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Saqueo de Asunción
El saqueo de Asunción del Paraguay fue llevado a cabo a partir de 1 de enero de 1869 cuando las fuerzas brasileñas en la Guerra de la Triple Alianza ocuparon la capital paraguaya.
Asunción quedó desierta, evacuada por todos sus pobladores, habitada por millares de perros y gatos abandonados y vio echarse sobre ella los 30.000 soldados del Duque de Caxias. Durante tres días, las tropas brasileñas saquearon la ciudad. Derribaron puertas, ventanas, desde los cimientos al techo, destruyendo y quemando todo lo que no podía ser llevado. De noche, los soldados incendiaron casas de trecho en trecho.
Durante tres días, la soldadesca brasileña y argentina, desenfrenada puso saco a la ciudad, las tropas argentinas se abstuvieron a permanecer en ella y acamparon en las afueras, en Trinidad, pero intervinieron activamente en el saqueo lo que demuestra el hecho de que de todos los puertos argentinos llegaron barcas de diverso tonelaje, fletadas por comerciantes de esa nacionalidad para cargar todo lo que se había robado en la ciudad: frutos, yerba mate, café, el cobre almacenado en los depósitos, planos importados de Europa, robados en las residencias, las verjas de hierro forjado que cercaban los jardines, las estatuas de santos y santas de los oratorios de las familias piadosas; los objetos sagrados robados de las iglesias intactas. Todo fue llevado a bordo de los barcos.
También los muebles de los ministerios del gobierno, los del Palacio del Congreso, los de la familia López; el mobiliario del Club Nacional, comprado en Europa poco antes de la Guerra; el mobiliario de la casa del mariscal Francisco Solano López y de la residencia de su mujer, Elisa Lynch. Incluso una carroza utilizada por el presidente López y su esposa fue desembarcada en el puerto de Buenos Aires junto a otros objetos robados.
Las puertas de los consulados estadounidense, francés e italiano, donde los nacionales habían depositado sus joyas, y particulares, su dinero. Todo fue robado y llevado y, cuando de las casas devastadas no quedo más que paredes, los soldados empezaron a cavar patios y los jardines de las moradas ricas, buscando tesoros que habrían sido sepultados por los habitantes antes de su partida (conocidos en Paraguay como Plata Yvygüy o tesoro enterrado).
A más de los objetos de valor, el "Tesoro de Guerra", no sólo estaba compuesto de piezas de oro y plata, también lo constituyó el acervo histórico y cultural desterrado ilegítimamente.
El tesoro de guerra robado desapareció después de Piribebuy, y el Brasil se encarnizaba en destruir al país vecino, desmantelando las industrias, los arsenales, llevándose las maquinarias a Río de Janeiro.
Los brasileros iniciaron su tarea de saquear todo lo que encuentraron a su paso. Los primeros lugares en ser visitados fueron el Club Nacional y las residencias del Presidente, de su mujer y de sus hermanos Venancio y Benigno e Inocencia, repletas de muebles finos, cuadros de firma, alfombras, espejos venecianos, pianos y vajillas de oro y plata.
Jefes brasileños y argentinos dirigieron el saqueo, entre ellos se pelearon por un piano, una gran alfombra persa o un cáliz de oro y plata. Igualmente las iglesias fueron visitadas, desde la catedral, la iglesias de la Encarnación, San Roque, Trinidad hasta la Recoleta. No se salvaron crucifijos ni otros ornamentos, mientras los esclavos de sus dueños llegados a la guerra como séquito personal para servicios domésticos y diversos usos transportan en carretas o a pulso el fruto de la rapiña. Los argentinos se llevaron gran cantidad de juegos de comedor, mullidos sillones, obras de arte, cristalería de estilo segundo imperio para adornar la casa de gobierno del presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento, y la mencionada carroza. Desvergonzadamente, los historiadores argentinos intentan evadir su responsabilidad ocultando evidencias y acusando a los brasileros exclusivamente.
Casi no se puede transitar por la ciudad debido a la gran cantidad de muebles desparramados en la vía pública y los pozos que se cavan en procura de los tesoros enterrados.
