- Francisco de Paula de Castañeda
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Francisco de Paula de Castañeda
Nació en 1776, en el seno de una familia medio acomodada del Buenos Aires colonial y fue bautizado con el nombre de Francisco de Paula. Se educó en el Real Colegio de San Carlos al igual que otros padres de la patria argentina. Cuando su familia esperaba que concluyera sus estudios en Chuquisaca, optó por vestir la santa jerga de la Orden Franciscana a la que ingresó en 1793. Con estilo desenfadado que luego le trajera tantos problemas, él mismo nos cuenta –sobre su vida en el claustro que “Como en la Recoleta se rezaba con mucha pausa el Oficio Parvo, el Oficio Divino, el Oficio de Difuntos, y además, desde las once y media de la noche, hasta las tres de la mañana, se gastaban las horas en maitines, lección, oración y otros devotos ejercicios, sucedió que todo el año de noviciado me lo llevé durmiendo, siéndome en mucho asombro el ver cómo aquellos ángeles tenían tiempo para todo, siendo así que yo, a pesar de ser un hombre desocupadísimo, ni aún para dormir tenía tiempo, y era un escándalo para la comunidad el ver que todo lo erraba, y que, por causa mía, el coro, en el refectorio, y en todas las distribuciones, se trastornaba el orden; hasta que la comunidad trató seriamente de declararme inútil para la vida monástica.”
Su humor atravesó toda su actividad. Pese a ser castigado por sus adversarios como falto de juicio (especialmente por sus andanzas periodísticas) no podemos olvidar aquí que no era un hombre liviano, meramente dado a la “bufonería”. Ocupó la cátedra de Teología Moral en el convento de la Observancia de La Recoleta por tres años. Actuó como capellán durante las Invasiones Inglesas y participó activamente de la agitada vida pública en las primeras décadas del siglo XIX.
Ferviente defensor de la educación, como herramienta fundamental para forjar la naciente Argentina, se dedicó a ella durante toda su vida. Destacaba especialmente la necesidad del dibujo y de las demás artes para cultivar las almas de sus pequeños alumnos, tanto en Buenos Aires, como en la campiña. Se le adjudica la realización de la caricatura más antigua que se encuentra en el MUSEO DE LA CARICATURA SEVERO VACCARO de Buenos Aires.
A raíz de sus publicaciones periodísticas, con nombres tan eutrapélicos como su pluma, se convirtió en un enemigo peligroso para la clase gobernante que pretendía penetrar a los criollos con ideas anglo-francesas en desmedro de la tradición española recibida durante la colonia. Especialmente alzó su voz para defender la tradición católica contra el liberalismo jacobino.
Entre sus casi veinticuatro periódicos, escritos entre 1818 y 1829, se pueden citar: “Desengañador Gauchi-Político-Federi-Montonero-Chacuaco. Oriental Choti-protector y Puti-republicador de todos los hombres de bien que viven y mueren descuidados en el siglo diez y nueve de nuestra era cristiana” (1820-1822) “Despertador Teo-Filantrópico, Místico-Político” (1820-1822); “La matrona comentadora de los cuatro periodistas” (1821-1822); “Vete portugués que aquí no es” (1825) “Doña María Retazos” (1821-1823).
Memorables son sus polémicas con los hermanos Juan Cruz y Florencio Varela. A raíz de sus denuncias periodísticas fue perseguido por las autoridades del país quienes lo desterraron a la frontera. Así estuvo en Kaquel Huincul, en Fortín Areco, en Pilar entre otros.
Murió en la ciudad de Paraná en 1832 donde es recordado como fundador de escuelas y educador incansable.
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