Historia del pincel

Historia del pincel

Historia del pincel

Contenido

Orígenes

Pocas naciones europeas poseen tradición pincelera. Tan sólo Francia y Alemania, ambas pioneras a finales del s. XVIII de las primeras fabricaciones artesanales, deberíamos añadir la Gran Bretaña y hoy sin lugar a dudas España.

A principios de los años 1930 en la ciudad de Sabadell a escasos 25 km de Barcelona, Josep Escoda Roig (1902-1982), gracias a su condición de mecánico ajustador y con sólo 28 años, se había especializado en la soldadura de las celdillas de radiadores de los automóviles, esta práctica le llevaría a poder fabricar y suministrar las virolas de hojalata para brochas redondas y planas a un pequeño fabricante de su misma ciudad, que poco tiempo después decidía emigrar con su familia al Perú. Aquellos años no eran buenos para los judíos, y el pequeño artesano pincelero lo era.

Pero antes de embarcarse, ofrece a su colaborador todos los útiles y máquinas de su taller, Josep Escoda acepta la oferta y aprende a marchas forzadas el manejo de las cerdas, de las crines del caballo o el pelo de las cabras...y el milagro de fabricar un pincel. Su intuición se encargaría del resto. Con estos precarios medios y conocimientos, inicia con la ayuda de su esposa Rosa Sabatés la fabricación en serie de pinceles para las Bellas Artes, que vende personalmente en droguerías de Barcelona, Girona y Tarragona. Más adelante consigue la colaboración de representantes que extienden la oferta a otras capitales del Estado. Era la primera vez que el conjunto de artistas plásticos españoles no tenían que proveerse de pinceles alemanes, franceses o ingleses para llevar a cabo sus obras de arte.

¿Qué es un pincel?

Cualquier diccionario de la lengua dice: "Haz de pelos sujetos al extremo de un mango, habitualmente de madera utilizado para extender colores sobre una tela, papel, cartón, etc." Pero si prefirieramos una descripción con ciertos tintes poéticos, podríamos definirlo como "una especie de sismógrafo que nos transmite la sensibilidad del artista convirtiendo su inspiración, en arte."

Es el momento de recordar las acertadas palabras del artista alemán Anselm Feuerbach (1829-1880) cuando define las tres virtudes que todo artista ha de poseer: "Un corazón sensible, buen ojo, agilidad en las manos...y el mejor pincel".

Cuando hablamos de pinceles, afirmamos que es una herramienta ciertamente modesta, pero sin su invención muchos de los documentos culturales de la humanidad, hoy serían inconcebibles. El pincel lo podríamos comparar como la pluma para el escritor o el cincel para el escultor.

Su nacimiento

Constatemos un hecho evidente, el pincel nació muy probablemente hará unos 15 milenios, en pleno Paleolítico Superior en la llamada Cultura Magdaleniense. Con él, el "Homo sapiens" realiza el llamado arte rupestre que tantas muestras existen en la Península Ibérica. Solamente entre Lleida y Tarragona tenemos conocimiento de su existencia en la “Roca dels Moros", la "Cueva d’Alfés", la de "Cabra Feixet" en el Perelló, la “Cueva del Cingle, la del “Pi”, la del “Ramat" en Tivisa. Y en Vandellòs encontramos en el barranco de Casseà la "Cueva del Escoda", ¿curiosa coincidencia o posiblemente premonición paleolítica?. Véase la imagen de la cierva que se observa en la citada cueva.


Pero las pinturas más conocidas e importantes las tenemos en Cantábria en las "Cuevas de Altamira", conocidas como la Capilla Sixtina del Arte Rupestre. Pablo Picasso que llegó a afirmar que después de Altamira, el arte es pura decadencia, fueron descubiertas en 1869 no precisamente por el señor Marcelino de Sautuola como afirma la historia, sino por su nieta. Ella y su abuelo habían entrado en una hendidura de la roca que hasta entonces había permanecido oculta, y de pronto la niña empezó a gritar: "¡Abuelo, abuelo, en las paredes hay animales pintados"!

Aquellos humanos que vivían en cuevas, que se vestían con pieles, que eran conocedores del fuego y de su conservación, que cazaban juntos y enterraban a sus difuntos, y que empezaban a experimentar el sentido de la sociabilidad, iniciaron la decoración de las paredes de sus habitáculos, reflejándose ellos mismos, sus manos, los animales que conseguían, las herramientas para darles caza, posiblemente en una de las primeras manifestaciones para marcar territorio e incluso de cariz religioso, pensando que lo reflejado en sus paredes lo conseguirían para comer y en definitiva para seguir subsistiendo.

Aquellas pinturas que se han conservado hasta nuestros días, fueron realizadas con pinceles muy rudimentarios, es cierto, pero pinceles al fin y al cabo. Seguramente se trataba de ramas delgadas con un mechón de pelos atados a un extremo, posiblemente del lomo o de la cola de los Uros, aquellos inmensos bóvidos que cazaban, ya extinguidos y que fueron los precursores del buey que conocemos hoy y que el hombre domesticó en Asia hará unos 10.000 años.

Su evolución

Debemos hacer un salto en el tiempo y situarnos en la avanzada sociedad del antiguo Egipto. En todas la tumbas de personajes de la nobleza y no digamos de los faraones, descubiertas en buena parte en el Valle de los Reyes y en otras del país del Nilo, se han encontrado decoradas con maravillosas pinturas, todas realizadas con pinceles de pelos de animales, pinceles que debían ser muy parecidos a los actuales. Aunque no se ha hallado ningún resto, el museo Koestner de Hannover conserva y exhibe una espécie de paleta de cerámica con una serie de cavidades para colocar los diferentes colores que el artista egipcio utilizaba.

Otra cultura en la que el pincel tuvo un especial protagonismo fue en China. Tanto ayer como hoy el pincel chino ha sido el gran protagonista de la vida pública y privada de aquél gran país. La República Popular China es el paraíso de la acuarela. En más de una ocasión hemos podido ver com Mao Tzédong, Chou Enlai, Teng Shiaoping o Hu Jingtao el actual primer ministro, han firmado leyes, acuerdos o convenios internacionales con un sencillo pincel de caña de bambú. Mientras tanto sus “partenaires” lo hacían con una Montblanc o una Parker, naturalmente de oro.

Debemos dar un nuevo salto y situarnos en tiempos del románico, arte por cierto muy rico en Cataluña. Por ejemplo los 12 apóstoles de la iglesia de Santa María de Taüll, fueron pintados con pinceles hechos seguramente por el mismo artista o por sus alumnos. Debían estar compuestos, como vemos en autoretratos de Velázquez, Murillo, Zurbarán o Goya, por un mechón de pelos de buey, caballo, perro o incluso de animales salvajes como martas, comadrejas, garduñas, ginetas, turones, etc. muy abundantes en aquella época, insertados en alguna pluma de ave o sujetos con cordel vegetal o de cuero, a un rudimentario mango de boj, de avellano o de naranjo.

Está perfectamente demostrado que aquellos grandes artistas se fabricaban ellos mismos los pigmentos, adquirían el aceite de linaza, los barnices, las telas ya fueran de lino o de cáñamo, las aprestaban y las colocaban sobre el bastidor de madera que cualquier carpintero podía haberles suministrado y se fabricaban la herramienta que más querían: sus pinceles. A su innata habilidad e inspiración para pintar por ejemplo "El aguador", "La rendición de Breda" o "Los fusilamientos del 2 de mayo", se debían añadir las propias facultades para auto suministrarse de las herramientas y accesorios para su labor, conocimientos que a medida que el artista elevaba su estatus profesional, los transmitía a sus ayudantes o aprendices.

