- Retablo de San Benito el Real (Valladolid)
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Retablo de San Benito el Real (Valladolid)
Retablo mayor de la iglesia monástica de San Benito el Real, en Valladolid, fue tallado y montado entre 1527 y 1532 para el gran monasterio del mismo nombre en la capital castellana. Los benedictinos contactaron directamente con Alonso Berruguete, justo después de su estancia en Italia, de donde venía imbuido de las novedades artísticas que allí se desarrollaban. Los frailes vallisoletanos, y en concreto su abad, Fray Alonso de Toro, una vez convertido su monasterio en sede central de la orden en Castilla (en perjuicio del monasterio de San Zoilo en Carrión de los Condes), deseaban modernizar la iconografía religiosa e introducir las novedades renacentistas. Berruguete realizó un diseño arriesgado y original, de formas muy ligeras y al mismo tiempo llenas de tensión desenfrenada: balaustradas grutescos y órdenes arquitectónicos clásicos coronados por una gran venera, todo remozado por el espíritu inquieto del artista. La magna obra le supuso unos emolumentos de 4400 ducados; la obra pasó a ser custodiado por el Estado, como efecto de la Desamortización.[1]
Sus componentes se conservan y cuidan en el Museo Nacional Colegio de San Gregorio llegando a ocupar en la actualidad, por distintos niveles de altura originaria, hasta cuatro salas de su sede central, el grandioso Colegio de San Gregorio.
Originalmente, esta gigantesca obra, flanqueada por dos estructuras rematadas en frontón, de once calles verticales y dos grandes cuerpos horizontales sobre el banco, contenía pinturas, relieves, grandes esculturas (como la del propio San Benito), con un programa iconográfico dedicado a la infancia de Cristo y de la vida de San Benito, como temas centrales y alrededor una serie de pequeñas estatuas de profetas, apóstoles, evangelistas y santos, dentro del que se encuentran algunas de las creaciones más emblemáticas del artista, destacando, en especial dos figuras:
- El martirio de San Sebastián en el momento de ser gravemente herido por los flechazos.
- El Sacrificio de Isaac: Abraham a punto de degollar a su hijo, antes de ser detenido por la mano de un ángel enviado por Yahveh.
Contenido
Técnica
Están tallados en madera y ricamente policromados y dorados, además de uso de la técnica del estofado (consiste en dar pan de oro a las tallas de madera y ocultarlo con una capa de pintura, posteriormente, con un garfio o con un punzón, se raspa la pintura haciendo dibujos ornamentales, de modo que los surcos dejen asomar el color o el dorado que está debajo, dando la sensación de un adorno en relieve con un rico colorido) y del encarnado (se cubre la madera tallada con varias capas de yeso y pintura y luego se le da un lustre especial para dar un color y una textura parecidas a la piel humana). Berruguete era particularmente aficionado al dorado, que aplicaba tanto a ropajes, como a fondos e incluso al pelo, aumentando, así, el efecto irreal y expresivo de las escenas.
Forma y estilo
Nos centraremos en las dos esculturas mencionadas: el Sacrifico de Isaac y el Martirio de San Sebastián, ambas son excelentes ejemplos de la integración de las formas italianizantes del artista, al tiempo que han sido interpretadas desde un punto de vista muy personal:
- Composición: Ambas esculturas parecen estar inspiradas directamente en «El Laocoonte» (Vasari no sólo dice que él fue testigo directo de su descubrimiento, sino que Bramante le encargo una copia del famoso grupo escultórico); aunque, Berruguete introduce novedades aprendidas en la Italia renacentista y de su propia inventiva:
- Ambas reproducen claramente la «Forma Serpentinata» del Manierismo Italiano: ascensión helicoidal que exige la contemplación desde varios puntos de vista, y no desde uno sólo —a pesar de que se trata de obras pertenecientes a un retablo—. El San Sebastián es una reminiscencia de los «Esclavos» que Miguel Ángel comenzó para la tumba del papa Julio II. Además, la forma que tiene de apoyarse en el árbol, como si fuera a caerse, recuerda a los desnudos de las tumbas de los Médici en Florencia. El Sacrificio de Isaac tiene fuertes reminiscencias de una obra del mismo tema realizada por Donatello. En ambos casos, la masa escultórica, tan importante para Miguel Ángel o Donatello, se transforma en una llama agitada, frenética, ingrávida y estilizada. Los sentimientos dejan de ser, igualmente, introspectivas; ya no son una tortura interior, (reflejada en rostros de mirada dura y penetrante y expresión facial contenida), ahora son mostrados abiertamente, llegando, incluso, al paroxismo.[2]
- Estilo: Berruguete tiene un estilo muy particular, nervioso, donde la pasión y el movimiento se desatan, sacrificando la perfección técnica en favor del dramatismo. Para unos, las proporciones rotas de estas dos obras, el negligente tratamiento de la anatomía son características progresistas que demuestran que el autor daba más importancia a su interpretación personal de los temas que a la mera reproducción de la naturaleza. Para otros, en este desprecio a la naturaleza también puede verse cierto poso medieval. Sin embargo, en las demás características es fácil ver la influencia renacentista:
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- La preocupación por el desnudo —aunque de canon alargado y enjuto—, que recuerda a Donatello en su época de madurez.
