Medina Azahara

Medina Azahara
Para el grupo de música andaluz, véase Medina Azahara (grupo).
Madīnat al-Zahrā (مدينة الزهراء)
Ciudad del Califato de Córdoba
Puerta del primer ministro.JPG
Puerta del Primer Ministro.
Datos generales
Ubicación 37°53′09.6″N 04°52′03.5″O / 37.886, -4.867639
Fundación año 936
Desaparición año 1010
Superficie 112 hectáreas (intramuros)
1.518,22 hectáreas (conjunto arqueológico)
Sitio web

Medina Azahara, castellanización del nombre árabe مدينة الزهراء Madīnat al-Zahrā' (‘la ciudad de Zahra’), es una ciudad palatina o áulica mandada edificar por Abderramán III (Abd al-Rahman III, al-Nasir) a unos 8 km en las afueras de Córdoba en dirección oeste.

Los principales motivos de su construcción son de índole político-ideológica: la dignidad de califa exige la fundación de una nueva ciudad, símbolo de su poder, a imitación de otros califatos orientales y sobre todo, para mostrar su superioridad sobre sus grandes enemigos, los fatimíes de Ifriqiya, la zona norte del continente africano. Además de oponentes políticos, lo eran también en lo religioso, ya que los fatimíes, chiíes, eran enemigos de los omeyas, mayoritariamente de la rama islámica suní.

La cultura popular también dice que fue edificada como homenaje a la favorita del califa: Azahara.[1]

El yacimiento arqueológico de Medina Azahara está declarado Bien de interés cultural en la categoría de monumento desde el año 1923.[2]

Contenido

El conjunto de Madinat al-Zahra

Situada a unos 8 kilómetros al oeste de Córdoba, en las últimas estribaciones de Sierra Morena, en la ladera del Yabal al-Arus (Montaña de la Desposada o Sierra de la Novia), frente al valle del Guadalquivir y orientada de norte a sur, sobre un espolón de la sierra, entre dos barrancadas, que se adentra en la campiña se encuentra Medina Azahara o Madinat al-Zahra, calificada como el Versalles de la Edad Media. Fue elegido por los extraordinarios valores del paisaje, permitiendo desarrollar un programa de construcciones jerarquizadas, de tal manera que la ciudad y la llanura extendida a sus pies quedaban física y visualmente dominadas por las edificaciones del Alcázar. Su implantación en el territorio generó una red viaria e infraestructuras hidráulicas y de abastecimiento para su construcción conservada en parte hasta la actualidad en forma de restos de caminos, canteras, acueductos, almunias y puentes (algunos completos como el de los Nogales).

Aprovechando perfectamente el desnivel del terreno, la ciudad palatina de Medina Azahara fue distribuida en tres terrazas; el recinto de la ciudad adopta un trazado rectangular (una extensión de 112 hectáreas) -frente a la idea laberíntica y caótica característica del urbanismo musulmán- de 1500 m de lado en sentido este-oeste y unos 750 m de norte a sur, tan solo deformado en el lado norte por las necesidades de adaptación a la difícil topografía del terreno. La topografía jugó un papel determinante en la configuración de la ciudad. Su emplazamiento sobre la falda de Sierra Morena permitió diseñar un programa urbano en el que la ubicación y la relación física entre las distintas construcciones resultaran expresivas del papel de cada una de ellas en el conjunto del que forman parte: el palacio se ubica en la parte más alta, escalonando sus edificaciones por la ladera de la montaña, en una situación de clara preeminencia sobre el caserío urbano y la mezquita aljama, extendidos por la llanura. Siguiendo la disposición en terrazas encontramos que la primera corresponde a la zona residencial del califa, seguido por la zona oficial (Casa de los Visires, cuerpo de guardia, Salón Rico, dependencias administrativas, jardines...) para finalmente albergar a la ciudad propiamente dicha (viviendas, artesanos...) y la Mezquita Aljama, separadas de las dos terrazas anteriores por otra muralla específica para aislar el conjunto palatino. La investigación arqueológica ha revelado una morfología urbana caracterizada por la existencia de grandes áreas no edificadas, vacíos que se corresponden con todo el frente meridional del Alcázar, garantizando así su aislamiento y el mantenimiento de su apertura visual sobre el paisaje de la campiña creando un paisaje idílico. De hecho, los únicos espacios edificados en este nivel inferior son dos amplias franjas extremas: la occidental, con una trama urbana de ordenación ortogonal, y la oriental, con un urbanismo menos rígido.

Contexto histórico

El Califato de Córdoba (929 d.c – 1031 d.c)

El Califato de Córdoba fue un estado andalusí proclamado por Abderramán III, de la dinastía Omeya, en el año 929 d.c. Con el califato llegó el periodo de mayor esplendor político, social y económico de la España musulmana, haciendo de la ciudad de Córdoba la más avanzada de Europa y el asombro del mundo.