No es hasta finales del siglo XVIII que en Francia y Alemania, y en núcleos estrictamente familiares, surgen los primeros manufactureros especializados en fabricar pinceles para las Bellas Artes, que los confeccionaban de acuerdo con las directrices de los mismos artistas. En la pequeña villa de Bechhofen muy cerca de Nüremberg, hay un museo dedicado al pincel, único en el mundo. Escenas muy bien representadas con excelentes visos de realismo. Marido y mujer en figuras de cera de tamaño natural escenificando su tarea diária, sentados en una maciza mesa de roble con gruesa losa de piedra como soporte para conferir la necesaria consistencia en los constantes golpes que deben darse con los moldes. Repartidos sin orden ni concierto, recuerdo haber visto una rudimentaria balanza de platillos, cordel con su hembrilla, un peine metálico, tijeras, punzones, medidor, cañón de plumas de grandes aves con toda seguridad de avestruz que recogería el pelo a modo de la virola de hoy, y si no las tenían lo sustituían por cordel vegetal o de cuero como hemos dicho anteriormente, pequeños recipientes de cola y la matéria más importante: el pelo, que habían preparado previamente. Los mangos los hacía manualmente el carpintero, posiblemente con maderas que ya hemos hecho referencia anteriormente. Maderas que era necesario fueran fáciles de pulir, que no tuvieran nudos, con un peso razonable y que no se torcieran fácilmente, cualidades harto difíciles de conseguir.

Los inicios manufactureros de nuestro padre y predecesor fueron realmente precarios y difíciles, como también he apuntado al principio de nuestra historia, ya que los preparadores de pelos y cerdas, no existían. Recorría incansablemente los mataderos de poblaciones importantes comprando todo el pelo de cerdo que podía, orejas de buey, de vacas o de cabras, curiosamente la parte del animal donde el pelo reúne las mejores condiciones para usarlo para pintar. Cazadores y tramperos de Extremadura, Andalucía, de las dos Castillas y de la vecina Portugal, le proporcionaban pieles de meloncillo, de ginetas, de turones o de tejones, animales muy abundantes a principios de los años cuarenta (hoy, los dos primeros, son especies protegidas por ley). Peleterías de Barcelona y Madrid le suministraban colas ya curtidas de marta, comadreja, garduña o de ardilla, y en un pequeño local de alquiler en Sabadell, él, nuestra madre y una operaria esquilaban el pelo, lo reunían en pequeños envoltorios de tela y los hervían un par de horas. Esta operación eliminaba la grasa, larvas de insectos, trozos de piel adherida, impurezas, y lo más importante, lo enderezaba y lo dejaba perfectamente esterilizado. El hedor que la operación ocasionaba era siempre motivo de comentarios por parte de sus vecinos, hasta el punto que alguno de ellos con un claro sentido del humor decía: Hoy el amigo pincelero, está haciendo la sopa.

Una vez secados los paquetitos de materia prima en un horno eléctrico que se había construido él mismo, aquellas cerdas del cerdo o el pelo fino de las colas de aquellos mustélidos, mamíferos, escíuridos, vivérridos, etc. debía eliminar lo inservible, sacando la materia más corta y lanosa, descapicularlo -ordenar el sentido de cada pelo-, clasificarlo por medidas, y finalmente recogerlo en paquetes de unos 50 a 60 mm. de diámetro, y transformarlos en pequeños mechones para fabricar los pinceles o las brochas planas y redondas.

Resuelta de alguna manera las parte más complicada del pincel que era el pelo y su manipulación, la pieza metálica que denominamos virola o casquillo y que sujeta el mechón con el mango no le representaba ningún problema, tenía suficiente experiencia en su fabricación ya fueran cónicas o cilíndricas, de hojalata o de latón, aunque este último material llegaba del Cono Sur americano en cuentagotas. La tercera parte, el mango, lo obtuvo de tornerías de madera de Torelló y pueblos vecinos cercanos a Vic en la província de Barcelona, con larga tradición en la fabricación de mangos para paraguas, husillos para máquinas de hilar o mangos para las cuberterías.

Pasado el lapsus de la paralización de su actividad industrial a consecuencia de la guerra civil española y las secuelas colaterales de la conflagración mundial, sus fuentes de suministro mejoraron. Un embutidor de metales cercano a Barcelona le reemplazó en la fabricación de las virolas ya todas en latón y de una sola pieza, consiguiendo diámetros de hasta 0,75 mm en los números más pequeños, un auténtico logro en aquellos tiempos.

Las materias primas, las virolas y los mangos

A principios de los años cincuenta empezaron a entrar en España procedentes del Reino Unido cerdas preparadas en Rumanía, Polonia, Yugoslavia y las célebres Góstor de la antigua URSS y las primeras Hankow, Tingstao y Chungking de China.

Hoy se dispone de las mejores preparaciones de pelos finos de animales, esta maravilla cónica, capilar, coloreada, brillante, elástica, delicada, sensual y algunas incluso con final horcajado como las cerdas del cerdo.

A esta materia natural, hoy podemos añadirle increíbles monofilamentos artificiales de poliamida, obtenidas en Japón, asimismo de naturaleza cónica, de diferentes colores, longitudes, grosores y temples, algunas perfectas imitaciones del pelo de marta, del meloncillo o de la cerda.

El proceso de mejoramiento tampoco se detuvo en el accesorio metálico y al artesano embutidor les sucedió una metalistería moderna que además de virolas para pinceles, fabricaba piezas de precisión para cosmética, hasta llegar a las de hoy con la etiqueta de "made in Germany" o “made in Japan”, todas en latón (aleación de cobre y zinc), conseguida por extrusión, en forma cónica, cilíndrica o ambas formas a la vez, maleable en su justa medida, revestida de níquel o de una finísima capa de oro. Dicha pieza metálica detenta la importante misión de hacer de nexo de unión entre la materia animal y la natural.

Mango

Tercera parte que conforma la herramienta y de la importancia del mismo. Sin él poco se podría hacer.

Hay dos tipos de madera que la naturaleza ha conferido todas las propiedades para transformarse en el mejor mango para un pincel: el abedul de Occidente y el ramín de Oriente. El primero es un árbol de hojas deltoides de corteza blanca-plateada, resistente al frío y a la humedad, es blanco sin nudos, impóluto, con un peso preciso, indeformable.

Solamente en la Rusia Occidental se calcula una masa forestal de 100 millones de ejemplares. La segunda, originaria de China, crece también en abundancia en las tierras húmedas de Indonesia, Filipinas, Vietnam, etc. árbol de la família de las urticáceas de tallo largo, hojas cordiformes blanquecinas, atesorando las mismas propiedades que la anterior.

Ambas maderas están protegidas por la FSC (Forest Stewardship Council), organismo mundial que cuida de la correcta tala y su repoblación forestal.

Queda lejos el voluntarioso torneador de mangos de haya o de plátano para obtener mangos de paraguas o de accesorios textiles. Hoy los mejores mangos para pinceles vienen del paraíso del diseño: Italia, que además los recubren de esmaltes atóxicos, transparentes que permiten observar por primera vez los característicos dibujos propios de cada madera.

El mango sirve para sostener y poder trabajar con el pincel. En una superficie curvada, marcaremos el número, la marca, su nombre particular, el tipo de pelo, la referencia, la ciudad y el país que lo fabrica. Todo un compendio de información en un espacio inverosímil.

Análisis de los pelos finos y cerdas naturales

Desarrollada la historia del pincel y su evolución hasta donde llegan nuestros conocimientos y las tres partes que lo conforman, ahora debemos intentar explicar sobre el papel, como se fabrica. Con ello adelanto ya la dificultad en hacerlo. En todo caso pido disculpas si no consigo ser suficientemente explícito.

