Tulevieja

Tulevieja

La Tulevieja o Tulivieja es un personaje legendario de Costa Rica y Panamá, el cual es descrito como un fantasma femenino que, cubierto por una especie de sombrero llamado tule (con forma de plátano) y con los senos hinchados y erectos (unas veces chorreando leche, según la versión), se transformaría en un monstruo que va errante por los diferentes caminos y despoblados.


Contenido

Descripción

En la mayoría de las versiones, la Tulevieja es descrita como una mujer baja de estatura, de contextura gruesa, que porta un sombrero de alas caídas (un tule viejo y arrugado), mal vestida y con el cabello enmarañado, la cual generalmente se presenta con el pecho desnudo, mostrando dos enormes senos mamarios tan cargados de leche materna, que ésta se desborda, por lo que es frecuente que detrás de la criatura se observen gran cantidad de hormigas de todo tipo que vienen siguiendo el rastro de leche.[1] Es común que se le describa como híbrido de mujer y pájaro: tendría alas cortas pero poderosas, a veces de ave y a veces de murciélago, o no las tendría del todo, según la versión, pero lo más característico serían sus patas y garras de águila o gavilán, en lugar de piernas, que dejan huellas invertidas, de modo que no pueda ser seguida. Se alimentaría de carbones y cenizas, por lo que sería frecuente encontrar sus huellas en fogatas recién apagadas.[2]

Las motivaciones de la Tulevieja para aparecer varían según la versión de la leyenda: en el sincretismo del cuento con la historia de La Llorona, su alma condenada recorrería los ríos llorando la pérdida del hijo que rechazó, con los dolorosos senos rebozantes de leche siempre listos para alimentar al bebé que nunca encontrará. En esta parte de la leyenda, la Tulevieja alimentaría a cualquier bebé que encontrará en su camino, y sería la razón por la que se apareciera en los poblados rurales, atraída por el llanto de los recién nacidos o el aullido de los perros, que confunde con el hijo extraviado. Al día siguiente de su visita, se encontraría el rastro de hormigas alimentándose de los restos de leche materna desperdigados por el pueblo, así como las huellas de las patas invertidas. En esta parte de la historia, la visita de la Tulevieja a un hogar donde habitase un recién nacido sería muy peligrosa, porque es probable que el monstruo robe al niño creyendo que es el suyo.

Más alejada de su encarnación como alma en pena, estaría también su función como espíritu vengador femenino, castigando a los hombres lujuriosos - figura del irresponsable padre de su hijo -, los cuales, atraídos por sus voluminosos pechos, la invitarían a bailar, solo para encontrar la muerte desgarrados entre las zarpas del monstruo. La única forma de salvarse de ella, una vez dado el encuentro, sería rezando la oración del "Alabado sea el Santísimo", lo que la haría alzar el vuelo desapareciendo rumbo al sol.[2] En la leyenda indígena, no obstante, la única forma de defenderse de la criatura era mediante la utilización de unos bejucos hechos de tule benditos por el dios Sibú,[3] que tenían el poder de atar a la Tulevieja.[4]

Origen del mito

El origen del nombre tiene que ver con la toca: Tulevieja, un tule viejo o una vieja con tule (el significado del nombre varía según la versión de la leyenda). El tule, un sombrero artesanal hecho de paja, puntiagudo, calado hasta los ojos, generalmente renegrido por las manchas de plátano o de café, era utilizado por las mujeres campesinas para librarse del sol o la lluvia, y también de los insectos, especialmente de las avispas que suelen enredarse en el pelo.[5] El nombre de tule es una palabra de lengua mesoamericana que se refiere a especies de juncos o bejucos.[6] Tanto en el mito bribri como en versiones más recientes de la leyenda, el bejuco de tule se constituía en una defensa contra el poder del monstruo (llamado el bejuco de Sibú[3] o de Yazú,[4] según la versión). Existe la posibilidad de que, tanto el tule del que estaba hecho el sombrero como el bejuco usado para defenderse de la Tulevieja, se refiriera al que se hace con la hoja del árbol del tule o con fibras de la misma planta. Lo más probable, sin embargo, es que el tule se refiriera a la espiga de agua, un bejuco endémico de América desde Canadá a la Argentina, que se encuentra sobre todo en la costa pacífica de Centroamérica, mientras que el árbol del tule es una planta más propia de México y algunas regiones de Guatemala. Al fin y al cabo, la importancia del tule en el cuento de la Tulevieja radicaba en el característico sombrero de este nombre, el cual podía ser manufacturado con cualquier tipo de planta utilizada en la cestería típica centroamericana.