En el 750 d.c la dinastía de los Omeyas es derrocada del Califato de Damasco por los Abasíes. Abd el Rahman ben Humeya (Abderramán I), siendo miembro superviviente de los Omeyas, huye a Al-Ándalus proclamando el Emirato de Córdoba en 756 d.c independiente de la nueva capital Abasí, Bagdad. Abderramán I no se proclamó califa pero si lo hizo uno de sus sucesores, Abderramán III, después de acabar con la inestabilidad política del emirato (principalmente la revuelta de Omar ben Hafsún). La creación del califato significó alzarse hasta el nivel de Estado del Califato de Bagdad con todo lo que ello conlleva, tanto religioso como político, en competencia con el califato abasí.

Bajo los reinados de Abderramán III (929-961) y su hijo y sucesor al-Hakam II (961-976) se consolida el estado cordobés. Es ahora cuando Abderramán III echa en falta un símbolo de su poder religioso y político que represente al califato como lo es una ciudad palaciega donde residir junto a su corte. En el año 936 d.c manda construir la fastuosa Medina Azahara junto a la capital, Córdoba. Surgida de la nada, la ciudad regia concentra todo el poder político del califato.

Las relaciones diplomáticas se centraron en los reinos cristianos de la península, con intensos diálogos y algunos enfrentamientos bélicos; el norte de África, contra los fatimíes que controlaban rutas comerciales clave con el África subsahariana desde donde llegaba el oro; y el Mediterráneo donde se mantuvieron relaciones diplomáticas con Bizancio.

Con el reinado de Hisham II (976-1016) el verdadero protagonismo lo tuvo el “hayib” o primer ministro Almanzor, genio militar en su lucha que mantuvo en jaque a los reinos cristianos del norte llegando a entrar en León, Pamplona, Barcelona o Santiago de Compostela donde se llevó las campanas del templo prerrománico dedicado a Santiago hasta Córdoba.

Al morir Almanzor en el 1002 d.c los problemas sucesorios desembocaron en una “fitna” o guerra civil en el año 1010 d.c hasta que en 1031 d.c se decide acabar con el califato pasando a ser ahora Al-Ándalus un compendio de diferentes pequeños reinos o reinos de Taifas, perdiendo su hegemonía y dando lugar a un mayor empuje por parte de los reinos cristianos.

Fue durante la “fitna” cuando Medina Azahara se abandonó y comenzó su progresiva destrucción con saqueos y finalmente su olvido total. Los almorávides, que irrumpieron desde el norte de África en Al-Ándalus en 1086 y unificaron los reinos taifas bajo su poder, desarrollaron su propia arquitectura, pero es muy poco lo que ha sobrevivido, ya que la siguiente invasión, la de los almohades, impuso un islamismo ultraortodoxo y destruyó prácticamente todos los edificios almorávides importantes, junto con Medina Azahara y otras construcciones califales.

Historia del complejo

Medina Azahara fue mandada construir por el primer califa de Al-Andalus, Abd al-Rahman III al-Nasir (891–961) - o Abderramán III - como parte del programa político, económico e ideológico puesto en marcha tras la instauración del califato. Se dice que su fundación está relacionada con una favorita del califa que tendría por nombre al-Zahrá (Azahara) pero los principales motivos de su construcción son más bien de índole político-ideológicos: la dignidad de califa exige la fundación de una nueva ciudad símbolo de su poder a imitación de otros califatos orientales y además para mostrar su superioridad sobre sus grandes enemigos, los fatimíes de Ifriqiyya, la zona norte del continente africano.

Respecto al origen del nombre podría provenir, como se ha dicho anteriormente, del nombre de su esposa más querida al-Zahrá, el cual significa "La Flor" quien le sugirió construir una hermosa ciudad extramuros de Córdoba, una ciudad que llevaría el nombre de la amada y se convertiría en la "Ciudad de al-Zahrá" , la "Ciudad de la Flor de Azahar". Pero esto es más leyenda que realidad ya que al-Zahrá también significa “La Resplandeciente”, palabra que está emparentada a otras que, en esa lengua, significan “Venus” o la misma “flor”, por lo que simplemente puede hacer referencia a la propia nueva resplandeciente ciudad del califa.

Aunque el origen de la ciudad no carece de elementos legendarios, se sabe que la construcción comenzó en los primeros meses de la Hégira, correspondientes a finales del 936 de la era cristiana, estando las obras a cargo del maestro alarife Maslama ben Abdallah, y se continuó durante los cuarenta siguientes, alcanzando los tiempos de su hijo y sucesor en el califato, al-Hakam II. En el 945 se produce el traslado de la corte a esta ciudad, que en esos momentos cuenta con la Mezquita Aljama (941), aunque la Ceca o Casa de la Moneda no se traslada hasta 947-948. Al erigir esta majestuosa ciudad el califa cordobés pretendiera anular –y aun superar- a los califas orientales abbasíes, y especialmente la famosa ciudad y corte de Samarra.