Evidentemente para poder fabricar un pincel, lo primero que necesitaremos sera disponer de pelo natural o fibra artificial preparado para tal fin, y que la persona que tenga a su cargo la manipulación, sea una experta pincelera o pincelero.

Empecemos hablando de la matéria más representativa, la que atesora todas las virtudes, color, brillantez, elasticidad, temple, finura, durabilidad, retención de líquidos... y precio. Nos referimos al pelo de Marta, conocida también cómo Kolinsky o de la Kolinsky-Tajmyr, ambos de animales que viven y se desarrollan en la parte más septentrional de la Siberia rusa. La de Tajmyr originaria de la península del mismo nombre. Como decía es un pelo de color marrón brillante, cónico pero curiosamente és en la parte mediana del cuerpo del pelo donde alcanza su máximo diámetro. Su final, que denominamos indistintivamente “flor o palma”es tan delgada que la visión humana no alcanza a verla.

Se obtiene de la cola porqué es la parte que da el pelo con más longitud. Del pelo de la marta (no de la mal llamada marta roja, que és la comadreja), podemos afirmar con toda seguridad que es el rey de los pelos finos. Igual sirve para la técnica de la acuarela como para el óleo o el acrílico. Se usa en ortodóncia, cosmética, uñas artificiales, en la restauración, dibujo, etc. etc. Es una matéria con excelente nervio -si doblamos el mechón y lo acercamos a nuestro oído,escucharemos perfectamente el ruido que produce el retorno a su posición inicial-, puntea a la perfección y posee la virtud, como decíamos, de poder almacenar gran cantidad de líquido.

El animal no se reproduce en cautividad por lo que vive en inmensos espacios cerrados y su sacrificio y posterior curtido de la piel va destinado a las peleterías para la confección de abrigos, gorros y manguitos. El preparador de pelos para pincelería, en realidad aprovecha la parte del animal que el peletero rechaza, porqué no le es de utilidad.

Finalmente dos datos para la curiosidad: para obtener un kilo de tan preciada materia, se necesitan aproximadamente unas 500 colas, preferiblemente de animales machos, preservando con ello la procreación de las hembras. Concurre además que la estructura del pelo de la marta del animal macho, es más grueso y ofrece un nervio superior. El pincel del 5/0 por ejemplo, el más fino, cuya virola tiene un diámetro interior de 0,4 mm, recoge aproximadamente unos 75 pelos, lo que da una idea de la fantástica estructura de esta materia animal.


Pelo de oreja del buey

Su denominación no está escogida al azar, solamente el pelo que crece alrededor e interior del lóbulo de la oreja del animal sirve para fabricar un pincel. Reúne los cinco preceptos imprescindibles para ser eficaz: longitud, capilaridad, nervio, conicidad media y suficiente finura en su flor.

El pelo" oreja de buey", su denominación académica, es muy adecuado para pintar con acuarela, óleo de poca viscosidad y principalmente para la decoración sobre arcilla, gres o porcelana. Las paletinas en pelo de buey, son de gran utilidad para el lacado de muebles, para barnizar sobre un óleo ya finalizado o sobre la llamada "tercera dimensión". Estas reses proporcionan cuatro colores muy concretos: el blanco que habitualmente se tiñe de rubio intentando imitar la marta (el de más alto costo por su escasez), el marrón claro de origen europeo -el preferido para lograr el mejor pincel, ya que el asiático o el sudamericano, tiene un grosor inadecuado-, el de color pardo -el más abundante, pero que ocupa un escalafón inferior en su resultado cuando se trabaja con él- y finalmente el de color negro -el de menos nervio y muy común para pinceles escolares.

Siguiendo con nuestra crónica, entremos ahora dentro de una materia pilosa mítica en pincelería: el meloncillo, conocido también como mangosta. Junto con la gineta ibérica son los únicos vivérridos europeos. Este mamífero proporciona un pelo recio de gran nervio, caracterizado por una coloración anillada alterrnando el crema claro con un pardo-castaño muy oscuro. El extraordinario temple y su finísima punta lo hace ideal para la pintura al óleo. El animal se caracteriza por su pequeña cabeza y por la endiablada rapidez de reflejos en sus movimientos de ataque, que hacen de él un magnífico depredador de serpientes y de roedores de todos los tamaños. El meloncillo que da el mejor y más bonito pelo del mundo (con el beneplácito de la marta), habitaba en abundancia en el cuadrante suroccidental de la Península Ibérica, pero el descenso alarmante de ejemplares hizo que en 1965 se la declarara especie permanentemente protegida junto al lince ibérico (curiosamente su principal enemigo), disposición que adoptó asimismo la UE. El poco pelo de meloncillo que hoy se utiliza para fabricar pinceles es de origen indio y nepalí. En aquellas latitudes es un animal muy abundante, pero también es imprescindible para mantener el equilibrio natural con los ofídios, por lo que la caza y exportación del pelo preparado para pincelería también está muy regulada.

Pelo de cola de ardilla

Roedor de la familia de los esciúridos de color oscuro brillante y extremadamente suave. Esta materia natural detenta sin duda el ranking de la suavidad y la fineza. En el mundo de la pinceleria se le conoce como Petit Gris, nombre de origen francés, como tantas otras expresiones en nuestra actividad, pero curiosamente el mejor pelo de cola de ardilla para pinceles no es francés sino ruso, chino o canadiense, ya que en los climas fríos, es donde la naturaleza proporciona a estos animales las mejores materias primas para fabricar un pincel. En la frontera ruso-china a orillas del rio Usuri encontramos el Petit Gris Azul, muy recomendado para pintar con acuarelas y acrílicos muy claros, para la restauración o para recoger con el cuidado necesario el pan de oro. En la región de Kazán a unos 600 km al este de Moscú, encontramos la célebre ardilla del mismo nombre, que nos proporciona un pelo muy apreciado para decorar la cerámica y la porcelana. Comparándolo con el llamado “Bleu”, este cambia su color, adquiriendo en el centro una franja marrón-amarillenta muy elegante a la vista. Finalmente en el Canadá existe la variedad “Jaunette”, amarillenta, muy escasa, pelo de gran calibre pero de longitud limitada. Por la citada escasez, la más cara y difícil de encontrar. El Petit Gris, al igual que la Marta, puntea a la perfección y posee gran capacidad de almacenamiento de líquido.

Pelo de turón

Materia conocida en EEUU como “black sable” o marta negra. El turón es un pelo de color gris negro, fuerte y con bastante nervio. Es ciertamente suave, pero en un pincel redondo puntea poco. Más adecuado por tanto, para pinceles planos y siempre para la técnica del óleo. Muy usado también por los carroceros y doradores, estos últimos para colocar en su lugar definitivo el pan de oro. El turón, animal pequeño de unos 4 a 6 dm, pertenece a la família de los mustélidos, como la marta y es muy común en Europa y América del Norte. Es un mamífero carnívoro con un característico antifaz en el rostro.

Pelo de gineta

Aunque hace años no se fabrica ningún pincel con pelo de gineta, ya que es una especie estrictamente protegida desde 1986, no querría dejar de referirme a esta maravillosa materia de un animal muy común en la Península Ibérica.

Es un carnívero de tamaño medio de la familia de los vivérridos, con un aspecto singular que lo distingue de muchos animales, por tener una larga y ancha cola en forma de anillos blancos y negros, que nos proporcionaba un pelo para la acuarela insuperable. Además en los animales machos adultos, de su lomo se aprovechaba una franja de pelo de 4 a 5 cm de temple extraordinario y de finísima flor, que era un auténtico goce para acuarelistas de la talla de Estrada Vilarrasa o Martínez Lozano, este ya desaparecido.