La Tulevieja como tal, es un ser místico del inframundo que ya se menciona en la mitología bribri[6] (cuyos asentamientos se hallarían en el territorio de Talamanca, en la frontera entre Costa Rica y Panamá, de allí que el mito sea compartido por ambos países), y se trata de un mito compartido igualmente por los huetares y cabécares. El origen del cuento se remontaría a la adaptación de la cosmogonía indígena por parte de la tradición oral de los colonizadores españoles. En la cosmovisión indígena, la Tulevieja es un ser que se asocia a los montes oscuros y enmarañados, los abismos de las montañas, lluvias y vientos fuertes, y las cataratas de los ríos. En el suwoh o tradición oral de los bribris, el nombre original de la Tulevieja sería Itsa' o Itso',[7] [3] y su historia sería una amalgama entre las leyendas de la misma Tulevieja y la Llorona.

En las versiones más recientes del cuento, la Tulevieja ya aparece con rasgos europeos y del Medio Oriente, encontrando en ella detalles que la asemejan a la Esfinge o a las sirenas griegas:[2] cabellera indefinible, pechos erectos, armoniosos brazos, muslos femeninos, patas y garras de ave en lugar de piernas y alas cortas, e inclusive, asemejando la invitación a bailar que hace la Tulevieja a sus víctimas como una versión decadente de los acertijos de la Esfinge de la mitología griega o con el canto de las sirenas, para finalmente devorarlos. Sin embargo, la parte del mito que incluye la desaparición de la Tulevieja al rezar la oración del Santísimo, haciendo que el monstruo se remonte al sol, es también un detalle indígena.[6]

El mito bribri

En el mito bribri,[3] la Tulevieja es Itsa', un ser diabólico anterior al mundo indígena, de gran fuerza y que podía tomar varias formas. Itsa' era el único con la fuerza suficiente para cargar la olla en la cual sería mezclado el chocolate con que se celebraría la fiesta en honor a la creación de los bribris, y por esto, exigió a Sibú (el máximo dios bribri) el derecho de comerse a los indígenas, succionándoles la carne y la sangre, a lo que Sibú tuvo que acceder. De este modo, Itsa' realiza varias reencarnaciones a lo largo de las historias bribris, tomando la forma de diversos monstruos a los que deben enfrentarse los héroes indígenas de las historias. Debido a la gran fuerza sobrenatural de Itsa' (personificación de las devastadoras fuerzas naturales de la montaña, la lluvia y los vientos), la única manera de protegerse de los bribris es mediante unos pedacitos de bejuco (tules) bendecidos especialmente por Sibú (nótese la relación entre el bejuco bendito de Sibú - el tule - como un escudo ante la fuerza de Itsa', con el uso del sombrero - tule - para protegerse del sol, el viento y la lluvia).

