- Sociedad cortesana
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Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, se desarrolló en europa lo que hoy conocemos como monarquía absoluta. Este régimen era dirigido por un soberano o monarca, que designado de manera hereditaria, poseía un carácter permanente y vitalicio. La monarquía dominaba a una sociedad de estamentos, no obstante, la clase noble desarrollaba y mantenía sus vidas en torno a ella. La nobleza seguía un patrón de conducta de acuerdo a la voluntad del rey, donde la clase incipiente, la burguesía, ambicionaba imitarla y acceder a esa clase social. En este sentido, el poder del soberano no se evidenciaba tan sólo a partir del acato de sus súbditos, sino, también, se manifestaba en el desencadenamiento de diversos factores que formaron lo que hoy podemos llamar sociedad cortesana.
Contenido
Caracterización
Según Nobert Elias
El estudio realizado por Norbert Elias, en su texto La sociedad cortesana, explica de un modo simple y claro el por qué de las conductas de una nobleza que deseaba ocupar un lugar fundamental en los estatutos de la sociedad monárquica, refiriéndonos con mayor precisión a la sociedad francesa, ya que en ella es donde se desarrolló con mayor claridad el predominio de estas actitudes cortesanas. Para Elias, esta complacencia hacia el poder central no se fundaba simplemente en la obediencia por el rey, sino que el comportamiento de los individuos se debía para sí mismo y para su supervivencia en la corte.
Según Roger Chartier
De acuerdo con lo expuesto por Roger Chartier en su texto El mundo como representación, donde avala, expone y presenta las ideas realizadas por Elias, explica que “debe considerarse la corte como una sociedad, es decir, como una formación social donde se definen de manera específica las relaciones existentes entre los sujetos sociales y donde las dependencias recíprocas que ligan a los individuos unos con otros engendran códigos y comportamientos originales” (Chartier 83).
Chartier, a partir de lo expuesto por Elias, señala algunos aspectos fundamentales para comprender la estructura de esta sociedad, tales como la formación, interdependencia, equilibrio de las tensiones, evolución social o evolución de las formaciones. De cada uno de estos conceptos, y sobre todo su vinculación entre sí, depende que se lleve a cabo la vida en la corte. El autor indica, “los individuos están relacionados unos con otros por un modo específico de dependencias recíprocas y cuya reproducción supone un equilibrio móvil de tensiones” (Chartier 88). No obstante, en la importancia del uso de la etiqueta se puede observar la utilización de estos diferentes conceptos, que a través de ellos se explica el comportamiento de los individuos.
Según la Rae
Según la Real Academia Española, entendemos por etiqueta como un “ceremonial de los estilos, usos y costumbres que se debe guardar en las casas reales y en actos públicos solemnes”. A partir de esta referencia, entenderemos por qué la nobleza estaba invitada a convivir con el rey en la casa real, es decir, en el Palacio de Versalles. Es dentro de esta construcción, en la máxima expresión del poderío monárquico, donde los nobles ejercían este juego recíproco de dependencia, y sobre todo utilizaban costumbres para resaltar su dominio, prestigio y título nobiliario.
En el cine
En la película Marie Antoniette, dirigida por Sofia Coppola, se revela una ceremonia que tiene como lugar el dormitorio del rey y la reina. Luego de la llegada de María Antonieta desde Austria a Francia, la reina evidencia ciertos rasgos que no se encontraban en su corte, tales como el ritual que debía vivir todas las mañanas al despertarse. En esta escena, María Antonieta tenía que desnudarse y ser vestida por la nobleza. De este modo, cada persona de sangre real que llegara a la habitación debía tomar su ropa e ir cediéndosela a otra hasta llegar a ella.
Norbert Elias manifestó que este aspecto de la vida cortesana era “un tipo de organización donde cada acto recibe el carácter de prestigio que está vinculado con él, en cuanto símbolo de la respectiva distribución del poder” (Elias 115), es decir, que a través de esta entrega de vestimenta se aprobaba e indicaba la posición del individuo respecto a los otros cortesanos. Además, añade que “lo que otorgaba a estos actos su significación grande, seria y grave, era exclusivamente la valía que, dentro de la sociedad cortesana, comunicaban a los que en ellos participaban, esto es, la relativa posición de poder, el rango y la dignidad que ponía de manifiesto” (Elias 116).
