- Motín de Arganda
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El Motín de Arganda es un suceso que tuvo lugar en la villa de Arganda del Rey en 1613 motivado por la pérdida del privilegio de ser villa de realengo y que tiene en el Duque de Lerma, Francisco de Sandoval y Rojas la figura de desdichado protagonista.
Hasta 1581 Arganda pertenecía al Arzobispado de Toledo, a partir de ahí Felipe II le otorgó la condición de Villa Realengo tras pagar 10.000 ducados. En realidad el Motín es sólo la culminación de una serie de acontecimientos que comienzan muchos años atrás. En el caso de Arganda particularmente, el motín es un movimiento antiseñorial motivado por el descontento social que suponen haber dejado de ser villa de realengo, ya que por aquel entonces, era un lujo estar bajo la jurisdicción directa de la corona. Tras 400 años siendo vasallos del Arzobispo de Toledo, en 1581 toman la decisión de endeudarse por tal de conseguir no servir más que al Rey. El destino se lo iba a cobrar, ya que 30 años después iban a caer en manos de un nuevo señor, el Duque de Lerma, y en quien recaía el derecho de administrar justicia, recaudar impuestos y nombrar los oficiales de la villa de Arganda.
En 1613, Arganda se encuentra totalmente endeudada y arruinada, por lo que es comprada por el poderoso Duque de Lerma. Este noble quería adornarse de propiedades, y nada mejor que Arganda. La compra-venta se hizo en la Casa del Rey, antes conocida como la Quinta del Embajador, donde su dueño recibía personajes de la Corte.
La cuestión es que el valido de Felipe III, por su paradigma de desgobierno y corrupción entre otras cosas, tenía que enfrentarse continuamente a muestras de desprecio, ningún pueblo lo quería por Señor, y así se lo habían manifestado cuando había ido a tomar posesión de otras villas. La diferencia fue que en Arganda ese rechazo propició una revuelta general donde se llegó a la agresión directa el día de su recibimiento. En realidad se suceden unos hechos bastante cómicos. Al llegar la comitiva a la plaza un cochero del Duque cae muerto ante el alboroto de la multitud, pero un compañero de cochero lo llama 'borracho' y lo aparta de un tortazo creyendo que no estaba muerto. Entonces, la gente se agolpó sobre los carruajes y el Duque intentó sobornar al alcalde con 200 ducados temiendo por su integridad. Pero la contestación del alcalde avivó los ánimos aún más: "No los quiero, el agravio no se ha hecho a mi persona, sino a la vara". De lo que pasó después sólo se supo que el Duque tuvo que recurrir a un sangrador para curarse unas ronchas que le habían salido y que nada más amanecer al día siguiente volvió a Madrid.
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