios y le quemaré incienso. Y a nadie más".

Entonces el juez pagano mandó que la destrozaran golpeándola con varillas de hierro y que sobre sus heridas colocaran antorchas encendidas. La hermosa cabellera de Eulalia se incendió y la jovencita murió quemada y ahogada por el humo.

Dice el poeta Prudencio que al morir la santa, la gente vio una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo, y que los verdugos salieron huyendo, llenos de pavor y de remordimiento por haber matado a una criatura inocente. La nieve cubrió el cadáver y el suelo de los alrededores, hasta que varios días después llegaron unos cristianos y le dieron honrosa sepultura al cuerpo de la joven mártir. Allí en el sitio de su sepultura se levantó un templo de honor de Santa Eulalia, y dice el poeta que él mismo vio que a ese templo llegaban muchos peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven y a conseguir por medio de ella muy notables favores de Dios.

El culto de Santa Eulalia se hizo tan popular que san Agustín hizo sermones en honor de esta joven santa. Y en la muy antigua lista de mártires de la Iglesia Católica, llamada "Martirologio romano", hay esta frase: "el 10 de diciembre, se conmemora a Santa Eulalia, mártir de España, muerta por proclamar su fe en Jesucristo".

Martirios

Así narra los martirios de Eulalia de Mérida, el poeta Prudencio (S. IV)

''De madrugada, antes de la salida del sol, llegó a la ciudad, y, valerosa, se presentó ante el tribunal, en medio de cuyos lictores vociferó a los magistrados: "Decidme, ¿qué furia es esa que os mueve a hacer perder las almas, a adorar a los ídolos y negar al Dios criador de todas las cosas? Si buscáis cristianos, aquí me tenéis a mí: soy enemiga de vuestros dioses y estoy dispuesta a pisotearlos; con la boca y el corazón confieso al Dios verdadero. Isis, Apolo, Venus y aun el mismo Maximiliano son nada: aquéllos porque son obra de la mano de los hombres, éste porque adora a cosas hechas con las manos. No te detengas, pues, sayón; quema, corta, divide estos mis miembros; es cosa fácil romper un vaso frágil, pero mi alma no morirá, por más acerbo que sea el dolor",

Airado sobremanera el pretor al oír tales requerimientos, ordenó furioso: "Lictor, apresa esta temeraria y cúbrela de suplicios para que así sepa que hay dioses patrios y que no es cosa baladí la autoridad del que manda", Pero inmediatamente, como volviendo sobre sí, dijo el pretor a Eulalia: "Mas, antes de que mueras, atrevida rapazuela, quiero convencerte de tu locura en lo que me es posible. Mira cuántos goces puedes disfrutar, qué honor puedes recibir de un matrimonio digno. Tu casa, deshecha en lágrimas, te reclama: gimiendo estará la angustiada nobleza de tus padres, puesto que vas a caer, tan tiernecita, en vísperas de esponsales y de bodas. ¿O es que no te importan las pompas doradas de un lecho ni el venerable amor de tus ancianos padres, a quienes con tu obstinada temeridad vas a quitar la vida? Mira, ahí están preparados los instrumentos del suplicio: o te cortarán la cabeza con la espada, o te despedazarán las fieras, o se te echará al fuego, y los tuyos te llorarán con grandes lamentos, mientras tú te revolverás entre tus propias cenizas. ¿Qué te cuesta, di, evitar todo esto? Con que toques tan sólo con la punta de tus dedos un poco de sal y un poquito de incienso, quedarás perdonada".

Pero Eulalia nada respondió, sino que, arrebatada de indignación, escupió al rostro del pretor, arrojó al suelo los ídolos que tenía delante de sí, y de un puntapié echó a rodar la torta sacrifical puesta sobre los incensarios.

Inmediatamente dos verdugos se aprestaron a desgarrar sus tiernos pechos y los garfios abrieron sus virginales costados hasta llegar a los huesos, mientras Eulalia tranquilamente contaba sus heridas.