La gineta que los peleteros casi lograron llevar a la extinción, hoy se ha rehecho de forma espectacular y la encontramos de forma abundante principalmente en la sierra de Baza en Granada.

Pelo de tejón

Otro proveedor ancestral en nuestra profesión. Este mamífero carnívero de la família de los mustélidos, es un animal de cuerpo macizo, de cola y patas pequeñas que se caracteriza por su máscara bicolor en el rostro, su cuerpo está recubierto por abundante y largo pelo de tono amarillento con una característica franja oscura cercana a la flor, gruesa en su parte central y delgada en sus raíces, lo que le confiere la forma de hongo en las brochas de afeitar, servitud que durante un tiempo hizo temer que las barbas rasuradas terminarían con la especie. Por suerte las barbas volvieron a crecer y los empecinados que deseaban continuar afeitandose se pasaron al pelo del caballo o a la cabra tibetana, y los hombres de tez curtida se enfrentaron con valentía a las cerdas del cerdo. Con la llegada de la electricidad, arribaron también las rasuradoras eléctricas y los esprays y con ellos también la luz a fin de que los tejones continuaran viviendo entre nosotros. La especie Meles meles, no se encuentra en peligro ni amenazada, aun cuando en Europa el animal está incluido en el Anexo III del Convenio de Berna de especie protegida. Por suerte hay tejones construyendo sus “catedrales” o tejoneras desde Lisboa a Vladivostok y desde Barrow a Ushuaia.

Pelo de Pony

De los équidos con el pelo de este caballito caracterizado por su pequeña estatura y que conocemos como Pony, cuya altura hasta la cruz no sobrepasa los 15 dm; curiosamente sus ancestros eran aún más diminutos por los restos petrificados que se han encontrado. Podemos afirmar que mientras las crines y colas del caballo común, dan un pelo muy utilizado en el mundo de la cepillería para todos los usos, encontramos crin y cola caballar en cepillos para la cabeza, ropa, zapatos, aspiradoras, puertas giratorias, filtros, etc., el pelo del Pony, por su delgadez y finura lo hace muy apto para la cosmética, óptica, para doradores y en las artes plásticas. Un buen pelo de Pony de las estepas mongolas puede ser de gran eficacia en la técnica acuarelística. Sin embargo en el escalafón de los pelos finos ocupa uno de los últimos lugares, ya que peca de quebradizo, con poco nervio y nada propenso a que logremos que puntee.

Se consigue el mejor pelo de Pony en los animales que viven en parajes muy fríos como Islandia, países escandinavos, Rúsia, China, Mongólia, Canadá, etc., y su obtención se consigue mediante el esquilado con la llegada del buen tiempo.

Pelo de cerdo

Materia natural muy conocida y la más abundante: cerdas del cerdo. El cerdo es un mamífero domesticado desde hace unos 5 milenis y exactamente como se dice de él, se aprovecha todo: su carne para el consumo humano -incluso en alguna ocasión su corazón ha latido dentro de un ser humano por la similitud con el nuestro- su piel para la marroquinería… y sus cerdas para la industria cepillera, brochera y pincelera. Esta preciada materia se obtiene del lomo y espaldas del animal lógicamente ya sacrificado, arrancándolas después de haber escaldado la piel con agua hirviendo. La operación de arranque es sumamente importante porque se consigue que la hebra de la cerda arrastre consigo la raíz, cuya utilidad la comentaremos en el transcurso de este apartado.

Como apuntábamos anteriormente, durante muchos años fueron muy apreciadas las cerdas del cerdo procedente de los pirineos catalanes, aragoneses y navarros, lo fueron también las de Europa del Este, Rumanía, Polónia, la antigua Yugoslavia y especialmente las Gostor rusas, que procedían de las inmensas granjas colectivas al este de Moscú, en Niznij Novgorod, Kazán, Perm, Ekaterinburg, Omsk, Novosibirsk, hasta Irkutsk en el lago Baikal. Estas cerdas procedentes de animales que vivían en parajes muy fríos se caracterizaban por tener un cuerpo muy recio, de gran nervio, de color blanco que se oscurecía ligeramente en su flor.

Hoy día China ocupa el primer lugar en la producción, preparación y exportación mundial de cerdas, consiguiendo cantidades y calidades insuperables.

Las cerdas son conocidas con el nombre de las regiones de origen donde nacen y se elaboran: Shanghai, Hankow, Chungking, Tienshing, Tingstao entre otras. La raza, el clima y la alimentación del peludo cerdo chino junto a la especial preparación de las cerdas -en gran parte aún de forma manual- hacen de la cerda china, como hemos dicho antes, la materia prima más adecuada para el pincel al óleo, para la brocha redonda o plana para el pintor decorador y para la industria cepillera en todas sus variedades. La cerda para poder ser manipulada, ha de pasar por un largo proceso de doble ebullición para limpiarla, desengrasarla y enderezarla. Para ello, se utilizan hoy día sistemas con vapor de agua en autoclaves para que quede totalmente recta una vez ya seca. Una maquinaria especial cuidará de descapicularla (ordenando el sentido flor-raíz) y de separarla por medidas, que van de los 40 mm la más corta, hasta la increíble largura de 140 mm

La más abundante es la de color natural de tonalidad marrón claro, le sigue la gris que es poco utilizada y la negra, esta escasa y de alto precio.

Aquella raíz que ha permanecido adherida al cuerpo de la cerda, sera ideal para una perfecta fijación cuando quede sumergida por la cola. Su cuerpo mantendrá el conocido y necesario nervio y su flor o palma, a diferencia de los demás pelos termina horcajada en dos o tres cortas prolongaciones -bífida o trífida-, dándole la suavidad necesaria para pintar.

El preparador chino realiza un último milagro: a la cerda destinada para pinceles de Bellas Artes -exquisita selección de las mejores calidades de cerda Chungking- la embellece aún más consiguiendo darle un color blanco-nieve de forma permanente sin perjudicarla en absoluto, cualidad esencial que no ha conseguido ningún otro preparador del mundo.

Pelo pahmi chino, garduña, cabra, perro, crin y cola caballar

Si embargo todos ellos desde nuestro punto de vista, no reúnen las condiciones mínimas para obtener un pincel que nos pueda prestar un buen servicio.

Dejemos la materia natural ampliamente comentada y entremos en el mundo de la artificial.

Análisis de las fibras artificiales

Que nadie crea que las fibras artificiales son unas materias de reciente creación, ya que el Conde de Chardonnet la introdujo en Francia a finales del siglo XIX, concretamente en 1889. Obtuvo un hilo a partir de una solución muy viscosa de nitrocelulosa, pero no fue hasta después de la Primera Guerra Mundial que alcanzó gran importancia.

Las primeras fibras artificiales para la industria textil entraron por Barcelona hacia 1906, y durante muchos años la utilización de esta producto no se movió del ámbito de esa actividad. A principios de los años cincuenta se empezó a diversificar, principalmente en el mundo de la cepilleria ya fuera en accesorios de limpieza, maquinaria para el calzado, ropa, electrodomésticos, para el hogar, etc. Hasta aquel momento las fibras artificiales eran filamentos cilíndricos sinfín, que al cortarse dejaban una rebaba en cada extremo ingrata al tacto y que debían eliminar mecánicamente machacándola para que tomara forma de “flor” artficial, operación que aún hoy la realizan para los cepillos de limpieza.

Pero hace unos trenta años se produce el milagro: químicos japoneses partiendo del hidrocarburo, crean las primeras fibras concebidas expresamente para utilizarlas en pinceles para las Bellas Artes. Eran fibras de polímeros obtenidos por policondensación de diaminas con ácidos dicarboxílicos….

