- Retrato de Isabel de Portugal
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Retrato de Isabel de Portugal
La emperatriz Isabel de Portugal
(Ritratto di Isabella di Portogallo)Tiziano, 1548 Óleo sobre lienzo - Manierismo 117 cm × 98 cm Museo del Prado El retrato de Isabel de Portugal fue realizado por Tiziano en 1548 y se conserva en la actualidad en la colección del Museo del Prado de Madrid, procedente de la colección real.
Historia
A la muerte de su esposa Isabel (1539), el emperador Carlos no disponía de ningún retrato fidedigno de su esposa, por lo que solicitó a Tiziano que le hiciera este. Al parecer el pintor se basó en un retrato suyo anterior, en el que se representaba a la emperatriz con traje negro, y que ardió en el incendio del Palacio del Pardo de 1604. Se cree que Tiziano reutilizó un lienzo ya pintado, pues a través de los análisis por radiografía se ha distinguido una figura femenina. Tiziano pintó en un primer momento a Isabel tal y como era, es decir, con la nariz un tanto aguileña. Presentó el cuadro en la corte en 1545. El emperador solicitó al artista que la retocara, tal y como había hecho en ocasiones anteriores con el prognatismo en diversos retratos de Carlos. Tiziano se trasladó a Augsburgo en 1548 para retocar la nariz.
La querencia del emperador hacia este retrato lo atestigua el hecho de que esté documentado el hecho de que lo acompañó en su retiro de Yuste. El cuadro estuvo en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, posteriormente en el Alcázar de Madrid, en el Palacio Real, y finalmente ingresó en el Prado.
Descripción
La retratada es Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, e hija del rey Manuel I de Portugal. El retrato sigue un esquema clásico, utilizado ya por Rafael en el que la modelo se sitúa sentada, y junto a ella se abre un ventanal en el que se adivina un paisaje. Este paisaje dota de profundidad a la composición, además de servir como contraste cromático con la figura de la reina, pues predominan tonos verdosos y azulados, mientras que la escena interior está dominada por tonos cálidos. La figura de Isabel tiene algo de rigidez, que no hay que achacar al hecho de que no hubiera posado para el retrato, sino que está relacionada más bien con el concepto de majestad tan utilizado en la iconografía imperial.
Viste un vestido rojo y dorado, con adornos de brocado y pedrería. Lleva como joyas más destacadas un collar de perlas con un broche al pecho con piedras preciosas, y del que cuelga otra perla en forma de lágrima o pera.
Referencia
- L. Cirlot (dir.), Museo del Prado II, Col. «Museos del Mundo», Tomo 7, Espasa, 2007. ISBN 978-84-674-3810-9, pág. 157
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