En otras versiones de la leyenda bribri, Itsa' no es un ser sino muchos. Con el nombre de Míkuchake, Itsa' mató a la esposa de S`ërk`ë y se robó a su hijo, hasta que S`ërk`ë logra matarlo. Como Wíkela (palabra bribri para "abuelita"), Itsa' tomaría la forma de una vieja que comía gente y perseguía los niños para comérselos. Itsa' tiene también el poder de transformarse en una gallina blanca agonizante que se aparece en las casas. En una de las versiones, Itsa' es finalmente asesinado por el dios del trueno Kíkilma por seducir y luego comerse Itsa' a su esposa, quemándolo en un hueco con piedras encendidas, por lo que Itsa' lanzaría grandes lamentos a la montaña. Kíkilma, para silenciarlo, lo acabaría con un rayo. Sibú, compadecido de su llanto, transformaría el ojo derecho de Itsa' en un búho de tulevieja, y el izquierdo en una mariposa de alas anchas y ojos grandes. El canto ulular de la lechuza sería, pues, el grito lastimero de Itsa'.

En su forma masculina, Itsa' sería también un hombre alto, de pelo enmarañado y rostro horrible, con el rostro demacrado y arrugado, y cubierto siempre de luciérnagas, al que todos le tenían miedo, por lo que se burlaban de él llamándolo Itsa' (igual al demonio bribri), y éste, enfurecido, perseguía a los que le ofendían. Sibú, aconsejando a la gente que no le molestaran, les sugirió que le llamaran W`öke (esto es, "abuelo o viejo"). Como W`öke, Itsa' habitaría en los montes, lanzando aullidos indescriptibles durante las noches, espantando a los cazadores nocturnos. Este sería el origen de la leyenda del Viejo del Monte (o también, Dueño del Monte). De esta manera, Itsa' espantaría en la montaña, con su forma masculina (W`öke), como el Dueño del Monte, y en los ríos y los poblados con su forma femenina (Wíkela), como la Tulevieja. En otra versión de la historia, Itsa', en su forma femenina de Wíkela, aprovecha la ausencia de Kíkilma (que se va de cacería a la montaña) para comerse a su esposa, algo que es presenciado por un grupo de niños, los hijos de Kíkilma (los s'ërk'ëpa, dioses de la tormenta), quienes avisan al cazador. Igual a la versión anterior, Kíkilma asesina a Itsa' con un rayo luego de tenderle una trampa para quemarlo.

En otra versión de la leyenda, sería Sibú y no Kíkilma quien asesinaría a Itsa' quemando a la vieja en una hoguera, porque Itsa' quería tener los mismos colores que Sibú (y por tanto, sus poderes), y además, deseaba comerse las semillas (dits`ö) que darían lugar a los bribris. Al igual que en el cuento de Kíkilma, de los ojos de Itsa' surgirían el búho de tulevieja y la mariposa. Finalmente, Itsa' también era el nombre que los bribris daban a un espíritu que habitaba en las cataratas de los ríos, el cual tenía la particularidad de lanzar lastimosos alaridos (itsa' es, de hecho, la palabra bribri para "llorona") cuando un niño iba a morir. Estos seres tenían la costumbre de perder a los niños, por lo que es posible que también tengan influencia en el origen de la leyenda de los duendes que pierden niños. Se puede ver, finalmente, como el mito de Itsa' sintetiza los aspectos más básicos de la leyenda de la Tulevieja: la presencia de los tules, la persecución de los niños que se burlan, los cantos lastimeros, su relación con los ríos, su tendencia al canibalismo, ya sea como una mujer vieja con patas de gallina que visita las casas para robarse (o comerse) las "semillas de los hombres" (los niños) o como un híbrido de mujer y ave de rapiña que devora a los hombres mismos.