- El apasionamiento y las composiciones inestables, desequilibradas, se inspiran en Miguel Ángel.
- La monumentalidad y la fuerza recuerda a los tres escultores italianos que él más admiró: Donatello, Jacopo della Quercia y Miguel Ángel.
- Todas estas características son innegablemente manieristas e italianizantes. Sin embargo también aporta su propia personalidad, eligiendo un canon alargado, enjuto y nervudo, la estatura de sus personajes equivale a diez cabezas. A esto añade la intensidad de los sentimientos y el fuerte dinamismo serpenteante en el rompía el contrapposto clásico por medio de poses inestables; luego está su peculiar interpretación anatómica, a menudo incomprendida, lo que le llevó a sufrir no pocos pleitos de clientes descontentos.[3] Se ha llegado a decir que tallaba «a zarpazos», convirtiendo cualquier escena en un drama apasionado que excluye toda trivialidad en favor de un patetismo prácticamente expresionista.[4]
El autor
Considerado, con Juan de Juni, uno de los máximos exponentes de la Escuela de Valladolid en el siglo XVI, Alonso Berruguete (1490-1561) es hijo del pintor Pedro Berruguete. Se educó en Italia, donde conoció personalmente a Miguel Ángel, así como la obra de Donatello y Della Quercia. Fue tan famoso en Castilla como Miguel Ángel en Italia. Trabaja deprisa, precipitadamente, como si la idea fuese a escapársele, por eso, son normales los errores, sin embargo, la fuerza creadora tapa estos deslices. Sus obras fundamentales son este vallisoletano Retablo de San Benito el Real y la sillería del coro de la Catedral de Toledo, que talla a medias con Felipe Vigarny. En mármol esculpió la Transfiguración de la Catedral de Toledo y la Tumba del Cardenal Tavera, para el Hospital del mismo nombre, también en Toledo.[5]
Referencias
- ↑ Martín González, Juan José (1972). «Museo Nacional de Escultura», Guía Histórico-Artística de Valladolid. Miñón, Valladolid. Depósito legal: VA-43-1972.. Páginas 53-61
- ↑ Bozal, Valeriano (1978). «El Renacimiento: La Escultura», Historia del Arte en España. Tomo 1: Desde los orígenes hasta la Ilustración. Istmo, Madrid. ISBN 84-7090-025-0.. Páginas 179-180
- ↑ Mateo Gómez, Isabel; García Gaínza, Mª Concepción y Sureda i Pons, Joan (2000). «La escultura renacentista fuera de Italia», Historia Universal del Arte. Tomo 6: El Renacimiento. Espasa Calpe, Madrid. ISBN 84-239-6174-5.. Páginas 101-102
- ↑ Milicua, José (1959). «El Renacimiento en España», Historia General del Arte. Tomo 2. Montaner y Simón, Barcelona. Depósito Legal B.-14.402-1959.. Páginas 137-138
- ↑ Martín González, Juan José (1978). «Escultura Española en el Renacimiento», Historia del Arte. Tomo II: Arte moderno y Contemporáneo. Gredos, Madrid. ISBN 84-249-3145-9.. Páginas 92-94
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