- Museo Guillermo Enrique Hudson
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El Museo Guillermo Enrique Hudson, se ubica a mitad de camino entre la ciudad de Buenos Aires y La Plata, en diciembre de 2000, con la Ley Provincial 12.584 se la declara Reserva Natural de Uso Múltiple (aproximadamente 54 ha) en homenaje al gran naturalista Guillermo Enrique Hudson, quién naciera en 1841 en ese paraje, conocido entonces como la "Estanzuela Los 25 Ombúes"
El principal fin de la Reserva es educar y generar un espacio de reflexión y participación, así también como complemento de los programas de estudios, tanto de escolares como de niveles superiores. Está destinada a inspirar respeto y amor hacia la naturaleza, tal como lo hizo el escritor durante toda su vida. Hudson legó un importante testimonio tanto de la fauna y la flora como en la descripción precisa del hombre de campo y su paisaje, allá por el siglo XIX. Fue también no solo uno de los más importantes naturalistas de su época - primer ornitólogo argentino-, conservacionista, lírico o costumbrista, sino quizá también el primer etólogo conocido. Hasta la aparición de Hudson los naturalistas se limitaban a describir los comportamientos animales, pero fue el mismo Hudson quien intentó por primera vez dar explicaciones racionales a lo observado. Inspirador de la primer ley de protección a las Aves, y en la creación de la prestigiosa Royal Society for the Protection of Birds (R.S.P.B.).
La otra importante función de la Reserva es la de preservación de los ambientes. Se encuentra enmarcada dentro de las llamadas “Reservas Urbanas”, nombre destinado a designar extensiones naturales relativamente pequeñas, ubicadas en áreas urbanas o en zonas cercanas a la urbe. Cumplen una importante función educativa y demostrativa de procesos naturales y socio-culturales; generando incluso identidad y nuevos hábitos en los habitantes cercanos. La Reserva Hudson preserva dos arroyos con más de 20 especies de peces. Y en total se han identificado cerca de 200 especies de vertebrado. Aves migratorias la visitan (churrinches, golondrinas, pecho-colorados, cuclillos…), algunas de las cuales se alimentan y reponen para sus largos viajes. Más de 200 especies de plantas vasculares, entre nativas y exóticas, repartidas en bosquecitos de talas (Celtis tala), estepa pampeana, bañados y pastizales, completan la oferta. Paisajísticamente también ha conservado las “lomas” de la llamada Pampa Ondulada, en lo alto de las cuales crecen pequeños talares.
En particular “La provincia de Buenos Aires es el sector del país más afectado por la actividad humana, ya desde el siglo XVI se observa una retracción de la flora indígena debido a las actividades agrícolo-ganaderas. En épocas más recientes, la industrialización, la urbanización y la contaminación han afectado considerablemente a la flora de la Provincia” . Lo mismo de la fauna, y en mayor o menor medida del recurso paisajístico. Dado que en el noreste de la provincia se encuentra la más alta aglomeración urbana del país, es lógico toparse con la problemática social de miles de habitantes. La urbanización anárquica y la ocupación de tierras son algunos de los síntomas y la Reserva ha sobrevivido al embate de tales circunstancias, gracias al esfuerzo de voluntarios y de autoridades, y continúa trabajando para que así sea.
La historia para la creación de este Reserva bien ilustra el esfuerzo y la lucha para ir contra corriente en una zona muy cotizada por diferentes actores. Desde 1929 Fernando Pozzo, médico quilmeño enamorado y estudioso de la obra de Hudson, descubre el lugar e inmediatamente forma una comisión de amigos, con los cuales se dedica al rescate del Solar Natal. En 1949 el vizconde Davidson y su hermana donan unas 4 ha para ser destinadas a Museo y Parque Evocativo. El gobierno de la provincia de Buenos Aires las acepta por Decreto Nº 3.061. Masao Tsuda, embajador del Japón en Argentina (1954), presidente de la Asociación Hudsoniana de Tokio junto a la Asociación Amigos de Hudson en Argentina realizan activas gestiones para rescatar la propiedad de los intrusos. Recién en 1957 la provincia de Buenos Aires crea el Museo y Parque Evocativo Guillermo Enrique Hudson por Decreto N° 7.641 con dependencia de la Dirección de Museos, Reservas e Investigaciones Culturales. A partir de 1991 las gestiones de la profesora Violeta Shinya fructifican y se recibe la primera partida de las generosas donaciones gestionadas por Masao Tsuda y el Embajador Yoshio Fujimoto, de distintas empresas y la Asociación de Amigos y lectores de Guillermo E. Hudson del Japón. Se inicia la ampliación de tierras del Museo en dirección al arroyo las Conchitas. En 1996 se obtienen donaciones de organismos internacionales de Japón y de la Fundación Lloyds Bank. Debemos también valorar la inagotable y desinteresada participación de muchos colaboradores.
En fin más de 70 años de rescate nacional e internacional han dado sus frutos. Historia, naturaleza y esparcimiento se combinan perfectamente en este predio. El rancho natal del gran escritor y naturalista, de más de 200 años de antigüedad, se erige entre enormes ombúes. Lugar de peregrinaje y visita de muchos turistas extranjeros, quienes se sienten atraídos por la prosa hudsoniana. Cuenta con una importante biblioteca (más de 15.000 libros), Salón de Usos Múltiples, Arboretum y área de acampe. La biblioteca cuenta con un sector especializado en la obra del escritor y opera para difundir traducciones de sus obras entre los jóvenes de habla hispana, porque muchas de las existentes ya no se consiguen. Para una mayor efectividad se está desarrollando un programa piloto de difusión de folletos en las escuelas de la región. Los mismos contienen traducciones actualizadas y comentarios relacionados con el conocimiento, en especial la temática ambiental, de la cual Hudson fuera pionero.La entrada es libre y gratuita y hay visitas guiadas sábados, domingos y feriados para el público en general. Miércoles, jueves y viernes para grupos escolares. Durante la primera semana de agosto comunidades aborígenes celebran la tradicional fiesta de la Pachamama, en la que ofrendan y agradecen a la Madre Tierra. Es visitada por folkloristas, lugareños, fortines gauchos, artistas y toda aquella persona amante de la paz y la tranquilidad.
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