Resumámoslo: son monofilamentos de poliamida de diferentes grosores y nervios, coloreados a “gusto del consumidor”, imitando la cerda, la marta, el meloncillo, el tejón, etc. Y lo más asombroso ¡es que consiguen fibras cónicas! con un final casi imperceptible, que combinándolo con diferentes diámetros y longitudes, consiguen el nervio adecuado para todas las técnicas pictóricas.

Ventajas sobre el pelo animal

Presentan más resistencia a los diluyentes, aguarrases y acetonas. La desventaja principal es el poco poder de almacenamiento del producto; otra, con el desgaste por el uso, no se consigue mantener la finura en su flor como el pelo natural. Explicaré más adelante como lograr una relativa recuperación de la punta torcida, pero que tampoco es una tarea fácil.

Permítanme intercalar una anécdota del todo cierta. En tres visitas personales que hemos efectuado en la más importante industria fabricante de estas fibras para pincelería en la ciudad japonesa de Osaka, no se permite traspasar el umbral del despacho del Director del Departamento, por muchas reverencias que se hagan. Es por ello que no puedo dar más detalles de cómo consiguen el milagro que al inicio de mi crónica hacía mención.

Hacia 1975 empezamos a fabricar los primeros pinceles con la fibra artificial Toray y no niego con bastantes reticencias, reacción que también captamos en artistas amigos o clientes más importantes. Algunos incluso vaticinaron que sería un fracaso total. ¿Cómo se podía substituir una materia natural de toda la vida por otra salida de un laboratorio, rodeada de microscópios, probetas humeantes y paredes de cerámica blanca? Y la verdad es que el escepticismo se apoderó también de nosotros, ya que no nos servían los moldes habituales, el hilo resbalaba, la electricidad estática hacía que las fibras quedaran pegadas a los dedos hasta el punto de necesitar la ayuda del talco para reducir el problema, tuvimos que variar las viscosidades de las gomas porque la penetrabilidad era diferente que en la de los pelos animales, pero lo peor eran dos importantes inconvenientes finales: dar la forma adecuada en los pinceles redondos y evitar que cuando se trabajara con el pincel el mechón no se abriera como una col (para utilizar un símil clarificador). Las pinceleras que se atrevieron con “aquello”, tuvieron casi, que empezar de nuevo, pero las dificultades empezaron a resolverse, y al Toray le siguió el Teijin, nombres claramente autóctonos del Lejano Oriente.

Cuatro nuevas incorporaciones de diferente naturaleza y colorido, nos obligaron a buscarles un nombre propio y escogimos el de Takatsu y Tadami en homenaje a dos pequeños villorrios, el primero cerca de Kioto y el segundo de Tokio, dos auténticas maravillas urbanas en orden, limpieza -el arte del grafiti allí no se vé o no existe- y una gran amabilidad de sus habitantes.

La palabra Tame fue adjudicada en honor a una también pequeña población de Colombia del Departamento de Arauca, que tuvimos el privilegio de conocer gracias a la invitación de una ONG en la que colaboraba el hijo de un familiar muy próximo. Él fue el receptor de varios lotes de pinceles que hicieron felices a muchos niños de este núcleo urbano de la meseta araucana cuyo lema: “Tame cuna de la libertad”, se le concedió porqué precisamente allí se iniciaron las primeras escaramuzas para conseguir la independencia de España.

Mención aparte merece el último linaje de nuestra “familia” artificial, la fibra Tekady.

Tekady es una reserva natural de animales salvajes a orillas del lago Periyar en el estado de Kerala en el sur de la India, relativamente cerca de Cochín. Allí tuvimos ocasión de convivir durante dos días con un matrimonio y cuatro hijos, cuyos dos únicos sustentos consistían en la venta de una especie de nueces que creía se daban sólo en la Amazonia Latinoamericana. El fruto lo cocían ellos mismos con rudimentarios cachibaches de cobre, naturalmente al aire libre. Nueces de gran tamaño parecidas a los judiones de El Barco de Ávila y de magnífico sabor. Su otra actividad era la obtención, asimismo con una maquinaria muy rudimentaria de fibras vegetales obtenidas de la corteza del coco, en las que todos los miembros de la familia confeccionaban esteras, cortinas, tapetes y cuerdas trenzadas, que según ellos eran las más fuertes del mundo. Nos regalaron un montón de aquellos frutos secos y unos metros de tosca cuerda que guardé durante mucho tiempo. Para aquellos hindús de Kerala de tez oscura, manos de cuero, enjutos de cuerpo y siempre descalzos, les dedicamos el nombre de la fibra más recia, con más nervio, la más dura…como ellos.

Indicábamos que la probervial discreción japonesa nos había impedido un conocimiento preciso de como consiguen una materia artificial con las tres propiedades que nosotros como pinceleros destacamos por encima de las demás:

  1. Que hayan conseguido fibras con diámetros de 0.04 mm
  2. Que puedan haber logrado coloridos tan sorprendentes como el Takatsu y el Tadami, este con una imitación del pelo de meloncillo insuperable
  3. Que las fibras sean cónicas como los pelos naturales.


Es por ello que pocos detalles podré proporcionar. Me limitaré pues a explicar lo que la experiencia nos ha hecho intuir trabajando con estas materias artificiales.

En primer lugar debo hacer dos grupos, el primero el que encajaríamos para la técnica de la acuarela, el segundo para el óleo. El acrílico por su textura, podría “beber de ambas fuentes”.

Entremos pues a tratar las fibras que a mi parecer son ideales para la acuarela. Toray blanco: mezcla de fibras de 0.06 mm y de 0.08 mm de diámetro Su color blanco nieve es con toda seguridad obtenido por tintado de la pasta antes de su extrusión.

Consiguen dos preparaciones, una llamada “solid” en la que todas las fibras tienen la misma longitud, propia para pinceles planos carrados y lengua de gato y otra llamada “tapered” o afilada, en la cual las fibras quedan repartidas entre varias larguras, composición muy parecida a los pelos finos y cerdas. Esta preparación tapered es ideal para pinceles redondos, con lo que se logran mechones con una definición tal, que la experta pincelera consigue formas que una vez mojadas puntean a la perfección.

Toray dorado: aquí los diámetros de las fibras quedan compartidas en un 50% cada una consiguiendo un nervio superior en un 10% aproximadamente que la anteriormente descrita. Las preparaciones “solid y tapered” coinciden con las del color blanco y con el resto de todas las fibras.

Tame oro: mientras que el nombre Toray es autóctono, el Tame está rebautizado. Es de la familia de los “teijines” pero con “pedigrée” propio. Desconocemos su naturaleza cómo todas las fibras y en este caso la mezcla de diámetros utilizados, pero el tintado que consiguen -un auténtico logro- resulta un cuerpo marrón claro y una franja oscura en su palma, lo que nos permitió el añadido de imitación marta. Procedamos igual que con la marta, acercando el mechón doblado junto a nuestro oído, y dejémosle recuperar su posición inicial, el ruido que emite es un auténtico trueno.

Tame negro: si al Tame oro se le pudo adjudicar la imitación de marta, al Tame negro con fibras de inferior temple, hicimos lo própio comparándolo con la gineta (pelo ya descrito junto al turón). El artista, trabajando con esta materia tiene en todo caso la última palabra.

Takatsu: esta fibra tricolor de cuerpo color hueso, franja oscura en su tercio y línea blanca en su final és también de la familia del Teijin, y aunque en nuestro catálogo la tenemos encuadrada en el apartado para el óleo, muchos usuarios nos han dicho que en nuestra elección nos equivocamos. Su nervio y la extraordinaria fineza de su flor la hacen más adecuada para la acuarela que no para el óleo o acrílico por muy poca viscosidad que utilicemos. La mezcla de fibras se mueve entre un 0,07 mm, 0,10 mm, y 0,12mm repartido en partes iguales.