Los textos literarios e históricos se hacen eco de las cuantiosísimas sumas dedicadas a su construcción, de los enormes trabajos realizados al efecto, de su monumentalidad y esplendor artístico – hasta en el menor detalle- y del lujo y la ostentación que el califa desplegaba en las recepciones y ceremonias que allá se celebraban con frecuencia, pues de hecho la administración y la corte se trasladaron a la nueva sede. Entre otros, en sus ricos salones serían recibidos reyes cristianos hispánicos desposeídos de su trono, embajadores del emperador de Germania, emisarios de Borrell II de Barcelona… Torres Balbás (uno de los padres de la restauración monumental en España) se refiere así a estas ceremonias: “Tras subir entre apretadas filas de soldados ricamente uniformados, provistos de brillantes armas y en perfecta formación, llegaban monarcas y embajadores al salón oriental de Madinat al-Zahara, abierto a una terraza, cuyos muros cubrían ricas alfombras. Al fondo, sentado sobre almohadones y rodeado de todos los dignatarios de su brillante corte, aparecía el califa. Semejante a una divinidad casi inaccesible. Ante él se postraban en tierra, y el soberano, con insigne fervor, les daba a besar su mano”.

Transcurridos poco menos de cien años, sin embargo, todo este conjunto monumental y fastuoso quedó reducido a un inmenso campo de ruinas, pues fue destruido y saqueado en el 1010, como consecuencia de la guerra civil (o fitna) que puso fin al Califato de Córdoba. Los saqueos, los enfrentamientos y los incendios destrozaron la ciudad más bella de occidente.

El cuadro del pintor catalán D. Baixeras (Barcelona, 1862-1943), en el Paraninfo de la Universidad de Barcelona, pretende rememorar una recepción de embajadores de Bizancio en Medina Azahara, a base de los recursos y convencionalismos propios de la pintura orientalista de la época, empeñada en una forzada aunque pintoresca reconstrucción de la audiencia del monarca cordobés a los emisarios bizantinos acompañados de unos monjes, que se muestran sobrecogidos por la magnificencia de la ostentación y esplendor de la suntuosa corte califal asentada en tan extraordinario recinto. A pesar de que su lugar de procedencia, la corte de Bizancio, no era precisamente un ejemplo de austeridad.

Después de la guerra civil (“fitna”) que trajo su destrucción, el saqueo y desmantelamiento de la ciudad palatina prosiguieron en siglos sucesivos, pues fue utilizada como cantera artificial para la construcción de otras edificaciones posteriores en la ciudad de Córdoba, cayendo progresivamente en el olvido hasta que desapareció, en una fecha imprecisa, del ideario colectivo.

Arquitectura de la Ciudad Palatina

Debido a la topografía del suelo, que se encuentra en pendiente, la ciudad se construyó sobre tres terrazas superpuestas, que correspondían a tres partes de la ciudad separadas por muros.

La residencia califal dominaba toda el área desde la terraza superior situada al norte. La explanada media albergaba la administración y las viviendas de los más importantes funcionarios de la corte. La inferior estaba destinada a la gente del pueblo y los soldados, allí se encontraban la mezquita, los mercados, los baños y también los jardines públicos.

Se advierte también una notable separación entre los espacios públicos y los privados, aun ofreciendo ambos sectores un esquema similar: un espacio abierto, porticado, actúa como antefachada monumental de una puerta de reducidas dimensiones en la que se inicia una calle o corredor quebrado que va alcanzando a los distintos salones. Los espacios más deslumbrantes son los integrados en la zona oficial, destinada a la actividad política y a la recepción de personalidades extranjeras, sobre todo los Salones de Embajadores, que son dos: el Salón Occidental y el Salón Oriental, asociados ambos a sus correspondientes jardines.

La Puerta Norte

La Puerta Norte.

La puerta norte se abre en el centro de la muralla septentrional, es el punto de llegada del denominado camino de los Nogales, la vía de comunicación más rápida con la ciudad de Córdoba en aquel entonces. La puerta presenta una disposición acodada que nos conduce a la estancia del cuerpo de guardia. La puerta norte así como el resto de la muralla esta constituida sillares de piedra bien formados colocados a soga y tizón. Desde la puerta norte se inicia, hacia la izquierda, una rampa descendente de forma quebrada, que conecta con cuatro puertas y que nos lleva, a su vez, a la siguiente estructura destacable del sector público del alcázar.