Versiones

  • En la versión más conocida,[1] su historia se fusiona con el mito de la Llorona. En ella se dice que originalmente la Tulevieja fue una muchachita que siempre tenía puesto el tule, hasta para dormir. Hay quienes dicen que fue una mujer casada que además tenía fama de ser muy parrandera, mientras que en otras sería una chica muy joven e inexperta, teniendo en común ambos casos el hecho de que la protagonista habría tenido un embarazo no deseado (que en Costa Rica antiguamente se denominaba en forma coloquial como pata e'banco (pata de banco)) con un hombre lujurioso que conoció en una fiesta, al cual no volvió a ver nunca más luego de tener sexo con él. Se dice que la muchacha al quedar embarazada, huyó a Puntarenas, en la costa pacífica; y luego de parir, lo dejo junto a su tule en un río, para que el niño muriera de hambre y así ella pudiera continuar con su vida. Sin embargo posteriormente ella se habría arrepentido, y se fue devuelta al río; pero ya el bebé se había ido, encontrando solo su tule, y por ello se suicidó ahogándose en el río. Sin embargo Dios no permitió que su alma descansase en paz y como castigo, desde entonces, la Tulevieja suele ser encontrada deambulando por el río, siempre con los senos hinchados y cargados de leche; llorando y buscando a su bebé con la esperanza de algún día encontrarlo; y así acabar con su maldición. Este hecho provoca miedo en la gente, ya que temen que pueda raptar a sus hijos, en algunas versiones por confundirlos y en otras adrede. En otra versión, la joven no muere ahogada, sino de fiebre puerperal, y es enterrada en el cementerio de Chacarita. En un corolario a esta leyenda,[2] debido a sus pecados en vida y el castigo recibido por Dios, su alma en pena se transformó finalmente en un demonio que, como venganza, también se le aparece a los hombres lujuriosos con los senos descubiertos, invitándolos a acariciarla mientras baila. Pero la fiera tiene un hormiguero entre su pecho, y al tocarla, las hormigas zompopas infernales pican al hombre para anestesiarlo, momento en que sus víctimas solo alcanzan a observar un monstruo con el rostro agujereado, piernas flacas de gavilán, alas de murciélago, grandes garras y pies invertidos. Luego, la Tulevieja alza vuelo con el incauto para devorarlo. En esto se parece a las bellas sirenas griegas.
  • En la versión josefina del mito,[5] la Tulevieja sería una señora originaria de Desamparados, de edad mayor, que siempre portaba un deformado, negro y sucio tule, de la cual los niños se burlaban por su aspecto grotesco, y ella, en represalia, los perseguía con un palo en la mano para darles su merecido, algo que nunca lograba. Un día, el viento le robó el sombrero, el cual cayó en las turbulentas aguas del río Tiribí, arrastrándolo con la corriente. Al tratar desesperadamente de recuperarlo, una cabeza de agua la habría ahogado, y desde entonces, vaga por el cauce de este río con voz doliente y entrecortada, siendo el espanto de los niños que van a bañarse. Es posible que esta versión surgiera del deseo de los padres de evitar que sus hijos arriesgaran la vida entre las aguas de este caudaloso río, cumpliendo la Tulevieja un rol de asustador de niños, así como para que sirviera de moraleja de la pérdida de la vida por amor a los bienes materiales. También existe otra versión en el cual la Tulevieja cuando no está deambulando en los caminos, viviría en las aldeas disfrazada de una señora de edad avanzada y aspecto aterrador, con un rostro marcado por profundas arrugas y cicatrices, con una mirada fría y penetrante, y siempre vestida de negro; casi siempre acarreando una carga de leña. Se dice que a lo largo de los años, los niños de los poblados desaparecen inexplicablemente después de habérseles visto jugar cerca de la casa de una vieja con sombrero de tule, principalmente cuando la insultan con el apodo de Tulevieja (sin saber que es la verdadera). Posteriormente cuando por diversos motivos desaparece de una aldea para dirigirse a otra, en ocasiones se observaría al verdadero monstruo acarreando una carga de leña hacia su nuevo hogar.
  • Tenemos la versión escazuceña de la historia,[4] en la que un hombre llamado Jesús Fernández Delgado (apodado en su comunidad como Tuto Yoyo) logra atrapar a la Tulevieja utilizando el bejuco mágico de Yazú. La Tulevieja, misterioso ser que al igual que asustaba, así también poseía una diabólica energía que ni la fuerza de veinte caballos juntos la sostenían, logró ser capturada por este personaje con el mágico bejuco, y así, fácil la amarraba y fácil la bajaba desde la alta montaña (donde la Tulevieja habitaba junto a su comadre la bruja Zárate) hasta su casa, y de su casa hasta la iglesia para, en punto la medianoche, silenciosos y sigilosos entrar los dos por el ventanal más cercano al altar mayor y celebrar algún extraño ritual del mundo de los espíritus y los espantos. Después de ese extraño rito en la iglesia, que año a año lo hacían para la víspera del santo patrono, San Miguel Arcángel, la Tulevieja salía del templo convertida en otro ser más misterioso todavía, en la Llorona, vieja ésta que cargaba la maldición de llorar y buscar por ríos y quebradas su niño perdido. Pero el mismo día de la fiesta patronal, don Jesús Fernández, Tuto Yoyo, feliz se burlaba del espanto paseándolo amarrado por las principales calles de Escazú, bajo el disfraz de una vieja que lloraba un niño: era la Llorona de la mascarada de Pedro Arias bailando al son de la filarmónica.
  • Una versión panameña de la historia de la Tulivieja narra que, en los tiempos en que el mundo estaba poblado de espíritus que vivían con las gentes dejándose ver de ellas, uno encarnó en una muchacha hermosísima orgullo de su pueblo. Amaba la moza a un joven de su mismo lugar, y fruto de estos amores fue un niño a quien su madre ahogó para ocultar su falta. Dios castigó en el acto ese pecado tan grande, convirtiendo a la madre desnaturalizada en tulivieja, un monstruo horrendo que tiene por cara un colador de cuyos huecos salen pelos cerdosos y larguísimos. En lugar de manos tiene garras, el cuerpo de gato y patas de caballo. Condenada a buscar a su hijo hasta la consumación de los siglos, recorre sin cansarse jamás las orillas de los ríos, llamando sin cesar a su niño con un grito agudo parecido al de las aves y sin que nadie le conteste jamás. A veces recobra su primitiva forma. En la noche en que la luna brilla en el centro de los cielos, se baña en los ríos bella como un sol, pero con el más ligero ruido se convertía nuevamente en el ser monstruoso que es, para continuar por el mundo su eterna peregrinación.[8]

