- Lagares entre las viñas
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Los lagares entre las viñas son unas construcciones de piedra singulares utilizadas en el pasado para elaborar el vino en las mismas viñas en las que se cultivaba. Fueron construidas en aquellos viñedos que estaban en los lugares más aislados de los valles del Montcau, en la comarca del Bages, provincia de Barcelona, España. Constituyen un patrimonio etnológico e histórico único en Cataluña, encontrándose dispersas por la parte noroeste de una zona de gran importancia ecológica y cultural, el Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l'Obac y su área de influencia.
Se han clasificado 103 lagares (tines, según su denominación local) en diferentes estados de conservación, distribuidos por los términos municipales de Mura, Talamanca y el Pont de Vilomara i Rocafort. En algunos casos se encuentran aislados, presentando únicamente una caseta auxiliar adosada (13 en total) y en otros formando grupos (los 90 restantes).[1] Los conjuntos son considerados como las construcciones más interesantes: suelen ser tres, cuatro o más lagares construidos simultáneamente, ya que resultaba más barato y que, a veces, compartían una prensa para el bagazo residual. Pero éste era el único uso colectivo, ya cada uno de los lagares era utilizado por un agricultor individualmente.[2]
La mayoría son de forma circular (81), pero los hay rectangulares (12) y mixtos, con depósito circular pero paredes rectangulares (10). Sus capacidades oscilan entre los 2000 litros las menores y 19000 las mayores, midiendo como máximo 2,5 m de diámetro y 3 de profundidad. Para su construcción se empleaba piedra y mortero de cal, revistiendo las paredes interiores con baldosas cuadradas de cerámica vidriada, planas o ligeramente curvadas. La parte superior, con la puerta de entrada, se realizaba en piedra seca, mientras que el techo se cerraba mediante una falsa cúpula, cubierta exteriormente por una capa de tierra que la impermeabilizaba y hacía de aislante térmico. En la parte inferior había un orificio que servía para vaciar el mosto ya fermentado, normalmente protegido dentro de una barraca de piedra seca adosada al lagar.[1]
Orígenes
Antiguos depósitos excavados en rocas blandas que sirvieron para hacer las funciones de lagar y cuba han sido encontrados en Navás (Barcelona) y Balaguer (Lérida). Allí, en medio de los campos, se pueden ver varios conjuntos de lagar-cuba conectados entre sí y datados en el siglo XIV por la cerámica hallada in situ.[2]
Durante los siglos XVI-XVII fue tomando forma el lagar construido en piedra y forrado interiormente de cerámica que permitía realizar en un mismo espacio la prensa de la uva y la fermentación del mosto. Para ello incorporaba en la parte superior del recipiente unos travesaños sobre los que se volcaba y pisaba la uva, escurriéndose el líquido resultante entre las maderas. Terminado el proceso éstas se retiraban, volcando en la cuba la pulpa y cerrándola para que diera comienzo la fermentación.[2]
El crecimiento demográfico durante los siglos XVIII-XIX y la exportación de vinos y aguardiente hacia el norte de Europa y América provocó la expansión acelerada del cultivo de la viña, que ocupó tierras hasta entonces yermas o boscosas, creando incluso terrazas en las mismas laderas de las montañas. Normalmente, estos nuevos viñedos no los cultivaba el dueño de la masía propietaria del terreno, que muchas veces estaba fuertemente endeudado, sino que eran cedidos a pequeños agricultores mediante un contrato de rabassa morta, una especie de alquiler de la tierra mientras durara la vida de las cepas a cambio del cual se debía entregar al arrendador una parte de la cosecha (durante el XVIII solía ser un cuarto y durante el XIX un tercio). La uva recogida debía ser trasladada rápidamente hasta el lagar para evitar que comenzara una fermentación incontrolada, así que todos aquellos que arrendaban viñas alejadas de las poblaciones o masías y tenían dificultades de acceso para los carros o/y los animales de carga, tuvieron que buscar nuevas soluciones. Así surgieron los lagares al lado de las masías y en medio de las viñas, construidos por los rabassaires (arrendatarios) pero que pasaban a propiedad de los arrendadores al finalizar el contrato. Construir la tina cerca de la masía reducía los problemas de seguridad que implicaba hacerlo en medio de las viñas, pero el arrendador podía controlar e intervenir en la venta del vino, cosa que resultaba más difícil en el segundo caso.[2] Quizás por ello esta segunda opción fue tan aceptada en los valles del Montcau.
Contexto histórico y socioeconómico
Aunque hay pruebas documentales del establecimiento de lagares entre las viñas durante el siglo XVIII, la mayoría son de la segunda mitad del XIX, cuando se produjo el gran aumento de superficie vinícola.[2] Este aumento se produjo en un contexto de recuperación económica tras la devastación producida durante la Guerra del Francés.[3]
Referencias
- ↑ a b Tines a les Valls del Montcau (primera edición). Farell Editors. 2005. pp. 21,217-226. ISBN 84-95695-53-7.
- ↑ a b c d e Ferrer Alòs, Llorenç (2005). «Entendre les tines enmig de les vinyes». Tines a les Valls del Montcau: pp. 11-32.
- ↑ Sobrequés Callicó, Jaume (editor) (1997). Història Contemporània de Catalunya (I) (primera edición). Columna Edicions. pp. 63. ISBN 84-8300-390-2.
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