Al contemplar aquella carnicería, Eulalia decía al Señor sin lágrimas ni sollozos: "He aquí que escriben tu nombre en mi cuerpo. ¡Cuán agradable es leer estas letras, que señalan, oh Cristo, tus victorias! La misma púrpura de mi sangre exprimida habla de tu santo nombre".

Y tan abstraída estaba la mártir en su oración, que el dolor atroz que debían causarle aquellos tormentos pasaba totalmente desapercibido, a pesar de que sus miembros, regados con tierna sangre, bañaban de continuo la piel con nuevos borboteos calientes.

Ante aquella intrepidez, los esbirros se dispusieron a aplicarla el último tormento; mas no se contentaron con propinarla azotes que la desgarraran fieramente la piel, que sería poco, sino que la aplicaron por todas partes, al estómago, a los flancos, hachones encendidos. Pero, así que la perfumada cabellera que se deslizaba ondulante por el cuello y se desparramaba suelta por los hombros para cubrir la pudibunda castidad y la gracia virginal de la mártir tocó el chisporroteo de las teas, la llama crepitante voló sobre su rostro, nutriéndose con la abundante cabellera, y la envolvió por completo. Y la virgen, deseosa de morir, se inclinó hacia la llamarada y la sorbió con su boca,

Y, ¡oh maravilla!, he aquí que de su boca salió, rauda, una paloma más blanca que la nieve, que, hendiendo el espacio, tomó el camino de las estrellas: era el alma de Eulalia, blanca y dulce como la leche, ágil e incontaminada. Así lo vieron estupefactos y dieron de ello testimonio el verdugo y el mismo lictor al huir aterrorizados y arrepentidos. La Virgen torció delicadamente el cuello a la salida del alma; apagóse el fuego de la hoguera, y, por fin. quedaron en paz los restos exánimes de la mártir. Todo esto acaeció un día 10 de diciembre.

El cielo cuidó en seguida de velar por el tierno cuerpo de aquella virgen y rendirle las debidas honras fúnebres, porque al punto cayó una nevada que cubrió el foro, y en él el cuerpecito de Eulalia, que yacía abandonado en la helada intemperie como para protegerlo con una grácil mantilla blanca.

Tal es la primorosa descripción que nos dejó Prudencio del martirio de Eulalia de Mérida, en admirable coincidencia con las actas que sobre estas mismas hazañas escribiera un testimonio ocular. ¡Cuán distinto es el sabor y cuán lejos de la realidad histórica están otras "vidas" de la Santa emeritense!

Sigilosamente se aprestarían los cristianos de Mérida a rescatar las preciosas reliquias de aquella intrépida niña que con su muerte acababa de dar tan espléndido testimonio de la fe. Embalsamarían delicadamente su cuerpo y le darían sepultura precisamente en aquel mismo lugar donde pasada la tremenda borrasca de la persecución, se levantó una espléndida basílica, cuyo mármol bruñido -según testimonio de Prudencio, que la vio- iluminaba con cegadores resplandores sus atrios, donde los resplandecientes techos brillaban, con áureos artesonados y los pavimentos de mármol jaspeados daban al peregrino la sensación de pasear en un prado en que se entremezclaban y combinaban las rosas con las demás flores. Y con un lirismo exultante termina el poeta su descripción: "Fuera las lágrimas dulzonas y melindrosas... Cortad, vírgenes y donceles, purpúreas amapolas, segad los encendidos azafranes: no carece de ellos el invierno fecundo, pues el aura tépida despierta los campos para llenar de flores los canastillos. Ofreced, ¡oh jóvenes!, estos presentes, que yo, en medio del corro también quiero llevar una corona en estrofas de poesía, vil y ajada, pero alegre y festiva. Así conviene venerar los huesos que yacen bajo el altar; ella mientras tanto, a los pies de Dios, ve todo esto e intercede, benévola, por nosotros".''''

Himnos

Himno a Santa Eulalia

Gloria y Honor a la mártir de Cristo

Que en la arena luchando valiente,

Esmaltó con su sangre inocente

de pureza el virgíneo cendal:

Hoy ostenta vibrante la palma

Que en el cielo su triunfo pregona,

Mientras Cristo su frente corona

Con la gloria del lauro inmortal.