Véase también

Referencias

  1. a b Zeledón Cartín, 2000, p. 160-161 Sánchez, José J: La Tule Vieja. Revista de Agricultura. Tomo IV (1942), Nº3. pp.381-383.
  2. a b c d Zeledón Cartín, 2000, p. 143-144. González Feo, Mario: Yo y la larva. María de la Soledad y otras narraciones. pp.185-212.
  3. a b c d García Segura, 2003, p. 76-83
  4. a b c Céspedes Guzmán, Juan Antonio: La Tule Vieja. El Informador de Escazú. Artículo principal - Edición 219 - Agosto de 2000.
  5. a b Zeledón Cartín, 2000, p. 162. Nuñez, Francisco María: La Tulevieja. La Hora, 14 de julio de 1972, p.5.
  6. a b c Medina, 1996, p. 386
  7. América indígena: órgano oficial del Instituto Indigenista Interamericano, Volumen 36, Números 1-2. Instituto Indigenista Interamericano, 1976.
  8. Aguilera Patiño, Luisita. Tradiciones y Leyendas Panameñas. Biblioteca de la Nacionalidad. Autoridad del Canal de Panamá. Panamá, 1999. ISBN 9962-607-13-2. p.283

Bibliografía

  • Samudio, César (1994). Tulivieja. Leyendas chiricanas. Imprenta Universitaria (Panamá). 
  • Medina, Andrés (1996). La etnografía de Mesoamérica Meridional y el área Circuncaribe. Universidad Nacional Autónoma de México. ISBN 9683-64-847-9. 
  • García Segura, Alí (2003). Diccionario de mitología bribri. Universidad de Costa Rica. ISBN 9977-67-738-7. 
  • Zeledón Cartín, Elías (2000). Leyendas Costarricenses (compilación). Universidad Nacional. ISBN 9977-65-133-7. 

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