Tríptico de Werle

Tríptico de Werle
Werl-Triptychons.jpg
Tríptico de Werle o
Santa Bárbara
Robert Campin, 1438
Óleo sobre tabla • Gótico
101 cm × 2x47 cm
Museo del Prado, Madrid, España
Para otros usos de este término, véase Werle.

El Tríptico de Werle (1438), es una obra atribuida a Robert Campin (llamado, a veces, también, el Maestro de Flèmalle: 1375-1444) de la que sólo se conocen dos de las tres tablas: concretamente los postigos laterales expuestos en el Museo del Prado. Estas obras no son de las más exaltadas del autor, ya que las pintó en una etapa avanzada, algo que constata su datación; son interesantes por sus cualidades simbólicas y por poner de manifiesto la influencia de otros grandes maestros flamencos.

Contenido

La obra

La primera tabla representa al donante, el fraile franciscano Heinrich Werle protegido por San Juan Bautista (Heinrich Werle fue doctor en teología natural de la Universidad de Colonia). Aquí, Robert Campin ya denota una clara influencia de Jan Van Eyck (el espejo evoca, sin duda, al de El Matrimonio Arnolfini). Además de eso, nos interesa que se compare la concepción de la iluminación general y el interior de la casa con la del canciller Rolin o, incluso, con la de los Arnolfini. Se trata de una casa bien aparejada, limpia y bien equipada, incluso, coquetona; pero, sin petulancia, ya que no alcanza el lujo de las anteriores. De nuevo nos referimos a que el círculo en el que se movía el Maestro de Flèmalle no era tan elevado como el de Van Eyck, y por eso su estilo es más realista y sensible, más cercano a lo popular y lo cotidiano.

Lo mismo pasa con los símbolos que representa, no son tan meditados ni tan sutiles. Son bastante más ostensibles, más claros y, por ello, están al alcance de la percepción de más gente, aunque no de todo el mundo. Algo así es lo que observamos en la otra tabla, la que representa a Santa Bárbara leyendo al calor de la lumbre. Lo que pasa es que hay que conocer algo de hagiografía, de la vida de los personajes que aparecen representados. En este caso, Santa Bárbara, cuya historia era muy conocida en la época:

Santa Bárbara

La Leyenda dorada nos cuenta que Santa Bárbara vivió cuando el cristianismo era aún clandestino. En realidad, su padre era pagano y aborrecía a los cristianos, pero no sabía que su propia hija lo era. Cuanto éste, el padre, iba a realizar un largo viaje, decidió construir una torre para encerrar a su hija y protegerla de posibles pretendientes demasiado voluntariosos. Partió cuando aún la torre-prisión no estaba terminada, ocasión que aprovechó Santa Bárbara para pedir a los albañiles que hicieran en ella tres ventanas, y, así, poder rezar a las tres personas de la Santísima Trinidad, a las que era muy devota. Al volver su padre del viaje, se enteró de que su propia hija era cristiana y decidió castigarla cruelmente, pero cuando la iban a azotar, los látigos se convirtieron en plumas. Después de varios intentos infructuosos de atormentar a Santa Bárbara, su padre decidió cortarle la cabeza él mismo, tal era su odio hacia los cristianos. Mas, cuando cometió su crimen, un relámpago le fulminó y le convirtió en una bola de fuego hasta consumirlo. Por eso, se dice que Santa Bárbara protege de los rayos y es patrona de los artilleros.

Simbología

Como se aprecia en muchas obras de los Primitivos Flamencos, la realidad del cuadro suele esconder un contenido simbólico perfectamente integrado; de tal modo que todo aquello que aparentemente es un objeto, cual naturaleza muerta, pierde su singularidad para formar parte de la alegoría completa de la pintura, generalmente, como en este caso, con un profundo caracter religioso. En la obra, aparecen signos tan evidentes como la escultura de la Trinidad, junto a una vela, sobre la chimenea, que está ardiendo. El fuego tendría una función purificadora de los males, y además recuerda a la llama que acabó con su despiadado padre. El lirio que hay en un jarro alude a la virginidad de la protagonista, igual que al jarrón de cristal de la cornisa de la pared; Panofsky suele basarse en un conocido himno a la Natividad del siglo XV, que recogía, acerca de la Virgen María, la metáfora del sol que pasa a través del cristal sin romperlo ni mancharlo. Por su parte, el aguamanil de latón, que descansa sobre ese mueble de madera, sugiere la limpieza de espíritu, la pureza de alma, pero también puede ser una referencia a la fuente que suele acompañar a las alegorías del Paraíso Terrenal. En el mismo sentido, la Santa sostiene las Sagradas Escrituras con un paño, como si no quisiera tocarlas, en señal de respeto y de humildad. Al fondo, a través de una ventana con clavos de hierro oxidados, se ve un paisaje, un camino por el que pasea un jinete, indiferente ante la construcción que están levantado varias personas. ¿Es, acaso el padre de la santa que parte de viaje? ¡Probablemente! Esa construcción es, precisamente, la torre en la que será encerrada Santa Bárbara. Más allá, sobre el horizonte, las agujas de alguna catedral gótica.

Conclusión

Buscando, de nuevo, una razón para explicar estas obras de arte, nos damos cuenta de que Robert Campin tiene, lo mismo que Jan Van Eyck, una visión poética del mundo y la plasma en sus cuadros. Como indicó el mencionado crítico de Arte, Panofsky, el cuadro representa dos universos unidos pero distintos: un escenario acomodado, burgués medio, pero carente de ostentación, hasta relativamente vulgar (en su sentido etimilógico), que contrasta con la magnificencia de la Santa y la ampulosidad de sus ropajes, recalcando la excelencia de su persona y su superioridad moral frente al ambiente que la rodea. Si bien, en este caso, el lirismo piadoso de Flèmalle es más exaltado, más extravertido y, a la vez más cotidiano, ya que nos ofrece una familiaridad plebeya de lo religioso. Como hemos dicho, va unido al gusto de clases medias acomodadas, de cultura popular, que hacen ostentación de sus sentimientos, antes que del lujo.

Referencias

  • Delumeau, Jean. La Civilización del Renacimiento. Barcelona, Editorial Juventud. ISBN 84-261-0906-3. 
  • Luna, Juan. J. (1992). Guía del Prado. Una historia de la pintura a través de las obras del Museo. Ediciones Alfiz, Madrid. ISBN 84-85818-18-0.  Páginas: 207-208
  • Panofsky, Erwin (1984). Estudios sobre iconología. Madrid, Alianza. 
  • Pijoán, José (1990). «El arte del Renacimiento en el centro y norte de Europa.». Summa Artis Historia General del Arte. (Tomo XV). Editorial Espasa Calpe, S.A. ISBN 84-239-5200-2. 
  • Varios autores (1998). «El Renacimiento». Gran Historia del Arte Planeta El Renacimiento, primera parte  (Tomo 5). Editorial Planeta ISBN 84-395-7423-1. 

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