La Casa Militar

La Casa Militar.

El siguiente espacio es el Dar al-Yund, más conocido coloquialmente como la Casa Militar. Se trata de un edificio de planta basilical con cinco naves longitudinales y una transversal rematada por saletas en sus extremos, donde se define un núcleo jerárquico formado por las tres naves centrales, aisladas del resto mediante puertas. El conjunto se completa con una gran plaza al sur, flanqueada por varias estancias en su lado oeste y una vivienda en el costado oriental. El edificio tiene la peculiaridad de conservar prácticamente integro su pavimento original de ladrillo. Por otra parte, el revestido de los muros se realizó con mortero pintado de almagra en el zócalo y blanco en el reto.

El Gran Pórtico

El Gran Pórtico.

El Gran Pórtico constituye la entrada más emblemática, simbólica y ceremonial al corazón del recinto del Alcázar, la zona más noble de la ciudad palatina, dando acceso a la zona administrativa y política del mismo. Se concibió inicialmente con catorce arcos practicables, constituyendo la fachada oriental de una gran plaza rodeada de otras construcciones. Todos los arcos son escarzanos, excepto el central, que es de herradura; los arcos están erigidos sobre pilares y alineados en dirección norte-sur a partir del amurallado norte. La decoración de la arquería consistía en un enlucido blanco con la presencia alterna de dovelas de ladrillo y piedra. Se trata de una organización efectista, puramente escenográfica, ya que su principal función era impresionar a todos aquellos que se acercasen, sin correspondencia alguna con el espacio trasero, donde se abre una sola puerta de reducidas dimensiones.

El Salón Rico

Salón Rico.

El denominado como salón de Abd al-Rahman III, salón oriental o simplemente salón rico constituye la parte más valiosa de todo el conjunto arqueológico, tanto por su calidad artística, como por su importancia histórica, siendo considerado sin discusión alguna el auténtico símbolo y emblema de todo el conjunto califal de Madinat Al-Zahra.

Nadie pone en duda en la actualidad que este salón era el eje central del recinto palaciego, considerado por unanimidad entre los especialistas como el salón de las grandes ceremonias palatinas, fiestas, ceremonias, recepción de embajadores extranjeros y salón del trono, por eso, no debe extrañarnos la suntuosidad y riqueza de su decoración, de la que ha derivado el apelativo de salón rico. Abd al-Rahman III, amante del boato cortesano, gustaba de impresionar a sus visitantes, a los que generalmente recibía aquí, por eso el lujo y el virtuosismo del arte califal alcanzan su punto culminante en estas habitaciones.

La construcción del salón duró tan solo tres años, tal y como los investigadores han podido averiguar por las inscripciones epigráficas aparecidas en las basas y pilastras de su interior, que nos dan una cronología que va del año 953 al año 957. Por otro lado, la brevedad cronológica y la efímera vida de Madinat Al-Zahra nos aseguran no obstante estar ante la presencia de un conjunto decorativo y arquitectónico muy unitario, lo que nos permite admirar en este salón, sin añadidos posteriores, el arte califal omeya del reinado de Abd al-Rahman III en todo su esplendor.

El salón rico no es propiamente un único espacio diáfano, tal y como su denominación nos puede llevar a creer, sino que en realidad se trata de un conjunto de espacios y salas compartimentadas, formando todas ellas en conjunto la morfología de un único salón dividido por arcadas. Estructuralmente, la sala tiene planta basilical de tres naves longitudinales con otra transversal en su entrada que hace las veces de pórtico, con unas medidas exteriores de 38 x 28 metros. Las cabeceras de estas tres naves longitudinales aparecen rematadas por arcos ciegos de herradura, en uno de los cuales, el central, se supone que estaría situado el trono desde donde el califa dirigía el ceremonial palatino. El eje central del conjunto es la nave central longitudinal, separada de las restantes naves laterales por un conjunto de seis arcadas de herradura a ambos lados, mientras que de la transversal, se separa por tres arcos también de herradura. Junto a estas tres naves centrales y en paralelo, flanqueando ambos lados, se sitúan dos naves exteriores divididas en tres cámaras de desigual tamaño.

Si en algo destaca el salón rico, como ya hemos dicho anteriormente, es por su fastuosa decoración. En primer lugar hay que destacar el constante uso del arco de herradura califal con policromía bicolor y con la tan característica alternación de dovelas en rojizo y en tonos carne provenientes de la piedra arenosa original destinada a la construcción, muy semejantes a las existentes en la mezquita (actual catedral) de Córdoba. Los arcos están sostenidos a su vez por columnas de mármol de primerísima calidad que alternan los tonos rosados con los azules claros, produciéndose de este modo un curioso juego de colores. Los fustes de las columnas aparecen rematados por los característicos capiteles de avispero.