Pura azucena, morado lirio,

Rosa fragante; flor de martirio;

Flor que embalsamas de auras de cielo

Nuestros hogares: Cuando tu velo

Como paloma posaste aquí,

Tú ser quisiste desde ese día,

Amparo siempre, consuelo y guía,

del que en sus penas se acoge a ti.

Tú nos bendices desde la altura

Donde en tu ermita, radiante y pura,

Luce tu imagen como la aurora,

Mirando a un pueblo que canta y ora

E implora siempre tu protección:

Que allí tu trono fijar Dios quiso

Como trasunto del Paraíso,

Como promesa de bendición.

Martir de Cristo, Virgen Sagrada,

A quien Dios hizo nuestra abogada:

Por ti alentados, la vida entera

Seguir queremos nuestra carrera

Bajo tu sombra; y en tu loor

Cantar fervientes himnos de gloria,

Como trofeo de tu victoria,

Como tributo de nuestro amor.


La llevaron a la cárcel. La cargaron de cadenas, y, poco después, por orden del pretor Calpurniano la hicieron cumplir los treces martirios:

Los trece martirios

  • Del libro Historia de la ciudad de Mérida, por Bernabé Moreno de Vargas.

{mospiefoto}Ofrenda de flores a Santa Eulalia{/mospiefoto} Los verdugos comenzaron su primer martirio que consistía en azotarla con correas plomadas, mientras Eulalia, alababa y bendecía al Señor. Le parecía poco asi que se ordenó que arañaran su cuerpo con varas de hierros que tenían uñas y garfios, llegando a herirle los huesos, viéndose así desgarrado todo su cuerpo, y vuelta al Señor decía:

-Estas señales Dios mío que con el hierro hacen en mi cuerpo, letras son con las que escriben en mi carne tu nombre.

Oyendo esto Calpurniano, mandó traer aceite hirviendo que posteriormente sería derramada en los pechos de la niña, y mientras padecía esto, Eulalia decía:

-Este aceite ardiente no me ha hecho mal, antes me ha encendido mucho mas en el amor a mi Señor Jesucristo.

Tal era el enojo del juez, que mandó que la rociaran con cal viva y echándole agua para que así se abrasase, no recibió daño alguno, y mirando a Calpurniano dijo:

-Que te atormente el infierno, pués así trabajas por atormentar la sierva del Rey del Cielo.

Como Calpurniano vió que la cal no le hizo nada, mandó traer una olla llena de plomo, primero se la enseñaron para ver si Eulalia se callaba y retrocedía en su comportamiento, pero no fue así, miró hacia el cielo, para con su ayuda recibir tan cruel tormento, y se les heló el plomo y las manos se quemaban los tiranos ministros, de este modo quedó libre.

Como no se sacaba fruto de tan crueles tormentos, el juez, volvió a pedir que la azotaran con las varas puntiagudas y que refregasen sus llagas con cascos de tejas puntiagudas. Y viendo que estos dos tormentos tampoco habían hecho mella en la niña, Calpurniano dijo:

-No pienses que has de salir vencedora, porque otros tormentos mayores tengo para vencerte.

A lo cual la niña respondió:

-No me puedes vencer tú, porque aquel vence en mi, que pelea por mí.

Oyendo esto aquel nuevo Nerón, mandó quemar su cuerpo con hachas encendidas y estando en este martirio la valiente niña decía:

-Asado es ya mi cuerpo, más no por eso me falta esfuerzo; manda echen sal en mis carnes para que pueda ser sabroso manjar a mi esposo celestial.

Viendo Calpurniano lo que ocurría y para no ver más sufrimiento, mandó que la metiesen en un horno, y que no lo abrieran hasta que la niña quedase hecha cenizas. Más la niña sin recibir daño alguno dentro del horno, cantaba himnos y alabanzas a Dios.

