- Naturaleza muerta con jarra y tazas
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Naturaleza muerta con jarra y tazas Francisco de Zurbarán, 1630-1635 Óleo sobre lienzo • Barroco 46 cm × 84 cm Museo del Prado, Madrid, España La obra Naturaleza muerta con jarra y tazas es más conocida con el nombre de «Bodegón con cacharros» o, como figura en los catálogos del Museo del Prado, simplemente, El Bodegón de Zurbarán (datado en el año 1635). Esta obra es el ejemplar, por antonomasia, de los bodegones zurbaranescos (e, incluso, de la España barroca), debido a la conjunción magistral del crudo realismo y la ternura por las pequeñas cosas cotidianas, que dan como resultado un misticismo rústico y de hermosa solidez. Otra versión del cuadro, casi idéntica y catalogada también como autógrafa, se conserva en el MNAC de Barcelona.
Contenido
Elementos intrínsecos
- Técnica: Óleo sobre lienzo.
- Tema y género: Es un bodegón, representa tres cacharros de cerámica —jarras y jarrones, y una copa de metal, además de dos platos. Un Bodegón es un género muy característico del siglo XVII en adelante, también llamado Naturaleza Muerta. Es una representación pictórica que reproduce objetos comestibles, cacharros, vasijas y demás utensilios de cocina. Generalmente se trataba de «experimentos creativos» y ejercicios de estilo realizados por los pintores para estudiar composiciones, juegos de luces y texturas diversas.
- Forma y estilo: Viene a ser el ejemplo del amor del pintor, Zurbarán, por las cosas pequeñas y sencillas. Todas las características propias de Zurbarán parecen presentarse aquí:
- La composición es yuxtapuesta muy simple, y sin ambages: las cuatro piezas se alinean con claridad sobre un plano, firmemente individualizadas, totalmente autónomas unas de las otras. Simplemente se ha buscado el equilibrio de las formas y tonalidades; apenas hay lugar para la perspectiva o la riqueza cromática.
- Las texturas permiten al pintor experimentar los diferentes modos de responder cada una de las piezas a la iluminación y a los reflejos: es la trasposición, al ajuar cotidiano, de los juegos lumínicos que elaboraba Zurbarán con los hábitos de los monjes.
- Colorido pobre, en consonancia con la austeridad general, se reduce a varias tonalidades parduscas, pero muy vibrantes, a causa de la iluminación.
- La luz, es manifiestamente tenebrista, intensa, contrastada y dura, hace resaltar vivamente los objetos sobre un fondo oscuro. La luz y el color se armonizan sin esfuerzo, haciendo del silencio el máximo protagonista.
- Otros aspectos: Los bodegones españoles del Siglo de Oro son especialmente austeros y reflejan, en general, el deseo de elevar lo cotidiano, lo sencillo, al rango de obra de arte. Contrastan terriblemente con los opulentos, casi opresivos, bodegones flamencos de la misma época, ya sean de Claesz o de Heda.
Elementos extrínsecos
- La obra: Debió ser ejecutada entre 1630 y 1635, y hay quien supone que en ella colaboró el hijo menor del pintor, Juan de Zurbarán. Pertenece, pues, a un período de bonanza para el pintor, anterior a su crisis (iniciada con la muerte de su esposa en 1639 y la aparición en escena de Murillo, poco después). Actualmente se encuentra expuesta en el Museo del Prado, de Madrid (número de catálogo 2803), a donde llegó en 1940, por donación de Francesc Cambó.[1] Curiosamente, el mismo coleccionista obtuvo un segundo ejemplar de la composición, que actualmente se halla en el MNAC de Barcelona.
- Al margen de su pericia pictórica, Zurbarán sentía una capacidad excepcional por apreciar y reflejar lo cotidiano de la manera más simple. Ese aprecio por por los volúmenes elementales y las disposiciones sobrias, discretas, puramente pictóricas. Su severa monumentalidad ha hecho que muchos relacionen a Zurbarán con la pintura contemporánea postcubista.
- El autor: Francisco de Zurbarán (1598-1664) es, junto a Murillo, Valdés Leal y Alonso Cano, uno de los máximos representantes de la Escuela Andaluza de Pintura Barroca Española. Será el «pintor de los frailes» por excelencia: muy identificado con la pasión devota, despojada de lo superfluo. Tuvo mucho éxito, lo que le obligó a mantener un gran taller, hasta que, desde los años 1640, fue eclipsado por Murillo.
- Su pintura es muy irregular, en parte debido a los fallos de sus aprendices, y en parte debido a sus propias limitaciones como pintor. Estas limitaciones quedan escondidas en cuadros sin pretensiones, como El Bodegón, pero son muy evidentes en otras obras: tiene errores de perspectiva, composiciones sencillas en exceso, a veces sin equilibrio, colorido muy pobre, tratamiento de la luz muy simplista.
- Consiguió auténticas obras maestras en géneros como el retrato o la pintura religiosa, destacan: El retrato del padre Illescas, San Hugo en el refectorio, Santa Casilda, San Serapio…
Notas
- ↑ L. Cirlot (dir.), Museo del Prado I, Col. «Museos del Mundo», Tomo 6, Espasa, 2007. ISBN 978-84-674-3809-3, pág. 98
Véase también
- Lista de cuadros de Zurbarán
- Francisco de Zurbarán
- Pintura barroca
Bibliografía
- Luna, Juan J. (1992). Guía del Prado. Ediciones Alfiz. ISBN 84-85818-18-0. (página 61)
- Martín González, Juan José (Segunda edición corregida y aumentada en 1978). Historia del Arte, Tomo II (arte moderno y contemporáneo). Ediorial Gredos, Madrid. ISBN 84-249-3145-9. (página 312)
- Varios Autores (1998). «La pintura española del siglo XVII: Zurbarán y Velázquez». Gran Historia del Arte de la Editorial Planeta El Barroco y el Rococó (Volumen VII). ISBN 84-395-7425-8. (página 149)
Enlaces externos
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