Entonces, luego de lo mencionado, es preciso señalar que al soberano le convenía que los nobles ejercieran esta etiqueta o formalidad para/con él, pues de este modo la sociedad cortesana mantenía un equilibrio, en el cual cada noble cumplía un rol de participante dentro del determinismo de este juego. Para Roger Chartier, “cuando el equilibrio de las tensiones que permitían la perpetuación de una formación social se rompe, ya sea porque uno de los adversarios/compañeros se vuelve demasiado poderoso o porque un nuevo grupo rechaza su exclusión de un reparto establecido sin él, la formación peligra y finalmente se la reemplaza por otra, que reposa sobre un nuevo equilibrio de fuerzas y sobre una figura inédita de las interdependencia” (Chartier 91). Este sistema, que al parecer es más móvil de lo que se pensaba, puede tener cambios respecto a sus individuos. Nadie es tan imprescindible, por esta razón cada noble debía esforzarse por mantener su puesto, dignidad, prestigio y poder.
Sin embargo, esta rivalidad entre sujetos de una misma clase, no debe ser tomada con un sentido nocivo. Es fundamental para un noble ejercer este tipo de conducta frente al rey, pues de esta forma se le era considerado útil. Chartier señala que esta “condición misma del poder absoluto, puede y debe ser perpetuada por el soberano que, colocando sucesivamente un grupo contra otro, reproduce el ‘equilibrio de tensiones’ necesario para la forma personal del monopolio de dominación” (Chartier 94). Esta dominación se traduce en asegurar, por parte del rey, la supervisión y control sobre sus súbditos, sobre todo con los más peligrosos, mientras permanecieran en el Palacio.
Además, señala este autor que “la ‘monarquía absoluta’ lo es precisamente porque el rey no depende de un grupo social dado sino que se encuentra en posición de manipular el equilibrio de las tensiones que son el origen mismo de su poder” (Chartier 95). De esta manera, los nobles estaban a la disposición del rey, compitiendo por su alero, sus rangos y privilegios.
No obstante, a pesar de ser un sistema sujeto a rivalidades, en donde el noble cuidaba su puesto con cautela, había quienes desertaban de su labor dentro de la corte. Si bien es el propio noble quien realizaba voluntariamente la ceremonia de etiqueta, también es el rey quien esperaba el cumplimiento de esta conducta. De este modo, cuando un miembro desafiaba la autoridad del rey, él actuaba semejante a como lo hace un padre. Entonces, el rey era visto como un páter familias, pues no manifestaba su enojo en palabras, sino que lo demostraba en hechos. Llevaba a la práctica su disgusto con su hijo, lo castigaba de manera que él supiera que lo que hizo iba contra su voluntad. La voluntad del rey estaba tremendamente reflejada en la asignación de los puestos de cada persona en la corte. A pesar de que es un sistema flexible, cada individuo debía hacer lo que le correspondía, o lo que el rey quiera que le correspondiera. Y de esta manera, la nobleza deseaba permanecer al lado del rey, ya que era dentro de la corte donde podían disponer y hacer valer sus privilegios.
Asimismo, el accionar de los nobles se resguardaba en la expresión de honor, que no significaba el obrar correctamente a pesar de que nadie estuviera observando, sino que estaba relacionado con la perdida de la pertenencia a la sociedad cortesana, es decir, obrar correctamente siempre y cuando estuviera sujeto a un pertinente juicio. Elias señala que “uno conserva su honor, mientras continuaba siendo miembro, tanto según la ‘opinión’ de la respectiva sociedad, como en consecuencia, ante su propia consciencia” (Elias 128). De esta manera, la consideración de una persona dependía de la visión que otros tuvieran de él. No había una valoración de sí mismo, pues poco importaba si era reconocido por mérito propio, más bien el rango dado dependía de la mirada crítica que otros ejercían. Además, la persona se desarrollaba a partir del juicio externo, más que por el propio.
Finalmente, a través de la etiqueta y ceremonia los cortesanos se desenvolvían en esta ‘buena sociedad’, en la cual prevalecía el racionalismo, la ausencia de afectividad, el decoro, la utilidad, y sobre todo, el papel que cada individuo practicaba dentro de esta corte, era una lucha interminable por el prestigio, pretensiones económicas, posición entre sus pares, rango y poder. El noble, más que complacer al rey, debía cultivar esta conducta para sobrevivir, ya que su existencia se fundaba en su modo de actuar para/con los demás, donde estaba en tela de juicio cada uno de sus movimientos. La monarquía absoluta no era tan sólo un régimen dictatorial que sometía a sus súbditos al acato de las leyes, sino que por voluntad de los propios individuos, que optaban por una vida de privilegios, debían hacer méritos para el rey, y para/por sí mismos.
Chartier, Roger (1999). El mundo como representación. Historia cultural: entre la práctica y representación.
Coppola, Sofia (2006). Marie Antoniette.
Elias, Norbert (1988). La sociedad cortesana.
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