La muestra más imponente de ornamentación churrigueresca se puede observar en la fachada oeste de la Catedral de Santiago de Compostela (1738-49).

El Barroco Español es una vertiente de la Arquitectura del Barroco que tuvo lugar en España, así como en sus regiones y antiguas colonias, principalmente en Iberoamérica y Bélgica.

Cuando las influencias del Barroco Italiano penetraron en España por los Pirineos, fueron ganando popularidad progresivamente frente al estilo clásico de Juan de Herrera, que había marcado la pauta predominante a finales del siglo XVI. En 1667, las fachadas de la Catedral de Granada, de Alonso Cano, y de la Catedral de Jaén, de Eufrasio López de Rojas, pusieron de manifiesto la influencia de los artistas a la hora de interpretar motivos tradicionales de la arquitectura de las catedrales en España en la vertiente estética del Barroco.

En Madrid, un barroco autóctono con raíces en Herrera y en la construcción tradicional con ladrillo, fue utilizado en la Plaza Mayor y en el Palacio del Buen Retiro. Este último fue destruido durante la Invasión Francesa de Napoleón, aunque sus jardines aún se conservan en el Parque del Buen Retiro. Se pueden observar muestras de construcción con ladrillo de este sobrio estilo barroco del siglo XVII, en las calles de la capital en palacios y plazas.

En contraste con la corriente artística del norte de Europa, el arte español de este periodo pretende estimular las emociones más que el intelecto. La familia Churriguera, especializada en el diseño de altares y retablos, se contrapuso a la sobriedad del clasicismo herreriano, y promovió un intrincado, exagerado y caprichoso estilo de decoración superficial, denominado Churrigueresco. En el transcurso de medio siglo, transformaron Salamanca en el paradigma de ciudad churrigueresca.

Estípite de la Basílica de la Vera Cruz, en Caravaca de la Cruz, Murcia.

El desarrollo del estilo atravesó tres etapas. Entre 1680 y 1720, la familia Churriguera popularizó la combinación de Guarini, que aunaba columnas salomónicas y orden compuesto, conocido como "orden supremo". Entre 1720 y 1760, la columna churrigueresca o estípite, con forma de cono invertido u obelisco, se estableció como elemento central de decoración ornamental. En los años de 1760 a 1780, se observó un cambio progresivo del interés por el movimiento retorcido y con ornamentación exagerada, hacia el equilibrio y la sobriedad neoclásicos.

Iglesia de St. Michel en Lovaina, Bélgica (Willem Hesius, 1650).

Dos de las creaciones del Barroco español más impresionantes son las dinámicas fachadas de la Universidad de Valladolid (Diego Tomé, 1719), y el Real Hospicio de San Fernando, en Madrid (Pedro de Ribera, 1722), cuya extravagancia curvilínea parece adelantarse a Antonio Gaudí y al Modernismo. En este caso, como en muchos otros, el diseño envuelve una representación de elementos tectónicos y decorativos, que poco tienen que ver con estructura y funcionalidad. El elemento principal de la florida ornamentación es el recubrimiento esculpido elaboradamente de una entrada principal. Si se extrae el intrincado laberinto de frontones quebrados, cornisas onduladas, recubrimientos de escayola, cirios invertidos y guirnaldas del romo muro sobre el que se soportan, la forma del edificio no se vería alterada lo más mínimo. Sin embargo, el barroco churrigueresco ofrece algunas de las más impresionantes combinaciones de espacio y luz, en edificios como la Cartuja de Granada, considerada como la apoteosis del estilo churrigueresco aplicado a espacios interiores, o en El Transparente de la Catedral de Santa María de Toledo, de Narciso Tomé, donde escultura y arquitectura se integran alcanzando unos dramáticos efectos de luz.

El Palacio Real de Madrid y las mediaciones del Paseo del Prado (Salón del Prado y la Puerta de Alcalá), en la misma ciudad, merecen mención especial. Fueron construidos por los reyes Felipe V y Carlos III en un sobrio estilo barroco internacional, a menudo confundido con neoclasicismo. Los palacios reales de la Granja de San Ildefonso, en Segovia, y el de Aranjuez, en Madrid, son buenas representaciones de integración de arquitectura y jardines barrocos, con una notable influencia francesa. No en vano, se conoce a la Granja como el Versalles Español. También se observan concepciones espaciales que, en cierta manera, manifiestan la herencia de la ocupación árabe.