Al oscurecer, una vez cargados y embarcados los objetos robados, fue frecuente observar en las plazas, recobas y lugares alejados a jefes, oficiales y soldados violando y vejando mujeres llegadas en busca de socorro y alimentos. La faena la realizan primero los de mayor rango y una vez satisfecha su lascivia, proceden los demás. Las 1.000 o 2.000 mujeres casi desvanecidas no oponían resistencia alguna. Deben satisfacer la impudicia de más de 15.000 efectivos. Las que intentan una resistencia son degolladas allí mismo. El deprimente espectáculo se observa incluso a plena luz del día, en donde son llevadas a cualquier rincón a empujones luego del desgarramiento de sus ropas.
A los dueños de las casas abandonadas que vienen de regreso de Luque o de algún otro lugar donde fueron a para luego de la evacuación de la capital los sacan a empellones cuando pretenden ingresar a sus dominios. Solo las familias de los aliados fueron respetadas así como la de los oficiales paraguayos al servicio del ejército argentino, tal el caso de Benigno Ferreira y Juan Gualberto González, entre otros.
Pero la brutalidad no se detiene allí. La soldadesca dirigida por los jefes entra en los dos cementerios de la ciudad. El más próximo, el Mangrullo (hoy Parque Carlos Antonio López) y el más nuevo, la Recoleta. En ambos sitios se presentan escenas sin parangón en la historia de la humanidad. Los soldados esclavos a las órdenes de sus dueños, sacan los cajones y esparcen los cadáveres, una vez desparramados los esqueletos, unos proceden a despojarlos de sus anillos u otros objetos, mientras otros en el interior de los panteones arrebatan los objetos de metal precioso como candelabros, marcos de retratos y crucifijos.
El Ministro brasileño en Asunción, José da Silva Paranhos, que más tarde recibió el título de Vizconde de Río Branco, hizo todavía más: se apoderó del inmenso tesoro de los Archivos Nacionales del Paraguay que, después de su muerte, donó a la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, el catálogo de la colección Río Branco, que contiene los archivos públicos del Paraguay, tomados al final de la guerra, se compone de mil páginas divididas en dos tomos. La colección consta de cincuenta mil documentos sobre la historia primitiva del Paraguay, la infiltración portuguesa, las cuestiones de los límites y las fechas y los hechos sobre la historia del Río de la Plata".
Contendría además el acta de la Fundación de la Ciudad de Asunción en 1537; todos los archivos de las Misiones Jesuíticas -únicas en el mundo- con las primera carta geográfica del Paraguay, establecida antes de 1800 por el célebre geógrafo español Félix de Azara.
Hasta el "Libro de Oro" ofrecido por las "Damas Paraguayas" al mariscal López en el aniversario de su nacimiento, el 24 de julio de 1867, fue descubierto por casualidad en una vitrina del Museo Histórico Nacional de Río de Janeiro. Años después, el general Ernesto Geisel, entonces presidente del Brasil, devolvió solemnemente el "Libro de Oro" a la República del Paraguay.
Al enviar el valioso material a Buenos Aires, el Conde D`Eu afirmó que ese material había sido aprehendido en el combate de Piribebuy, en 1868, una de las sedes gubernativas de Solano López en su retirada hacia las "Cordilleras", sin embargo, la mayor parte de la "Colección Vizconde de Río Branco" fue retirado del Archivo Nacional de Asunción. Los 50.000 documentos están debidamente catalogados en la "Colección Vizconde de Río Branco" en 5.122 fichas, algunas conteniendo decenas de manuscritos. El 95% de los documentos datan de los siglos XVI a XIX, y no mencionan, en absoluto, cualesquiera preparativos de guerra contra el Brasil.
Los documentos del archivo contienen además, pruebas de la colonización del Paraguay, de las luchas por su independencia, de sus cuestiones religiosas e indígenas, de la demarcación de fronteras, de problemas de navegación, correspondencia particular entre ministros de Estado y embajadores, en una palabra, asuntos eminentemente paraguayos, como dictámenes, decretos y leyes de varios gobiernos, inclusive del dictador Francia, manifiestos de protesta contra el Rey Fernando VII de España, convenios con la Argentina, Uruguay y Brasil, tratados comerciales, etc.
Cabe aclarar asimismo que en la década del `70, tanto la Argentina como el Uruguay devolvieron "trofeos de guerra" capturados durante el conflicto bélico.
Recordando el trágico "Saqueo de Asunción", el historiador argentino general Garmendia escribió: "Aquella ciudad solitaria sentada a la margen del tranquilo rio, sufrió, indiferente, la suerte del vencido de lejanos tiempos. El vencedor entró a saco".
Categoría: Guerra de la Triple Alianza
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