El resto de la superficie de la pared se recubría íntegramente con finos paneles decorativos tallados en mármol. El tema elegido para los paneles tenía un alto simbolismo cosmológico, algo muy en concordancia con la techumbre de madera que recubría la estancia, donde estaban representadas las estrellas en una clara alusión al firmamento. El motivo labrado en los paneles representaba el árbol de la vida, un motivo exportado desde el viejo oriente. Los tableros eran ejecutados de manera simétrica sobre un eje. Por otra parte, el relieve cortado verticalmente le proporcionaba a la decoración una calidad gráfica abstracta, mientras que la decoración interna, cortada también de manera dura, estaba constituida por facetas y cogollos de hojas, así como cálices de flores, que son motivos muy típicos del arte hispano-omeya.

La Mezquita Aljama

Mezquita Aljama.

La Mezquita Aljama es una de las primeras edificaciones construidas en Madinat al-Zahra entre los años 941 y 945. Es la mezquita principal de la ciudad, donde el soberano, o la persona en quien este delegara, dirigía la oración comunitaria de los viernes. La mezquita se encuentra adosada al costado oriental del Jardín Alto, pero externa al recinto del Alcázar, la parte central del conjunto califal. El edificio, a diferencia de la mezquita de Córdoba, está bien orientado hacia La Meca. Consta de un patio porticado en tres de sus lados y una sala de oración de cinco naves longitudinales separadas por arquerías perpendiculares al muro de qibla. Sólo el espacio de la maqsura, reservado para uso exclusivo del califa, se pavimentó con losas de barro, cubriéndose con esteras el suelo terrizo del resto del oratorio. El alminar, torre desde donde se llamaba a la oración, es de planta cuadrada al exterior y octogonal en el interior, ubicándose junto a la puerta norte del acceso al patio.

La Casa de la Alberca

La Casa de la Alberca.

La casa de la Alberca, o más conocida popularmente como vivienda de la Alberca, se encuentra situada al oeste de la denominada casa de Yafar, y se considera, casi de manera unánime y sin que hayamos podido encontrar evidencias claras que nos lo garanticen como la residencia del príncipe heredero Alhakén, hijo de Abderramán III, y que sucedería a su padre  como califa y príncipe de los creyentes en el año 961 tras la muerte de este. Respecto a su cronología, se trata de una de las construcciones más difíciles de datar de todo el conjunto, siendo muy difícil de aportar una fecha precisa para este, aunque se evidencia, por comparaciones estilísticas, una fecha de ejecución bastante temprana.

Estructuralmente destaca por ser la única construcción de todo el conjunto que presenta una planta en torno a un jardín centralizado con alberca, lo que proporciona a este recinto de viviendas uno de los espacios más íntimos de todos los conjuntos palaciegos de la ciudad califal.

A los lados menores del patio se abren, mediante fachadas de triple arquería profusamente decoradas varias estancias alargadas dispuestas de dos en dos en cada crujía. También presenta en uno de sus lados un baño adosado, baño al que en un principio se le confirió un uso privado y que más tarde seria reformado para ser compartido por las cercanas dependencias de la casa de Yafar.

La Casa de Yafar

La Casa de Yafar.

La Casa de Yafar recibe su nombre por Ya´far ibn Abd al-Rahmán, designado primer ministro (hayib) en el año 961. Pese a la denominación, no tenemos todavía asegurada con certeza que la residencia de este personaje estuviese aquí, basándonos únicamente en las intuiciones e investigaciones de los especialistas. Su estructura se articula alrededor de tres ámbitos espaciales, organizados en torno a sus correspondientes patios, todos ellos de distinto carácter: uno público, uno íntimo y otro de servicio. El espacio oficial es constituido por una edificación de planta asimilable a la basilical, que cuenta con tres naves longitudinales que comunican entre si mediante puertas rematadas por arcos de herradura, así como una nave transversal abierta al patio, donde se interrumpe la correspondencia existente entre las naves longitudinales la fachada, con el objeto de adaptar esta última al espacio creado por la construcción de un baño contiguo. La fachada se organiza mediante una triple arcada de herradura soportada por comunas. En cuanto a la decoración del edificio, éste se pavimentó con gruesas losas de mármol blanco, excepto en el patio, donde se emplearon piedras de caliza violácea; además, destaca la decoración de ataurique de la fachada con temática vegetal y geométrica, que también está presente en el vano de comunicación de la nave transversal y la central, que ostenta sendos tableros en los frentes y las jambas del vano.