Nos queda por examinar el segundo grupo de fibras que por sus características y principalmente por su respuesta al tratar con ellas, están destinadas a trabajar con pinturas con cuerpo, espesas, ya sea óleo o acrílico en tubo. Abordemos la primera:

Teijin: junto con la de Toray, es la fibra más conocida y utilizada. Su nombre es conocido en todos los ámbitos artísticos, y yo diría que los excelentes resultados de esta preparación terminó con las reticencias para ir probando otras. Es una fibra de color pardo oscuro, brillante, con una conicidad muy acentuada y un afilado piramidal corto consiguiendo con ello un final muy suave. La gran condición del Teijin es que trabajando con pinceles redondos más pequeños -del 5/0 al 2- su excelente punta permanece recogida, condición que no hay manera de conseguirlo con la cerda.

Tadami: otra maravilla artificial con la condición de que no me pregunte amable lector, su naturaleza ni cómo consigue el técnico japonés “pintar” cada fibra, ¡que es una catorceava parte de un milímetro! cinco franjas blanquecinas y cinco de negruzcas, para terminar la flor con una de más ancha asimismo amarillenta y negra alcanzando un aspecto exactamente igual que un pelo de meloncillo. Un auténtico camuflaje que si tuviera delante al nipón que consiguió el milagro, se merecería una prolongada reverencia.

Es una fibra difícil de trabajar para conseguir un pincel redondo, no puntea tanto como el Teijin ni como el meloncillo auténtico a causa de que su flor no llega a alcanzar la delgadez del Teijin. Yo diría incluso que és una fibra “rebelde”, pero que conseguimos “domarla” tal cómo explicaré más adelante. Es muy resistente a los efectos destructores de los diluyentes o aguarrases, y tiene un nervio preciso para pintar con materia espesa y los diámetros de las fibras coinciden con las del Teijin.

Tekady: estamos ante una fibra superdura, de color blanquecino-amarillento. Es la imitación de la cerda del cerdo chino invernal de la fría región de Manchuria, aunque su nombre destile un clima tropical. Las fibras tiene un diámetro de 0,2 mm en un 100 %. Solamente supera su dureza la cerda del jabalí, que deberemos reservarla solamente en cepillos de lujo para nuestros gabanes.

Si comparamos la cerda con la fibra Tekady, esta tiene dos carencias respecto a la materia natural, no posee el bulbo de la raíz (importante para su sujección con la cola) y su final no está horcajado (igualmente básico para una pincelada armónica, precisa y limpia). El laboratorio no puede conseguirlo todo.

El artista plástico que quiera cargar su tela con grosor de pintura y dejar huella indeleble en la tela o donde sea -ahora mismo pienso en Plasa o Antonio Saura-, el pincel de Tekady....es su pincel.

Hasta aquí nuestro análisis de la familia de las ocho “T”. Nos sentimos orgullosos de todas ellas. Nos sentimos satisfechos de haber participado en su paulatina implantación. Nos sentimos reconfortados de haber contribuido con ello, aunque sea modestamente, a la preservación de ciertas espécies animales, auténticas maravillas de la naturaleza y de su evolución.

Fabricación del pincel Escoda

Hasta aquí hemos hecho un repaso a los precarios inicios de nuestra actividad artesanal, al nacimiento del pincel según nuestros conocimientos y a su evolución a lo largo de los tiempos para llegar a las primeras fabricaciones en serie en Francia y Alemania. Finalmente hemos analizado con detalle los elementos que componen un pincel. Intentemos ahora explicar como los fabricamos.

Vaya por delante que detallar sobre el papel una labor artesanal y tan específica como la nuestra no es fácil, y más hablando de tal variedad de pelos y fibras, 16 en total, todas con características própias y que una vez convertidas en pincel tendrán longitudes, grosores y formas diferentes.

Hoy como ayer, nuestros pinceles para las Bellas Artes están fabricados por manos expertas todas ellas necesariamente con largos años de experiencia. Por su especial función, son manos que requieren poca o nula transpiración a fin de que el pelo pueda desprenderse con facilidad de las yemas de los dedos cuando se manipula. Uñas algo pronunciadas se convierten en insustituibles herramientas y pinzas imprescindibles. La mesa y silla de trabajo han de ofrecer la máxima comodidad, dado que éstas y la operaria se pasarán muchas horas juntas. También se requiere una buena iluminación y la total inexistencia de corrientes de aire, ya que estamos manejando materia de muy poco peso y de mucho valor.

Los útiles para iniciar la fabricación de un pincel consisten básicamente en dos tijeras, una con la forma clásica para operaria de derechas y otra preparada para operarias de izquierdas (en el sentido apropiado de la palabra) que la usará para cortar algún pelo solitario o rebelde, el hilo o para un repaso superficial, y una segunda tipo “jardinero” para cortes de mazos de pelo con cierto grosor. Le acompaña una pinza extremadamente puntiaguda, dos peines metálicos de diferente espesor, un decímetro de gran precisión, hilo de algodón de dos y cuatro cabos según fabriquemos un número pequeño o grande, diferentes moldes para dar forma a los mechones, la materia natural o artificial a punto de utilización y lógicamente las virolas.

La pincelera está rodeada permanentemente de dos máquinas neumáticas de sobremesa “made in Escoda”: una dispensadora de mechones, pequeño ingenio de la mecánica totalmente zincada, que ha sufrido más de 15 modificaciones desde su nacimiento, poseedora de una pinza en forma de “media luna” que hará el milagro tantas veces como le demos al dispositivo, de proporcionar a la trabajadora la porción precisa de pelo que previamente habremos programado, desde los 75 pelos aproximadamente en el número más pequeño hasta los 4.500 en el más grande, todo ello para empezar a dar forma al mechón del futuro pincel. El segundo tiene la misión de chafar los pinceles que van a ser planos, su fuerza es brutal, posee un cilindro de nada menos de seis atmósferas de presión. A fin de evitar algún accidente por aplastamiento, la operaria u operario para poder accionar la máquina será necesario que pulse dos botones a la vez, uno para cada mano.

Con el mazo de pelo dispensado en manos de nuestra pincelera y ayudada por el hilo de algodón, lo introducirá dentro de un molde unitario o múltiple, llamado también cubilete en nuestro léxico particular, cuyo interior es el negativo exacto de lo que queremos sea el pincel en su aspecto exterior, seguidamente y a base de sucesivos y pequeños golpecitos, el mazo de pelo irá adquiriendo la forma deseada, por tanto es claro que las diferentes formas de los mechones nunca se consiguen cortando “por lo sano” la flor o palma del pelo, como alguna gente cree.

Conseguida dicha forma estamos ya en disposición de pasar a la siguiente fase, diríamos la más comprometida, consistente en sacar el mechón de pelo e introducirlo dentro de la virola, conservando, naturalmente la forma lograda anteriormente. Para ello, se siguen dos métodos: Uno, atando el mechón por la parte de la raíz, visible aún dentro del cubilete, y otro “vaciando” éste muy suavemente sobre las yemas de los dedos, que harán de sujetador provisional. El hilo en forma de lazo nos ayudará a ponerlo dentro de la virola, naturalmente por la parte con mayor diámetro. Ya tenemos el casquillo con el pelo y su forma dentro. Un nuevo y suave golpe le obligará a sacar la cabeza, y otra vez los dedos y las uñas se encargarán de dejarlo a la medida necesaria o incluso de corregir ahora manualmente la forma obtenida.

Mechón y virola están momentáneamente unidos y sujetos a la vez, debido a la conicidad inversa del pelo y de la virola. Esta necesaria inmovilidad se logra de forma más segura en los pinceles planos por la acción de la máquina de chafar antes mencionada.

