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Farsa de Ávila
El 5 de junio de 1465, en un lugar en los alrededores de Ávila, un grupo de grandes nobles castellanos depuso en efigie al rey Enrique IV de Castilla y proclamó rey en su lugar a su medio hermano el infante Alfonso. Esta ceremonia fue llamada por sus detractores "la farsa de Ávila" y con ese nombre ha pasado a la historia.
Contenido
Antecedentes
Durante el reinado de Enrique IV los diversos bandos nobiliarios lucharon entre ellos y contra el rey para acaparar parcelas de poder. El poderoso marqués de Villena estaba descontento con el trato de favor de Enrique a sus rivales los Mendoza y el valido Beltrán de la Cueva. El marqués formó una alianza contra el rey junto con los arzobispos de Toledo, Sevilla y Santiago, la familia Enríquez, los condes de Plasencia y de Alba y otros nobles y eclesiásticos menores.[1]
El 11 de diciembre de 1464 la liga antienriqueña dio un ultimátum: si el rey no rectificaba en su comportamiento y se deshacía de su gobierno, lo destituirían.[2] Enrique trató de negociar pero no hubo acuerdo y el rey fue depuesto, primero en Plasencia el 27 de abril de 1465 y a continuación en Ávila el 5 de junio.[3]
Desarrollo de la ceremonia
Sobre un gran tablado visible desde gran distancia, los conjurados colocaron una estatua de madera que representaba al rey vestido de luto y ataviado con la corona, el bastón y la espada reales.
En la ceremonia estaban presentes Alfonso Carrillo arzobispo de Toledo, el marqués de Villena, el conde de Plasencia, el conde de Benavente y otros caballeros de menos estatus, además de un público compuesto por personas del pueblo llano. También se encontraba allí el infante Alfonso, que por entonces todavía no llegaba a los 13 años de edad.[3]
Se celebró una misa y, una vez terminada, los rebeldes subieron al tablado y leyeron una declaración con todos los agravios de los que acusaban a Enrique IV. Según ellos, el rey mostraba simpatía por los musulmanes, era homosexual, tenía un carácter pacífico y, la acusación más grave, no era el verdadero padre de la princesa Juana, a la que por tanto negaban el derecho a heredar el trono.[3]
Tras el discurso, el arzobispo de Toledo le quitó a la efigie la corona, símbolo de la dignidad real. Luego el conde de Plasencia le quitó la espada, símbolo de la administración de justicia, y el conde de Benavente le quitó el bastón, símbolo del gobierno. Por último, Diego López de Zúñiga, hermano del conde de Plasencia, derribó la estatua gritando “¡A tierra, puto!”.[3]
Seguidamente subieron al infante Alfonso al tablado, lo proclamaron rey al grito de “¡Castilla, por el rey don Alfonso!” y procedieron a la ceremonia del besamanos.[3]
Consecuencias
El nuevo rey Alfonso XII fue considerado un títere en manos del marqués de Villena y no fue aceptado por una gran parte del país, que se mantuvo leal a Enrique IV. La situación degeneró en disturbios que duraron hasta la muerte de Alfonso en 1468 y el sometimiento de su hermana Isabel a la autoridad de Enrique.[3]
Más adelante, el marqués de Villena y sus parientes y aliados rompieron con Isabel y, al morir Enrique en 1474, apoyaron a la princesa Juana como heredera al trono. Estalló así la Guerra de Sucesión Castellana, que se prolongaría hasta 1479.
Referencias
Bibliografía:
- OHARA, Shima (2004). La propaganda política en torno al conflicto sucesorio de Enrique IV. Universidad de Valladolid: Tesis de doctorado.
- SORIA, Enrique (2008). «Farsa de Ávila: los nobles contra el rey de Castilla» Historia National Geographic. n.º 49. ISSN 1696-7755D , págs. 20-23.
Notas al pie:
Véase también
Categoría: Historia de Castilla
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