La Casa Real

La Casa Real

La Casa Real se sitúa en el punto más elevado del Alcázar y es la residencia íntima del califa Abd al-Rahman III. La vivienda se organizó sobre una plataforma cortada en la roca donde se ubicaron una terraza delantera y tres crujías paralelas de habitaciones extendidas a lo ancho, rematadas en los extremos con alcobas y decoradas íntegramente con atauriques. La Casa Real no se adosó sobre el macizo de sillares de la plataforma superior, sino que se separó del mismo a través de un largo corredor de servicio que atraviesa el conjunto. Tanto las fachadas de las habitaciones principales como las portadas interiores recibieron decoración de ataurique labrada en placas de piedra adheridas a los muros. La riqueza de esta ornamentación se extiende también a los pavimentos de ladrillo de las distintas estancias. Algunos son lisos, pero muchos otros recibieron un tratamiento decorativo a base de incrustaciones de piedra caliza blanca que dibujaban cenefas geométricas.

La Red Viaria

Tras la fundación de Madinat al-Zahra y como consecuencia de la misma se efectúan una serie de realizaciones que dotarán a la nueva ciudad de una red viaria propia e independiente. Ellas se centran en el territorio occidental de Córdoba, y son:

Un camino directo entre Córdoba y Madinat al-Zahra (Camino de las Almunias) que, a su vez, comunica también la ciudad palatina con el camino de Sevilla por la orilla Norte del Guadalquivir (Cañada Real Soriana y Camino Viejo de Almodóvar), y con las rutas que desde la puerta del puente parten hacia el Sur, Este y Oeste. Un enlace directo e independiente de Madinat al-Zahra con el camino Córdoba-Badajoz (Yadda) mediante el Camino de Media Ladera. Un enlace de Madinat al-Zahra con las principales rutas situadas al Este (Mérida, Toledo y Zaragoza) sin pasar por Córdoba: el Camino de los Nogales-Carrilde los Toros. Un camino secundario que unía Madinat al-Zahra con las principales almunias de la zona Oeste (Alamirilla): el Camino del Oeste.

El Arte Mueble

Madinat Al-Zahra no es solo arquitectura, sino que albergó, en sus momentos de mayor esplendor una exquisita colección de arte mueble en forma de piezas de reducido formato. Actualmente, la mayor parte de las piezas están desperdigadas por colecciones y museos de todo el mundo, ya que su belleza y exotismo las convierten en piezas codiciadísimas por parte de los coleccionistas. Se exponen aquí, a continuación, algunos de los ejemplos de artes decorativas más celebres y representativos de la ciudad califal.

Cierva de Madinat al-Zahra

La cierva de Medina Azahara es una pequeña pieza de bronce que fue elaborada como un pequeño surtidor de agua para decorar una de las numerosas fuentes con las que contaba la ciudad palatina, siendo considerada, de forma unánime, como la obra maestra de la escultura hispano – musulmana del periodo omeya. Respecto a su cronología, suele ser habitual datarla por parte de los especialistas entre las últimas décadas del siglo X y los primeros años del siglo XI, sin que se pueda aportar aún hoy una fecha más precisa. De esta misma pieza existen tres replicas de morfologías muy similares, una en el museo arqueológico nacional de Madrid, otra en el centro de visitantes de Medina Azahara, y una última en el museo nacional de Qatar que fue comprada por un jeque árabe en subasta internacional, por la que llegó a pagar, en 1997, cuatro millones de dólares.

La Cerámica zoomorfa de Madinat al-Zahra

La Cerámica zoomorfa de Madinat al-Zahra.

Esta curiosa pieza, que según los investigadores formó parte de la vajilla de gala de alguno de los conjuntos palaciegos de la ciudad de Medina Azahara, fue adquirida por el estado español en nombre de la junta de Andalucía en Abril del 2003 tras el desembolso de un importe de 220.000 euros a una sala de subastas londinense. Por sus rasgos morfológicos, los expertos han intuido que esta pieza de pequeñas proporciones quizás pudiese tratarse de una jirafa. Sobre su uso específico, se piensa que pudiese servir para verter algún tipo de líquido. La decoración esta realizada a base de vidriado blanco, así como pequeños fragmentes de verde y manganeso. Respecto a su cronología, decir que es datada, por casi todos los expertos, en los años centrales del siglo X.

El Aguamanil del Louvre

El Aguamanil del Louvre

Se trata de una pieza zoomorfa que debió salir de España tras el saqueo francés durante la guerra de la independencia, encontrándose actualmente en las vitrinas del museo parisino del Louvre, donde es una de las estrellas de las salas de antigüedades islámicas. Se trata de un aguamanil en el que se distingue sin ningún tipo de dudas la figura de un pavo real. Sobre el uso de esta pieza, tal y como su nombre indica, se trataba de un recipiente destinado al almacenamiento de agua para el posterior lavatorio de las manos. Presenta la curiosidad de contener sobre su superficie una inscripción bilingüe (en árabe y latín) que nos indica el nombre del artista y la fecha de su ejecución, por lo que podemos datar a la pieza sin ningún tipo de problemas en el año 972.

