- Siembra directa
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La siembra directa, labranza de conservación, labranza cero, o siembra directa sobre rastrojo es un sistema de conservación que deja sobre la superficie del suelo el rastrojo del cultivo anterior. No se realiza movimiento importante de suelo (ni araduras ni rastrajes) excepto el movimiento que efectúan los discos cortadores de los abresurcos de la sembradora al abrir una angosta ranura donde se localizará la semilla.
Contenido
Contexto
La productividad de los suelos a través de los años de uso, suele bajar de manera importante asociada a la reducción del porcentaje de materia orgánica, producto del laboreo excesivo del suelo.
Al arar el suelo, se produce una modificación de su atmósfera interior al ingresar O2 de la atmósfera externa, que aumenta los procesos oxidativos de la materia orgánica y libera CO2 (gas de efecto invernadero) a la atmósfera. Esa pérdida de materia orgánica libera una gran cantidad de nutrientes, lo que aumenta la fertilidad inmediata del suelo.
Por otro lado, se produce una disminución de la densidad aparente y de la resistencia a la penetración de la capa arable.
Estos dos procesos explican que el arado de los suelos permite mayores producciones que la siembra directa en el corto plazo. No obstante, si el proceso se repite en años sucesivos, la materia orgánica disponible para descomponer disminuye considerablemente, y con ella también disminuye la producción vegetal.
Además, la materia orgánica tiene un papel muy importante en la estructura del suelo, con lo que su disminución provoca pérdida de la misma, con sus consecuencias de pérdida de la permeabilidad y del aireamiento, y aumento de la erosión del suelo.
Beneficios
La labranza cero es una respuesta a la caída del contenido de materia orgánica en suelos agrícolas sometidos a labranza convencional. El objetivo es remover lo menos posible el suelo, disminuir los ciclos de oxigenación intensos de la materia orgánica y, por ese medio, evitar la destrucción de la misma.
No obstante, el arado de los suelos es una eficaz herramienta de eliminación de malezas, o plantas indeseables. Con la labranza cero, éstas deben ser eliminadas por medios químicos, de modo que exigen el uso masivo de herbicidas.
Por otro lado, también exige aportes extras de nitrógeno, en forma de fertilizantes.
Inesperadamente, la labranza cero también resultó una buena respuesta a la erosión en suelos particularmente expuestos a la misma, especialmente los suelos arenosos, que sufren habitualmente erosión por el viento. También se benefician de esta técnica los suelos con fuertes pendientes, que suelen sufrir erosión por el agua superficial.[1]
Por último, en ciertas zonas húmedas, se utiliza esta tecnología porque permite acceder a los suelos anegadizos poco después de lluvias, en períodos en que, después de haber sido arados, resultarían lodazales, en que las máquinas no lograrían desplazarse.
En casos extremos, la labranza cero ha llegado a regenerar suelos erosionados.
Recomendaciones
Previo a la siembra directa, y cuando ya se ha decidido trabajar en labranza cero, se recomienda diagnosticar capas densas, para así tratarlas con el arado cincel, con el propósito de romper estratos endurecidos del perfil del suelo.
Países
En el mundo, los países que tienen las mayores superficies de cultivo en labranza cero son: Argentina, Brasil, EE.UU. y Paraguay. En EE.UU., la labranza cero gasta cerca de un 45 % menos de los requerimientos energéticos (combustibles) utilizados para labores de precosecha que los sistemas de labranza tradicional.
En la Argentina, la superficie de cultivos bajo este sistema de producción fue de alrededor del 70% para la campaña de cultivo 2004/05, representando unas 19 millones de hectáreas.[2]
Requerimientos
En siembra directa se requiere control químico de malezas intensivo y fertilización adicional, lo que significa un gasto energético adicional al requerido en labranza tradicional.
