- García de Silva Figueroa
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García de Silva Figueroa
García de Silva Figueroa (Zafra, diciembre de 1550 - Océano Atlántico, 22 de julio de 1624) fue un soldado, diplomático, erudito y explorador español, el primer occidental en identificar las ruinas de Takht-e Jamshid, como Persépolis, la antigua capital del Imperio Aqueménida.
Contenido
Vida
García de Silva Figueroa estudió Leyes en Salamanca, sirvió en los tercios de Flandes, y con posterioridad fue nombrado gobernador de Badajoz. Presto después sus servicios en la Secretaria de Estado, y Felipe III lo eligió para encabeza la embajada española a la corte de Abás el Grande, gobernante del Imperio Safávida. Salió de Lisboa el 8 de abril de 1614 a bordo de la Capitana de la Armada de la India, y tras un largo y azaroso viaje por mar llegó a la fastuosa Goa, capital de la India portuguesa. Tuvo serios problemas con los portugueses, que se defendían hasta lo irracional de presuntas "injerencias castellanas", e incluso pasó un tiempo detenido. Después de costear las pedregosas costas de Omán y las rocas amenazantes del estrecho de Ormuz, desembarcó en Bandar Abbas en octubre de 1617.
A Silva se le habían encomendado varias tareas diplomáticas de suma importancia: tratar de la expansión de Abás I en el Golfo Pérsico, observar de cerca su relación con los ingleses de cara a mantener el monopolio comercial portugués en el Índico y con la intención manifiesta de que "el persa persevere en la guerra contra el Turco para que (éste) no progrese en el Mediterráneo".
Llevaba consigo un impresionante séquito 100 criados y otros centenar de camelleros, encargados de la conducción estos animales cargados de equípajes y de regalos destinados al Sha. Fue bien recibido en Isfahán, pero sin embargo no consiguió ninguno de sus objetivos, y acabó convirtiéndose en centro de burlas y risas de la lúbrica corte persa debido a su severidad española y su falta de interés en los placeres, atribuidos a su avanzada edad.
Recorrió Figueroa casi toda Persia, parte de la Mesopotamia y del Asia Menor, visitando Shiraz y Qom, entre otras ciudades. Alcanzó las ruinas de Persépolis, y describió su arruinada majestad en una vívida carta al marqués de Bedmar. Esta misiva causó una gran impresión en los círculos ilustrados de Europa, y fue rápidamente traducida al latín y al inglés. Ofreció en ella la primera descripción de la escritura cuneiforme, siendo el primero en entender que no eran meros elementos ornamentales:
Existe una impresionante inscripción tallada en jaspe negro. Sus caracteres son todavía claros y brillantes, increíblemente libres de daño y deterioro a pesar de su muy grande edad. Las letras mismas no son ni caldeo, ni hebreo, ni griego, ni árabe ni de ningún pueblo que pueda haberse conocido hasta ahora o que haya existido jamás. Son triangulares, en la forma de pirámides u obeliscos diminutos, como están ilustradas en el margen y son todas idénticas excepto por su posición y ordenación. Sin embargo, los caracteres resultantes de la composición son extraordinariamente diferentes.Mandó hacer dibujos de las más notables esculturas y de algunas inscripciones. Durante sus viajes acumuló una extraordinaria colección de antigüedades y obras de arte de gran valor, que se llevó consigo al emprender el viaje de vuelta a España en 1619. No pudo salir de la India portuguesa hasta febrero de 1624, y la muerte le sorprendería en alta mar, sin que se sepa del paradero de su colección.
Semblanza
Píetro delia Valle, viajero italiano, que se hallaba en Persia al tiempo de su llegada, dijo de su persona:
E vecchio assai; non solo con barba bianca, ma anco senza denti; e robusto con tutto ciò, e nella città entro à cavallo, quantunque per viaggio soglia andare in lettiga. Venne moltó ben vestito, con tutti i suoí, alia spagnuola.Era hombre de autoridad y de vasto saber, acreditado por sus informes y observaciones en geografía, en historia natural, en arqueología y en la generalidad de los conocimientos humanos.
Obra
Escribió una crónica completa de sus viajes titulada Totius legationis suae et Indicarum rerum Persidisque commentarii, que constituye sin duda alguna la mejor descripción de la Persia de entonces, sus ciudades, geografía y costumbres. Describe, entre otras muchas cosas, las prácticas funerarias del zoroastrismo, la práctica de la tauromaquia en las ciudades persas y el cultivo de palmeras datileras en el sur de Persia.
Fue traducida al francés por el holandés Abraham de Wicquefort en 1667, y el manuscrito original se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Pese a ello, España no pudo disfrutar de magna obra hasta que la Sociedad de Bibliófilos Españoles realizó una cuidada impresión en dos volúmenes en 1903. Existe asimismo una interesantísima tesis doctoral, por desgracia inédita, realizada por la profesora Najmeh Shobeyri de la Universidad Complutense de Madrid.
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