El encolado del cabezal

El cabezal del pincel -mechón y virola- nos ha quedado preparado para la próxima operación, consistente en verter la cola o adhesivo necesario que inmovilizará definitivamente los dos elementos con que hasta ahora hemos estado trabajando. Este aditivo imprescindible en el proceso de fabricación del pincel, ha ocasionado al artesano pincelero numerosos quebraderos de cabeza, que hoy están resueltos gracias a los avances de la industria química.

Normalmente se utilizan dos tipos de adhesivos, según los diferentes diámetros de las virolas. Desde los números más pequeños hasta más o menos la mitad de la numeración, se usan gomas de un sólo componente que actúan por evaporación de un disolvente especial que llevan consigo. Es importantísimo calcular la viscosidad adecuada para cada tipo de pelo a fin de conseguir una precisa penetración sin sobrepasar el límite de la boca de la virola. Lo mismo sucede con la cantidad que verteremos en cada número, por lo que será necesaria la colaboración de una máquina que mediante impulsos eléctricos y de presión de aire, permita dosificar la cola desde inverosímiles gotitas, hasta un corto chorrito. La habilidad y el perfecto pulso del operario harán el resto.

Para los números medianos y mayores varía el adhesivo y la maquinaria. Se utilizan las llamadas resinas epoxy de dos componentes que mezclados entre sí en una estudiada y precisa proporción, originan una reacción química que puede alcanzar temperaturas de hasta 70º, convirtiéndose en un producto solidificado, pétreo, inalterable ante la acción de cualquier disolvente, aguarrás o ácido. Se trabaja también con varias viscosidades, precisando una permanente temperatura ambiental y del producto en sí para conseguir, al igual que la goma nitrocelulósica una perfecta penetración. De su mezcla y dosificación se encargará igualmente una maquinaria especial preparada para tan especial cometido.

El marcado del mango

Tenemos el pelo y la virola definitivamente unidos por la acción del adhesivo, mientras tanto habremos estampado en la superficie del mango la identificación del pincel: Su número, marca, nombre, tipo de pelo, serie y para finalizar, la ciudad y el país que lo fabrica. Todo un compendio informativo en un espacio inverosímil de cuerpo redondo, panzudo, cónico, con perfil de “espalda de asno”.

Existen dos modalidades para afrontar y resolver esta complicada pero necesaria operación, la estampación por termografía y por el sistema llamado de tampografía. La primera utiliza el calor, la segunda la tinta. La primera es la tradicional, las más antigua, la más complicada y costosa, pero la más indeleble. La segunda es más moderna, se consigue un perfil de letra perfecto, inexistencia de problemas por larga que sea la leyenda, facilidad en obtener los grabados, sin embargo aunque las tintas llevan el sello de imborrables, en la práctica y en uso del pincel, su duración es de vida corta, los barnices, alcoholes o diluyentes se la llevan fácilmente consigo. Expliquemos brevemente las dos modalidades.

En el caso del marcado por termografía debemos disponer de grabados de acero que se acoplen al perfil y curvatura del mango, condición indipensable para conseguir una buena estampación, así como un mango perfectamente acabado, con una pintura dúctil que resista el pequeño golpe que sufrirá al marcarlo. Entre grabado y mango haremos discurrir un film especial para estampar, que al contacto a alta temperatura con el molde de la marca, depositará permanentemente el color escogido en la superficie de dicho mango.

Con el sistema de tampografía se sustituye el grabado de acero por una pieza de silicona y la película por tintas especiales. La maleabilidad de la silicona permite, como decía anteriormente, grabar leyendas extensas incluso sobre superficies imperfectas, también elimina totalmente la posibilidad de roturas en el esmalte que recubre el mango.


Ranurado del pincel Escoda

Con el adminículo debidamente grabado y colocado dentro del cabezal correspondiente, debemos pasar a la operación del ranurado que unirá las dos partes.

Esta sujección mecánica del cabezal del pincel con el mango, se consigue mediante una serie de matrices –una por cada número de virola- que unirá para siempre un componente con el otro. En la mayoría de pinceles este ranurado consiste en dos simples hendiduras sobre el final de la virola que lo sujeta al cabezal del mango. No es una unión segura. Cualquier contracción de la madera a causa de una temperatura más alta de lo normal por pequeña que esta sea, originará un movimiento rotatorio que aunque las dos partes no se separarán, el hecho de no quedar inmóviles, el estado del pincel no es la adecuada y además molestará al artista en su trabajo.

Conscientes de ello, Escoda Sabatés pensó que separando las dos hendiduras habituales, e introduciendo otra en el centro con una anchura doble, la fijación sería inapelable. Recuerdo que nuestro padre decía: Una mesa con dos patas no hay forma que se sostenga. Si ponemos una tercera tendremos mesa para siempre. El símil servía y el tiempo le dio la razón.

Costó lo nuestro convencer al fabricante alemán para que nos fabricara las matrices especiales con este nuevo diseño para ranurar pinceles, sugerencia de un pequeño fabricante de pinceles allende los Pirineos. ¿Podía venir alguna idea original de allá? Pues podía venir. Nos fabricó una primera matriz recuerdo del 10 con las tres hendiduras propuestas, con ella hicimos unas pruebas y los resultados fueron óptimos. La triple “R” era bonita y el ancho aplastamiento central dejaba a la vista otras dos en forma embutida de aspecto muy elegante y original.

Aceptó nuestro pedido de 30 matrices (15 para cada máquina), pero puso una condición sine qua non, fabricaría un par de ellas del mismo número cada mes y la pagaríamos puntualmente antes de que saliera de su impóluto taller mecánico de Nüremberg. Nosotros pusimos la nuestra: se tenía que comprometer a no fabricar otras de iguales o similares a ningún otro fabricante de pinceles. Al cabo de 24 meses -falló en alguno-, el pequeño fabricante había cumplido escrupulosamente la condición aceptada. Nunca hemos sabido si él cumplió la suya, aunque creemos que como hombre de palabra y buen industrial, sí lo hizo, ya que nunca ha caído en nuestra manos un pincel de la competencia ranurado con un diseño como el nuestro.

Sin duda alguna la triple ranura puso nuevamente a prueba la maleabilidad del latón y la calidad de la capa del niquelado o del oro.


El repaso y acabado final

Casi tenemos el pincel a punto para ensuciar las telas y convertirlas en obras de arte. Nos falta el examen final y definitivo.

Este consiste en primer lugar, en pellizcar suavemente el mechón de cada pincel con las yemas de los dedos para expulsar los pocos pelos, si los hubiere, que el adhesivo no hubiese atrapado. Seguidamente se usa la tijera, único momento en que esto se permite. De nuevo, unas hábiles manos y una larga experiencia sabrán cortar lo mínimo necesario e imprescindible, cómo algún pelo torcido, indómito o colocado al revés.

Cada pincel pasará por un exhaustivo examen final, y en los números más pequeños de marta o meloncillo nos podrá ayudar una lente de gran aumento para poder eliminar cualquier pelo que no cumpla con todos los requisitos establecidos. El examen visual nos facilitará también apartar el que presente alguna irregularidad en el mechón, defecto en la virola, en el mango o en el marcado. Este riguroso y costoso examen se hace necesario si queremos imprimir a nuestro artículo el sello indeleble de la calidad.

Ahora sólo nos queda el acabado final. Los pinceles de pelo fino se sumergen en una preparación con cierta viscosidad de goma arábiga, tratada químicamente para extraerle cualquier sombra de toxicidad o de cuerpos extraños. Este apresto una vez seco, hará la función de protector y conservante a la vez, el cual desaparecerá con facilidad al contacto con agua ligeramente tibia.