Otro objeto importante hallado fue la caja de marfil con inscripciones llamada Píxide de Al-Mughira, que se conserva en el museo del Louvre.

Historia de sus excavaciones

Antes del redescubrimiento de Madinat Al-Zahra - redescubrimiento porque Medina Azahara (término castellanizado) siempre ha estado ahí durante los últimos 1000 años - la ladera donde se sitúa el yacimiento era conocida como Córdoba la Vieja, ya que durante el Medievo se pensaba que sobre este punto se levantaba la primera Córdoba romana erguida de manera rápida y semiprovisional por el pretor Claudio Marcelo y que más tarde, y por motivos de salubridad, se trasladaría a las orillas del Guadalquivir. La razón de esta original creencia sobre una Córdoba fundacional era debida a la gran cantidad de piezas arquitectónicas esparcidas por los alrededores de la ladera, restos que se multiplicaban sin cesar con solo levantar un palmo de tierra.

Sería a partir del siglo XVI, en pleno renacimiento, cuando los humanistas empezaron a discutir sobre el verdadero origen de la denominada como Córdoba la Vieja, aunque no sería hasta el siglo XVII cuando Pedro Díaz de Rivas intuyó que sobre la Córdoba actual se encontraban demasiados restos romanos cuando se procedía a maniobrar sobre algún terreno, lo que evidenciaban su origen latino, y que por tanto, lo que realmente había bajo el suelo de lo que llamaban Córdoba la Vieja no era una ciudad romana, sino el castillo moro de Abderramán III. Pese a esta inteligente evidencia, el debate, ni mucho menos, se dio por concluido.

No sería hasta los primeros años del siglo XX, concretamente en 1911, durante el reinado de Alfonso XIII, cuando las primeras excavaciones comenzaron de manera oficial, despejando cualquier tipo de duda al respecto, si es que todavía la había, de lo que yacía bajo el suelo. A partir de este momento, y hasta el largo parón producido por la guerra civil, las excavaciones se fueron produciendo con regularidad. Los trabajos comenzaron por los puntos donde las ruinas eran más evidentes, lo que se entendía como el eje central del conjunto califal. Desde este momento, y hasta la muerte del arquitecto responsable de la excavación en 1923, se hicieron unas catas consistentes en zanjas paralelas de norte a sur para delimitar el perímetro de la ciudad, un ambicioso objetivo que no se alcanzó. A partir de 1944, tras el fin del conflicto bélico, se vuelven a reanudar las campañas arqueológicas tras unos años de parón, destacando las realizadas por el arquitecto Félix Hernández que excavó la parte central del alcázar con una superficie de unas 10,5 hectáreas, definiendo las líneas básicas del urbanismo del palacio y acometiendo, también, importantes restauraciones como las realizadas en el Salón rico o de Abderramán III. En 1985, tras la creación de las autonomías unos años antes, la gestión del recinto pasa a manos de la Junta de Andalucía, organismo que a partir de este momento se encargaría de la tarea de proseguir con los trabajos de excavación y recuperación.

Actualmente se ha excavado solo un 10% del total de la superficie intramuros de la ciudad, correspondiendo al núcleo central del alcázar, aunque los últimos trabajos de excavación realizados en el yacimiento durante los últimos años se están centrando por primera vez en áreas no correspondientes al complejo palaciego. Concretamente, las nuevas campañas arqueológicas que arrancaron a partir del mes de abril de 2007 se han ido sucediendo con nuevos hallazgos que han hecho replantearse las dimensiones del conjunto, centrándose especialmente sobre el sector sur de las murallas de la ciudad, un punto donde están apareciendo los hallazgos más importantes de las últimas décadas. Así, campaña tras campaña, la nueva morfología y concepción que se tenía sobre la ciudad va cambiando poco a poco. En noviembre de 2007 apareció un hallazgo excepcional, una mezquita situada a más de un kilómetro de la zona noble de la ciudad, más tarde se localizó una impresionante calzada islámica, única en su género en España, así como las plantas de lo que se intuyen como barriadas de viviendas destinadas a la clase popular, junto a las que se encontraron innumerables fragmentos de restos cerámicos de uso cotidiano. También se está tratando averiguar, con la mayor rigurosidad posible, la verdadera extensión de la ciudad, una extensión que se intuye pero que los especialistas quieren cerrar, mediante estas investigaciones, de manera definitiva.

Puesta en valor

En los últimos años el yacimiento de Medina Azahara está siendo sometido a unas intensas labores de restauración que pretenden, pese a las grandes pérdidas de materiales por parte de los expolios medievales, devolverle el esplendor perdido con el que asombró a todos los que la visitaron durante la Edad Media, cuando Medina Azahara era sede uno de los centros gubernamentales más importantes del mundo.