Oyendo Calpurniano a la niña dentro del horno y considerando que ya no le quedaban más recursos, mandó que la sacasen fuera y la pasearan desnuda por las calles y plazas de la ciudad, con el pelo rapado, y oyendo esto la heroica niña, dijo:

-Aquel por cuyo amor yo padezco, tomará en ti venganza y te dará tu merecido.

{mospiefoto} Hornito de Santa Eulalia{/mospiefoto}Así lo hicieron (siendo este el tormento que más sintió) y la levaron hasta lo que hoy es su templo, su Hornito, que era entonces, la plaza donde se ejecutaba a la gente. Allí, habiéndole quitado las uñas de los pies y manos, que fue otro rigurísimo tormento, la pusieron en una cruz, levantándola y después dejándola caer contra el suelo, el santo y delicado cuerpo de la niña, quedó descoyuntado.

Le pusieron allí otra vez las hachas encendidas que le abrasaban los costados. Ya sentía la invencible meridiana, que llegaba a su fin en la tierra, y sacando su divino rostro, dijo sus últimas palabras:

-¿Por qué Calpurniano, usas tan crueldad contra mi? Pués abre los ojos, mira mi rostro y conóceme bien ahora por si no puedes conocerme el día del juicio cuando ambos estemos en presencia de mi señor y esposo Jesucristo, adonde tu recibirás castigo merecido por tu injusticia y crueldad y yo el premio de los tormentos que me has dado.

La gente que allí estaba, quedó atónita y se convirtieron a su santa fe. Pero el infernal juez y sus verdugos como perros rabiosos, pusieron braseros por todas partes que levantaban grandes llamas de fuego que la niña tragaba por su boca y de allí se pudo ver por todos salir una cándida paloma que subió al cielo.

Calpurniano, que no quedó contento con los trece martirios dados en vida a la niña, quiso también que su sagrado cuerpo padeciese también después de muerto, colgándolo durante tres días en el ecúelo.

Dice el poeta Prudencio que al morir la santa, la gente vio una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo, y que los verdugos salieron huyendo llenos de pavor y de remordimientos por haber matado a una criatura inocente.

La nieve cubrió el cadáver y el suelo de los alrededores, hasta que varios días después llegaron unos cristiano y le dieron honrosa sepultura al cuerpo de la joven mártir. Allí en el sitio de su sepultura se levantó un templo en honor de Santa Eulalia, y dice el poeta que él mismo vio que a ese templo llegaban muchos peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven y a conseguir por medio de ella muy notables favores de Dios.

Las nieblas de la Mártir

{mospiefoto}Imagen de la Mártir{/mospiefoto}Leyenda es propia de Mérida aunque, por la cercanía a otros pueblos, también se cuenta en pueblos cercanos, corre en torno al martirio de Santa Eulalia y es que cuando fue capturada e interrogada y al no renegar de sus ideas cristianas, fue condenada morir en un horno de cal viva, pero que antes fuese paseada desnuda por las calles de Mérida, con el fin de que fuese humillada, pero quiso Dios que a su sierva nadie la viera en tan humillante estado y tendió una espesa capa de niebla por la ciudad y para que nadie la pudiese ver aunque poco después fuese quemada viva dentro del horno de cal. Esta leyenda viene a explicar que por finales de Noviembre y principios de Diciembre haya tanta niebla en esta zona del Guadiana.

Fiestas de la Mártir Santa Eulalia

En Mérida

En Mérida, la ciudad de Santa Eulalia, de la que es patrona principal y alcaldesa perpetua, las fiestas comienzan el día 8 de diciembre, día de la Inmaculada. En este día tiene lugar la renovación del Voto municipal de la Inmaculada en la Iglesia del Convento de los RR.MM. Franciscanas Concepcionistas.