Para los pinceles de cerda y la mayoría de las fibras artificiales para óleo, los pinceleros europeos y asiáticos utilizan el método del engomado acabado de describir -no tienen otro- para conseguir principalmente en los pinceles redondos, una perfecta convergencia hacia su eje central de todos los pelos que forman el haz, que en inglés denominan interlocked. No obstante los resultados son siempre poco duraderos ya que las cerdas y fibras de cierto grosor, son de difícil sometimiento dada su reciedumbre. En épocas pasadas también se había usado el cordel que a modo de malla envolvía el mechón, pero asimismo esta sencilla fórmula resultaba poco efectiva por su facilidad en desprenderse, e imposible de aplicarla en números inferiores al 10.

Escoda utiliza una tercera fórmula sui géneris -sin duda la mejor- consistente en “planchar y secar” simultáneamente el mechón, mediante un sistema con un producto natural: Un extracto de maíz del altiplano guatemalteco. El llamado secreto profesional nos impide entrar en más detalles y apelando a la generosa comprensión del lector, estamos seguros que nos sabrá disculpar.

Llegados aquí sólo nos resta colocar con cierto cuidado el capuchón transparente que ha de cubrir y proteger nuestro querido y delicado haz de pelos que tanto nos ha costado conseguir e introducirlo ya sea de forma individual o colectiva en bolsas igualmente transparentes de polipropileno, material atóxico certificado por las autoridades sanitarias de la Unión Europea.

Su conservación

El pincel ciertamente es una herramienta frágil, si además es de calidad, su costo puede ser muy elevado. Las materias que lo integran como pelos naturales, fibras o cerdas virolas y mangos y su fabricación artesanal, estas asumen la culpa por decirlo de alguna manera. Por ello necesita un cuidado especial que alargue su vida útil, aunque esto vaya en detrimento de la producción del fabricante. No hablaré de su muerte, porqué un pincel no muere nunca. Posiblemente sea el útil que el artista ame más. Este no acostumbra a tirar nunca su pincel cuando ha llegado al final de su vida “laboral”, aunque de pincel sólo le quede el nombre.

Recuerdo que un artista ya fallecido, amigo de mi padre, me decía que la tela una vez terminada la obra, desaparece de tu taller, el tubo de pintura a medida que lo vas vaciando queda hecho un guiñapo, las botellitas con los aceites, barnices y otros mediums van a parar a la basura que le corresponde, el caballete es un ser estático, inanimado que no te dice nada y que sólo sirve de sostén para el bastidor y su tela... pero el pincel ¡ah amigo el pincel! ha nacido para el arte transformándose en las propias manos del artista y que llega a pintar casi en estado alopécico. Este artista reconocido paisajista de Sabadell y que llegó a nonagenario, me enseñó una espécie de armario-vitrina con más de ¡2.000 pinceles usados! Nunca se había desprendido de uno sólo, y la mayoría eran de su amigo pincelero. Son como mis hijos, nietos y biznietos me decía ¿cómo voy a tirarlos si con ellos me he ganado la vida?. Yo de todas formas debo añadir que toda su vida permaneció soltero.

Como toda materia delicada, el polvo, las altas temperaturas o un inadecuado almacenamiento pueden modificar de forma irreversible la estructura del pelo o de la fibra y, por tanto, dejarlo inservible para su uso. Yo diría que son tres los enemigos más implacables del pincel: El agua, la misma pintura y la polilla. Hablemos del primer elemento.

Algunos artistas tienen la inveterada manía de dejar sumergido el pincel dentro del agua cuando no lo usan por un tiempo. La naturaleza capilar del pelo, su estructura molecular y la madera del mango, hacen que el pincel sea un bebedor empedernido, aumentando su volumen hasta un 15%, que perjudica seriamente la vida del pelo, la efectividad del adhesivo e incluso la seguridad del casquillo metálico. Si trabajando, sumergimos el pincel en agua para ahorrarnos la siempre engorrosa tarea de limpiarlo, en teoría debemos mantenerlo el mismo tiempo fuera de ella, a fin de que expulse el líquido absorbido.

Trabajando con acuarelas y acrílicos, la limpieza es relativamente fácil: Exponiendo el mechón debajo del chorro del agua y ayudándonos con la yema de los dedos, podemos dejar el haz de pelos limpio. Hemos de procurar que no queden restos de pintura en el corazón del mechón, ya que al secarse los pigmentos, estos tenderán a abrirlo y en vez de un pincel nos cogerá forma de coliflor.

Si el producto es oleaginoso se requiere la ayuda de un diluyente o aguarrás -hay firmas que comercializan productos preparados para este fin muy efectivos, a los que les han eliminado el mal olor-, igualmente nuestros dedos, un jabón neutro a continuación, agua en abundancia, secado en toalla o papel absorbente, y por último el consejo de siempre, humedezcamos el mechón con aceite de oliva y nuevamente con los dedos intentemos dejar el mechón con la forma como lo hemos encontrado al adquirirlo. El aceite, nuestro aceite de siempre, ejerce dos funciones capitales: a) mantiene la elasticidad del pelo, fibra o cerda y b) aleja para siempre la temible polilla, el tercer enemigo. La larva de esta mariposa nocturna se nutre de tejidos, borras, pieles o pelos que constituyen su única fuente de alimentación. La destrucción que ocasiona siempre silenciosa y casi imperceptible, resulta terrible. He visto pinceles de hasta un número 6 sin un solo pelo. Otra prevención igualmente eficaz, es poner un par de bolas naftalina entre los pinceles y renovarlas de vez en cuando. El típico olor del alquitran de la hulla desaparecerá aireandolo.

Finalmente al guardar el pincel humedecido con aceite y perfectamente peinado el mechón, este ha de quedar libre de cualquier contacto físico. Al reanudar su uso, cualquier lavavajillas y agua tibia lo dejará a punto.

Hemos llegado al final de “La historia del pincel...ese gran desconocido”, confiando que con nuestra larga crónica, hayamos podido variar el adjetivo de desconocido por el de amigo conocido.

Nuestra historia no quiere abrir ni cerrar ningún tratado sobre pincelería, puede incluso que contenga algún concepto, dato u opinión errónea. Si fuera así pido disculpas por ello ya que nunca ha habido ningún atisbo de hacerlo adrede. Solamente nos ha movido el interés en dar a conocer detalles y entresijos de una especialidad singular de nuestra actividad diaria, ya en su tercera generación y avalada por 75 años de dedicación absoluta y por tanto, de estima a nuestra profesión. Concepto que nuestro padre se esforzó hasta lo indecible en transmitirlo a sus dos hijos, esfuerzo que ejercemos hoy nosotros hacia los nuestros.

Nos sentimos orgullosos de ser pinceleros, porqué de alguna manera pensamos que hace 75 años que estamos contribuyendo al desarrollo de las artes plásticas y de la cultura en general, que como decía al principio de nuestra reseña, sin la genial invención del pincel, muchísimos documentos del desarrollo cultural de la humanidad no hubieran existido.

Quisiera terminar emulando al eximio poeta Lope de Vega, cuando a finales del siglo XVI se atrevió a elogiar al pincel en una maravillosa poesía que figura en la página tres de nuestro catálogo. Plagiando sólo un poco su composición, haré una cosa similar con un lenguaje del siglo XXI, creyendo que puede ser el mejor epílogo para que hayamos reconvertido nuestro título inicial, por este otro: “El pincel... nuestro amigo y conocido”.

Tú pincel, herramienta modesta

que seduces, provocas, desafias, estimulas, denuncias, acusas, incitas. Tú que propones, declaras, inspiras, atraes, sugieres, fascinas... Para ti es el milagro de prender el sol y traerlo a tierra con tu delgada punta, y devolverlo al cielo para que nazca un

nuevo día.
Obtenido de "Historia del pincel"

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