Aun así, en general se puede afirmar que los sistemas de cero y de mínima labranza son más eficientes en términos energéticos que los sistemas tradicionales. Con menores niveles de energía los sistemas conservacionistas pueden conseguir aproximadamente los mismos rendimientos que los sistemas tradicionales. (Kern y Johnson, 1993)
No obstante, es sumamente difícil hacer cálculos completos de gastos de energía del sistema general, ya que una gran proporción de la energía que se ahorra en el campo es gastada en la industria, para fabricar herbicidas y fertilizantes.
Los propagandistas de los sistemas de labranza cero suelen afirmar que se consiguen mejores resultados económicos, pero los cálculos efectuados generalmente son incompletos. Los cálculos económicos de largo plazo son prácticamente imposibles, ya que se requiere comparar la producción que tendrían los suelos con siembra directa contra la que tendrían con el sistema convencional, a plazos que abarcarían más de una generación.
Una forma práctica de evaluar los resultados económicos a corto plazo resulta de la utilización de comparaciones ceteris paribus. Esto es, comparar las producciones de terrenos idénticos, utilizando en ambos la misma cantidad de dinero; es decir, aportar herbicidas y fertilizantes adicionales sólo hasta compensar el dinero ahorrado en aradas y acondicionamientos de suelo. O bien, aunque esto es más difícil, evaluar cuánto cuesta producir la misma cantidad de producto cosechable por unidad de superficie con uno y con otro sistema.
Experiencia en Chile
Chile cuenta con alrededor de 400.000 ha de trigo, de las cuales el 50% está bajo sistema de labranza cero; y se encuentran entre la VIIIª y la IXª región, especialmente en suelos Trumaos (volcánicos) de la precordillera y suelos rojo arcillosos de origen granítico de la cordillera de la costa.
Los agricultores chilenos están adoptando la labranza cero fundamentalmente porque mejoran su oportunidad de siembra y bajan sus costos, por la reducción de uso de maquinaria. La oportunidad de siembra se da porque al mantenerse el rastrojo en el suelo, éste se mantiene firme, por lo que permite sembrar en menor tiempo después de una lluvia, situación que en labranza tradicional no es posible. Se puede sembrar una mayor superficie de suelo en un menor período de tiempo.
La secuencia de cultivo que se aplica en labranza cero, en la zona central de riego, es: trigo – maíz; en el secano costero es: trigo – garbanzo y en la VIIIª región: raps – trigo – lupino. El monocultivo de trigo, a pesar de ser el trigo un cultivo que otorga buenos dividendos, no se utiliza por problemas fitosanitarios provocados especialmente por hongos que completan su ciclo de vida en el rastrojo, entre los que se puede citar el Mal del pie cuyo agente causal es Gaeumannomyces graminis var. tritici.
- Lupino: especie leguminosa utilizada en alimentación de ganado, ave y salmón. Es cultivo de invierno, cuya mayor superficie de cultivo (90%) se encuentra en la IXª región. Los tipos de lupino cultivado en Chile corresponden al lupino hoja angosta o australiano (angustifolio) y el albo o blanco (albus).
- Raps: especie Brassicaceae, oleaginosa, importante por la extracción de aceite, y actualmente para la alimentación animal (pavo, cerdo, pollos). La superficie sembrada de raps, a través del tiempo ha tenido altos y bajos, de haber llegado a 35.000 ha, bajó bruscamente a 5.000, para encontrarse actualmente con una superficie del orden de las 15.000 ha.
Ventajas del rastrojo
El rastrojo, es la biomasa aérea de los cultivos anuales que no es cosechada, queda en el campo como residuo después de la cosecha. Este aporta materia orgánica al suelo, brinda cobertura para reducir la erosión hídrica y eólica o puede ser usado para pastoreo por el ganado.
Notas
- ↑ En zonas de baja pluviometría por ejemplo en Chile: Antumapu, Región Metropolitana, se requiere establecer riego por aspersión con cañón o aspersor grande que abarca 40 m de radio y 30 mm/h de agua; side roll (con motor y ruedas para su avance) y, aspersores fijos bajos con un alcance de 12 m. de radio y 12 mm./h. de agua.
- ↑ Datos de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid)
Véase también
Enlaces Externos
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