El día 9, víspera de Santa Eulalia, tiene lugar la peregrinación eulaliense que rememora el recorrido de la niña mártir desde la villa donde fue escondida por sus padres hasta Emérita Augusta (actual Mérida) donde fue martirizada en el año 304 a la edad de 13 años. Tras la peregrinación y la celebración eucarística, da comienzo la procesión que traslada a la imagen de la patrona desde su Basílica hasta la Concatedral pasando por las principales calles del centro histórico de la ciudad. Al día siguiente, tiene lugar la solemne procesión, heredera de la que se realizaba en época visigoda, en la que miles de emeritenses acompañan a su patrona desde la Concatedral hasta su Basílica. Una vez allí, y tras la ofrenda floral, tiene lugar la Solemne Eucaristía presidida por el Arzobispo de la ciudad.

Espectáculos pirotécnicos, deporte, concursos, y eventos musicales y culturales completan estas fiestas de marcado carácter religioso.

En Totana

La ciudad murciana de Totana tiene a Santa Eulalia por patrona desde tiempo inmemorial. La Santa, como se la conoce popularmente en la zona, se venera en un santuario de factura medieval emplazado en las faldas de Sierra Espuña, a escasos kilómetros de la localidad. A los actos religiosos organizados anualmente en honor de la patrona, se añade un variopinto programa de celebraciones populares que mantiene en fiestas a los totaneros durante todo un mes.

Comienzan con la bajada de la venerada imagen desde el santuario hasta Totana, el día 8 de diciembre, alojándose la primera noche en la iglesia de San Roque. Al día siguiente es trasladada en procesión hasta el templo mayor de la ciudad, la parroquial de Santiago, donde recibirá culto durante todas las fiestas y hasta su vuelta al santuario.

El día 10 es la jornada grande de las celebraciones, por ser la festividad de Santa Eulalia. El día arranca con una famosa serenata proclamada por dos grupos populares totaneros a las 00:00h, mientras que la jornada prosigue con una Misa Solemne en Santiago y concluye con la Procesión de la patrona por las principales calles de Totana. En días sucesivos se celebra el Novenario, lo que alarga la estancia de la Santa en la ciudad ya hasta la Navidad. La multitudinaria romería de subida hasta el santuario se realiza el 7 de enero, cierre de las fiestas que congrega a fieles de toda la provincia.

En Santa Olalla del Cala

La villa onubense de Santa Olalla del Cala debe su nombre a su patrona (Olalla es la versión en galego del nombre romano Eulalia) y al río que marca la frontera entre las provincias de Huelva y Sevilla (río Cala). En esta villa se celebra cada año, el segundo domingo de mayo, la romería de Santa Eulalia Virgen y Mártir, en la que los santaolalleros y vecinos de otros pueblos acompañan a la patrona a su ermita, situada junto a la orilla de la ribera del Cala. Los romeros realizan el camino con gran devoción, cantando y bailando al ritmo de sevillanas, vitoreando a la santa, y acompañados con vinos y chacinas típicas de la sierra de Huelva. La salida de la villa tiene lugar a las 8:00 y la llegada a la ermita aproximadamente a las 13:00. El resto del día los santaolalleros disfrutan de una tarde en el paraje de la ribera para regresar a la villa sobre las 20:00. La patrona permanecerá entonces en la ermita hasta el Domingo de Resurrección del año siguiente, cuando tenga lugar la "gira" o romería chica, en la que se realiza el camino contrario: tras pasar el domingo en la ribera, los santaolalleros trasladan en procesión su patrona a la villa, dónde celebrarán la novena, la misa flamenca, el día de la ofrenda y finalmente la romería del segundo domingo de mayo.

Santa Eulalia en la literatura

  • Santa Eulalia (Santolaya en asturiano), fue patrona oficial de Asturias hasta que finalmente se declarase a la Virgen de Covadonga. Es por ello por lo que muchas poblaciones aún llevan su nombre en esta comunidad autónoma. Es conocido el poema "Pleitu ente Uviéu y Mérida poles cenices de Santolaya" (Pleito entre Oviedo y Mérida por las cenizas de Santa Eulalia) de Antón de Marirreguera [1] que es el primer poema en asturiano de autor conocido y fue escrito en el Siglo XVII
  • Federico García Lorca poetiza su martirio en uno de los tres romances históricos de su Romancero gitano.

Santa Eulalia en la pintura

Enlaces externos


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