Campañas de restauración 2001-2004

Entre las intervenciones más destacadas del conjunto destacan las realizadas sobre la denominada zona del alcázar. La casa de Yafar, donde se cree que habitó el primer ministro del califa fue una de las restauraciones integrales más exitosas que se han hecho en el yacimiento. Se llevó a cabo la delimitación de la vivienda después de hacer una exhaustiva investigación sobre el mármol, donde se recuperaron más de 200 losas de pavimento, pinturas murales, una pila y sobre todo, la portada monumental. También se intervino sobre la llamada casa de la Alberca, donde se cree que podrían haber estado las dependencias del príncipe heredero, y donde se ha estudiado con gran precisión el baño de cara a una futura restauración.

El Salón Rico

El Salón Rico volverá a lucir su mejor cara tras una intensa restauración en la que se pretende devolver a la sala toda su magnificencia del pasado. Por un lado se procederá a la colocación de todos los atauriques (paneles) de mármol que en la actualidad están esparcidos en el suelo, devolviéndolos a su posición original, en los casos en que resulte imposible, se repondrán con fragmentos modernos que estarán perfectamente integrados junto a los originales. Respecto al suelo, actualmente de cemento, será repuesto por un pavimento de mármol, tal y como estaba en tiempos de Abd al-Rahman III, de hecho, el mármol se extraerá de las canteras portuguesas de Estremoz, canteras de donde salió el primer suelo original hace ahora más de 1000 años.

También será recuperada la alberca situada frente al salón, a la que una vez concluida su restauración, se le añadirá la tan característica lámina de agua andalusí, recuperando de este modo el primer complejo hidráulico de la ciudad palatina.

Museo

El 9 de octubre de 2009 la Reina Sofía inauguraba el Museo de Medina Azahara, pretendiendo de este modo dotar al yacimiento de unos servicios acordes a su importancia histórico-artística. Esta moderna infraestructura dependiente de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, está situada en las inmediaciones del yacimiento y se compone de un edificio de tres plantas, de las que dos son subterráneas. El centro cuenta con más de 7.700 metros cuadrados de aparcamientos y un área ajardinada, en su interior tendrán cabida usos tan diversos como la recepción de visitantes, la restauración de piezas arqueológicas, un auditorio, espacios adecuados para el almacenamiento de restos arqueológicos del propio conjunto, oficinas de investigación histórico-artística, una biblioteca para los estudiosos, una cafetería, tiendas de libros relacionados con el yacimiento y el arte musulmán, y una zona expositiva donde se exponen las piezas más espectaculares del yacimiento, después de que muchas de ellas, como la famosa cervatilla de Medina Azahara, hayan sido trasladadas desde el museo arqueológico de Córdoba. En 2010 se le concede a este Museo de Madinat al-Zahra el Premio Aga Khan de Arquitectura, prestigioso premio internacional que se otorga a los principales proyectos arquitectónicos, urbanísticos o paisajísticos del mundo musulmán, o relacionados con éste.

Referencias

Bibliografía

Libros

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Hemeroteca

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  • Planelles, M., “La Junta denunció 347 obras ilegales en Medina Azahara entre 1995 y 2003”, El País, 25.10.2006

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Revistas

  • Cuadernos de Madinat al-Zahra, Vol. 1. Córdoba, 1987. AGOTADO. Presenta las Actas de las I Jornadas sobre Madinat al-Zahra, "Estudios" y la "Crónica del Conjunto" entre 1985 - 1987. 193 páginas.
  • Cuadernos de Madinat al-Zahra, Vol. 2. Córdoba, 1988-90. Cuenta con diversos artículos en "Estudios", la sección "Varia" y la "Crónica del Conjunto" entre 1988 - 1990. 222 páginas.
  • Cuadernos de Madinat al-Zahra, Vol. 3. Córdoba, 1991. Se recogen en este volumen las Actas de las II Jornadas de Madinat al-Zahra, al-Andalus antes de Madinat al-Zahra, y la "Crónica del Conjunto" de 1991. 242 páginas.
  • Cuadernos de Madinat al-Zahra, Vol 4. Córdoba, 1999. Reproduce diferentes artículos en "Estudios", "Varia" y la "Crónica del Conjunto" entre 1992 - 1997. 296 páginas.
  • Cuadernos de Madinat al-Zahra, Vol. 5. Córdoba, 2004. Se recogen en este número las Actas de las IV Jornadas de Madinat al-Zahra, Nuevas investigaciones sobre e Califato de Córdoba en "Estudios" y la "Crónica del Conjunto" entre 1998 - 2003. 527 páginas. ISSN: 1139-9996

Véase también

Enlaces externos


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